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Daphne du Maurier / Los pájaros / Relatos 2

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Daphne du Muarier
Poster de T.A.

The Apple Tree (Los Pájaros), de Daphne Du Maurier 

[Relatos de D. Du Maurier 2]


Ponerle nombre a  este post se ha visto un poco dificultado por algo que ocurrió reiteradamente con las obras de Du Maurier, al menos sus volúmenes de relatos. Se publicaban en Gran Bretaña con un título, en Estados Unidos con otro y se republicaban años más tarde con otro. Asi puede darse el caso (me ha pasado) de comprar un volumen de manera apresurada sin mirarlo casi porque era barato y sabía seguro que no tenía ese título, y encontrar que es un volumen que ya tenemos, pero con otro título.

El volumen que comentaba en la entrada anterior de Du Maurier ("Don´t look now") tuvo ese título en Estados Unidos. En Gran Bretaña fue "Not after midnight". Este volumen que comento hoy fue originalmente publicado en 1952 con este título en Gran Bretaña (esta foto es la de la primera edición de la que soy orgulloso poseedor), pero en Estados Unidos les gustó más el título de "Kiss me again, Stranger". Finalmente, tras el éxito de la película homónima de Alfred Hitchcock, se republicó once años después como "The Birds and other stories", que fue el título que se respetó en España ("Los pájaros y otros relatos").

Este señor tiene parte  de la culpa del éxito de este relato (y del
reconocimiento público para Du Maurier)

La verdad es que daban miedo. Y al que diga que no... no lo creo.
Podríamos empezar con una introducción a la película (divertidísima por cierto, pero solo en inglés, sorry) por parte del propio director:



Y luego, ya en español, también el mismísimo Hitchcock no explica el origen de la película y el concepto de "Suspense".... ;-)



Bueno, una vez centrados, podemos charlar acerca de los relatos que componen el volumen. Al menos de los tres mejores. El más importante (y para mi uno de los más logrados sin duda) es "The Birds" (Los Pájaros).  Cualquiera que haya visto la película (es decir, casi cualquier persona en la parte de este planeta con acceso a cine y TV) comienza a sorprenderse muy pronto cuando ataca este relato. Obviamente un relato casi minimalista de 20 páginas había que adornarlo bastante para que diera una película de 90-120 minutos. Pero es que vamos, salvo por los pájaros protagonistas, es difícil identificar relato y película entre si. En muchos aspectos me parece un relato magistral. Su punto fuerte quizá sea la tensión que crea de manera progresiva, la cual nos genera un desasosiego creciente a medida que leemos. Es fácil pensar que si nos amenazara un grupo de tiburones en el mar o nos rodeara una manada de lobos en el monte (en caso de que los seres humanos no nos los hubiéramos cargado a todos, claro) nos dejaria helados de miedo. Pero pensar que una bandada de pájaros compuesta por gorriones, mirlos o tordos nos pueda amenazar es algo lejano a nuestra imaginación. Incluso aves más fuertes (cuervos, halcones, gaviotas), no entran en nuestras pesadillas habituales porque no estamos acostumbrados a la posibilidad de que nos pudieran atacar e incluso asesinar.

En realidad es curioso que las diferencias entre relato y película no estriban en los protagonistas A (los pájaros violentos, agresivos sin motivo aparente o que se llegue a conocer en todo el relato), sino los protagonistas B (los seres humanos que se ponen en el camino de la horda aviar).  Quizá uno de los cambios más drásticos sea cambiar el entorno de la anfractuosa y peligrosa costa de Cornwall, de donde Du Maurier era originaria y donde se ubican la mayoría de sus obras, por un plácido pueblecito costero californiano con gente de lo mas Posh, cambiando a Nat el granjero por un Don Juan  más preocupado por la minifalda de la Hedren que por que un cuervo le pueda sacar los ojos. Dicho lo cual aclararé que la película me parece una obra maestra, por si las moscas.

Este ejemplar del Santa Cruz Sentinel de 1961 nos muestra
que existen casos documentados de invasiones de ciudades
costeras por aves marinas. Con menos mala leche que las de
Du Maurier, eso si.

No entraban en nuestras previsiones ese terror aviar al menos hasta la llegada de Du Maurier con su pluma y de Hitchcock con su cámara. Pensar que uno puede temer por su vida y la de su familia cuando está por bandadas de pequeñas aves es algo que cuesta imaginar hasta que lo leemos tal y como lo cuenta Du Maurier. Pues bueno, puedo garantizar que lo logra, al menos en mi caso. En el relato el protagonista es Nat, un granjero que vive en la costa de una península de Inglaterra con su esposa y dos hijos. Su casa se encuentra justo al borde del océano. Desde allí comienza a observar como las aves tienen un comportamiento extraño. Las gaviotas se agrupan en masas inmensas que planean estáticas sobre las olas. Cuando cambia la marea, se lanzan en masa hacia tierra adentro. ¿Hacia donde?, hacia las grandes ciudades del interior. Y tras el desarrollo, de repente, el relato queda con un abrupto final, que no es final (¿o si?), pero que una vez rumiado me parece magnífico. La ausencia de una lógica en la escalada de violencia animal encierra gran parte de la magia del relato. Un gran relato. Algunos podrían creer que la actitud de los pájaros es consecuencia de un fenómeno climático que los vuelve locos. Otros tendrán más en cuenta la posibilidad de que se trate de una conducta de origen más profundo, relacionado con el castigo que sin duda nos merecemos por como tratamos a los animales y la naturaleza. Cada cual es muy libre de pensar lo que quiera. Todos acertamos.

Si hasta a Barbie le daba miedo...
Tippi Hedren con un amigo.


El segundo relato interesante (y conocido) del volumen es "Kiss me again, stranger" ("Bésame otra vez,  forastero") que fue, como digo, el título que se dio al libro es EEUU. Es que en algunas ocasiones lo primero que uno piensa (especialmente leyendo a alguien como esta autora): esto no puede ser tan sencillo. Chico conoce chica (acomodadora en el cine en que el protagonista se mete entre desesperado y aburrido). Chica hace caso a tímido chico. Ambos se van juntos en un extraño viaje nocturno en el que algo comienza a oler a podrido. De repente una frase. ¿Que es esto?. Algo va mal. Hay algo oscuro sin duda. No puede ser normal que tu chica te lleve en la primera noche al cementerio. Que cada uno lo descubra por si mismo.

Adaptación televisiva de "Kiss me again, Stranger", con un Leonard Nimoy
que aun no era "The man between the ears" como se titula
un libro sobre su época Star Trek.

"The Apple Tree" ("El manzano") es la historia de un hombre que acaba de perder a su esposa tras muchos años de un infeliz matrimonio en que ella se refugiaba en la limpieza y el cuidado de la casa y el se refugiaba en el trabajo para alejarse del domicilio conyugal. Cuando ella muere viene la liberación. Pero de repente, un día, mirando uno de los manzanos del jardín descubre que la posición de las ramas del árbol le recuerda exactamente la de una de las posturas más típicas en que se colocaba su esposa (la "pobre Midge") cuando estaba cansada. A partir de ahí comienza una relación obsesiva en su cabeza entre el árbol y la difunta que, obviamente, se va retorciendo hasta un final estupendo. Una hostilidad hacia el árbol que proviene, comenzamos a sospechar, en no poca medida de la culpa que siente por la vida desgraciada de aquella.

Si es que hasta la propia Du Maurier da un poco de miedo.
Así que como ya comenté en la entrada de "Don´t look now" ya va siendo hora de dejar de ver a Du Maurier solamente como una escritora de "Romances" melosos. Sus relatos y novelas contienen una tensión, una violencia solo parcialmente oculta. Y si no, léase el odio del esposo por un simple manzano. Y en no pocas ocasiones una tensión sexual magníficamente expuesta. Vamos, lo que le vendría de perilla a Alfred Hitchcock.

En inglés: Daphne Du Maurier. The Apple Tree. Edt Gollancz. 1952. En edición más actual: Daphne Du Maurier. The Brids and other Stories. Edt Virago Press. 256 ops. 2004. 

En español: preservando la tradición de los diversos títulos, se puede encontrar la obra al menos en dos ediciones: 
Daphne Du Maurier. Los pájaros. Edit Orbis. 1987. 240 pps. Existen varias ediciones de esta recopilación de relatos. Aunque son antiguas, varias son relativamente fáciles de encontrar en segunda mano. Muchos recordareis de los quioscos esta colección: http://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-465029544-daphne-du-maurier-los-pajaros-ed-hyspamerica-_JM
Daphne Du Maurier. Bésame otra vez, forastero y otros relatos. Edt El Nadir. 2006. 180 pps.



Daphne du Maurier / Los pájaros fueron de papel

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Daphne du Maurier

‘Los pájaros’ fueron de papel

Reeditados los relatos en los que se inspiró Hitchcock para rodar algunas de sus películas



RAÚL LIMÓN
Sevilla 9 NOV 2017 - 15:39 COT

Alfred Hitchcock bebió de muchas fuentes para convertirse en maestro del suspense, pero la principal fue Daphne du Maurier (Londres, 1907- Cornualles, 1989), de quien llevó a la gran pantalla Los pájaros, Rebeca La posada de Jamaica). La editorial El Paseo ha rescatado cinco de sus relatos que habían sido víctima del olvido, de traducciones poco rigurosas, de la censura o del éxito de la versión cinematográfica. El nuevo volumen cuenta con un complejo y controvertido prólogo del filósofo esloveno Slavoj Žižek (Liubliana, 1949), quien abre la lectura a la perspectiva del “masoquismo femenino”.


Algunos de los textos de Du Maurier han sido eclipsados por las inigualables versiones de Hitchcock sobre ellos. Es el caso de Los pájaros, el título que recupera El Paseo y que, debido a la película, sustituyó al original, donde el texto que encabezaba la recopilación era El manzano.
Previamente, la censura se había encargado de destrozar una narración de enorme éxito en Reino Unido. En El joven fotógrafo, la cicatera mentalidad franquista convierte a un joven rendido al deseo ante una madura turista de aires aristocráticos en un adolescente sin rumbo aturdido por la caricatura de una mujer fatal, según relata el editor David González Romero.
La reedición de la obra, con una nueva traducción de Miguel Cisneros, recoge los afamados pájaros y otros relatos sobre los que Žižek escribe que “la intromisión de una dimensión inesperada perturba la marcha ‘normal’ de las cosas”.




Daphne Du Maurier, en una imagen de archivo facilitada por la editorial.
Daphne Du Maurier, en una imagen de archivo facilitada por la editorial.


Para el filósofo esloveno, psicoanalista que aplica la visión psicológica a la obra de la escritora, “las narraciones de Du Maurier representan directamente, demasiado directamente, las fantasías que sostienen nuestras vidas… Y es esta puesta en escena de nuestras fantasías, directa y descarada, a menudo vergonzosa, lo que hace que su escritura sea tan cautivadora, especialmente cuando se la compara con el aséptico feminismo ‘políticamente correcto”.
Fantasías masoquistas
Žižek no duda entrar en este controvertido aspecto en el prólogo de la obra al afirmar que el término que “encapsula” la escritura de Du Maurier es el “masoquismo femenino”. Según el escrito, la autora “trae a escena una y otra vez (…) el personaje de una mujer que goza de su propia ruina, que encuentra una satisfacción torturada en su sometimiento y humillación”. 

Para el filósofo, Du Maurier está “flanqueada por el romanticismo, con su idea del mal radical (del ‘placer en el dolor’) y por Freud y el impacto directo del psicoanálisis en las artes”.
Más allá del prólogo de Žižek, la recopilación de relatos de la escritora es fundamental para encontrar respuestas a obras tan populares como Los pájaroso para entender el universo que encandiló a Hitchcock y a miles de lectores. El primer relato, el que el cineasta convirtió en éxito mundial, explica que, “como esas personas que temen morir antes de su hora y se vuelcan en el trabajo o son arrastradas por la locura, así también se comportaban los pájaros”.
En El manzano, la autora relata el afán del protagonista por “disfrutar por fin de su libertad” tras haber enviudado de una mujer obsesionada en mantener “su triste rutina de tareas y labores innecesarias que ella misma se obligaba a hacer”. Una triste vida que se replica en El joven fotógrafo, a quien Madame la Marquise seduce porque “su humillación era placer para ella”, no tenía con quien compartir secretos, con quien reír, y estaba rodeada de personas aburridas “encerradas en una vida que jamás cambiaba”. Bésame forastero y El viejo cierran una obra de textos inquietantes que, según Žižek, como las viejas grabaciones de gramófono, los “rasguños que hoy pueden hacerlos anticuados, e incluso parecer ridículos, contribuyen a mantenerlos vivos”.

Daphne du Maurier / Siniestra y encantadora

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Daphne du Maurier

Siniestra y encantadora

Rachel Weisz encarna en 'Mi prima Rachel' a una viuda seductora que vuelve loco al protagonista, que cree que ha asesinado a su marido



EL PAÍS
Madrid 26 JUN 2017 - 03:54 COT

Para los cinéfilos, la obra de la escritora británica Daphne du Maurier estaba emocionalmente ligada a Alfred Hitchcock. El director adaptó sus novelas en Posada Jamaica (1939), Rebeca (1940) y Los pájaros (1963). Pero Du Maurier escribió más mucho más, y ha sido llevada a la pequeña y gran pantalla por otros directores, y ahora le toca a Roger Michell volver a sacarle partido a Mi prima Rachel, gracias curiosamente a una actriz que se llama igual que el personaje: Rachel Weisz.



El 6 de octubre se estrena en España Mi prima Rachel, en la que Rachel Weisz encarna a la viuda seductora y siniestra, la protagonista. El primo (Sam Clafin) de su marido sospecha que ella le asesinó, pero lo que no espera es que él mismo va a caer también enamorado de Rachel. En la primera versión al cine de esta novela, dirigida por Henry Koster en 1952, a la pareja protagonista le daban vida Olivia de Havilland y Richard Burton; en la miniserie de 1983 fue Geraldine Chaplin la protagonista. Ahora Weisz hereda este personaje con la fuerza habitual de su talento y la buena mano de su director, el siempre eficaz Roger Michell. Y aquí está su tráiler.


Daphne du Maurier / Alfred Hitchcock / Soñar Manderley otra vez

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Daphne du Maurier / Alfred Hitchcock

Soñar Manderley otra vez



JORDI BATLLE CAMINAL
12 ENE 1987

Habría que emular distinguidos clubes nocturnos donde, con jactancia afrancesada, hay que tener carné privé para mezclar en el cuerpo la ginebra con la tónica. La tónica sería la siguiente: sólo los socios entran en Manderley. Hay crueldad en la selección; esas mentes malpensantes que compran televisores porque "hasta los anuncios ganan en color" tendrían, qué duda cabe, su entrada prohibida en Manderley. No es fácil, ciertamente, subir a Manderley, paraíso etéreo conquistado por el cine y generador de fantasías sobrehumanas que albergan, como todas las fantasías sobrehumanas hechas con talento, verdades humanas. Rebeca es una historia de amor muy humana, pero es el suyo un amor de ultratumba, un lazo invisible hecho visible por los tejidos del sueño entre este mundo y el otro. Para establecer el lazo, el plano se eleva y el decorado se sitúa en un limbo cualquiera, llamado Manderley, que es un nombre hermoso; un espacio gótico germinado por las gráciles hierbas literarias de Daphne du Maurier. Ahí las tinieblas, las nubes de algodón, los acantilados y las olas encrespadas se funden en un espectro onírico letal que sólo puede purificar su maldad, inquisidoramente, a través del fuego.

Rebeca, de 1940, fue la primera película norteamericana de Hitchcock, ingresado en las filas hollywoodienses por la puerta faraónica de David O. SeIznick, que en su haber tenía ya, desde hacía un año, Lo que el viento se llevó. Hitchcock contó a Truffaut: "Rebeca es un filme que, a pesar de los años transcurridos, todavía se mantiene en pie, y yo me pregunto cómo".

¿Cómo? Entre otras cosas porque paraísos perdidos por el hombre y hallados por el cine como Manderley ha habido pocos. Y con tanta fascinación, menos; acaso Xanadú, del mismo año, o Sangri, en la versión Capra, de 1937. Y más rara fina obra donde la, presencia de un ser ausente, la auténtica protagonista de la película, sea tan fuerte, tan agotadora y obsesional tanto para personajes como para espectadores. Con todas estas cartas de mago a su favor, don Alfredo, cómo no va a mantenerse en pie hoy y siempre.

Hithcock / Daphne du Maurier / 'Los pájaros', una película genial

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Alfred Hithcock / Daphne du Maurier

'Los pájaros', una película genial

ÁNGEL FERNÁNDEZ-SANTOS
17 MAY 1982
Parece que los terrores favoritos de Ibáñez Serrador se despiden con una de las obras maestras omitidas, entre programaciones de relleno, en este ciclo. Más vale tarde que nunca. Se trata de Los pájaros, de Alfred Hitchcock, una de las películas más redondas de su autor, e indiscutiblemente un filme apasionante, perfecto, al mismo tiempo irónico y escalofriante, lleno de horror y humor es dosis indiferenciables, pues no hay manera de averiguar donde acaban los confines de uno y comienza la frontera del otro.
La historia original proviene de un cuento de Daphne du Maurier que Hitchcock reelaboró y sacó puntas por todas sus partes chatas. La distribución argumental es de singular sagacidad y va situando poco a poco al espectador en un lugar intermedio entre la mirada de Hitchcock, ligeramente distanciada del relato, y cierta inevitable identificación progresiva con los personajes, lo que acaba por convertirle en percha que recibe todos los palos, mosca atrapada por la más sutil tela de araña trenzada nunca por un director de cine.

El inicial ritmo desenvuelto de comedia va adquiriendo poco a poco tonalidades sorprendentes, graves, casi lúgubres, para acabar en una especie de apocalipsis cotidiana de fuerza y proporciones casi inimaginables. La capacidad de juego del fabulador y geómetra Hitchcock alcanza tales rizos de virtuosismo, que uno ha de frotarse los ojos en algunas situaciones, de tregua del relato, que el espectador aprovecha para preguntarse qué demonios se propone hacer con sus emociones ese viejo y gordo inglés capaz de convertir a un periquito en Drácula.
Sin embargo, Los pájaros es más, mucho más que un juego. Los grandes filmes de Hitchcock tienen niveles de captura diferentes, en capas superpuestas, que él monda como una cebolla. La gran paradoja, y también uno de los signos específicos del inimitable talento de este cineasta, es que Hitchcock opera con signos de sorprendente exactitud formal, pero bajo los que brota una fuente de sensaciones no tan nítida como su marco, sino tocadas de una rara ambiguedad, e incluso de una una polivalencia, que les añade un inesperado poder de desazón adicional.

En el armónico y primaveral mundo de los inofensivos pájarillos de un pueblecito costero de California, aparece un buen dia, con gradaciones fastuosas, lo inesperado: un cambio de humor en la conducta de estos animalitos que han alimentado durante siglos al ternurismo bucólico y a los tópicos del lirismo blando. Y los angelitos emplumados se hacen bichos, alimañas, demonios homicidas. La gran patraña de la docilidad, la mansedumbre y la domesticidad de la naturaleza es vuelta por Hitchcock del revés. A la inquietud sensorial y emocional que arrastra el suceso, le va añadiendo otra inquietud más radical y difusa, sobre los comportamientos secretos de los espectadores y sobre la costum bre humana de proyectar sobre la naturaleza sus propias categorías sociales, estéticas e incluso éticas. Y Hitchcock, con una fuerza surreal casi hiriente, nos hace padecer los efectos de una revolución en la que el manso pájaro, en masas sublevadas, ataca a su opresor humano al espectador. Como tantas veces, cuando Hitchcock afina, en su cine aparece el ácido de la subversión, la bofetada contra lo establecido.

Chris Isaak / Wicked Game / Juego perverso

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https://www.youtube.com/watch?v=Nx94936Hl5Q

Las canciones más bellas del mundo

Chris Isaak

Wicked Game 

(MTV Unplugged)

JUEGO PERVERSO


Chris Isaak
JUEGO PERVERSO
(1989)

The world was on fire and no one could save me but you
El mundo estaba en llamas y nadie podía salvarme excepto tú.
It's strange what desire will make foolish people do
Es extraño lo que el deseo lleva a hacer a la gente tonta
I never dreamed that I'd meet somebody like you
Nunca soñé que conocería a alguien como tú
And I never dreamed that I'd lose somebody like you
Y nunca soñé que conocería a alguien como tú

No, I don't want to fall in love. 
No, quiero enamorarme.
(This world is only gonna break your heart)
(Este mundo solamente va a romper tu corazón.)
No, I don't want to fall in love. 
No, quiero enamorarme.
(This world is only gonna break your heart)
(Este mundo sólo va a romper tu corazón.)
With you.
De ti.
(This world is only gonna break your heart)
Este mundo sólo va a romper tu corazón.


What a wicked game to play, to make me feel this way
Qué juego tan perverso para jugar, para hacer sentir de esta manera
What a wicked thing to do, to let me dream of you
Què cosa tan perversas haces para hacerme soñar contigo
What a wicked thing to say, you never felt this way
Que cosas tan perversas dices, nunca te sentiste de esta manera
What a wicked thing to do, to make me dream of you and
Què cosas tan perveras haces para hace soñar contigo

No, I don't want to fall in love. 
No, quiero enamorarme.
(This world is only gonna break your heart)
(Este mundo solamente va a romper tu corazón.)

No, I don't want to fall in love. 
No, quiero enamorarme.
(This world is only gonna break your heart)
(Este mundo sólo va a romper tu corazón.)

With you.
De ti.


The world was on fire and no one could save me but you
El mundo estaba en llamas y nadie podía salvarme excepto tú.
It's strange what desire will make foolish people do
Es extraño lo que el deseo lleva a hacer a la gente tonta
I never dreamed that I'd meet somebody like you
Nunca soñé que conocería a alguien como tú
And I never dreamed that I'd lose somebody like you
Y nunca soñé que conocería a alguien como tú

Nobody loves no one
Nadie ama a nadie

https://www.youtube.com/watch?v=N5FUnSq5Z0A


Chris Isaak

 "Wicked Game" 

Cover by Grace Vardell


Notas

"Wicked Game" ("Juego perverso") hace parte del tercer álbum de Chris Isaak, Heart Shaped World. Aunque la canción es de 1989, sólo se volvió un éxito a partir de 1991 con una película de culto de David Lynch, Wild at Heart.

También aparece en la legendaria serie de televisión, Friends, con el propio Chris en escena,


Pueden escuchar una versión de este tema, una bellísima versión, por cierto, cuando vean la reciente película basada en una obra de de Daphne du Maurier, "Mi prima Rachel" (My Cousin Rachel), protagonizada de magnífica manera por Rachel Weisz.

Triunfo Arciniegas

20 de noviembre de 2017





DE OTROS MUNDOS
LAS CANCIONES MÁS BELLAS DEL MUNDO
Léo Ferré / Jane Birkin / Avec le temps
Jacques Brel / Ne me quitte pas
Amy Winehouse / Back to Black
Amy Winehouse / Valerie
Amy Winehouse / You Know That I'm No Good
Chavela Vargas / Llorona
Joan Manuel Serrat / Lucía
Chavela Vargas / Las simples cosas
Rammstein / Du hast
Celia Cruz / Te busco
Syd Barrett / Shine On You
Les misérables / I Dreamed a Dream
Lhasa de Sela / Con toda palabra
Doris Day / Julie London / Fly Me To The Moon
Miguel Matamoros / Lágrimas negras
Patsy Cline / Crazy
Amália Rodrigues / Lágrima
Benny Moré / Cómo fue
Billie Holiday / All of me
Joan Manuel Serrat / Aquellas pequeñas cosas
Joan Manuel Serrat / Penélope
The Rolling Stones / Anybody Seen My Baby
Juan Gabriel / Hasta que te conocí
Bob Dylan / I Want You / Te deseo
Bob Dylan / Blowin' in the Wind / Soplando en el viento
Bob Dylan / Girl of the North Country / Muchacha del norte
Bob Dylan / Don’t think twice, it’s all right
Bob Dylan / Lay, Lady, Lay
Bob Dylan / Scarlett Johansson / When the Deal Goes Down
Marion Cotillard / Edith Piaf / Non, je ne regrette rien
Ricardo García Perdomo / Total
Jorge Drexler / Pedro Guerra / Cuídame
Agustín Lara / Piensa en mí / Luz CasalRoberta Flack / Killing Me Soflty / Matándome suavemente
Óscar Chávez / Llorona
Natalia Lafourcade / Tú si sabes quererme
Natalia Lafourcade / Lila Downs / La fugitiva
Martin / SwayCharles Aznavour / La bohemia
Chris Isaak / Wicked Game / Juego perverso

RIMBAUD



Ursine Vulpine / Chris Isaak / Wicked Game

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Las cancionemás 
bellas demundo



Ursine Vulpine
WICKED GAME
by Chris Isaak









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Juan Gabriel / La gata bajo la lluvia

RIMBAUD




Las canciones más bellas del mundo / La gata bajo la lluvia

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https://www.youtube.com/watch?v=g8zMWb0gWP8
Versión de Rocío Durcal
LA GATA BAJO LA LLUVIA
Las cancionemás 
bellas demundo
Juan Gabriel
LA GATA BAJO LA LLUVIA


Amor, tranquilo, no te voy a molestar. 
Mi suerte estaba echada, ya lo sé,
y sé que hay un torrente dando vueltas por tu mente. 
Amor, lo nuestro solo fue casualidad, 
la misma hora, el mismo boulevar.

No temas, no hay cuidado, 
no te culpo del pasado. 
Ya lo ves, la vida es así, 
tú te vas y yo me quedo aquí.

Lloveré y ya no seré tuya,
seré la gata bajo la lluvia 
y maullaré por ti.

Amor, lo sé, no digas nada, de verdad.
Si ves alguna lágrima, perdón.
Ya sé que no has querido 
hacer llorar a un gato herido. 

Amor, si alguna vez nos vemos por ahí,
invítame un café y hazme el amor.
Y si ya no vuelvo a verte, 
ojalá que tengas suerte.

Ya lo ves, la vida es así, 
tú te vas y yo me quedo aquí. 
Lloverá y ya no seré tuya 
seré la gata bajo la lluvia 

Ya lo ves, la vida es así 
tú te vas y yo me quedo aquí. 
Lloverá y ya no seré tuya, 
seré la gata bajo la lluvia 
y maullaré por ti


https://www.youtube.com/watch?v=2WgvzKl3iyw&list=RDJ2audGwx5tQ&index=6
Versiòn de Moncho
La gata bajo la lluvia





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Ursine Vulpine / Chris Isaak / Wicked Game
Juan Gabriel / La gata bajo la lluvia

RIMBAUD





Las ‘otras sombras’ de Dakota Johnson

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Las ‘otras sombras’ de Dakota Johnson

Marcada por su familia, la actriz vuelve a ser noticia por su romance con Chris Martin, cantante de Coldplay, y el inminente estreno de la tercera película de la saga ‘Cincuenta sombras de Grey’


Madrid
21 NOV 2017 - 03:51 COT

Tres mujeres, tres generaciones, tres mitos de Hollywood. Así podría resumirse la trayectoria familiar de Dakota Johnson atendiendo a las féminas que la preceden en su árbol genealógico: su madre, Melanie Griffith, y su abuela Tippi Hedren. Las tres actrices; las tres con algún personaje legendario que siempre se identificará con ellas. Tippi Hedren es ya historia del celuloide como musa del realizador Alfred Hitchcock y como Melanie Daniels, el personaje que interpretó bajo su dirección en Los pájaros. Melanie Griffith siempre será recordará como Tess McNeill, esa secretaria inteligente y espabilada que se abre paso en un mundo de hombres en Armas de mujer. Y Dakota Johnson será, para más de una generación, la sexualmente sumisa y excitante Anastasia Steele de Cincuenta sombras de Grey.

Dakota Johnson, de 28 años, vuelve a ser actualidad por partida triple: su romance, no confirmado oficialmente, con Chris Martin (40 años), cantante del grupo Coldplay y exmarido de la también actriz Gwyneth Paltrow; el estreno televisivo de la primera entrega de la trilogía literaria y el inminente lanzamiento en la gran pantalla de la tercera y última entrega del filme que la ha catapultado a la fama. Ahora la pregunta que queda en el aire es si la hija de Melanie Griffith y Don Johnson logrará zafarse del peso del personaje que ha dado alas a su carrera cinematográfica o quedará atrapada en su controvertido papel junto a Jamie Dornan el actor que da vida a Christian Grey, ese hombre que se mueve entre el amor y el deseo de someter a la mujer que ama.


Dakota Johnson con su madre, Melanie Griffith, en una gala en Los Ángeles el pasado mes de noviembre.
Dakota Johnson con su madre, Melanie Griffith, en una gala en Los Ángeles el pasado mes de noviembre.CORDON PRESS


Sea cual sea la respuesta las tres mujeres están muy unidas y admiran sus respectivos trabajos. Hace un año, las tres actrices posaron juntas para la revista Vanity Fair demostrando lo bien que llevan el paso de los años. Poco después Dakota Johnson hacía unas declaraciones en el Vogue británico sobre la tiranía de la industria cinematográfica con la edad de las mujeres: “¿Por qué mi madre no está en el cine? Es una actriz extraordinaria. ¿Por qué mi abuela no está en el cine? Esta industria es jodidamente brutal”, dijo entonces. “Da igual lo duro que seas, a veces siempre te llega la sensación de no sentirte querido y cada vez que hay un tiempo de inactividad, tienes la duda de si volverás a trabajar. Es absurdo y feroz”, añadió. Abuela, madre e hija han dicho en más de una ocasión que no hablan de ello, pero cuando les han preguntado no ven con malos ojos poder hacer algún día una película juntas: “Podríamos interpretar a una misma mujer a lo largo de diferentes etapas”, dijo en una ocasión Griffith. A lo que su hija respondió: “Interesante”.


El debut cinematográfico de Dakota Johnson llegó en 1999 de la mano de Antonio Banderas, entonces marido de su madre. Johnson sólo tenía 10 y actuó junto a su hermana Stella Banderas interpretando a una de las dos hijas del personaje que corría a cargo de su propia madre en la película Locos en Alabama. Tras participar en filmes como La red social o Cymbeline, en 2013 llegó la confirmación de que daría vida a Anastasia Steele y su vida dio un giro de 360º. Melanie Griffith no ha querido ver a su hija en ese papel de gran contenido sexual.Su padre Don Johnson ha afirmado que ha visto el filme con el dedo sobre el botón de reproducción rápida del mando a distancia para pasar veloz sobre las escenas más controvertidas. Y su abuela, Tipi Hedren, confirma que tiene una cinta con la película pero que espera hasta que pueda verla sentada junto a su nieta. La protagonista de la historia solo insiste en que por muy calientes que sean las escenas, no se trata de sexo real. “Después de siete horas seguidas hasta conseguir una escena”, dijo con sorna en una ocasión, “pierde parte de temperatura”. Y no reniega en ningún momento de su papel: “Mi nombre lo conoce ahora mucha más gente. Y cuando eso ocurre también pueden ver que eres capaz de interpretar muchas otras cosas”. “Y lo mejor", dijo en una entrevista con este periódico, "es que ahora disfruto de una posición que me permite estar en la misma habitación con aquellos que admiro y participar en la conversación”. 

En su vida privada Dakota Johnson no ha tenido sonoras relaciones sentimentales pero sí romances más o menos esporádicos. Sus parejas en estos años han sido el músico Noah Gersh, el actor Jordan Masterso, el músico y modelo Matthew Hitt y, últimamente, el Chris Martin, líder del grupo Coldplay con quien se le ha visto cenando en Los Ángeles hace un mes y la semana pasada en el backstage del concierto que el grupo dio en Buenos Aires.


Johnson forma parte de una atípica y bien avenida familia junto a sus otros seis hermanos: Alexander Bauer (hijo del matrimonio de Melanie Griffith con Steven Bauer), Stella del Carmen Banderas (hija de Melanie y Antonio Banderas), Jesse Johnson (hijo de Don Johnson y Patti D´Arvanville) y los más pequeños de todos, Grace, Jasper y Deacon (hijos de Don Johnson y su última esposa Kelley Phleger). Una familia peculiar pero muy unida como han mostrado en más de una ocasión en sus redes sociales compartiendo momentos en los que todos se han juntado para celebrar fiestas o cumpleaños de alguno de ellos. Ellos son las otras sombras de Dakota Johnson
De ellos saben que la juzgan como persona y no como actriz pero sin duda el trabajo es otra de las vertientes que puede darle grandes sorpresas en el futuro. De momento ahí, en el horizonte, espera Cincuenta sombras liberadas, el remake de Suspiria, el clásico de terror de Dario Argento y otros dos proyectos, The Sound of Metal y Forever Interrupted. Eso como actriz porque Dakota Johson está imparable y no renuncia a "producir y dirigir, si tengo un poco de suerte".

Jayne Mansfield / Vida, muerte y fantasmas

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Jayne Mansfield: vida, muerte y fantasmas de la rubia que quiso ser Marilyn



Un día como hoy hace 50 años moría de forma espectacular la sex symbol más escandalosa de los años dorados y la que se atrevió a desafiar el mito de rubia tonta al hacerse pasar por una.

Por RAQUEL PIÑEIRO
29 de junio de 2017 / 12:57

Noche del 29 de junio del 67. Una familia hace el trayecto en coche entre Biloxi, Mississippi, y Nueva Orleans. En el asiento delantero van el chofer, Jayne Mansfield, actriz de Hollywood de capa caída, y su última pareja y abogado Sam Brody. En el trasero duermen tres de los hijos de un matrimonio anterior de la actriz. Al mismo tiempo, a muchos kilómetros de allí, un oscuro personaje conocido como Anton LaVey, autoproclamado Papa Negro, recorta con unas tijeras una foto de él mismo en una revista. Al darle la vuelta al recorte ve que en la página trasera había una foto de Jayne Mansfield, a la que ha cercenado la cabeza con las tijeras sin darse cuenta. Mientras, ya de madrugada, la familia continúa su viaje. Todos los pasajeros menos el conductor duermen y una intensa niebla comienza a invadir la carretera. De pronto, aparece un camión detenido ante ellos y el chofer no tiene tiempo de esquivarlo. El choque es frontal, los tres adultos mueren en el acto y de la violencia del golpe Jayne Mansfield es decapitada.

Este morboso relato es una presencia fija en las recopilaciones de maldiciones de Hollywood, misterios y escándalos de las celebridades y enigmas de la meca del cine. Como suele ocurrir, es demasiado “buena” para ser verdad. La historia del brutal accidente es cierta, pero no lo es que Jayne Mansfield perdiera la cabeza (la intervención accidental o no de Anton LaVey queda a la credulidad de cada cual), lo que ocurrió fue que la peluca que llevaba salió despedida y en las fotografías del atestado podía confundirse y dar pábulo a rumores truculentos.
Rumores que fueron suficientes para que Kenneth Anger los diera por buenos e incluyera el infundio en Hollywood Babilonia. Escrito e impreso en una de las biblias del cotilleo cuanto más malintencionado mejor, ya poco importa que la desdichada Jayne muriera en circunstancias terribles de por sí; para el mundo, su cuerpo fue mutilado, y todos sabemos que ante una leyenda lo bastante poderosa, la verdad tiene poco que hacer. Hoy, lo que más se recuerda de la vida de Jayne Mansfield es, precisamente, su muerte.

Puede que esto sea injusto, pero tiene lógica. La Mansfield nunca fue una estrella de primer nivel sino una de las starlettes surgidas a rebufo del éxito de Marilyn Monroe, como Diana Dors o Mamie Van Doren, empleadas por los estudios como competencia e imitación de la rubia más famosa del cine. En gran parte, fue ella misma quién decidió que fuera así. Cuando Marilyn comenzó a despuntar a principios de los 50, la joven Jayne vio la oportunidad y la inspiración para convertirse en actriz, se tiñó el pelo de platino y convenció a su primer marido, del que había tomado el apellido, para plantarse en Hollywood con su primera hija a remolque. Contaba con varios factores ineludibles sobre los que cimentar una carrera: belleza innegable, ambición a prueba de bombas y unos grandes y prominentes pechos.
Como explica Karina Longworth en su podcast You must remember this, Jayne, una mujer muy inteligente que hablaba cinco idiomas, pensó que podría jugar de forma consciente la carta de la rubia tonta, darle a los estudios y al público de Hollywood lo que querían, explotarse como estereotipo a conciencia, ganar y salir indemne. Adelanto: no lo consiguió.

Aunque durante un tiempo parecía que sí lo había logrado. Jayne fue una de esas pioneras en explotar su propia imagen y ser muy conscientes de que su físico era una rentable herramienta de marketing. Por el efectivo método de ir a todas las fiestas, dejarse ver –cuando tienes ese cuerpo, ¡tienen que verte!– y maniobras publicitarias del estilo de dejar caer la parte de arriba de su bikini en una piscina durante un acto de prensa, consiguió comenzar a hacerse conocida, salir de forma habitual en Playboy y protagonizar comedias como The Girl Can't Help It o Una mujer de cuidado junto a Rock Hunter.
Si Marilyn era la bomba sexual por excelencia, con Jayne todo se llevaba al extremo paródico. La curvilínea actriz era una especie de dibujo animado andante pero sin la tristeza desvalida y las posibilidades dramáticas de Marilyn.
Y en su vida cotidiana actuaba como tal: su relación con el culturista Mickey Hargitay respondía a la definición de “pareja neumática”, y en un alarde de coherencia y visión de sí misma como un producto, en el 57 se trasladó a una mansión que bautizó como el Pink Palace. La vivienda era una fantasía pintada de rosa que hubiera hecho las delicias de una niña de cuatro años o una Barbie de cualquier edad: piscina en forma de corazón con la frase “I Love You, Jaynie” grabada en el fondo, moqueta mullida por todas partes, piano blanco, paredes acolchadas forradas de cuero rojo, pieles de osos polares y rincones dedicados a exponer las numerosas portadas de revistas que Jayne iba acumulando. En esa casa fueron criados los hijos de la pareja, incluida Mariska Hargitay, la hoy estrella de Ley y Orden.
Jayne parecía la encarnación del sueño americano, vulgar y de espumillón, sí, pero real al fin y al cabo. Hasta que los problemas empezaron a llegar. El matrimonio con Hargitay se rompió, y Jayne comenzó a encadenar relaciones cada vez más malsanas hasta acabar con hombres que la maltrataban y se aprovechaban de su dinero. Todo ello agravado con que los estudios dejaron de ofrecerle trabajo. Puedes formar parte de un chiste colectivo porque vas a sacarle un buen beneficio, pero cuando el chiste deja de tener gracia o se ha contado demasiadas veces, el mundo pierde interés en ti. Marilyn Monroe murió a los 36 años, los sesenta hicieron su irrupción y de pronto la idea de una rubia voluminosa capaz de incomodar a la mismísima Sophia Loren con su obviedad (“Estoy vigilando sus pezones porque temo que caigan sobre mi plato. En mi cara puedes ver el miedo”, diría la italiana sobre la famosa foto que las retrató juntas) dejó de parecer moderna.

No es que la explotación sexual ni el erotismo como objeto de consumo para los hombres pasasen de moda, pero ahora se llevaba un envoltorio diferente.
Prueba del loco, loco rumbo del Hollywood de los 60 fue la presencia de Anton LaVey, una especie de mago, brujo, estrella mediática y principal impulsor de la Iglesia de Satán en Estados Unidos. Escritor de la biblia satánica, su filosofía de materialismo y apego a los placeres terrenales, adornada con espiritualidad new age y abundante parafernalia, fue un éxito en su época que todavía resuena hoy, especialmente entre el mundillo del cine sediento de novedades.

Jayne Mansfield, una mujer moderna que había consumido ácido y experimentado con las drogas psicodélicas, visitó su mansión y hay fotografías que la retratan participando en lo que parecen misas negras o arcanos rituales satanistas. Aquí, claro, entra en juego la imaginación, los rumores y las anécdotas publicitadas por el propio LaVey, que no dudó en anunciar que había participado en la película La semilla del diablo como “asesor satánico”, algo falso. Algunas historias dicen que la actriz y el satanista tuvieron una aventura que terminó mal, otras que durante una visita a casa de LaVay de Jayne y su última pareja, Sam Brody, éste decidió reírse de su anfitrión encendiendo unas velas en teoría sagradas. Esto desató el enfado de LaVey, que aseguró que Brody acababa de cargarse con una maldición que, de no apartarse de su novio, acabaría por alcanzar a la propia Mansfield.
Sí ocurrió algo dramático que podría haber tenido peores consecuencias, en el que los agoreros ven una prueba clara de la maldición por no tomarse en serio el satanismo: durante una visita a un zoológico, el pequeño Zoltan, hijo de Jayne y Mickey Hargitay, fue atacado por un león. Aunque pudo salvarse, tuvo que someterse a varias cirugías para sanar las terribles heridas. Otras “desgracias”, como el robo de joyas de Jayne o el que la acusasen de evasión de impuestos, suenan menos a maldición misteriosa. Claro que lo peor estaba por llegar: el accidente que le costó la vida a la pareja y del que los niños salieron indemnes.

Es una especie de amarga ironía que tengamos mucho más presente a la Mansfield muerta que a la Mansfield viva. No sólo las circunstancias de su fallecimiento, que fueron mefistofélicamente –nunca mejor dicho– relacionadas con LaVey contribuyen a esto, sino también los comentarios de que Jayne se apareció como fantasma en su hogar, el Pink Palace.
Según Hollywood.com una de los propietarios posteriores de la casa encontró una remesa de prendas que habían pertenecido a la actriz. Sintió el impulso poderoso de ponérselas, y de ahí comenzó una monomanía por coleccionar objetos que habían pertenecido a Mansfield, hasta que una noche escuchó una voz de mujer de ultratumba que le decía “Sal de aquí”. El Pink Palace también tuvo habitantes ilustres, como la cantante Cass Elliott del grupo The mamas and the papas o Ringo Starr, que protagonizó su propio minipoltergeist cuando intentó pintar el edificio de blanco para observar atónito que el rosa original de las paredes volvía a hacer una y otra vez su aparición, como si la casa se negase a dejar de ser rosa.
En los 70, el cantante Engelbert Humperdinck, fan declarado de la actriz, decía con toda naturalidad oler con frecuencia su perfume en las habitaciones y hasta habérsela encontrado en una ocasión vestida de negro paseando por su antiguo hogar. Tristemente, las apariciones del fantasma cesaron después de que la casa fuese bendecida por un cura en 1980.
El Pink Palace fue demolido en el año 2002 y hoy casi nadie recuerda las películas de Jayne Mansfield ni a ella más allá de las circunstancias macabras de su muerte. Pero nos dejó un buen puñado de historias pop para el recuerdo, una hija estrella de la televisión y unas cuantas imágenes icónicas. No está mal para lo que se pensó que era solo una Marilyn de marca blanca.

Jennifer Lawrence / Red Sparrow

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https://www.youtube.com/watch?v=L5KYCsWhado

Jennifer Lawrence
RED SPARROW


TRÁILER DE 'RED SPARROW': JENNIFER LAWRENCE, MÁS ATÓMICA QUE NUNCA

Ya tenemos tráiler de 'Red Sparrow', el nuevo thriller de acción de Francis Lawrence, director de 'Los juegos del hambre', protagonizado por la actriz que comparte su apellido junto a Joel Edgerton y Jeremy Irons, entre otros.

Mariona Borrull 15-09-2017



Hemos visto a Jennifer Lawrence como mutante, como heroína en un mundo distópico y como decidida entrepreneur, pero a la actriz le faltaba interpretar a... Una maquiavélica agente secreta, que usa sus poderes para seducir, engañar y acabar con todos cuanto caen prendidos de sus encantos. Porque, si Charlize Theron lo hace, ¿por qué no puede hacerlo ella?


La película en cuestión es 'Red Sparrow', un thriller de acción a mil por hora, dirigido por Francis Lawrence, responsable de 'Los juegos del hambre' o 'Soy leyenda'. Este adapta el guion de Justin Haythe ('El llanero solitario'), que a la vez recoge la historia de la novela homónima de Jason Matthews (editada por Goldmann). La historia sigue a Dominika (Lawrence), una bailarina que sufre una lesión que la incapacita para bailar, hasta que es entregada a la Escuela Sparrow, una academia secreta donde se enseña a los alumnos a usar sus cuerpos y mentes como armas al servicio de intereses ajenos. Cuando se gradúa, Dominika es la más peligrosa de los agentes adiestrados allí, por lo que le será mucho más difícil que de costumbre traer de vuelta su personalidad antes de la escuela cuando el agente de la CIA Nathaniel Nash (Joel Edgerton) se ofrezca para ayudarla.



El cast se completa con los nombres de Jeremy Irons, Ciarán Hinds, Charlotte Rampling y Mary-Louise Parker, y su estreno está previsto en USA para el 2 de marzo de 2018. ¿Tenéis ganas de ver a la actriz dar unas cuantas patadas en tacones?


Enrique Vila-Matas / El triunfo de Siri Hustvedt / La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres

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El triunfo de Siri Hustvedt

Siento curiosidad e interés por los escritores que no logran ver como competidoras a las escritoras


Enrique Vila-Matas
13 de noviembre de 2017

¿Por qué contar una historia y no otra? La pregunta abre uno de los ensayos que ha reunido Siri Hustvedt en su último libro, y en realidad es una pregunta que tiene fama de tópica y tonta, porque una variante de la misma es muy utilizada en las entrevistas a novelistas. Pero Hustvedt sabe hacernos ver que “la temida pregunta, propia de necios, es realmente profunda: ¿de dónde saca el escritor sus ideas?”.
¿Dónde se originan las historias de ficción y qué guía su creación? Las ideas, con independencia de cuáles sean, necesariamente deben corporeizarse en la realidad material de una persona. Así que preguntarle a un escritor de dónde las saca puede ser una gran pregunta; un asunto distinto es que los narradores no sepan contestarla. Sin embargo, dice Hustvedt, hay procesos claramente inconscientes que preceden a la idea, y fondear en ellos puede ser tarea apasionante.
Normalmente, una novela nace de una imagen determinada (me acuerdo de que Peter Handke, por ejemplo, escribió La mujer zurda al ver en Múnich a una mujer aburrida en la ventana de un bungaló). Pero para Paul Auster, en cambio, un libro empieza, antes que con las palabras, con una cadencia o un tono. Albert Einstein decía que su trabajo no provenía de signos, sino que era visual, muscular, emocional, y que solo más tarde lo traducía a signos. El misterio, dice Hustvedt, está en cómo una historia va tomando forma partiendo de esa nada.
Siri Hustvedt, Sophie Auster y Paul Auster

Este artículo comenzó a tomar forma el día en que, hablando de su nuevo libro, le oí decir a Hustvedt que en uno de sus ensayos estudiaba a un tipo de hombres que, al escribir, solo se sentían importantes ante la mirada de otro hombre. Era el caso, dijo, de Karl Ove Knausgård, al que le dedicaba unas cuantas páginas, porque en Oslo, en una entrevista ante el público, le había dicho que en el terreno literario no veía a las mujeres como competencia.
Esa frase de Knausgård llamó mi atención porque recordé que en mi juventud había dicho yo algo parecido al final de una noche terrible —dije que para mí competir literariamente significaba medirme con otros hombres— y había arrastrado luego durante mucho tiempo el remordimiento por esas palabras —seré benévolo— tan desenfocadas. Tanto llamó mi atención la frase de Knausgård que esta me llevó a buscar el libro de Hustvedt, La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral), donde acabé encontrándome con algo que no esperaba, con la pregunta que propone investigar el origen de las ideas de los novelistas y que es el origen de este artículo.
Una pregunta en la que nunca habría reparado de no haber sentido tanta curiosidad por el femenino —a decir de Hustvedt— “mundo hogareño” de Knausgård y ya no digamos tanto interés por los escritores que no logran ver como competidoras a las escritoras. Esa curiosidad es, curiosamente, la que en los últimos días ha terminado por arrojarme como lector a los brazos de Hustvedt, la gran triunfadora de esta historia, aguda ensayista y creo que rival ya para siempre, no como el inofensivo y doméstico, delicado Knausgård.

Siri Hustvedt / El cuarto del escritor

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Fotografía de Eamonn McCabe

 Siri Hustvedt


EL CUARTO DEL ESCRITOR




Un cuarto para escribir no es como otros cuartos, porque la mayor parte del tiempo la persona adentro no lo ve. Mi atención se centra en la página que está al frente, en lo que la gente hace o dice en el libro: la conciencia sobre las cosas que están cerca de mí se apaga, se separa de la vaga y sensual información que viene y va mientras reflexiono en la frase que viene. Sin embargo, sí siento la luz en mi cuarto. Mi estudio se encuentra en el piso más alto de la casa, que tiene cuatro. Las ventanas apuntan hacia el sur para que la luz del día atraviese los vidrios, e incluso en un día del más crudo invierno mi lugar de trabajo está siempre iluminado.

Generalmente me siento en mi escritorio hacia las ocho de la mañana y escribo hasta que mi cerebro empieza a cansarse, más o menos a eso de las dos en punto. La cabeza de la mañana es por mucho mejor que la adormilada que llega a la tarde, así que aprovecho las primeras horas. Tengo cantidades de libros de consulta a mi alrededor, varios tipos de diccionarios -bilingüe, médico y psiquiátrico-, 34 volúmenes del Grove Dictionary of Art, manuales de estilo, la Biblia, la Anatomía de Gray, algunas antologías de poesía, y cuando estoy sumergida del todo en un proyecto, de vez en cuando hay pilas y pilas de libros en el suelo que consulto cuando es necesario.

Una ecléctica mezcla de fotografías y objetos están clavados en el tablero detrás de mi escritorio y colocados en los estantes encima de él. Aparte de las imágenes de mi esposo, hija, hermanas y familiares, mis cosas favoritas son: una foto de Augustine, la histérica más fotogénica del neurólogo Jean-Martin Charcot, tomada de los archivos del Hospital Salpetrière en París y regalada por mi hermana Asti; siete llaves que encontré en el estudio de mi padre después de que murió, y que había etiquetado como "Llaves desconocidas"; su último pasaporte, que se venció seis meses después de su muerte; un mono de cuerda que tengo desde niña y un cerebro de goma que permanece en una pequeña base y que se puede desarmar. A pesar de que no paso mucho tiempo mirando estos raros tesoros, me gusta saber que están ahí.

Siri Hustvedt


Siri Hustvedt (1955) es una escritora norteamericana de ascendencia noruega. De hecho, el noruego fue su primera lengua y durante muchos años trabajó para proteger las historias de los inmigrantes provenientes de ese país. Circe, Anagrama, no hace mucho Bartleby Editores, han publicado algunos de sus libros.




Siri Hustvedt / Triste, libre y triunfal

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Siri Hustvedt 

Triste, libre y triunfal

En esta entrevista, la escritora Siri Hustvedt habla de su nueva novela, Todo cuanto amé, (Anagrama) y de la relación con el novelista Paul Auster, su célebre esposo
Por Juana Libedinsky  | LA NACION

Si hay una prueba fundamental para los genes nórdicos es pasar un verano en esta ciudad. Ya empezó la ola de calor y el quién es quién de la literatura emigró ("huyó despavorido" sería una descripción más adecuada) a buscar inspiración en las exclusivas playas de los Hamptons o las más bohemias de Fire Island. Si quedaba alguna duda de que Siri Hustevdt es una auténtica reina del hielo, la prueba última es su fresca sonrisa mientras saluda señalando "¡Pero qué día más precioso!" Que el resto de la población esté maldiciendo el cambio climático, la capa de oz la capa de ozono o la latitud y longitud en la que nos encontramos no parecería cruzársele por su cabeza escandinava.



Hustvedt y su marido, Paul Auster, viven en la gloriosa sombra de las calles arboladas de Park Slope, en Brooklyn. Aunque ella mencione a menudo a su esposo, cualquier referencia o pregunta respecto a él debe realizarse con alguna discreción: ya desde la portada de la traducción al español de su nuevo libro, Todo cuanto amé (Anagrama), se adelanta que ella “desea que la conozcan por sí misma”.Y bien que lo ha logrado. The New York Times Book Review calificó su flamante novela con una sola palabra: “Superb!” Según Salman Rushdie, “Hustvedt es una artista singular, de profunda sensualidad y una cualidad difícilmente definible para la cual sólo se me ocurre una palabra: sabiduría”. Y Pascale Frey, en la revista francesa Lire, afirmó que “si persiste en esta línea, pronto se va a poder presentar a Paul Auster como el marido de Siri Hustvedt”.Todo cuanto amé es particularmente interesante porque presenta un giro fundamental respecto a sus obras anteriores. Tanto en Los ojos vendados como en El hechizo de Lily Dahl, Hustvedt -muy alta y rubia, más alta que Auster si se pone tacos, “pero sólo porque él camina tan encorvado”, corrige a La Nacion- imaginó protagonistas femeninas que eran una versión vagamente disimulada de ella. En Los ojos vendados, por ejemplo, se narra la historia de una descendiente de escandinavos que nació en el Midwest americano y luego estudió en la Universidad de Columbia (todos datos biográficos que coinciden con los de la autora) y que incluso se llama Iris, Siri al revés.En su nueva obra -“más madura”, según Hustvedt- escribe, en cambio, en primera persona, como Leo Hetzberg, un historiador de arte, de edad avanzada y problemas de visión, judío y que perdió parte de su familia en Auschwitz.



En Todo cuanto amé Leo recuerda su tempestuoso matrimonio con Erica, una profesora de gran belleza, y los primeros años de su adorado hijo Mark; su sólida amistad con el artista plástico Bill Weschler y su mujer, Violet, una intelectual voluptuosa que escribe tratados sobre la histeria. La vibrante calidez de las dos familias, profundamente entrelazadas entre sí y con el entorno de la vanguardia artística e intelectual de Nueva York en los años 70, se enfría con dos muertes brutales e inesperadas y con Mark convertido en personaje de la noche y delincuente.La novela fue considerada un testamento de Leo, destinado a aquellos que han luchado por conocer y amar a los otros y se han quedado, en cambio, con un sentimiento de vacío.

-¿Por qué este cambio de narrador tan brusco respecto a sus novelas anteriores?

-Bueno, ahora que está tan de moda hablar de la “edad interior” de cada persona, con mi marido solemos bromear que la suya nunca superó los 30 años ¡y que yo siempre tuve más o menos 80! No, en serio, fue una dificultad técnica consciente. Ya había escrito dos veces como una mujer y, en cuanto decidí que el narrador fuese un hombre, lo hice viejo, porque yo siempre me he sentido muy mayor, desde chica. Lo hice judío porque la historia transcurre en un momento particular de la cultura norteamericana y yo quería que él fuese hasta cierto punto un extraño, por ser judío y por haber nacido en Europa en 1930. Es decir, buscaba como narrador un personaje que no se sorprendiese demasiado de que las cosas más terribles puedan pasar en este mundo. Leo toma, a lo largo del libro, el punto de vista del observador, un observador que además es un exiliado. Además, mi madre vivió durante la ocupación nazi de Noruega y siempre me he sentido relativamente cerca de la sensibilidad europea a raíz de eso.

-¿Y por qué un libro tan triste?

-Porque quería mostrar que es imposible conocer de verdad a otra persona. Yo siento ese misterio todo el tiempo, pero a mí no me resulta triste. Una vez que uno lo acepta, el camino como pareja se vuelve tanto más excitante. Hay algo oculto en Bill, oculto incluso para él mismo, pero su matrimonio es un matrimonio de amor genuino. Parte del erotismo para Violet consiste, justamente, en que ella nunca logra comprenderlo del todo. Las relaciones que fallan muchas veces tienen que ver con un sentimiento falso de intimidad en personas que creen que pueden conocer o predecir todo respecto al ser que aman. Y eso nunca pasa.

-Usted confesó que el matrimonio de Bill y Violet estaba basado en el suyo propio. ¿Paul Auster es Bill Weschler y usted es Violet?

-Yo tengo muy poco en común con Violet. Ella es más bien una mezcla de mujeres que amé y admiré. Pero Bill y Violet tienen un matrimonio de muchos años, muy íntimo, y yo ya hace 22 años que estoy casada, de manera que sé lo que se siente al estar comprometido en todos los planos, incluso el laboral, con otra persona. Paul es un artista maravilloso pero al pensar en Bill no pensaba en mi marido. Bill es un artista plástico, físicamente más grande y aunque es elocuente, ¡ni se acerca a lo elocuente que es Paul cuando se pone a hablar o escribir! De una manera muy sutil, algunas de las obras de arte que inventé para Bill comparten características con la escritura de Paul. Hay un homenaje a Ciudad de cristal y reconozco que el tema del hambre en el arte de Bill recuerda a El palacio de la luna. Pero esto no es un guiño al lector atento para hacerme la interesante. Cuando uno vive más de veinte años con otra persona, inevitablemente lo cotidiano o lo conversado pasa a formar parte de las propias creaciones.

-En la novela Leo se la pasa reorganizando su cajón de recuerdos. ¿Es una metáfora?

-Hay muchas maneras distintas de contar una misma historia. Cuando Leo juega a reorganizar los objetos en su cajón, es como si estuviese creando relatos alternativos a través de la asociación. La memoria es como la narrativa misma y no siempre es una narrativa verdadera. Finalmente editamos la memoria a través del lenguaje.

-¿Qué nos quería decir a los lectores respecto al sentimiento de pérdida?

-Yo creo que el sentimiento de pérdida es parte de la vida y ciertamente, parte de la literatura. Claro que hay distintas maneras de encararlo. Para mí era importante que el lector, al terminar el libro, no se deprimiese, porque insisto en que no creo que sea un libro depresivo. Leo, el narrador, mantiene intacta su capacidad de amar a pesar de las cosas que le pasan. En una reseña que apareció en un diario norteamericano, alguien escribió que al final del libro la tristeza se siente como un triunfo, en el sentido de que resulta liberadora. Eso era exactamente lo que yo quería.

-¿En qué sentido es éste su libro más “maduro”?

-En los anteriores trataba temas específicos, como la ambigüedad del sentimiento, las relaciones de poder y la experiencia de ser mujer y vulnerable. Pero los misterios de la familia o el amor, la pérdida, la tristeza son temas que no había explorado hasta ahora. Hay escritores que se desarrollan antes, pero para mí fue imposible abordar este material antes de llegar a los cuarenta años.

-¿Es muy difícil ser escritora y la mujer de Paul Auster?

-Paul y yo nos conocimos hace más de veinte años, cuando ambos éramos completos desconocidos. El estaba escribiendo entonces La invención de la soledad y yo escribía poemas y trabajaba en mi tesis doctoral. Si bien él había escrito poemas y ensayos antes, toda su carrera como narrador corresponde a nuestro matrimonio. Así que yo sufrí los 17 rechazos que sufrió, por parte de los editores neoyorquinos, Ciudad de cristal (obra, que para mandarme la parte un poquito con mi marido, hoy está traducida a más de 40 idiomas). Creo que como hemos compartido los momentos buenos y los malos -pésimos- de nuestras carreras literarias, para ambos, esos avatares son tan naturales como respirar.

-¿Se leen y corrigen uno al otro?

-Sí, pero de maneras muy distintas. Paul me lee lo que escribe más o menos cada quince días en voz alta. Cuando termina una sección o capítulo, me pregunta mi opinión. Reconozco que la mayor parte de las veces me encanta lo que escribió. Pero cada vez que le hice algún comentario o recomendación, lo tomó en cuenta. Conmigo es más difícil. Me toma muchísimo tiempo hacer un borrador, y para esta última novela, él habrá leído cuatro borradores distintos a lo largo de seis años. 

-¿Fue Auster quien la impulsó a ser novelista?

-Yo sabía que quería ser escritora mucho antes de conocer a Paul, desde los catorce años diría. Crecí en un pueblo chico de Minesota. Una vez me hicieron una nota en el periódico local, como “la adolescente de la semana”, donde anunciaba muy pretenciosamente que iba a ser una “autora”. A lo largo de todo el secundario escribí poemas y si bien no me publicaron nada hasta que comencé mi doctorado, entonces arranqué con suerte: el primer lugar donde envié un poema fue Paris Review y salió inmediatamente. La prosa vino después. Lo que ocurrió fue que yo leía mucha poesía de los grandes autores. Me parecían tan geniales. Y, de pronto, cada línea que yo escribía me empezó a parecer insoportablemente mediocre en comparación. Así que me taré y no pude seguir. Un profesor y amigo de la Universidad de Columbia me recomendó que hiciera escritura automática, como los surrealistas, que me sentara y escribiera sin parar, sin importar qué saliese. La misma noche que me lo dijo escribí treinta páginas. Pero nunca más fueron de poesía.

-Usted es también crítica de arte. ¿Qué diferencia hay entre escribir un ensayo y escribir una novela sobre arte y artistas?

-A lo largo de seis años trabajé en esta novela que tiene, como un elemento central, arte ficticio creado por un artista que es un personaje de ficción. Desde su publicación he hablado con diversos lectores que me han dicho que, al leerla, ellos podían ver las obras de Bill Weschler y las recordaban claramente. Yo las veía también, claro. El desafío era hablar sobre ellas como cuando escribo sobre obras que existen en la realidad, salvo por el hecho de que no podía contar con reproducciones que me ahorraran parte del trabajo. Aunque el texto da suficiente información para construir una imagen mental de cada obra, el lector debe contribuir con lo que falta. Cada persona ve algo ligeramente distinto, y así se vuelve un participante activo en la creación del arte del libro. Es un sentimiento de unión maravilloso que sólo puede darse en la ficción.

-¿Las obras del libro son las que a usted le hubiese gustado crear?

-Aunque me hubiese encantado poder materializar algunas de las obras que se me ocurrieron al escribir la novela, yo era consciente de que en el mundo del libro éstas pertenecían a otra persona, no a mí, y que provenían de las regiones más recónditas de su vida interior. También sabía que Leo, mi narrador, al hablar sobre ellas enfocaría los aspectos de su interés particular, que la suya nunca sería mi descripción. Nadie puede verlo todo en el arte y toda visión es tan parcial como cualquier oración descriptiva, porque todos somos un poquito ciegos y, cuando contamos una historia, dejamos partes afuera. Por eso, yo no creo en eso de que una imagen vale más que mil palabras. Si el lenguaje orienta la visión y las palabras crean imágenes, entonces el viejo cliché no puede sino caerse a pedazos. Sólo he conocido una persona que insistía en que al recordar a Proust lo que veía eran páginas llenas de palabras. ¿Y sabe qué? Sentí algo de pena por él.

David Simon / The wire

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De ‘sidrinas’ con David Simon

El autor de series como ‘The wire’ o ‘Tremé’ prepara nuevos proyectos sobre la CIA y el porno



David Simon aguarda a ser servido una sidra recién escanciada en Casa Alvarín, en Avilés. /XAVIER TORRES-BACCHETTA
“Mi tío abuelo era un hombre muy tranquilo y escueto, nunca fue partidario de las emociones fuertes. Sin embargo, un día mi tía abuela llegó a casa y encontró una nota: ‘Me he ido a España, a luchar contra los fascistas en la Brigada Lincoln’. Mi tía abuela se enfadó mucho y lo que hizo fue avisar a la policía y decir que mi tío se había largado después de robar las joyas de la familia. Así que en la primera parada del barco la policía detuvo a mi tío abuelo y lo sacó de allí esposado. El tipo nunca llegó a luchar con la Lincoln, y —visto lo visto— casi mejor: me da la impresión de que la cosa no funcionó muy bien”. David Simon (Washington, 1960) resume así su relación con España, recién aterrizado de Nueva York, para participar en el pujante festival literario Celsius 232, que se celebra estos días en Avilés. “Eso es lo más cerca que ningún Simon ha estado de España hasta hoy. Ya sé que es raro que un tipo que se ha pasado meses en Namibia o Marruecos nunca haya pisado vuestro país, pero en los 15 años que pasé haciendo de reportero no tenía nunca ni un dólar, y cuando lo tenía estaba tan comprometido con lo que hacía que no me acordaba de gastármelo. Ahora estoy recuperando el tiempo perdido”.

Simon, padre de la mejor serie de la historia de la televisión, The wire, está a punto de concluir su periplo de más de una década con HBO con algo de incertidumbre: “Mi contrato con HBO se acaba a finales de este año y, francamente, no sé lo que va a pasar. Tengo dos proyectos y precisamente hoy voy a acabar de escribir uno de ellos, así que no puedo beber demasiado. Ni se te ocurra emborracharme”, dice el escritor mientras mira de reojo a un camarero que escancia para él un vaso de sidra. Informado del ritual, Simon apura la copa y señalando con el dedo al periodista dice: “Otra más y basta”. Luego prosigue: “Estoy trabajando con Ed Burns [coguionista de The wire] en una serie sobre la historia de la CIA, tomando como referente el libro de Tim Weiner [Legado de cenizas, publicado en España por Debate], pero teniendo claro que si funciona hay una docena de libros que pueden servir para continuar el show. Por otro lado, llevo tiempo persiguiendo un proyecto que habla de la eclosión del porno en el Nueva York de los años setenta, y especialmente del negocio en el que se convirtió la calle 42. Hemos encontrado a un tipo que regentaba un local y que de repente se convirtió en el jefe gracias a la mafia, que le puso al frente del negocio. Piensa que en aquellos años el porno pasó de ser una cosa absolutamente marginal a un negocio millonario: no se me ocurre nada que pueda ilustrar mejor la historia del capitalismo. De hecho, si yo fuera marxista (que no lo soy) nada me haría más feliz que utilizar el porno para hablar del capital”. Mientras tanto, el camarero le ha acercado otra sidra: “¿Cuánto alcohol tiene esto? ¿Seis grados? Ponme otra, entonces”.
“Bueno, esas que te he comentado son las dos series que voy a ofrecer a HBO. ¿Que si creo que van a rechazarlas? No lo sé, podrían. ¿Por qué no? Lo cierto es que no tengo ni idea”, comenta mientras juega con su sombrero.

Míster Serie

A David Simon solo le conocían unos pocos elegidos cuando estalló The wire, la serie que en cinco temporadas (del 2 de junio de 2002 al 9 de marzo de 2008) recorría el paisaje de Baltimore desde los bajos fondos hasta el puerto, los colegios, la alcaldía y el periódico local, con un fondo amarguísimo provocado por el tráfico de drogas y la corrupción moral. The wireha sido su gran obra, pero no la primera. Tras dedicarse al periodismo durante 13 años —en The Baltimore Sun, principalmente como redactor de sucesos—, de su libro Homicide: a year on the killing streets nació la serieHomicidio (1993-1999), y de su otro libro The corner: a year in the life of an inner-city neighborhood (coescrito con Ed Burns) surgió la miniserie La esquina (2000), prólogo de su obra maestra. Curiosamente, The wire no tuvo un éxito inmediato (solo logró dos candidaturas al Emmy y tampoco tuvo grandes audiencias), sino que fue el boca oreja, sus emisiones en Europa y su lanzamiento en DVD los que lograron su actual estatus. El siguiente proyecto de Simon, la miniserie Generation kill (2000), sobre los primeros 40 días de la invasión de Irak en 2003, supuso un ligero traspié. Mejores críticas está teniendo Tremé, que recorre la vida en el Nueva Orleans pos-Katrina con la música como hilo conductor, y cuya cuarta y última temporada empieza a emitirse el próximo 1 de diciembre.—G. B.
Considerado uno de los tipos más combativos de la televisión moderna y directo responsable de la proliferación de series ambiciosas, de largos arcos argumentales y desprovistas de complejos, Simon no es un gran seguidor de series aunque tiene claras sus prioridades: “La llegada de Netflix es una muy buena noticia, quizás no para HBO porque representa más competencia, pero definitivamente buena para mí porque me da nuevas posibilidades. La serie más brillante que hay ahora en televisión es Orange is the new black. Jamás había habido una serie con tantos personajes femeninos brillantes: Jenki Kohan [la creadora de la serie] ha dado en el clavo.¿Breaking bad? Está muy bien aunque no es para mí: digamos que soy menos de Hamlet que de Ricardo III. ¿Tiene sentido?”, asegura Simon mientras vacía el vaso. “Sidra… Es muy dulce. Yo soy más de grappa o whisky, pero no está mal”.


¿Y el cine? “Bah, no tengo ningún interés en ello, el problema de hacer películas es que no puedes controlar el resultado final. Mira, escribí hace años un guion y se lo pasé a un estudio. Ellos se lo dieron a uno de sus guionistas, que lo reescribió. Después, el estudio dijo que no lo veía claro y lo mandé a otro estudio que a su vez volvió a solicitar otra reescritura. He ganado un montón de pasta con ese guion, pero sin embargo sé que nunca lo van a llevar a cabo y que si lo ruedan no se parecerá en nada a lo que yo les entregué”. El camarero sigue escanciando sidra y el creador de La esquina, Generation kill o Tremé se ríe cuando se le pregunta por el fracaso de esta última (que finaliza su recorrido con grandes críticas pero bajísimos índices de audiencia): “El gran problema de Tremé es cómo coño vendes esa serie. En serio, es muy jodido tratar de vender algo donde no hay sexo, ni violencia planificada, ni nos dedicamos a volar mierda por los aires. En cierto modo tiene que ver con la cadencia del jazz: es una música maravillosa aunque pocos músicos pueden vivir de ello y es un género desconocido para la mayoría del público. Yo he podido grabar Tremé porque antes hice The wire. Y solo por eso, así que, en cierto modo, ya me doy por satisfecho”.
Hay muchos off the record en la conversación (un género muy estadounidense) y algunas confesiones bastante sabrosas: “No me gusta The newsroom. Cuando dicen que la serie es aspiracional y que es como les gustaría que fuera el periodismo no sé qué cara poner. Lo que tengo claro es que a Aaron Sorkin le importa un pito el periodismo. Ese tipo sabe escribir, lo hace realmente bien, pero el periodismo le da absolutamente igual”, confiesa Simon, un periodista de raza (“Lo echo de menos, es un oficio maravilloso cuando pones todo lo que eres en ello”), que ahora pasará un mes en España, en un pueblecito cerca de Barcelona: “He pedido a todos mis colegas chefs, los peces gordos, que me consigan una mesa en El Celler de Can Roca, pero no ha habido manera: todo el mundo me decía que sí, que conocían a alguien, que no había problema, pero nada. Malditos cocineros”. “¿Una última sidra?”, inquiere el camarero mientras el estadounidense se zampa un trozo de jamón. “Venga, la última”, contesta.
“¿Sabes algo de lo que me siento muy orgulloso? En el gran diccionario del fuck, que es una especie de enciclopedia sobre el recorrido de la expresión fuck a lo largo de la historia, ya tengo mi propia entrada. ¿Sabes qué significa eso? Inmortalidad, tío, inmortalidad”. Luego se levanta, coge el sombrero, las gafas de sol, mira el vaso vacío y dice: “Sidra… joder”.






The Wire / Serial / Las malas calles de Baltimore

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Las malas calles de Baltimore

Con su retrato de la violencia urbana, las series de 'The Wire' y 'Serial' han puesto a la ciudad en el centro de la narrativa en EEUU


GUILLERMO ALTARES
Madrid 28 ABR 2015 - 09:55 COT



Baltimore
Un chico frente a la policía, durante las protestas del lunes en Baltimore.  AP

Dos de los productos más interesantes e influyentes de la cultura popular estadounidense de los últimos años tienen como escenario Baltimore, la serie The Wire y el podcast de la radio pública NPR Serial, que relata la investigación de un crimen que tuvo lugar en esta ciudad de Maryland en 1999 y que mantuvo en vilo a millones de oyentes el año pasado. No es una casualidad. Al igual que el peligroso Nueva York de los años setenta y ochenta planeó sobre la ficción estadounidense como un símbolo y un síntoma de lo que ocurría en el país —Tarde de perros, de Sidney Lumet, o Malas Calles, de Martin Scorsese, son los ejemplos más conocidos—, Baltimore, escenario de violentos enfrentamientos tras un episodio de brutalidad policial, ocupa ahora ese lugar.
A través de personajes que se han convertido en iconos como el policía Jimmy McNulty y su compañero de patrulla Bunk, el teniente Daniels, el ladrón de traficantes Omar o el barón local de la droga que decide aplicar técnicas modernas de marketing a su negocio, Stringer BellThe Wire, que HBO emitió entre 2002 y 2008, significó un enorme salto adelante en el mundo de las series. Además de ser una estupenda historia de gansters a la vieja usanza, era un retrato despiadado de una ciudad que no funcionaba. Su autor, David Simon, es un periodista que conocía muy bien los bajos fondos de la ciudad, que retrató en su libro Homicidio, que también fue una serie. The Wire es su hermana mayor.
David Simon

Cada una de las cinco temporadas retrata un aspecto de la urbe: los traficantes de droga, el puerto, la política, la educación y la prensa. Y en cada una de ellas el cataclismo es mayor. La burocracia entierra las investigaciones policiales, nadie controla de verdad uno de los puertos más importantes de la costa este, los barrios de casas quemadas o con sus puertas y ventanas clausuradas con tablas de contrachapado están dominadas por bandas y traficantes, el sistema educativo es incapaz de sacar a los chavales de la tela de araña social en las que están atrapados y la prensa, en crisis, no tiene medios para relatar a los ciudadanos lo que ocurre a su alrededor.
David Simon ha realizado este martes en su blog un llamamiento para tratar de frenar la violencia en su ciudad en el que reconoce que muchos de estos problemas siguen marcando Baltimore. "Dad la vuelta. Volved a casa. Por favor", escribe en un breve texto en el que asegura "que hay muchos problemas sobre los que discutir, debatir, a los que hay que enfrentarse". "Este momento, que parecía tan inevitable, puede acabar siendo transformador, si no redentor para nuestra ciudad. Los cambios son necesarios, hay voces que deben ser escuchadas. Todo esto es cierto y todo esto es posible, a pesar de lo que se ha desatado ahora en nuestras calles. Pero ahora toda esta violencia debe detenerse", prosigue este guionista, que como reportero de sucesos pasó muchas horas en las malas calles de Baltimore. Como demuestra el estallido que se ha apoderado de la ciudad después del entierro de Freddie Gray, un joven negro que murió bajo custodia policial, todo lo que contó en The Wire sigue ahí.

Serial, la serie de Podcast —programas radiofónicos descargables en el móvil o el ordenador— de la periodista Sarah Koenig, es muy diferente a The Wire. No es un relato que trate de englobar toda la ciudad aunque sí emergen muchos de sus problemas. Lo que hace Koenig es desmenuzar con enorme precisión todas las circunstancias que rodearon la condena de un adolescente de origen paquistaní, Adnan Syed, por el asesinato de su novia, Hae Min Lee. Uno de los escenarios de la serie, que era descargada por millones de personas en todo el mundo y que se convirtió en un fenómeno inusitado, es el parque Leakin, donde fue encontrado el cuerpo de la víctima. Koenig resume este escenario en una frase que lo dice todo: "Es conocido por sus cadáveres".
Preguntada por The Baltimore Sun sobre el retrato de la violencia urbana que refleja su serie, la periodista respondió: "En cualquier juicio con jurado que se celebre en Baltimore que esté relacionado con violencia, ya sea asesinato o asalto, uno se da cuenta de lo que ocurre en la ciudad cuando se pregunta a los posibles candidatos durante la selección: '¿Conocen a alguien que haya sido objeto de un crimen?' y de repente decenas de personas se levantan y se ponen en fila para hablar con el juez: 'Sí, a mi hermano le dispararon, a mi tía la violaron".
La violencia retratada en The Wire o Serial ha vuelto a estallar en las calles, la creación cultural se ha vuelto a apoderar de la realidad, como ocurrió en Nueva York durante los setenta y ochenta. El año más violento es ahora el de Baltimore.

David Simon: “Soy un espectador de televisión terrible”

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David Simon


David Simon: “Soy un espectador de televisión terrible”

El creador de 'The Wire' cuenta con un presupuesto de 12 millones para el piloto de su nueva serie



 "Los guionistas en el cine no tienen el control. Y yo quiero tener el control, dar el visto bueno final. En el cine, una vez que les das el guion de la película, ya no te necesitan, ya tienen el guion. En la televisión, te necesitan porque no saben cómo acaba la historia"

NATALIA MARCOS
Barcelona 9 ABR 2016 - 17:50 COT



David Simon, el viernes en Barcelona.
David Simon, el viernes en Barcelona. XAVIER TORRES-BACCHETTA


¿Qué más puede desear hacer en televisión el hombre que hizo historia con The Wire? "Yo no lo siento de esa forma, lo veo como que tuve una racha muy buena pero siempre hay más historias que contar. Es increíble la velocidad a la que pasa el tiempo y los proyectos necesitan tiempo para hacerse. No puedes llegar a todo. Y si quieres contar buenas historias necesitas tiempo. Para mí, The Wire es... me impresiona la cola que ha traído, lo lejos que ha llegado".
David Simon (Washington D.C., 1960) recibe a EL PAÍS en un bar de Barcelona, ciudad a la que ha acudido como estrella invitada del Serielizados Fest. En la televisión estadounidense, los guionistas son las estrellas, y él, como responsable de la que muchos consideran la mejor serie de la historia, lleva a sus espaldas dos días llenos de actos, charlas y entrevistas. No oculta su cansancio, pero sigue atendiendo a las diferentes peticiones con plena disposición. No parece que le guste pontificar sobre la televisión y se muestra modesto cuando se alaba una carrera en la que ha firmado historias como la mencionada The Wire, TremeThe Corner o Show Me a Hero, avales suficientes para que su próximo proyecto, The Deuce, centrado en el surgimiento del mercado del porno en la Nueva York de los años setenta y ochenta y que se grabará entre mayo y octubre de este año, vaya a contar con un presupuesto de 12 millones de dólares solo para su capítulo piloto.

Simon defiende una forma de hacer televisión que no se preocupa por gustar a todo el mundo. Ya es mítica su frase "que se joda el espectador medio". "En realidad es 'que se joda el espectador casual", puntualiza. "No creo que sea un buen consejo para un canal en abierto; ahí probablemente sería contraproducente decirlo y hacerlo. Pero me da igual. Si puedes estar haciendo la colada, ir al baño y seguir viendo la serie como si nada, no me interesa. Ya me entiendes, yo no leería un libro en el que los capítulos son intercambiables. Estamos pidiendo a la gente que invierta mucho tiempo en nuestra serie. Así que nos lo tenemos que tomar en serio".

Simon se describe a sí mismo como un contador de historias ("eso es lo que soy, puedo contar una historia muy bien"). Y también como un terrible espectador de televisión. "No veo suficiente televisión, y normalmente veo las series después de que mis amigos me las recomienden. Necesito que la historia tenga un principio, un desarrollo y un final, un tema, una buena evolución de los personajes y del guion... Por eso vi Los Soprano, Deadwood o Breaking Bad después de que se emitieran. Prefiero esperar. Soy un mal espectador de televisión. HBO necesita gente que la vea y aquí estoy diciendo yo a la gente que se conviertan en unos espectadores terribles...", reflexiona tras incidir en las bajas audiencias que The Wire tuvo en su momento. "Para ser justos, y aunque mucha gente dice que le gustaría que toda la televisión fuera así, demostramos también que hay cosas que no funcionarían en la televisión tradicional. La gente vio la serie porque existen los DVD y había funcionado el boca a boca", recuerda.


El guionista David Simon.
El guionista David Simon. XAVIER TORRES-BACCHETTA


Exreportero de The Baltimore Sun, Simon reconoce que a veces echa de menos ejercer como periodista. "Lo pasé muy bien, y echo de menos eso de estar en la calle y ser reportero. Es una buena forma de gastar el tiempo". De trabajar en el periodismo local y de sucesos durante 13 años pasó a la televisión para adaptar sus libros Homicide: A Year on the Killing Streets y The Corner, coescrito con Ed Burns. De ahí a The Wire y de The Wire, al Olimpo de la televisión. Ahora, HBO sigue confiando en su talento a pesar de que sus historias no incluyen lo que, según él, la gente busca en la televisión: zombis, sexo, romance... "Si te quieres alejar de eso, tienes que hacerlo con mucho cuidado".
Parecería lógico que alguien como David Simon tratara de dar el salto al cine. Sin embargo, no le llama lo más mínimo. "Los guionistas en el cine no tienen el control. Y yo quiero tener el control, dar el visto bueno final. En el cine, una vez que les das el guion de la película, ya no te necesitan, ya tienen el guion. En la televisión, te necesitan porque no saben cómo acaba la historia", concluye.

El tiempo para la entrevista se acaba y David Simon está cansado. Antes de poder retirarse a descansar posa para alguna foto más y atiende a algún fan. Al fin y al cabo, es historia de la televisión.



Baltimore / El final del sueño americano

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Baltimore: el final del sueño americano


Carlos Mármol 
16 de abril de 2012 a las 6:03
El célebre autor de The Wire fue periodista antes que guionista. En Homicidio nos explica cómo funciona la vida real en las urbes de los Estados Unidos.
Lo primero que hay que hacer, si se quiere sobrevir, es aprender a pisar el suelo que está bajo tus pies. Patear las calles. Mirar correctamente hacia determinadas esquinas oscuras. Todo lo demás viene solo: consiste en saber ver, escuchar, ser capaz de reproducir con cierto grado de verosimilitud la vida real –cazar al vuelo algunos diálogos, revivir ciertas puestas en escena, experimentar algunos desengaños– y esperar. Sobre todo esperar. Todo el rato. El tiempo y los detalles secundarios son los que dan solidez a los buenos relatos.
Si el periodismo, este oficio tan noble y tan en cuestión en estos momentos difíciles, tiene algún futuro no está ya –quizás– en los diarios impresos, ni siquiera en las tabletas tecnológicas que nos vende la empresa de Steve Jobs. Está en los libros. Un formato secular –los hijos de Gutenberg– que todavía es perfecto. Imbatible. El periódico se hace liviano, se llena de políticos y de compromisos. La televisión y la radio nos reproducen sin descanso el parte oficial con todas sus manipulaciones incluidas. Nadie, sin embargo, nos cuenta la vida más inmediata: esa inmensa espiral que nos pasa por encima casi sin darnos cuenta. Nos quejamos de que la gente ya no quiere pagar por leer las noticias. ¿Pagaríamos nosotros por lo que le damos? Lo dudo.
David Simon, lanzado a la fama por su trabajo como guionista en algunas míticas series de televisión –The WireTreme–, fue fraile antes que cura. Esto es: periodista de calle antes de convertirse en el nuevo Homero de las películas por cable. Y se nota: en los trece años que pasó en la redacción de The Baltimore Sun, el diario del que le despidieron en una de las habituales reducciones de plantilla que los ejecutivos norteamericanos perpetran cuando no saben ya cómo reducir los gastos ajenos, ignorando que el problema de los medios escritos no es financiero, sino que se trata de una profunda crisis identidad, aprendió algunas de las nociones básicas para desenvolverse en la tarea –apasionante– de contar historias de gente ordinaria que trascienden lo anécdótico para plantar ante nuestros ojos, atónitos, el cáncer en que se ha convertido la sociedad. Un género que los periódicos, extrañamente, han abandonado por completo para contar la endogamia de un mundo oficial que no le importa a (casi) nadie.
Parte de ese fondo de comercio periodístico lo volcó en Homicidio, un libro primerizo que escribió en el año 1991 y que no ha visto la luz en español hasta 2010, cuando la editorial Principal de Los Libros lo publicó. Un buen ejemplo de periodismo puro. Sin retoques. Sin carpintería. Directo y al cuello. Le duela a quien le duela. Algo que ya casi no se encuentra. Fue un éxito (en Estados Unidos, claro) y tuvo hasta su secuela: La Esquina, también publicado en español por la misma casa y firmado por Simon junto a Ed Burns, un viejo policía. Juntos relataban al detalle lo que ocurría en la esquina de las calles Fayette y Monroe, en Baltimore (Maryland). Dicho en pocas palabras: las transacciones tóxicas y vitales de un supermercado de la droga abierto las 24 horas del día que aporta los únicos ingresos reales a un barrio que se muere. Dólares ensangrentados; puro capitalismo a escala básica. La rueda del beneficio perpetuo, que no deja de girar sin importar las consecuencias y los daños colaterales. Una realidad pertinaz contra la que los discursos de los políticos y las buenas intenciones se derrumban. Siempre.
La novela Homicidio trasciende la historia concreta de La Esquina. En lugar de ceñirse a un barrio, nos cuenta cómo es la vida en una ciudad –Baltimore– que, además de ser cuna de Edgard Allen Poe, poeta asombroso, primer escritor de novela negra del mundo, es la urbe de Estados Unidos con mayor índice de criminalidad y violencia por metro cuadrado. Pura estadística. El reverso de un sueño que se tornó hace tiempo en pesadilla. Es una ciudad portuaria, claro. Una ciudad donde la mayoría de la población es de raza negra y donde los crímenes se suceden como la lluvia en los días de invierno.




Simon se empotró durante más de un año en la unidad de homicidios de la ciudad. Técnicamente, era como un policía más. Aunque en realidad su función era funcionar como una grabadora humana: registrar todo, jerarquizarlo, darle forma y plasmarlo después en un libro (en América estos trabajos todavía se becan) que cuenta el lado más oscuro del Imperio. Un mundo donde la vida no vale nada si de lo que se trata es de obtener algún tipo de beneficio de la necesidad de los demás.
El libro es pura literatura negra. Mejor dicho, periodismo negro. Aunque en realidad el adjetivo es innecesario: el periodismo blanco sencillamente no es periodismo, son efemérides. Está contado como una gran novela coral, pero el relato del Baltimore portuario, donde los huesos de Poe se pudren en un hermoso cementerio parroquial, es absolutamente fiel a la agria realidad. Los policías son héroes involuntarios e imperfectos –los únicos héroes posibles– y los delincuentes son víctimas que matan a otras víctimas. A esto se reduce todo. Una perfecta tragedia griega pero en los tiempos modernos.
Por supuesto, la trama está estructurada para cazar al lector: entre el sinfín de fiambres que pueblan las páginas de la novela destaca, como principal hilo conductor, el extraño asesinato de una niña de once años que, frente a otras desgracias violentas, parece despertar cierto grado de humanidad, si es que la compasión es realmente un sentimiento noble, tanto en los duros agentes de homicidios –acostumbrados a librar con la muerte a diario– como en muchos de los propios traficantes que te dispararían sin dudarlo por cualquier incidente del negocio de las drogas. Nobleza involuntaria, tácita. Lo dijo hace tiempo Dylan con otras palabras: “Para vivir fuera de la ley, hay que ser honesto”.
Todos los personajes siguen sus particulares recetas para sobrevivir en mitad del caos. Todos tienen su propio decálogo para salvar el pellejo en un mundo en el que cada uno va a lo suyo. Los policías, los primeros. Su mayor sabiduría –saber leer lo que dice la calle– se resume en un fantástico catecismo cuyos mandamientos dan una idea de la titánica tarea a la que se enfrentan.
Dice así:
“1) Todo el mundo miente. Los asesinos mienten porque es lo que tienen que hacer; los testigos mienten porque es lo que creen que tienen que hacer, y los demás mienten por el mero gusto de hacerlo y para no desobedecer la norma general de que no hay que dar información a un policía.
2) La víctima es asesinada una vez; la escena del crimen puede ser asesinada miles de veces.
3) Las primeras 10 ó 12 horas después de un asesinado son vitales para el éxito de la investigación.
4) Si dejas a un hombre inocente en una sala de interrogatorios se quedará despierto, frotándose los ojos; si dejas a un hombre culpable en el mismo sitio, se dormirá.
5) Ser bueno es bueno; tener suerte es mejor”.
Y así hasta la décima regla. Afortunadamente, está llena de esperanza.
“10) No existe el crimen perfecto”.
Todo un consuelo.

http://blogs.grupojoly.com/disidencias/2012/04/16/baltimore-el-final-del-sueno-americano/




‘The Deuce’ / El nacimiento de la industria del porno según David Simon

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‘The Deuce’, el nacimiento de la industria del porno según David Simon

HBO muestra el primer avance de la nueva serie del creador de 'The Wire' y pone fecha a su estreno


Madrid
1 de junio de 2017

David Simon, creador de series como The Wire o Treme, y George Pelecanos ya tienen a punto su nueva serie para HBO, The Deuce. La ficción estará ambientada en la Nueva York de los años setenta y ochenta y el nacimiento y afianzamiento de la industria del porno y la prostitución en la ciudad.

James Franco interpretará en ella a dos hermanos gemelos, Vicente y Frankie Martino, que terminaron convirtiéndose en los principales líderes de la mafia de la industria del sexo, mientras que Maggie Gyllenhall dará vida a Candy, una prostituta reconvertida en actriz porno.

La primera temporada de la serie, que HBO España estrenará el 11 de septiembre de forma simultánea a su estreno en Estados Unidos, tendrá ocho capítulos. Michelle MacLaren ha sido la encargada de dirigir el capítulo piloto (que contó con un presupuesto de 12 millones de dólares), mientras que James Franco ha dirigido dos de los capítulos.

‘The Deuce’ / El sexo y el Nueva York más sórdidos

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Maggie Gyllenhaal

‘The Deuce’, el sexo y el Nueva York más sórdidos

La serie de HBO tiene lo mejor y lo peor de las series de David Simon. Es David Simon 100%






Maggie Gyllenhaal
NATALIA MARCOS
14 NOV 2017 - 14:30 COT

David Simon no hace series fáciles ni para todos. The Deuce, su última creación junto a George Pelecanos, tampoco lo es. La recién terminada primera temporada, que se puede ver al completo en HBO España, traslada al espectador al Nueva York de los años setenta en una producción donde se nota el poderío económico que la cadena ha puesto al servicio de uno de sus creadores estrella, de esos que le dan caché para poder seguir presumiendo de no ser televisión, sino HBO, como rezaba aquel famoso eslogan.
La historia navega por los inicios de la industria del porno y la prostitución en Times Square, zona de la Gran Manzana que en aquella época se conocía como el Deuce. Prostitutas que se juegan la vida vendiendo su cuerpo. Chulos explotadores que, si un día tuvieron alma, la vendieron al diablo. Empresarios de los bajos fondos que buscan sacar tajada del asunto. Policías corruptos dispuestos a hacer la vista gorda o a dar caza a cualquiera, según toque. El mundo más sórdido que uno se pueda imaginar. Y retratado con la misma sordidez.
Maggie Gyllenhaal

Como es habitual en las series de Simon, la historia se mueve a partir de un abundante y variado reparto que tiene en una enorme Maggie Gyllenhaal y James Franco a sus caras más conocidas. De hecho, Franco aparece por partida doble al interpretar a dos gemelos que bien podrían haberse fundido en un único hombre y nadie lo habría notado. Muchos otros personajes, con especial peso de los papeles femeninos, habitan esta colmena de perdedores de la que algunos luchan por escapar con mayor o peor fortuna.

‘The Deuce’, el sexo y el Nueva York más sórdidos


The Deuce tiene lo mejor y lo peor de las series de David Simon. Es David Simon 100%. Tiene su realismo, su disección de la realidad social de los estratos más bajos, la producción cuidada, la gran banda sonora, las referencias culturales. Sin embargo, al final de los ocho capítulos uno se queda con ganas de más, con la sensación de que la historia podría haber dado para más. Que hemos visto una larga introducción que ha durado cuatro episodios (el ritmo pausado también es otra marca de la casa) y, cuando estábamos entrando en harina, nos han dejado a medias. Y es una pena porque hay cosas muy buenas y, durante gran parte de la narración, logra enganchar e interesarnos por los personajes.
Pero nadie nos dijo que esto fuera a ser fácil ni bonito. The Deuce no es Pretty Woman. Aquí la prostituta no se va con el caballero andante. Aquí la prostituta puede que reciba una paliza o incluso puede que muera. En el primer capítulo, el personaje de Maggie Gyllenhaal explica muy clarito a un joven cliente que lo que ella hace es un trabajo, un servicio por el que se ha pagado. Y punto. No hay nada bonito al otro lado. The Deuce es así. Si te gusta, bien, y si no, espera un poco, que seguro que pronto vuelven a repetir Pretty Woman.




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