Esta tarde llueve, como nunca; y no tengo ganas de vivir, corazón.
Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser? Viste de gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo las cavernas crueles de mi ingratitud; mi bloque de hielo sobre su amapola, más fuerte que su "No seas así!"
Mis violentas flores negras; y la bárbara y enorme pedrada; y el trecho glacial. Y pondrá el silencio de su dignidad con óleos quemantes el punto final.
Por eso esta tarde, como nunca, voy con este búho, con este corazón.
Y otras pasan; y viéndome tan triste, toman un poquito de ti en la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Llega 'A toda tralla', la primera biografía española del gigante que dominó el pop francés durante más de medio siglo
El cantante francés Johnny Hallyday, en septiembre de 1960.ROGER VIOLLET/CORDON PRESS
En la madrugada del 5 de diciembre, el donostiarra Felipe Cabrerizo ponía punto final a su biografía de Johnny Hallyday. Antes de apagar el ordenador, echó una mirada a las últimas noticias de France Presse. Le golpearon las tres palabras que iban a despertar al país vecino: “Johnny est mort”. Le despedirían un millón de parisinos, tras una ceremonia a la que acudieron los tres últimos presidentes de la V República. Se le ofreció un lugar en el Panteón de hombres ilustres, entre pensadores y héroes de la resistencia, pero había elegido ser enterrado en San Bartolomé, una isla de ultramar, siguiendo tal vez el ejemplo de Jacques Brel, que reposa en su rincón de Polinesia. De su voluntad de imbricarse en la gran tradición de la chanson francesa hablaremos luego.
Johnny Hallyday - Que Je T'aime
Cabrerizo iniciaba una carrera frenética para poner su recién terminado tomo (Johnny Hallyday. A toda tralla, Expediciones Solares) en los puntos de venta, antes de que se extinguieran los ecos del fallecimiento. En lo que llevamos de siglo, no se ha visto tal conmoción social por la muerte de un cantante, pero estamos ante un fenómeno exclusivamente francés (o francófono, seamos exactos). Johnny cuenta con una enorme bibliografía pero, piensa Cabrerizo, el suyo es el primer libro en otra lengua.
Ciertamente, no encontrarán una figura equivalente en todo el planeta. Un vocalista que no componía, que navegó por todas las modas, que presumía de tipo duro pero triunfó a lo grande con baladas. Excepto por patinazos puntuales, estuvo en la cresta de la ola desde 1960. Su magnetismo creció en vez de disminuir: en las últimas décadas, ofrecía tandas de conciertos en el Palacio de Bercy (19.000 espectadores), el Parque de los Príncipes (50.000) y recintos aún mayores.
Entraba en juego más que la música, evidentemente. Se palpaba la identificación de buena parte de Francia con este divo grandullón que tuvo una infancia de folletín, alejado de sus padres, (mal) educado en el circuito de las variedades, tocado por el rayo del rock & roll gracias a una película de Elvis. Y no olviden la coyuntura: surge en la segunda mitad de los llamados 30 Años Gloriosos, cuando el desarrollo económico borra la pesadilla de las guerras coloniales, el terrorismo en la metrópoli, la amenaza del golpismo militar.
El baby boom se tradujo en una explosión de la cultura juvenil, que en Francia engendró el yeyé. Aunque encuadrado en el movimiento Salut les Copains, Johnny se situaba por encima de aquella tropa gracias a la gravedad de su repertorio y su agilidad para asimilar tendencias: en 1961 ya grababa en Londres con los mejores mercenarios locales, al año siguiente estaba en Nashvile, trabajando en el legendario estudio de Owen Bradley.
Atención: Johnny reforzaba su credibilidad tocando la túnica de estrellas foráneas. Cierto que fichó como telonero a Jimi Hendrix cuando el guitarrista acababa de aterrizar en Londres, puede que sea verdad que “intimó” con la novia de Keith Richards, asegura que el Bob Dylan de 1966 se alojó unos días en su casa de París “pero no me dirigía la palabra cuando nos cruzábamos por los pasillos”. Uno ya se volvía incrédulo cuando aseguraba que Otis Redding quiso grabar con él y se siente un poco de vergüenza ajena cuando alardeaba de topetazos alcohólicos con Janis Joplin o Jim Morrison.
La verdad: Johnny iba de turista por la contracultura. Cuando ocurrieron los disturbios de Mayo del 68, acudió de espectador en su Rolls Royce blanco; espantado ante la violencia, salió pitando hacia la Costa Azul. Más adelante, ya no tendría que fingir. Patrick Eudeline, famoso crítico musical, logró una audiencia informal con su adorado Johnny: le preguntó quién era el artista vivo que más le impresionaba. Se le cayeron los palos del sombrajo cuando le respondió que…Elton John.
No, Hallyday no ejercía de hipster: lo suyo era pillar ideas impactantes, aptas para ser recicladas. Para su estreno de 1998 en el Estadio de France (90.000 personas), quiere representar una famosa escena de Apocalypse now, aquel enjambre de helicópteros en formación de ataque mientras suena la “Cabalgata de las valquirias”; solo le permiten un aparato, que finge depositarle en la cubierta del estadio. En realidad, se trata de un extra; las imágenes de Hallyday descolgándose habían sido previamente grabadas.
El modus operandi de Johnny era comercialmente impecable: cuando se acabó el filón de hacer versiones de hits foráneos, contrató a compositores eficaces -Michel Berger, Jean-Jacques Goldman, Pascal Obispo- que proporcionaban densidad emocional a su personaje. A continuación, montaba espectáculos apabullantes, que enlataba en CD y DVD. Todo se consumía con voracidad.
Franceses de varias generaciones simpatizaban con ese chico de la calle, hecho a sí mismo, insumiso ante las convenciones morales. Para compensar, debía enfatizar sus desdichas. La suya fue una vida al desnudo, prevista para que los medios amplificaran sus amores y divorcios, las broncas callejeras y las estancias en Urgencias, los accidentes automovilísticos y los problemas con la cocaína, las peleas con Hacienda y los conflictos con David (el hijo que tuvo con Sylvie Vartan).
A pesar de semejante carga, los cineastas intuyeron su plasticidad. Hizo memorables papeles en películas de Claude Lelouch. Jean-Luc Godard, Patrice Laconte, Costa-Gavras. Y todo sin renegar de la imagen de rocker, aunque su música derivara hacia el pop convencional. En los últimos tiempos, se acostumbró a despedir sus shows con clásicos imperecederos de la chanson, como “Non, je ne regrette rien” o “Et maintenant”. Por si alguien no se había dado cuenta, recordaba que era hijo de la Piaf, sobrino de Becaud, alumno de Aznavour. Francés hasta la médula.
Ojos de uva madura, labios de rojo entreabierto, senos de temblor despierto, culpables de mi amargura. Manuel Mejía Vallejo Soledumbres Biblioteca Pública Piloto, Medellín, 1990
Al alma de este paisaje le faltará mi latido: estoy entre haber partido y saber que estoy de viaje Manuel Mejía Vallejo Soledumbres Biblioteca Pública Piloto, Medellín, 1990
Cuando me estaba muriendo, haberte visto, mi vida, fue la prueba convenida de que seguía sufriendo. Manuel Mejía Vallejo Soledumbres Biblioteca Pública Piloto, Medellín, 1990
Johnny Hallyday era el prototipo de 'rocker', el chaval de la calle en el que fijarse
Loquillo El País, 6 de diciembre de 2017
Johnny era nosotros. Era el chaval de barrio que le gustaba Elvis Presley, que iba con sus discos. Era el chaval de la calle en el que fijarse. Era el prototipo derocker. No era un músico de rock, era un rocker que hacía música. Ni Buddy Holly ni Gene Vicent eran rockers comparados con él. Participaba de una cultura que tenía asimilada y te la transmitía de una forma que te hacía sentir que pertenecías, que podías llegar a ser parte de algo. Para mí, cuando tenía 15 años, ya era un espejo. Elvis era un músico, pero Johnny era un rocker. Así lo creo. Es un tipo que descubrió a Jimi Hendrix en Ibiza, que grabó antes que los Beatles y los Rolling Stones, que vendió más entradas que los Rolling Stones y los Who y que cantó en español y convirtió su canción en un hit.Era un personaje arrasador.
Hace un par de días ya nos enteramos que Johnny había sido ingresado y estábamos prevenidos, pero es una pérdida irreparable. Es el artista europeo más importante del rock and roll, junto con Bruno Lomas y Adriano Celentano. Ellos son los pioneros de todo esto. Hizo posible que el rock and roll rompiera fronteras y se convirtiera en un lenguaje universal. Tienes que pensar en Celentano, Cliff Richards y, por supuesto, en Johnny Hallyday para saber que el rock and roll era una visión de la vida.
Cuando lo pienso, me doy cuenta que era mi ADN. Sin él no serían posibles mis canciones como Rock and roll actitud o Johnny et Sylvie. Tuve la suerte de conocerle en Francia. Era exactamente como yo creía que iba a ser. Era un tipo de verdad. Paseé con él por París, grabé canciones y nos hicimos regalos. Me regaló sus gafas para que se las diera a mi hijo. Yo le regalé un anillo de platino con el dibujo del pájaro loco. Me enseñó algo muy importante: a cambiar el chip y a madurar. Cuando le vi en 2003 en un concierto en el Parque de los Príncipes, había cuatro generaciones de fans compartiendo su pasión por Johnny. Eso fue una lección de cómo gestionar una carrera.
Francia ahora está en estado de shock porque se ha quedado huérfana. Johnny era más importante que un presidente de la República. Es muy fuerte decir esto, pero es así. Llevaba con él toda una actitud de vida. Su forma de cantar, de actuar, de sufrir por sus fracasos amorosos, de vivir… Era puro romanticismo de fin de siglo. Le dieron dos veces por muerto, pero no murió. Una de las veces, acabó llamando al presidente para decirle que él no se moría aún, que qué mierda iba a morirse aún con todos los conciertos que quería dar. Eso es grandeza. También lo era verle escoltado por las calles por la policía y querer darles esquinazo solo porque quería divertirse. O dejar su coche aparcado enfrente del restaurante Maxim’s, cuando estaba prohibido, porque él podía hacerlo. Esto es ser una leyenda.
En España no se sabe de la importancia y el valor de Hallyday. En este país se ha despreciado la cultura del rock europea. Cuando su figura era un emblema en Francia, con sus últimos años grabando grandes discos y consiguiendo números uno, no nos enteramos en España. No llegó nada. Recuerdo un concierto que dio en el Liceu de Barcelona no hace mucho y nadie se enteraba de lo que significaba. Daba lecciones de rock en un escenario, pero aquí nos dejamos llevar por los que hacen postureo. Encima, hoy en la radio he oído que le han comparado con Manolo Escobar. ¿En serio? No tienen ni puta idea. Es un desprecio absoluto a Hallyday y al rock europeo. Para la generación de los sesenta, para Los Sírex, Los Salvajes, Bruno Lomas… Johnny era Dios.
Lo más triste de su muerte es una verdad: el rock and roll como cultura se acaba. Es un goteo que sufrimos periódicamente. Fue muy duro el fallecimiento de David Bowie, pero aún más el de Johnny. Era un chico barrial, un hijo de las calles. Era uno de los originales. Pongo al mismo nivel a Johnny que a Bruce Springsteen. Es demoledor. Ahora se pueden ver a muchas bandas que reproducen lo que se hizo antes, pero los originales y los auténticos se van. Es la norma. Johnny representaba una etapa importantísima de la cultura pop en Europa. Siempre me decía: “Loco, solo quedamos Mick Jagger y yo”. Y es verdad.
Laeticia Hallyday, la mujer que ha dinamitado el legado del cantante
Los dos hijos mayores de Johnny Hallyday acusan a su esposa de quedarse con todo el patrimonio del rockero francés
Silvia Ayuso
París, 16 de febrero de 2018
De ser la viuda de Francia, la esposa abnegada que lo dejó todo para cuidar hasta su muerte al roquero Johnny Hallyday, Laeticia Hallyday ha pasado en pocos días a ser retratada como la madrastra joven y ambiciosa que quiere quedarse con la inmensa fortuna de su marido a costa de los hijos que el cantante tuvo de relaciones anteriores. El detonante ha sido una dura carta pública escrita por la actriz Laura Smet, la hija de 34 años —solo ocho menos que la mujer de su padre— de Johnny Hallyday en la que denuncia que en el testamento de este tanto ella como su medio hermano mayor, David Hallyday, han sido completamente desheredados.Sin embargo, esta semana se supo que el cantante les hizo en vida importantes donaciones, motivo que estaría detrás de su última decisión. En cualquier caso que las relaciones entre la esposa del cantante y los hijos mayores de este no eran buenas se sabía. Aun así Francia, que hace solo dos meses despidió con honores de héroe nacional a su músico más icónico, asiste ahora atónita a una guerra de clanes digna del mejor culebrón y que amenaza con destruir la imagen del Elvis galo.
Francia lloró con Laeticia, una exmodelo de 42 años, cuando esta, en la madrugada del 6 de diciembre, anunciaba, rota de la emoción, que su marido durante dos décadas había muerto a los 74 años a causa del cáncer de pulmón que combatió durante el último año de su vida. Y se emocionó cuando la destrozada viuda acompañó el ataúd de su marido en su multitudinaria despedida en París y, después, en una ceremonia íntima en la isla antillana de San Bartolomé donde fue enterrado. Todo eran reconocimientos para una mujer que no se apartó ni un instante de su marido, especialmente en los peores momentos de la enfermedad de Hallyday, y que lo ayudó a continuar su amada carrera hasta casi el final, ocupándose a la par de sus negocios y del cuidado de las dos niñas adoptivas de la pareja. “La roca de Johnny”, la llamó la prensa francesa.
Johnny y Laeticia
La imagen sin embargo empieza a resquebrajarse. Y todo por el patrimonio. Unos cien millones de euros, según Les Echos. En juego están lujosas propiedades y los jugosos derechos de autor de un músico que en vida vendió más de 110 millones de discos y cuya muerte ha disparado las ventas, con un álbum póstumo a punto de salir a la calle. Otro motivo más de tensión, según la prensa francesa, porque Laeticia no contó con David Hallyday, músico como su padre, para este último proyecto
Johnny Hallyday y su mujer Laeticia en el desfile de Saint Laurent Menswear en 2016.BERTRAND RINDOFF PETROFFGETTY IMAGES
El diario Le Point reveló el jueves que las cosas no son tan blanco y negro como apuntan los hijos mayores de Hallyday. De acuerdo con la publicación, el cantante entregó a su hija desde 2004 5.000 euros mensuales y además la ayudó a adquirir dos apartamentos en un elegante barrio parisino. De igual modo, Hallyday le otorgó a su hijo su mitad de una vasta residencia que tenía con su exesposa Sylvie Vartan también en París y que hoy alcanza un valor de 20 millones de euros.
"Hace tiempo que se sabe que, en la galaxia Hallyday, hay enormes tensiones latentes que fueron soterradas estos últimos años en nombre de la sagrada unidad”, explicaba esta semana en la emisora RTL el biógrafo del cantante Éric Le Bourhis.
En el plano económico, los hijos mayores de Hallyday han resentido el absoluto control ejercido por Laeticia en los últimos años. Después de la primera crisis de salud que sufrió el cantante en 2009, sus negocios pasaron progresivamente a estar en manos de la familia de Laeticia. Las sociedades que gestionan sus interesas están oficialmente bajo control de la abuela de esta, Elyette Boudou, apodada “Mamie rock”, la abuela del rock.
Una situación que no hizo más que agravar las tensiones familiares que comenzaron nada más conocerse la relación de Hallyday con una joven francesa asentada en Estados Unidos llamada Laeticia. Cuando la pareja se casó, en 1996, Laeticia acababa de cumplir 21 años. Johnny tenía 53 y dos hijos de sendas relaciones anteriores. David, de 30 años, nacido de su primer matrimonio con la cantante Sylvie Vartan, y Laura, de 12, fruto de su relación con la actriz Nathalie Baye. Nunca hubo química entre la hija, marcada por el divorcio de sus padres cuando tenía dos años, y la joven nueva esposa. A Laura, “de niña, su padre le faltó. No tuvo una juventud fácil”, dijo a Le Parisienel productor Dominique Besnehard, padrino de la actriz, quien a lo largo de los años ha tenido problemas con el alcohol y las drogas. Por su parte, cita el diario otro antiguo colaborador del cantante, “Laeticia siempre tuvo celos de Laura”. Hasta el punto de que padre e hija se tenían que ver a escondidas, afirma el biógrafo Le Bourhis y confirmó la propia Laura Smet en su explosiva carta, en la que también acusa a Laeticia de no haberle permitido ver a su padre antes de morir, igual que su hermano David. Ambos se han unido ahora para luchar por lo que consideran que es suyo. La batalla promete ser larga, y fea.
Antonio Fraguas, inolvidable retratista de la historia reciente de España, muere a los 76 años. Ciudadanos de todos los ámbitos expresan su pena por la pérdida del humorista
Juan Cruz
Madrid, 23 de febrero de 2018
Antonio Fraguas, Forges, en 2014.FEDE SERRAEL PAÍS
Un enorme dolor siguió en la madrugada de este jueves a la noticia de la muerte en Madrid de Forges, el hombre que hizo reír a tantas generaciones. Desde 1995 fue nuestro compañero en EL PAÍS. Todos los medios de comunicación expresaron ayer el amor colectivo que concitó Forges en torno a su figura.
El Rey, el presidente del Gobierno, la alcaldesa de Madrid, los líderes de los partidos, compañeros de oficio, multitudes de ciudadanos que hicieron su vida aprendiendo del humor de Antonio Fraguas, expresaron estupor y soledad. Se muere a los 76 años uno de los nuestros; con él aprendieron generaciones sucesivas, y hoy son de nuevo los jóvenes, como sucedió cuando él empezó con sus blasillos, seguidores indesmayables. Como prueba de que el Forges veterano jamás perdió su chispa, cientos de viñetas circularon por las redes sociales
La capilla ardiente de la que partirá hoy su entierro en el tanatorio de la M-30 de Madrid se llenó en seguida de sus incontables amigos. Recibiéndoles estaban allí su viuda, Pilar Garrido, sus hijos Toño (que también trabajó con nosotros, en EL PAÍS), Micaela, Irene y Berta, sus numerosos hermanos entre los cuales figura nuestro compañero Rafael...
Forges fue patrimonio de todo el mundo, pero jamás dejó su raíz. La suya fue una familia grande, que él hizo más extensa, con su generosa presencia pública, su dedicación a los demás y su infatigable tarea como creador de personajes que ya están en la historia. Era un sociólogo de la España vacía, un creador de palabras, un visitante asiduo e inteligente de la soledad por la que, como él en este medio siglo, transitaron en su día los personajes de Cervantes.
Un hombre capaz de la mayor fama, pero (como dice su amigo Juan José Millás), dichoso de ser también un clandestino en la ciudad. Sus amigos se volcaron, desde todo el mundo, con elogio a su sencillez y a su alegría; desde Buenos Aires, Joan Manuel Serrat se quiso unir al dolor de todos, pero se negó en redondo a unir a Forges con la palabra tristeza. Ese fue el lugar en el que se encontraron todas las reacciones ante la muerte de uno de los españoles más populares del último medio siglo, dibujante y filósofo.
Sus dibujos fueron herederos de esa simbología quijotesca a la que rindió tributo. Antonio Fraguas de Pablo (Madrid, 1942) era totalmente Forges, como si hubiera nacido a la vida en 1964, cuando publicó en Pueblo su primera viñeta, hasta esta con la que hoy se despide en la portada de EL PAÍS.
Fue testigo crítico de un país al que amó incluso por sus pecados capitales. De ellos trataron, hasta el día de su muerte, todas sus viñetas. España fue la materia de la vida creativa de Antonio Fraguas.
Y así pasará a la gran historia del dibujo en España: totalmente Forges. Periodista de raíz, también era filósofo y músico, tertuliano comprometido con la vida y con la política, y era paseante de Madrid, ciudad que dibujó como escenario desolado de Castilla. Autor de libros en los que repasó la historia de su país y del mundo, de la ciencia y de la literatura, inventó también una peculiaridad: hacer que sus gentes, ya entrañadas en la propia sociedad española, hablaran un lenguaje escéptico e incrédulo. Legiones de lectores aprendimos en su universiodad, la universidad de Forges. Forges hablaba como Forges...
Su muerte no sólo es una mala noticia porque deja un vacío, es nuestro mundo el que se queda vacío sin sus metáforas. El suyo ha sido un testimonio diario sobre la ineptitud, contra el lugar común y contra el cinismo. Sin él este es un país mutilado, mucho más triste.
La última vez que lo vi él caminaba a paso lento por una calle de Madrid con sus auriculares. ¿Qué haces tan serio por la ciudad? Escuchaba a Mahler. Por las tardes de entonces, el humorista gráfico tan querido por el país, abandonaba por un rato las noticias y se entregaba a un mensaje inmortal, la música. Forges, transeúnte perpetuo de una ciudad que siempre tuvo la fisonomía desolada de Castilla.
Ha dejado una obra inmensa, pero su hueco no será solo el de una viñeta en el periódico. Fue ligero y denso, filosófico y paródico. Y lo fue en todos los soportes, la radio, la prensa, la televisión... Forges fue lenguaje. La España que ahora le despide empezó a hablar como sus personajes porque Antonio Fraguas les aplicó el sentido común del descreimiento, una manera de ser español.
Estuvo, con esa manera de contar, en Pueblo, en Informaciones, en Interviú, en El Jueves, en Diario 16, en El Mundo, y estuvo aquí. Venía a vernos con frecuencia, traía sus dibujos o los enviaba; como Peridis desde los inicios dejaba galletas, Forges dejaba por las mesas su impronta y sus regalos, esos dibujos forgianos, los forgendros, allí donde visitaba a sus compañeros del periódico, y algunos tenemos, como testimonio de su saludo, papelitos amarillos en los que Antonio Fraguas dejaba los recados de Forges. Era su manera de abrazar y de permanecer, pues en su modo de estar estaba también su manera de despedirse: quedándose.
Tuvo todos los premios imaginables del ámbito dedicado al humor en España; y como era un trabajador sin desmayo recibió la Medalla al Mérito del Trabajo y mereció la de Bellas Artes. Vestía de oscuro y blanco, como un colegial, llevaba zapatos grandes como sus criaturas y nació para ser a la vez Samuel Beckett y Sancho Panza. Su última exposición, de las muchas que protagonizó, trata de dos compañeros suyos, Quijote y Sancho, “un diálogo a tres bandas”, habida este enero en la Casa Revilla de Valladolid. Pues esos compañeros en el arte de pensar, Quijote y Sancho, son trasuntos de los blasillos que le sirvieron a Forges para contar de qué color y qué trazos tiene la soledad en España: esos paisajes por los que caminaba su manera de decir barroca o esquelética, sombras ambas de la obra más importante y sintomática de la literatura española, el Quijote de la Mancha.
Cumplió con el mandato de su padre: haz dibujos, sí, pero que sean reconocibles como tuyos a la distancia. No se ha buscado el chiste (¿el chiste?) de Forges tan solo por el dibujo mismo, sino por el lenguaje; ha aportado a la lengua española, en sus forgendros palabras nuevas, y ha mejorado palabras viejas, combinando significados y giros. De todas las cosas de las que Forges estaba orgulloso, esta de inventar vocablos es la que más gozo le hacía sentir. Pero la Academia de la Lengua no aplicó justicia a esta contribución, ¡gensanta!, llevándolo a la Docta Casa.
Cuando publicó El primer Forges, en 1972, ya Antonio era totalmente Forges. En las cartas que enviaba a sus críticos, agradeciéndoles las reseñas, estaban esas montañas que eran sus letras y sus frases, estaba tal como iba a ser Forges, le había abierto, con sus parajes de tierra, una autopista por la que iba a transitar luego la leyenda que ya es inmortal y se llama Forges.
Pero, sobre todo, como él pedía en sus viñetas, no se olviden de Forges.
Forges ilustró toda una historia política “desde abajo”
Iñigo Errejón 24 de febrero de 2018
Un país es un conjunto de memorias e historias compartidas, una narración contada mil veces, adaptada a cada uno. Forges, en ese sentido, es un narrador y hacedor indispensable de la España que venimos siendo y, yo añadiría, de sus mejores potencias.
Sería injusto y metálico escribir un análisis generalista sobre alguien que está en tantas mañanas, en tantas expresiones, en tantas risas compartidas. Yo escribiré sólo sobre mi Forges. Los grandes son aquellos que conectan nuestra vida cotidiana con el rumbo de nuestro país.
Le pregunto a mi madre qué es para ella Forges. Me cuenta que mientras mi padre estaba haciendo la mili en Ceuta, en un batallón de castigo por su militancia contra la dictadura, ella le escribía una carta diaria. Y en todas metía la última viñeta de Forges para recordarle, entre toda la brutalidad, que seguían siendo parte de algo. Una comunidad de sentido que Forges ilustraba con un humor inteligente, tierno, esperanzado, que conjuraba el dolor y les reconciliaba con un país que se negaban a dar por perdido.
Ese Forges, el del sentido de pertenencia y la sonrisa cómplice entre la generación que luchó por la libertad en España, me llega a mí primero como un cariñoso referente de la familia, uno de los nuestros. Pero pronto habla también de mi generación. Con más olfato y rapidez que la mayoría de analistas o ensayistas, Forges dio cuenta de la precariedad laboral, el machismo, el cambio climático o la corrupción como burla de los privilegiados. En un país desmemoriado, en el que se va perdiendo la capacidad del intercambio y la deliberación, supo ser un puente entre generaciones, un regalo que ha pasado de madres a hijos, un referente compartido. Y no andamos sobrados de ellos.
La mayor parte del humor político tradicional retrata a los protagonistas de la actualidad mediática. Es la actualidad vista “desde arriba”. Forges ilustró toda una historia política “desde abajo”: la política vista desde los ojos de los cualquiera, que es para Jacques Rancière la tensión democrática. Por eso su gran capacidad de dibujar personajes con los que identificarse, por contribuir a un lenguaje de época, por ser un narrador de la vida cotidiana. Los personajes de Forges son finitos, llenos de límites, agobiados por problemas inmediatos, a veces impotentes frente al poder y el despotismo de los demasiado poderosos. Y aun así, graciosos, tozudamente irónicos, conscientes de lo que los cualquiera tienen en común, como anunciando que algún día las cosas estarán en su sitio. Por eso hay en sus viñetas un amor por la gente corriente y trabajadora, sin estridencias ni insultos, que apunta a un patriotismo sencillo y humilde, que nos recuerda lo que podemos ser, lo que tenemos por delante si comenzamos a creer en ello y a cuidarnos. Hay muchos Forges. Este es, al menos, el mío.
A 30 años de las "28 horas de terror": así fue la toma del Palacio de Justicia en Colombia
Natalio Cosoy
BBC Mundo, Bogotá 5 noviembre 2015
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionA la izquierda, una de las tanquetas que el Ejército utilizó en la operación contra la toma del Palacio de Justicia; a la derecha, una persona herida es retirada del lugar.
En las imágenes de video de archivo se ve un tanque ligero penetrando un edificio imponente; es una escena algo irreal, como si un niño hubiera decidido hacer interactuar a dos juguetes en apariencia incompatibles para crear un mundo fantástico, distinto, imposible. Cosa de niños.
Un niño macabro en este caso, porque lo que ocurrió el 6 y 7 de noviembre de 1985 en Colombia parecía un imposible, pero un imposible dramático y mortal que sí ocurrió.
Fue una tragedia que quedó marcada a fuego en la conciencia colombiana, con una combinación de estupefacción, horror e incomprensión. Involucró a los máximos magistrados de la Justicia del país, a otros civiles, a un grupo guerrillero, al Ejército y la Policía, al gobierno y -se sospecha- al narcotráfico.
Las imágenes de archivo del tanque y el edificio se han visto miles y miles de veces en Colombia. En el resto del mundo, muchos las vieron por primera vez en la serie Narcos, de Netflix, donde un fragmento mínimo de un episodio se dedica a esos sucesos, para hacer referencia a la supuesta colaboración entre los guerrilleros y Pablo Escobar.
Pero este hecho histórico, del que este viernes y sábado se cumplen 30 años, podría ocupar una serie entera, decenas de series, porque los sucesos son muchos. Pero las versiones son más.
"Golpe publicitario"
El miércoles 6 de noviembre de 1985, 35 guerrilleros del grupo M-19 tomaron el Palacio de Justicia, sede de la Corte Suprema y del Consejo de Estado colombianos, matando a dos guardias de seguridad al ingresar al edificio y reteniendo a quienes se encontraban dentro.
La guerrilla ideó la toma como reacción a los que consideró incumplimientos del gobierno del presidente Belisario Betancur a los acuerdos de paz que habían consensuado el año anterior. Ese fracaso del proceso llevó a que se desplomara la tregua firmada en agosto de 1984.
Derechos de autor de la imagenARCHIVO ANA CARRIGAN Y CONSTANZA VIEIRAImage captionLas comunicaciones que emitía el M-19 durante el proceso de paz que sostuvo con el gobierno de Belisario Betancur llevaban este logo que combinaba símbolos que pueden considerarse contradictorios.
"La toma del Palacio de Justicia", dice la periodista colombo-irlandesa Ana Carrigan en su libro sobre ese episodio, "fue concebida como un 'golpe publicitario' diseñado para rectificar la historia, impugnar al presidente y su gobierno y proyectarse al poder en medio del clamor popular que necesariamente se levantaría enseguida".
No fue así.
¿Un presidente sin mando?
El edificio de cuatro plantas del Palacio de Justicia se encontraba -aún se encuentra, ahora reconstruido- en plena zona céntrica de Bogotá, a metros del Congreso y de la Casa de Gobierno (en Colombia el primer piso es el que da a la calle, el que en otros países se llama planta baja).
En medio de reuniones con embajadores extranjeros, allí, en la sede del Ejecutivo, el presidente Betancur se enteró de la noticia; las Fuerzas Militares se aprestaron a retomar el lugar en el que había más de 300 personas entre magistrados, empleados, visitantes y guerrilleros.
Estos hechos (...) sirven para demostrar cuán fuertes son nuestras instituciones, cuánto repudia nuestra patria los extremismos
Discurso del entonces presidente Belisario Betancur, luego de finalizada la operación militar
El historiador estadounidense David Bushnell escribió sobre la reacción de las fuerzas armadas: "Al parecer sin esperar órdenes del presidente, el Ejército lanzó un ataque contra el edificio".
Los guerrilleros habían pensado que las fuerzas del Estado no comprometerían la vida de los hombres de ley, pero se equivocaron.
Derechos de autor de la imagenAFPImage caption¿Estuvo o no el presidente Belisario Betancur al mando de las operaciones militares?
En el sangriento enfrentamientomurieron alrededor de 100 personas, 12 de ellas magistrados, incluyendo al presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía.
Desaparecieron además 11 personas, casi todos empleados de la cafetería del edificio y visitantes ocasionales. Los cuerpos de tres de ellas, tres mujeres, fueron identificados hace un par de semanas, 30 años después de que se perdiera su rastro. Todavía faltan varios por aparecer.
Durante el enfrentamiento entre guerrilla y fuerzas de seguridad, el presidente Betancur no quiso -o no le permitieron- negociar con el M-19. "La operación dejó la impresión -justificada o injustificada- de que el presidente recibía órdenes de los militares, en vez de dárselas a ellos", sugiere Bushnell.
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionMary Luz Portela era una de las desaparecidas del Palacio. Su cuerpo fue identificado hace algo más de dos semanas, al igual que los de otras dos mujeres.
Versiones, versiones. Algunos creen, siguiendo la línea de Bushnell, que la reacción militar se convirtió en una suerte de golpe de estado de un par de días de duración.
Otros achacan la responsabilidad total a Betancur, quien apenas terminada la toma, dijo que había tenido "el control absoluto de la situación". Uno de sus hermanos, Jaime Betancur Cuartas, magistrado del Consejo de Estado, fue uno de los rehenes que sobrevivió a la toma.
Existe la versión de que el ex presidente, ya muy mayor, tiene escrita su verdad de lo ocurrido, pero que sólo ha autorizado a que se difunda cuando haya fallecido.
En cualquier caso, la colombiana Comisión de la Verdad (un intento -incompleto- de unificar el relato en una versión única), que emitió en 2009 su reporte acerca de lo sucedido, determinó que el gobierno nunca tuvo intención de salvar la vida de los rehenes.
En su informe la Comisión recuerda que el gobierno incluso trató de censurar la información acerca de lo que sucedía, ordenando desde el Ministerio de Comunicaciones "la transmisión de un partido de fútbol mientras el Palacio era consumido por las llamas”.
¿Censurar qué información?
Desproporcionada y excesiva
La relativa a lo que sucedía durante la retoma -algunos prefieren hablar de "destrucción", más que de "retoma"- encabezada por la Policía y el Ejército, que entablaron un enfrentamiento feroz con los guerrilleros.
Fue considerada por instancias judiciales colombianas como desproporcionada y excesiva.
Según registros audiovisuales, expedientes legales y testimonios de personas que sobrevivieron al ataque, las fuerzas de seguridad asaltaron el edificio con una violencia extrema.
Derechos de autor de la imagenAPImage captionEl edificio del Palacio de Justicia quedó destruido tras los enfrentamientos del 6 y 7 de noviembre de 1985.
Más de 1.000 soldados formaron parte del operativo para combatir los 35 guerrilleros.
Además de los tanques de guerra que ingresaron junto a hombres a pie, las Fuerzas Militares utilizaron armamento pesado, explosivos, francotiradores que dispararon constantemente contra el Palacio desde fuera, y helicópteros que ametrallaron la fachada desde el aire.
Hay versiones que señalan que también usaron lanzallamas o algún dispositivo similar, con el que pudieron haber causado los incendios que otros le endilgan a la guerrilla.
¿Narcos?
Muchos creen que el M-19 le hizo el "trabajo sucio" a los capos del narcotráfico, incinerando material vinculado con su posible extradición a Estados Unidos.
Es la hipótesis que sigue la serie de Netflix, pero no ha sido cabalmente demostrada, aunque sí hay registros de amenazas de los narcos a magistrados que trabajaban en el tratado de extradición entre Colombia y EE.UU. que se estaba elaborando entonces.
La Comisión de la Verdad sí cree que "hubo conexión del M-19 con el cartel de Medellín para el asalto al Palacio de Justicia".
Reconstruir la verdad nos permite evitar esos eventos, porque cuando la impunidad le ronda a esa clase de hechos no sería raro que vuelvan a suceder
Fiscal Ángela María Buitrago, a BBC Mundo
Los narcotraficantes no eran el único grupo con el que los hombres de justicia estaban enemistados en la época. Los magistrados habían emitido algunas condenas y llevaban adelante investigaciones contra oficiales de las Fuerzas Militares.
"Más de 6.000 expedientes fueron destruidos en el incendio del Palacio de Justicia, incluyendo los procesos contra militares por violación de derechos humanos", cuenta la periodista colombiana Constanza Vieira en el epílogo del libro de Ana Carrigan.
El baño
Tras horas de combate, el día 6 por la noche los guerrilleros concentraron a los rehenes que quedaban en su poder, unos 70, en un baño de una esquina del edificio.
Allí pasaron horas y horas, con el miedo constante de morir o resultar heridos en el intercambio de fuego. Muchos perdieron la vida. Entre tanto cañonazo y balazo, las heridas fueron prácticamente inevitables.
Derechos de autor de la imagenAFPImage captionAlgunos civiles lograron salir el día 6, otros pasaron la noche en el Palacio.
Hay versiones que dicen que los guerrilleros ejecutaron rehenes, pero el más fuerte consenso hoy parece ser que las muertes fueron causadas por munición que entró desde fuera del baño.
Será difícil determinarlo con certeza, cree la fiscal Ángela María Buitrago, quien lideró la investigación de la Justicia Colombiana sobre los desaparecidos del Palacio.
"Muchas de las armas y de los proyectiles que se utilizaron fueron sacados (el día 7)", le dijo a BBC Mundo, "son elementos que nunca podrán ser recuperados".
Sin ellos, no se pueden completar los peritajes necesarios para entender qué ocurrió en todos los casos: quién los mató, si murieron dentro o si murieron fuera y luego los volvieron a meter en lo que ya eran ruinas.
Derechos de autor de la imagenNATALIO COSOYImage captionLa Casa Museo del Florero -en una foto reciente- era el lugar donde se decidía el destino de quienes salían del Palacio de Justicia.
Quienes salían del Palacio, incluidos los que dejaron el baño, eran trasladados a un edificio vecino, la colonial Casa Museo del Florero, donde las Fuerzas Militares habían montado su base de operaciones.
Según diversas investigaciones nacionales e internacionales, era un primer punto para determinar quién era guerrillero, quién sospechoso, quién seguiría con vida y quién no. No todos los que llegaron allí aparecieron con vida, no todos aparecieron.
Desapariciones y torturas
En 2014, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado colombiano por los casos de personas desaparecidas durante los sucesos del 6 y 7 de noviembre de 1985.
Según la CIDH: "Existió un modus operandi tendiente a la desaparición forzada de personas consideradas como sospechosas de participar en la toma del Palacio de Justicia o colaborar con el M-19".
"Los sospechosos eran separados de los demás rehenes, conducidos a instituciones militares, en algunos casos torturados y/o desaparecidos", explica la Corte.
Derechos de autor de la imagenCORTESA DE LAGUNA LIBROSImage captionLa historia del Palacio de Justicia ha sido contada -en ficción y no ficción- en libros, obras de teatro, cine, televisión, en la prensa escrita. Esta es una viñeta de la novela gráfica "Los Once", que se centra en los casos de las desapariciones. Inspirados en el clásico de la novela gráfica "Maus", sobre los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, los autores representaron a los civiles, a las víctimas, como ratones .
Por las desapariciones la Justicia colombiana encarceló al exgeneral Jesús Armando Arias y el excoronel Alfonso Plazas Vega (ambos por las investigaciones de la fiscal Buitrago), quienes comandaron la operación de retoma.
Tal fue la confusión de la toma y la respuesta militar, que todavía no está claro exactamente cuántas personas murieron y cuántas sobrevivieron en los hechos.
En su sentencia, la CIDH incluye la confirmación de torturas a cuatro personas, quienes habían sido consideradas sospechosas de colaborar con el M-19.
El "cuarto de los guerrilleros"
También da cuenta de la desaparición forzada y posterior ejecución extrajudicial del Magistrado Auxiliar Carlos Horacio Urán Rojas, de quien por mucho tiempo se creyó que había caído dentro del Palacio. Incluso lo creyeron sus familiares.
"Esperamos años y decidimos creer lo que querían que creyéramos", escribió recientemente su hija Helena Urán Bidegaín, en el diario El Espectador.
Yo tengo 65 años y estoy preparando a mi hijo para ver si él se le mide a continuar esta labor. Yo no creo que vea la verdad en el poco tiempo que me queda de vida
Rafael Barrios, abogado de los familiares de desaparecidos, a BBC Mundo
Recién 22 años después de la toma supieron, les confirmaron, la verdad: "Que mi padre no sólo había salido vivo, sino que también lo habían torturado y ejecutado de un tiro en la sien y habían escondido sus pertenencias en un batallón, en una caja se seguridad de inteligencia militar".
"Que retornaron su cadáver al Palacio para que se quemara, pero como no pudieron, lo llevaron a Medicina Legal y lo escondieron con la intención de desaparecerlo".
Recientemente -es decir, tres décadas después de los hechos-, la justicia colombiana llamó a declarar a 14 exmilitares y expolicías en el marco de investigaciones por torturas.
Derechos de autor de la imagenARCHIVO ANA CARRIGAN Y CONSTANZA VIEIRAImage captionEste cablegrama es prueba de que las fuerzas de seguridad sabían que el M-19 intentaría tomar el Palacio de Justicia.
Una médica amiga de Urán supo y entendió mucho antes que su hija lo que había ocurrido.
Luz Helena Sánchez Gómez estuvo en Medicina Legal justo después de los hechos y reconoció el cuerpo, en un cuarto que dice que llamaban el "cuarto de los guerrilleros", donde -cuenta- los profesionales médicos se mezclaban con personal de inteligencia disfrazado con batas blancas.
"Ahora tengo la conciencia de que el cuerpo de Carlos (Urán) está enterrado en un lugar, porque yo lo ví", le dijo a BBC Mundo. "Algo iban a hacer con los cuerpos que estaban ahí, porque como procedieron con esos cuerpos no fue normal".
La CIDH dijo que pudo constatar que las autoridades alteraron gravemente la escena del crimen y "cometieron múltiples irregularidades en el levantamiento de los cadáveres".
La versión "más importante"
Según diversos reportes, los servicios de inteligencia sabían de antemano que el M-19 planeaba la toma y de hecho habían reforzado la seguridad en el Palacio de Justicia.
Misteriosamente, esa seguridad ya no se encontraba allí el día del asalto guerrillero y todavía no está del todo claro qué sucedió, quién ordenó que se modificara el esquema de vigilancia.
Precisamente, esta semana la Fiscalía General de Colombia citó a la entonces ministra de Comunicaciones, Nohemí Sanín, para que declarara si conocía de antemano sobre la toma.
Hay diferentes versiones, ninguna 100% confiable.
Mientras tengan con qué pagar los muertos van a seguir asesinando
En la obra de teatro "Siempreviva", el personaje de la madre de una desaparecida del Palacio le responde así a su hijo cuando este le sugiere reclamar una indemnización del Estado
Versiones, versiones: como en casi toda la historia de este trágico evento.
"Tal vez la razón por la que hay tantas versiones", le dijo a BBC Mundo la escritora colombiana Marta Orrantia, quien está terminando una novela acerca de lo que ocurrió en el baño del Palacio, "es que cada quien busca apropiarse de lo que ocurrió, porque duele tanto que todos nos sentimos culpables, responsables y víctimas".
"Cada quien tiene su pedacito de verdad, por decirlo de alguna manera. Y ni siquiera juntándolas todas podemos tener una sola versión, porque falta la más importante, creo yo, y es la de los muertos".
Derechos de autor de la imagenNATALIO COSOYImage captionEl Palacio de Justicia fue reconstruido después de la toma. Así se ve en la actualidad.
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El M-19
El Movimiento 19 de Abril, o M-19, nació en 1974, como reacción a lo que consideraron un fraude en las elecciones del 19 de abril de 1970, en las que perdió al candidato de la ANAPO, un movimiento político al que pertenecían los fundadores del EME (como también se conoce a esa guerrilla).
Su proyecto revolucionario tenía un anclaje más urbano que el de grupos como las FARC y el ELN y buscaban visibilizarse constantemente, especialmente a través de espectaculares golpes.
Derechos de autor de la imagenARCHIVO ANA CARRIGAN Y CONSTANZA VIEIRAImage captionEl M-19 se desmovilizó en 1990 y se convirtió en un movimiento político.
En el mismo año 74 guerrilleros del M-19 robaron una espada de Simón Bolívar de un museo de la capital.
A comienzos de 1979 sustrajeron en un elaborado plan (que involucró la construcción de un túnel que cruzaba por debajo de una calle) más de 5.000 armas de una instalación del Ejército en el norte Bogotá.
Fue un hecho que les ganó un particular odio por parte de las Fuerzas Militares, que lanzaron una violenta ofensiva en la que recuperaron gran parte de ellas.
Posiblemente su golpe más exitoso fue la toma de la sede de la embajada de República Dominicana el 27 de febrero de 1980. Tras dos meses de negociaciones el gobierno accedió a que los guerrilleros volaran a Cuba con los rehenes, donde los liberaron, y donde ellos recibieron asilo.
La siguiente toma, la del Palacio de Justicia, fue el último de sus golpes y fue un fracaso, uno que sentó tan mal que hasta llevó a alguno de sus miembros a alejarse del movimiento.
Sólo regresaron hacia marzo de 1990, cuando se oficializó su desmovilización y la creación del movimiento político Alianza Democrática M-19.
¿Desde cuándo pensar es elitismo? Siempre hacen lo mismo: atacan a la persona es vez de comentar sus palabras. Lo digo porque una supuesta amiga de Facebook se pregunta desde cuándo me volví elitista o cuál es mi estrato. Porque no brindo mi apoyo a Petro, soy ignorante, falaz, deshonesto, escritor bruto, sólo tengo cultura de Facebook, no sé nada de historia. Tengo sesenta libros publicados y una inteligencia que al menos no me ha dejado morir de hambre, tengo derecho a tomar mis propias decisiones y a expresar libremente mi pensamiento. Y lo haré mientras el populista en campaña no inaugure la dictadura.
No vengo de la pobreza: vengo de la miseria. Pero estudié y trabajé como un burro. No estudié como un burro sino trabajé como un burro. Soy hijo de herrero, escritor de palo. Desde la provincia, desde el culo del mundo, llegué a la Javeriana, la universidad de la gente adinerada en Colombia, y saqué una maestría contra viento y marea. Me gradué cuando no existía el Facebook. Para terminar un semestre vendí mi moto, mi única propiedad hasta entonces: pagaba una cuota mensual de cuatro mil pesos y mi salario era de cinco mil. A la entrada de la Universidad Javeriana los vigilantes me pedían documentos, solo a mí, porque con esa pinta de pobre, con semejantes ropas de pobre, con esos zapatos agujereados y los pies mojados, solo podía ser un ladrón o un intruso. Pero me gradué con los niños ricos y con otros que se han jodido en la vida tanto como yo.
Me gané la vida sin robarle a nadie, y compré casa sin robarle un peso a nadie, y compré una finca también, y no es una finca imaginaría como algunos pendejos bromean, que por qué se preocupan que Petro algún días les arrebate sus imaginarias propiedades, dicen, y no quiero que alguien señale mis amados tesoros y diga: "Exprópiese". Me los gané honradamente, trabajando día tras día y noche tras noche, y puedo hacer con ellos lo que se me dé la gana. Nadie puede obligarme o sembrar o llenar de vacas ese terreno, nadie. Son mis propiedades, son parte de mi reino, imaginario o no, qué importa, y no admito malparidos.
Si estuviera en Cuba y hablara mal de los Castro, estaría preso o me hubiera tocado beber la amarga copa del exilio. Y si estuviera en Venezuela y hablara mal de Chávez o Maduro, lo mismo. Hubiera perdido mi trabajo o hubieran cerrado mi periódico o mi canal de televisión o mi fábrica. O me hubieran molido a palos el carrito de helados o hubieran vuelto añicos mi salón de peluquería, para no citar ejemplos tan ambiciosos. O me hubieran asesinado en una manifestación, para mencionar el peor. Lean sobre las tristes y duras vidas de Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Virgilio Piñera, para citar sólo tres ejemplos cubanos, tres escritores borrados por la dictadura. O conversen con los miles de venezolanos que venden aguacates o suplican una moneda en las calles de Colombia. Vean el dolor, vean la desgracia, vean el hambre, y luego hablamos.
Colombia es una desgracia, Colombia es un mierdero, con una clase política absolutamente corrupta, con guerrilleros y narcotraficantes, con bandidos de todas las calañas, pero es mi país y quiero quedarme. Podría vivir en otro lado, pero éste es mi país: acá está mi gente, los seres que amo y que son el sentido de mi vida, aquí están mi idioma y mi amada biblioteca, aquí están los alimentos que me encantan y las mujeres que también. No quiero que las circunstancias políticas me lleven al exilio. Así es Colombia, mi país, pero no ha llegado al abismo sin fondo de Venezuela ni al espantoso, desolado y hambriento tedio cubano.
No quiero un déspota en la presidencia, no quiero un populista que nos lleve al caos, no quiero un dictador. Bogotá, 12 de febrero de 2018
Hace unos años, la noticia de una eventual Presidencia de Gustavo Petro, o de cualquier otro hombre o mujer sin ligazón con los viejos y corruptos partidos políticos, o con los nuevos y corruptísimos partidos políticos, nos hubiera ilusionado; nos hubiera devuelto algo de esperanza.
Tener entonces a un hombre de izquierda liderando las encuestas hoy debería ser un primer atisbo de que la historia comenzó a corregirse. Hablo de esa historia que los excluyó con pactos y decisiones gubernamentales o que los exterminó a punta de balas y de represión. La historia que produjo una guerra de 50 años.
Adicional, Petro encabezando sondeos podría verse como una señal de que ya no son los Ñoños, y los Musas, y los Gerlein y las Gatas quienes ponen al presidente con sus votos comprados y sus puestos, y que hay un despuntar de un voto de opinión en Colombia, algo que en la práctica nunca ha incidido más allá de Bogotá, Medellín y uno que otro pueblo.
Sugeriría, también, que la gente ya empezó a cobrar conciencia de que no soportamos más “jóvenes promesas” como Alejandro Lyons o John Calzones, o la seguidilla de tres gobernadores de La Guajira presos, y hace pocos años lo mismo, pero en Magdalena, o que Cartagena esté en manos del hampa, o el robo vergonzoso a unos juegos nacionales en Ibagué, o las fortunas escandalosas de los Aguilar.
Todas esas cosas tan buenas se deberían sentir con Gustavo Petro liderando la intención de voto. Pero no y por varias razones que más bien llaman al miedo. La primera es el propio Petro. En lo personal, me gustaba su trabajo valiente en el Senado, su actitud vertical de desenmascarar las corruptelas de Uribe y sus secuaces; sus debates serios, bien investigados.
Voté por él con ilusión a la Alcaldía, y la ilusión me duró el primer año, porque luego ya se hizo evidente el autócrata que lo habitaba, portador del mismo virus mesiánico de su gran opositor. El mesianismo y hasta el absolutismo y la terquedad pueden ser soportables en un gobernante cuando demuestra resultados; cuando se ven transformaciones. Y no hablo solo del concreto. En el caso de Petro, yo no sentí un proyecto de ciudad más allá del vaivén de su tono temperamental, de los “globos” que lanzaba, o sea de esas propuestas que eran flor de un día, efectistas y sin sustentos técnicos.
En verdad la Bogotá Humana fue un gran desastre. Y lo digo desde mi percepción de bogotano de a pie, del que monta en Transmilenio y camina y anda en bicicleta; el que la vive y la siente lumpenizada en cada esquina, menos apropiada por la gente que nunca, aunque más invadida, más informalizada, sucia, ajena. Con una inclusión más de forma que de fondo; superficial e impuesta a la brava. Como hace las cosas el populismo. Una en la cual colarse en Transmilenio es una conquista social, un derecho, lo mismo que subirse a pedir o a vender; igual que llenar los espacios públicos de mero rebusque. O contaminar los muros con aerosol. Reivindicaciones falsas; falsas soluciones. Esa fue la ciudad de Petro: la fracturada de siempre en estratos y en puntos cardinales, pero obligada a expiar el pecado de la inequidad, empobreciendo todo; nivelando por lo bajo.
Y en medio de toda esa improvisación, un discurso de lucha de clases, de resentimientos, que da votos, pero que no genera cultura ni construye más ciudadanía. Eso, en el fondo, es lo que más me asusta de él: esa doctrina de confrontar ricos y pobres para gobernar. Mucho hay de Chávez en esa estrategia, aunque la eventual venezolanización de Colombia me siga pareciendo un cuento chino; chimbo; ni aun con Petro en el poder.
Pero eso no es lo único que llama al miedo en este eventual repunte de Gustavo Petro. No está muy lejos aquella vana ilusión del Mockus de hace ocho años, cuando las proyecciones le daban hasta ocho puntos por encima de Santos. Y la paliza después fue brutal en primera y en segunda vuelta. Y aunque Mockus hizo todo para embarrarla y seguirla embarrando, nada puede explicar perder cinco millones de votos en un mes y medio. Nada diferente a una formidable pifia en los encuestadores.
Ahora es más preocupante porque si a Petro no le va tan bien, como creo que no le va a ir, va a haber acusaciones de fraude; movilizaciones; zozobra; más desconfianza en un Estado al que en los últimos años Álvaro Uribe le fue minando los cimientos para defender a sus buenos muchachos que iban a la cárcel. Petro, lo mismo que Uribe, sabe ser extremista y sabe agitar.
Pero, sobre todo el repunte de Petro es preocupante porque aunque pueda ser una nueva pifia (¿o una estrategia?), el ambiente está muy cargado de miedo y de paranoia y todas las derechas andan en la logística de exagerar los apocalipsis que se vienen. Y, conociendo la historia, conociendo esta tradición brutal de las oligarquías colombianas, solo hay un paso para que se dispare una bala. Ya incluso lo sugirió aquel abogado tan mediático y tan truculento.
Y una bala contra Petro implicará otros 50 años para que las aguas vuelvan a sus cauces. Y lo malo es que las aguas ni siquiera han vuelto a sus cauces.
'My Own Way' es una de las pocas demos que se conservan de la artista británica, ya que la mayoría se destruyeron tras su muerte
EL PAÍS Madrid 27 FEB 2018 - 07:56 COT
Amy Winehouse durante un concierto en 2008.
Cuando la prometedora artista Amy Winehouse falleció en 2011, la discográfica decidió destruir la mayoría de las demos sin terminar de la cantante para evitar la publicación de un disco póstumo. Sin embargo, el compositor y músico Cil Cang quiso salvar una. Ahora, Cang ha querido compartirla y la ha subido a Youtube. En My Own Way ella se escucha a una Winehouse aun adolescente, aunque con el mismo soul de siempre.
El compositor ha explicado al diario Camden New Journal que Amy Winehouse había cantado aquella canción, que escribió junto a James McMillan, para intentar llamar su atención y la de los productores antes de firmar con Island Records en 2003. "Habíamos estado escribiendo bastantes melodías pop, haciendo muchas promociones populares con varios artistas emergentes, muchos de los cuales tenían un talento dudoso. Era un momento terrible para el pop. Pero Amy vino a vernos, abrió la boca y nos dejó sin aliento", ha recordado Cang.
Tras la muerte de la cantante, la discográfica Universal lanzó un disco póstumo titulado Lioness: Hidden Treasures. Como no tuvo muy buena acogida por parte de los fans, uno de los directivos de la compañía decidió destruir el resto de canciones inacabadas de la artista para evitar que se repitiera.
En cambio, casi siete años después, Cang ha decidido compartir la canción en internet. "Le he estado dando vueltas durante mucho tiempo. Me topé de nuevo con la canción la semana pasada y pensé: lo voy a compartir para que la gente la escuche", ha concluido Cang.
Si descubriera, de algún modo fortuito, que has desaparecido para no volver jamás… Si leyera en la contraportada de un diario, digamos, sostenido por un vecino en el vagón del metro, que en la intersección de esta avenida y esa calle (de cosas así están repletos los periódicos) un hombre apresurado, que resultaras ser tú, hubiera muerto atropellado hoy a mediodía, no rompería a llorar –no podría romper a llorar, ni retorcerme las manos en un sitio así–, no haría sino ver pasar las luces de la estación con un interés más vivo reflejado en mi cara; o levantaría la vista y leería con aún más interés dónde guardar las pieles y cómo cuidarse el pelo.
Recorrido de cantinas, un atractivo del Festival José Alfredo Jiménez
Dolores Hidalgo ha tomado fuerza en el ámbito turístico gracias a la imagen y obra del cantautor.
26 DE NOVIEMBRE DE 2016
Dolores Hidalgo, Gto., 26 Nov (Notimex).- El recorrido de las cantinas en este municipio, sigue siendo uno de los atractivos del Festival Internacional José Alfredo Jiménez, donde los visitantes conocen anécdotas del desaparecido y prolífico compositor.
El público abarrota los recintos populares para escuchar canciones como “Un mundo raro” y “Amanecí en tus brazos”, así como anécdotas de la vida de José Alfredo.
“Las cantinas más frecuentadas por José Alfredo, fueron –El Incendio-, -El Tinaco- y -La Hiedra-, donde escribió algunas letras; él llegaba y saludaba a sus amigos, para luego sumergirse en la inspiración y sentir la música en el corazón, porque él nunca tocó algún instrumento”, afirmó Hermenegildo Hernández, de 60 años de edad, quien conoció al compositor.
Al sabor de un tequila o mezcal, los visitantes escuchan temas como: “Amarga navidad”, “Ando volando bajo”, “Caminos de Guanajuato”, y “Cielo rojo”, para luego afirmar que José Alfredo no ha muerto:
“Él sigue aquí en su Dolores Hidalgo, muchos lo sentimos en las calles, parques y jardínes, otros lo han visto caminar por los callejones, porque él nunca se ha ido”, detalló el señor Rubén Muñoz, quien aseguró que con las canciones de José Alfredo enamoró a su esposa y tiene una familia “josealfredista” de corazón.
La entrada y salida de los recintos populares es constante, lo que celebran lugareños que venden antojitos típicos como esquites, bebidas calientes como café y atole, así como los tradicionales tamales y buñuelos.
El séptimo Festival Internacional José Alfredo Jiménez se ha convertido en una tradición, que incluso los habitantes de Dolores Hidalgo afirman que este municipio es más visitado por el turismo que desea saber sobre la vida del cantautor, que por ser la cuna de la Independencia de México.
“El éxito del festival es tan grande que tan sólo el Museo José Alfredo Jiménez, en ocho años de haberse fundado en lo que fuera la casa de sus padres, ha recibido la visita de ciudadanos extranjeros de los cinco continentes, lo que consolida al recinto como el principal detonador de turismo de Dolores Hidalgo”, aseguró el director del museo, José Guillermo Azanza.
Abundó que incluso la Universidad Autónoma Metropolitana invitó en 2015 a las autoridades del museo al encuentro de Empresas Culturales Creativas por ser la casa de cultura más visitada del país.
“Difícil porque está la Casa Azul de Frida Kalho y otras igual de importantes”.
El director del museo afirmó que José Alfredo ha logrado traspasar fronteras y llegar a las nuevas generaciones: “Es tan poderosa la imagen y memoria de José Alfredo, que Dolores ha recobrado personalidad a través de él y su obra”.
Por último, José Guillermo Azanza subrayó que después de conocer el Museo José Alfredo Jiménez y las siete cantinas que el compositor visitó en vida, los turistas descubren que hay otros atractivos como la Casa de las Visitas, la Casa de Mariano Abasolo, el Museo Casa de Hidalgo y el Museo de la Independencia.
Así como el Museo del Bicentenario, la Parroquía de Talavera, la Parroquía de la Asunción, el Templo de la Tercera Orden, el Templo del Señor del Llanito, la Plaza Principal o Jardín del Grande Hidalgo.