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Marta Sanz gana el premio Herralde con ‘Farándula’

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Marta Sanz gana el premio Herralde 

con ‘Farándula’

La novela es "borde con el diagnóstico social, con ese 'buenismo', con ese discurso que nos quiere hacer ver la crisis como una oportunidad", asegura la autora


CARLES GELI
Barcelona 2 NOV 2015 - 10:11 COT




Marta Sanz, ganadora del premio Herrralde. CLAUDIO ÁLVAREZ

Ante el silencio clamoroso durante los últimos años en España de los intelectuales, el mundo del cine y del espectáculo se erigió en portavoz de la cultura y las clases desfavorecidas frente a las injusticias del sistema camufladas tras la crisis. Pero ¿hasta qué punto en muchos casos eran sinceras y no se acabaron convirtiendo en estrategias de promoción de los propios artistas? ¿Cuánto hubo o hay de impostura en todo ello? ¿Puede la cultura cambiar algo hoy? ¿Hasta qué punto las ingenuidades pueden ser perniciosas? Con la ironía no exenta de causticidad que caracteriza su obra literaria juega Marta Sanz con todo ello en Farándula, la obra con la que acaba de ganar en Barcelona el 33º premio Herralde de novela, dotado con 18.000 euros, que convoca la editorial Anagrama. También el mundo de la cultura y del arte, pero al servicio de un profesor universitario que revive en EEUU un pasado personal no muy feliz, está presente en El instante de peligro, segundo libro del escritor Miguel Ángel Hernández, que le ha valido para quedar finalista.
La retranca y la ironía son un arma habitual en la obra de Sanz (Madrid, 1964), como ya ha demostrado en algunas de sus novelas más reconocidas, como Un buen detective no se casa jamás o La lección de anatomía. En el caso de Farándula, el vehículo es un elenco de personajes que va desde una actriz ya veterana que va a visitar a una vieja y olvidada gloria del sector a una joven e impulsiva estrella emergente, pasando por un actor ganador de la prestigiosa Copa Volpi del Festival de Cine de Venecia. Un ictus, las representaciones de Eva al desnudo y la adhesión de todos ellos o no a un manifiesto político harán de catalitzador de una obra con la que Sanz, autora de la cuadra Anagrama desde que publicara su paródica con el género detectivesco Black, black, black (ahora ya lleva ahí cinco libros), logra su sexto galardón tras, entre otros, el del Ojo crítico 2001 (Los mejores tiempos) o el Tigre Juan, el Cálamo y el Estado Crítico (Daniela Astor y la caja negra).
De esa última obra, precisamente, es deudora la novela premiada. “Siempre recojo hilos sueltos de otras novelas y de Daniela Astor… me quedó el interés por ese mundo del espectáculo que se mueve entre lo frívolo y lo político, por esa supuesta banalidad de estos tiempos que ya forma parte de nosotros, esa perturbadora diferencia entre lo visto y lo pintado”, define la doctora en Filología y también crítica literaria del suplemento Babelia de este diario. Tiene interés en que no se malinterpreta el juego que propone en Farándula: “Uso la deformación y la risa para manifestar la indignación”, dice de una novela que no duda en calificar de divertida pero también de “borde”, pero no con quien la aborde: “Hay otras obras mías en las que soy más dura con el lector si se entiende borde por novela exigente; no, aquí lo soy con el diagnóstico social, con ese buenismo, con ese discurso que nos quiere hacer ver la crisis como una oportunidad o que casi concluye que uno se muere de cáncer porque no ha sido suficientemente positivo… Hay ingenuidades que son perniciosas y liman el sentido crítico de esta época”.




El ámbito del espectáculo le funciona a Sanz como “la mejor metáfora de un mundo, de una sociedad que hoy brilla por fuera pero que está hueca por dentro"

Farándula está estructurada a partir de las peripecias y retratos de un grupo de actores “muy reconocibles pero no identificables”, si bien sí cita a su admirada María Asquerino (“defiende que la voz de los actores ha de salir siempre desde abajo”) y a Angelina Jolie, George Clooney o Matt Damon… Ese mundo recoge “dos oxímoros: el amor incondicional y el odio gratuito, de linchar o disparar a un muñeco y que se confunde con la libertad de expresión en un contexto de esa falsa libertad tecnológica en la que creemos vivir, y la contradicción que es que son representantes de un glamur en un oficio que ha llegado a tener en España hasta un 90% de paro”. Un ambiente el del ámbito del espectáculo que para Sanz le funciona como “la mejor metáfora de un mundo, de una sociedad que brilla por fuera pero que está hueca por dentro”.
En ese escenario, Sanz refleja y denuncia un mundo cambiante, una sociedad con un modelo de actitud y comportamiento muy discutible gracias en buena parte también a lo tecnológico, un proceso que define como “una quiebra analógica, que nos hace ser obsoletos antes de tiempo y que conlleva a repensar palabras como gente, caridad, público, popular, respeto y éxito no sabemos bien hacia dónde”, enumera, colocándose en la estela de un Rafael Chirbes. "Sí quizá los intelectuales hemos perdido prestigio social porque no deberíamos haber estado mudos tanto tiempo y sobre según qué pero también hemos sido un pim.-pam-pum de odio y de resentimiento de mucha gente que tampoco se entiende".




Es una novela borde con el diagnóstico social, con ese 'buenismo', con ese discurso que nos quiere hacer ver la crisis como una oportunidad… Hay ingenuidades que son perniciosas y liman el sentido crítico de esta época

Cree también la escritora que Farándula no deja de “reflejar un instante de peligro”, utilizando el título de la obra finalista de Hernández (Murcia, 1977), conocedor también de Anagrama puesto que en ella publicó hace dos años su primera novela, Intento de escalada, asimismo galardonada (premio Ciudad de Alcalá). El profesor de Historia del Arte de la Universidad de Murcia utiliza su oficio y su notable carrera de ensayista para enmarcar el angustiante contexto vital del también profesor Martín Torres, que volverá a una universidad norteamericana donde impartió clases, un escenario que le abocará a un primer balance de urgencia de una vida aún joven pero que ya cuenta con demasiadas frustraciones en lo personal y lo profesional.
“He descubierto que la narrativa me permite un conocimiento del mundo y del arte con el que puedo ir más allá que en todos mis ensayos”, admite el autor, que fija su segunda novela como reverso con la que debutó en el género hace dos años tras dos libros de relatos y que venía marcada por la decepción. “Ahora se trata de un reencantamiento con la vida: qué queda latente de las ruinas del pasado de uno; hay reflexiones sobre el arte de los años 60 y la fotografía, pero impera una carga emocional, es más una novela de amor, a pesar de lo mal cargado que está el concepto”, define Hernández. El título está entresacado de la tesis de la Historia de Walter Benjamin, que venía a decir que uno articula el pasado no cómo ha sido sino como uno lo recuerda en un instante de peligro, en un momento relámpago. “Hay un instante que todo el pasado se puede perder o ganar para siempre; y aquí el protagonista, a través de las imágenes de una película antigua que ha de estudiar, rescata una parte del pasado y lo salva para hacer más habitable el presente”.


PREMIOS HERRALDE DE NOVELA


Marta Sanz / Faralaes y tarántulas

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Marta Sanz

Marta Sanz

Faralaes y tarántulas

La última novela de Marta Sanz es corrosiva de punta a cabo. Constituye un carrusel desasosegante y necesario


JOSÉ-CARLOS MAINER
11 DIC 2015 - 16:54 COT






La película Eva al desnudo (All About Eve, 1950) se alzó con buena parte de los oscars de aquel año. Entre ellos, los correspondientes al mejor guion adaptado y la mejor dirección, que recayeron en Joseph L. Mankiewicz, un admirable escritor que, desde Carta a tres esposas y La condesa descalzahasta La huella, supo explorar como nadie los oscuros territorios del disimulo y el rencor, la falsedad de la vida y el placer de la venganza. Esta película y la malevolencia de su creador están muy presentes en la última novela de Marta Sanz, Farándula, cuya trama habla —entre otras muchas cosas— de la preparación y el estreno de una adaptación teatral de aquel filme. En un relato anterior, Daniela Astor y la caja negra (2013), dos muchachas de 12 años soñaban el mundo bajo la impresión de las vidas de jóvenes actrices —cuerpos gloriosos y vidas erradas— de 1978: Susana Estrada y Sandra Mozarowski, Bárbara Rey o Amparo Muñoz. Pero aquí no hay lección moral tan explícita, ni la verdadera (y amarga) vida espera a nadie al otro lado de la ficción.
La farándula es, como dice la vieja Ana Urrutia, la espesa, “la síntesis de faralaes y tarántula”. El teatro (nos recuerda la autora en otro momento), ya deshechas las compañías de repertorio, sustituidos los salarios fijos por las comisiones de taquilla y el escalafón profesional por la arbitrariedad, es un reñidero de gatos y un semillero de odios. A un ritmo trepidante y nervioso, mediante flases-capítulos, Marta Sanz ha compuesto un certero friso de pobladores de ese mundo que agoniza pero todavía sobrevive. Unos son los actores que se han aventurado en la adaptación de Eva al desnudo: la ya veterana Valeria Falcón, que atisba el final de su carrera; la jovencísima e insustancial Natalia de Miguel (que lo mismo participa en un reality show que en una obra de prestigio) y su valedor (y luego marido), Lorenzo Lucas, escarmentado, pragmático y un punto cínico. Al otro lado de las candilejas, otros actores completan el reparto: la pareja compuesta por Mariana y Adolfo, que lo han hecho todo, que fueron actores reivindicativos y hoy intentan mirar los toros desde la barrera; Ana Urrutia, la actriz veteranísima a la que un ictus cerebral ha dejado en manos de todos; el matrimonio que forman la exquisita bróker Charlotte Saint-Clair y el actor de éxito mundial Daniel Valls, que, en el fondo, sabe muy bien que “es un débil mental”, como repite a menudo. Puede que esta última representación de quien alcanza la excelencia como actor, pero cuya naturaleza es simple y hasta brutal —tan fiel al pensamiento de Diderot acerca de los cómicos—, no sea el acierto mayor de este libro, aunque los lectores puedan reconocer allí —y seguramente les gustará— una visión muy satírica de quienes, sin más méritos que su vanidad y una idea elemental y aproximativa del mundo, se han convertido en iconos de la protesta contra todo.
No está mal, por supuesto, la presencia de esta dimensión de la farándula de hoy en una novela que es corrosiva de punta a cabo: desde que la abre un alucinado caleidoscopio de la Puerta del Sol (algo posterior a los indignados de 2011), que contemplamos con los ojos de Valeria cuando su tacón queda prisionero en una rejilla, hasta que se cierra el espectáculo con la misteriosa desaparición de Daniel Valls. Pero aquí y en algún otro lugar, el estilo vertiginoso, la rica fluencia verbal y la búsqueda denodada del sarcasmo se hacen demasiado mecánicos. La impresión de intensidad que se busca no suele conseguirse por acumulación, sino por el uso subrepticio del contraste y la variedad: por eso Cervantes era mejor que Quevedo. Pero debo reconocer que esa no es tacha mayor en esta buena novela. Cualquiera de sus pocos deméritos está rescatado por algunos otros momentos espléndidos: la captación de la intimidad doméstica de Adolfo y Mariana (cuando Lorenzo le lleva un dinero a su casa) es uno de ellos. Pero hay otros tres fragmentos, de los confiados al puro derroche verbal, que resultan antológicos: las reflexiones de otra actriz retirada, Mili, en el estreno de Eva al desnudo; el terrible monólogo vengador de Ana Urrutia, expulsada de casa de los Valls y vuelta al asilo, y la confesión final —escrita, no oral— de la misma Valeria Falcón en la que ha decidido “pensarme pensando dentro de otros” y que constituye el lúcido epílogo de un carrusel desasosegante e impiadoso. Esto es, necesario.
Farándula. Marta Sanz. Anagrama. Barcelona, 2015. 240 páginas. 17,90 euros.


Marta Sanz / “La lucidez es una navaja que se te clava en el ojo”

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Marta Sanz

Marta Sanz: “La lucidez es una navaja que se te clava en el ojo”

La novela es "borde con el diagnóstico social, con ese 'buenismo', con ese discurso que nos quiere hacer ver la crisis como una oportunidad", asegura la autora








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La escritora Marta Sanz en el patio de butacas del Teatro de la Comedia, en Madrid. CARLOS ROSILLO

"Como chupar un limón”. Así dice Marta Sanz (Madrid, 1967) que es leer su última novela, Farándula (Anagrama), una historia coral —con gala de los Goya incluida— en la que actrices olvidadas se cruzan con jóvenes llamados a comerse el mundo y con actores que se lo están comiendo. O el mundo a ellos. Escrita en un desatado tono satírico, la novela le ha valido el último Premio Herralde, pero su escritura, aclara, no ha sido tan feliz como aparenta ese tono.
PREGUNTA. En Daniela Astor y la caja negra, su anterior novela, la niña protagonista jugaba a ser actriz y en Farándula hay actrices de verdad. ¿Quería enfrentar imaginación y realidad?
RESPUESTA. Todos los libros que escribo salen de libros anteriores. Farándulasurge de las ideas que se recogen en el ensayo No tan incendiario y de ese leitmotiv de Daniela Astor que es la relación entre la realidad y sus representaciones. Ese tema me sigue preocupando porque creo que es una manera de hablar del papel que representa la cultura en nuestras vidas en un momento en el que estamos cambiando de modelo. Antes la marca de este país eran sus artistas y hoy es Inditex. Como en literatura la forma de decir las cosas son las cosas mismas, recurro a un código satírico.
P. ¿Por qué la sátira?
R. Porque me parecía la manera más eficaz de expresar mi disconformidad y mi incertidumbre. Llevamos años prestigiando un lenguaje literario anoréxico y me venía muy bien la exageración satírica. Intento que la lectura perturbe al lector.
P. En Farándula se dice que gustar (al público) es estar de acuerdo (con el sistema). ¿No hay otro camino para ser reconocido como artista?
R. También dice un personaje que la inteligencia es la capacidad de adaptación al medio. Yo me pregunto si las personas más inteligentes no serán aquellas capaces de hacerse preguntas que no se hace nadie porque damos por hecho que todo está bien.





¿Se puede ejercer la crítica desde dentro de un sistema que te está premiando y que está reconociendo económicamente tu trabajo? Esa es mi duda.

P. Si cambiamos actores por escritores, ¿la novela funcionaría?
R. Valdría para cualquier ámbito de la cultura. También me pregunto si eso que llamamos “escribir bien” no es una forma de “estar de acuerdo”. Por eso, como decía, busco un estilo que perturbe.
P. ¿El personaje de Daniel Valls estaba basado en Javier Bardem? Un actor de éxito internacional que firma un manifiesto político...
R. Tuve presente que la gente pensaría en Bardem, al que todo el mundo se le echó encima cuando criticó una actuación del Ejército israelí, pero también pensé en Willy Toledo y en Antonio Banderas. Lo que quería plantear es hasta qué punto, si eres una persona crítica, alcanzar el éxito no significa que estás haciendo algo mal, que estás siendo aceptado por el poder. Quise plantearme un problema de legitimidad: ¿quién puede criticar?, ¿se puede ejercer la crítica desde dentro de un sistema que te está premiando y que está reconociendo económicamente tu trabajo? Esa sigue siendo mi duda. Porque no sabes dónde está el límite entre ser connivente con las cosas que nos hacen desgraciados y hacer un voto de pobreza franciscano para reivindicar determinadas cosas.
P. Con esta novela usted ha ganado un premio, algo que se ha vuelto sospechoso. ¿No le produce ninguna contradicción?










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Marta Sanz. 


R. Todas las del mundo, pero yo estoy haciendo literatura desde dentro de la tripa del caballo, no desde los márgenes. Intento aprovechar mi relativa posición de centralidad para decir lo que quiero. En la medida en que puedes llegar a más lectores a través de tus libros y de tu discurso público, bienvenidos sean los premios. Y luego hay que tener en cuenta otra cosa que está muy mal vista porque estamos en un momento de prestigio de la pureza ideológica: todos tenemos que comer. 
P. Lo decía más bien por el propio mecanismo de los premios, por esa gente que se presenta anónima confiando en la limpieza del proceso. Usted ya publicaba en Anagrama.
R. Estoy segura de que los 562 ejemplares que llegaron al Herralde se leyeron. Es el momento que tienen las editoriales de leer cosas nuevas, pero también estoy convencida de que hay novelas que llegan directamente al jurado sin pasar por una criba previa. No soy ingenua y que nadie lo sea. También te digo que si yo entré en Anagrama fue porque me presenté al Premio Herralde con Black, black, black cuando no era autora de la casa. Llegué a pecho descubierto y a partir de ahí empecé a publicar con ellos.
P. ¿Los premios han dejado de descubrir nuevas voces?
R. Estoy segura de que los sellos que quieren seguir siendo literarios están buscando nuevas voces, pero no es fácil. Es un mito eso de que todo lo bueno se queda fuera. Lo sé porque durante años he sido lectora para editoriales.
P. ¿Siente que ha pasado su travesía del desierto? En 2006 fue finalista del Nadal y aquello parecía la consagración digamos popular de una autora de prestigio.
R. Lo que pasaba era que tú publicabas dos novelas y si en la tercera no habías vendido 15.000 ejemplares, no te quería nadie. Yo he pasado por eso.
P. ¿Después del Nadal?

R. Sí. Fue quedar finalista y no encontrar editor para la siguiente novela. Paradójico, ¿no? Me la pagaron varias editoriales pero nunca me la publicaron. Se titulaba Amour fou y me la acabó publicando una editorial de Miami que se llama La Pereza en el año 2014. Cuando crees que un premio te da cierta seguridad, pues no.





Fue quedar finalista del Nadal y no encontrar editor para la siguiente novela. Me la pagaron varias editoriales pero nunca me la publicaron.

P. ¿Ha resuelto sus dudas sobre quién puede criticar al sistema? ¿Qué espacio queda para el compromiso?
R. Es que somos muy cínicos como sociedad. Hay un compromiso tolerado y un compromiso no tolerado. El tolerado es el de las galas de beneficencia, que solo sirve para poner una tirita al sistema. El que participa se reviste del aura de la verdad y tiene una contrapartida publicitaria. El no tolerado depende de los callos que pises. Ese duele y hace que en Internet haya 200 anónimos insultándote.
P. ¿Tiene usted activada una alerta de Google?
R. Sí. ¿Por qué?
P. Las alertas salen en la novela.
R. No me acordaba. Supongo que la tengo por morbo y por la pequeña cuota de vanidad que todos tenemos. A veces te vas contenta a la cama y a veces te querrías morir. Los oficios artísticos o se sacralizan o se bufonizan. A los actores o se les coloca en un altar o se les tiran huevos. La libertad de expresión y la voz son un derecho fundamental en nuestras sociedades, pero hay que justificarse por tener voz cuando se lleva la contraria. Vivimos en un Occidente en el que hay muchas cosas que no se pueden decir.
P. ¿Qué es lo que no se puede decir?
R. Nada que agreda a la vanidad de la gente como gente; nada que cuestione el concepto de la patria española —fíjate lo que le ha pasado al pobre Fernando Trueba— ni lo “buenas” que son las glorias deportivas nacionales. No se puede hacer la crítica a los más vendidos ni decir que el cliente no siempre tiene la razón. No se puede hablar en términos de clase, ni ser agorero ni poner en tela de juicio la idea de libertad digital. No se puede decir que en Occidente se tortura. No se puede decir que el criterio cuantitativo es perverso a la hora de subvencionar el cine y que tal vez películas que se ven o verán muy poco son precisamente las que deberían ser subvencionadas.




En Occidente no se puede cuestionar la patria ni decir que se tortura. Puede reducirse tu 'target' hasta hacerte desaparecer

P. ¿Por ejemplo?
R. Pienso en la estupenda Techo y comida. Tampoco se puede decir que, bajo nuestra “democrática” manera de medir, hay dictaduras buenas y malas, o que se medicaliza el dolor de las personas para beneficiar a las farmacéuticas… Decir todas esas cosas te puede convertir en una persona muy antipática y reducir ostensiblemente tu target cultural hasta hacerte desaparecer del mapa.
P. ¿Tiene miedo de que le pase?
R. Es un riesgo, pero los libros que me interesa escribir son los que hacen visible la ideología invisible, esa que tenemos naturalizada, las creencias, los valores que ya no nos cuestionamos. No es verdad que los libros, leer, saber cómo funciona el mundo te haga feliz. La lucidez es una navaja que, como la de Buñuel, se te clava en el ojo. A lo mejor luego sirve para reparar un daño, pero de momento duele.
EL PAÍS



PREMIOS HERRALDE DE NOVELA


Juan Francisco Ferré / Historia del ídolo caído

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Juan Francisco Ferré

Historia del ídolo caído

'Karnaval’, novela ganadora del Premio Herralde 2012, se transforma en teatro sobre los límites de la moral


SERGIO C. FANJUL
Madrid 25 FEB 2016 - 03:47 COT



En 2011 una trabajadora inmigrante guineana acusó a Dominique Strauss-Kahn (DSK), entonces presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), de atacarla sexualmente en una habitación de hotel en Nueva York, mientras ella cumplía su labor como camarera. DSK perdió su cargo, su candidatura a las primarias socialistas francesas (podría haber sido presidente de la República) y acabó por pagar una indemnización millonaria a la mujer.
Inspirado en el caso, Juan Francisco Ferré escribió la novela Karnaval (Anagrama), donde un trasunto de DSK es protagonista, con la que ganó el premio Herralde en 2012. Ahora, convertida en la obra Dios K por obra y gracia de Antonio Rojano, dramaturgo, y Víctor Velasco, director, se puede ver en la sala Cineteca de Matadero hasta el 20 de marzo.
“Pretendemos recrear un juicio público a DSK y tratar varios temas contemporáneos como son la objetualización, el abuso de poder, la arrogancia, o la dinámica del éxito y el fracaso”, dice Velasco. También, tanto la novela como la obra, podrían ser metáfora de un desenmascaramiento de la socialdemocracia: DSK provenía del Partido Socialista francés y no solo dirigía una organización netamente neoliberal como es el FMI, sino que abusó de una mujer, trabajadora, inmigrante y perteneciente a una minoría étnica. Es decir, lo contrario de lo que, en puridad, debería ser un hombre de izquierdas. Así que Dios K trata de una crisis, pero no solo económica y política, sino también moral. Todo eso lo despliegan sobre el escenario los actores Alberto Jiménez, en el papel del Dios K,y Mona Jiménez, que interpreta a siete diferentes personajes que nos van guiando por la obra.
El texto dramático se gestó en un taller que Ferré impartió en el Festival Fringe hace dos años, en el que varios autores teatrales se reunieron para adaptar Karnaval. “Rojano fue el que mejor supo ver lo teatral que había en la novela”, dice el escritor. El año pasado se presentó en el mismo festival un avance de lo que sería el montaje que ahora, por fin, se podrá ver en la Sala Cineteca de Matadero.
“La obra de Ferré es brutalmente contemporánea y explota al máximo los límites de la narrativa actual”, dice Rojano. “En la obra de teatro no se trataba tanto de adaptar la novela como de buscar los límites de lo teatral”. Tampoco es documental, sino que transita en la difusa frontera entre lo real y lo imaginario. Por ejemplo, en ella, como en el libro, aparece un falso documental en el que diferentes personalidades globales como Chomsky, Zizek o Lady Gaga opinan sobre el caso DSK. “En el fondo es una tragedia griega clásica”, dice el dramaturgo. “Un hombre poderoso que por el azar o los impulsos pasionales tropieza y cae en la desgracia”.
El autor de la novela, cosa no tan común, se declara conforme con el resultado. “La obra consigue lo que novela también pretende: ser una máquina de guerra que pone en cuestión la realidad económica, política, mediática y cultural”, afirma Ferré.
La sala Cineteca de Matadero, por cierto, se estrena con esta obra como sala regular de teatro. “Somos el único teatro público de España que tiene cinco salas simultáneas en funcionamiento, y sin gastar más dinero”, se felicita Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del Teatro Español, institución que la incluye en su programación.

Leonard Cohen / Maldiciones envenenadas de arcoíris

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Leonard Cohen

Leonard


Cohen 
MALDICIONES ENVENENADAS DE ARCOÍRIS

Leonard Cohen en 10 citas y versos

En canciones, entrevistas y poemas, el artista canadiense deja una profunda huella en la cultura popular


EL PAÍS
12 NOV 2016 - 09:10 CST

Más de cinco décadas de carrera, una veintena de discos y otra decena de libros de poemas. Poeta, mundano, místico, lorquiano, estoico, canalla, sátiro, Leonard Cohen deja un reguero de citas y versos memorables. 

"Actúa de la manera en la que te gustaría ser y pronto serás de la manera en la que actúas"

“Con el poder mantenemos una relación ambigua: sabemos que si no existiera autoridad nos comeríamos unos a otros, pero nos gusta pensar que, si no existieran los gobiernos, los hombres se abrazarían"
“…No puedo entender por qué mi brazo no es un árbol de lilo”
"El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males"
"...hasta la maldición está envenenada de arcoíris".
"Aunque estoy convencido de que nada cambia, para mí es importante actuar como si no lo supiera"
"Los niños muestran sus cicatrices como medallas. Los amantes las usan como secretos que revelar. Una cicatriz es lo que sucede cuando la palabra se hace carne"
“No me considero un pesimista. Creo que un pesimista es alguien que está esperando que llueva. Y yo me siento empapado hasta los huesos”
“El último refugio del insomne es un sentimiento de superioridad hacia el mundo que duerme”

Triunfo Arciniegas / El Superburro

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Triunfo Arciniegas

BIOGRAFÍA

ELSUPERBURRO

E

ra un burro muy querido porque arrojaba por detrás suficientes monedas de oro para mantener contento a su dueño, que vivía como un rey. Durante dos o tres años nada ni nadie perturbó la paz de esta fábrica de cuatro patas. Al fondo de la casa, en un cobertizo limpio y bien iluminado, sin moscas ni curiosos, se apartaba cada mañana del montoncito de monedas y seguía devorando su desayuno de hierba fresca.

Pero el día que dejó de arrojar monedas se encontró en un aprieto. Pujó y pujó y nada consiguió. Soportó varias palizas.

-Te doy tres días de plazo -dijo el amo, y le enseñó el cuchillo recién afilado.

El burro trotó, meditó, ayunó, y las monedas nunca aparecieron. Vencido el plazo, escapó porque sabía el final de la gallina de los huevos de oro. Desde entonces fue un burro pobre y desdichado que comía lo que encontraba y dormía en cualquier parte.

Se encontró con un perro que ya no espantaba a los ladrones porque casi no oía ni veía, y con un gallo que ya no cantaba por las mañanas porque se quedaba dormido. También habían huido para salvar el pellejo. El burro les contó que pensaba estudiar para ser algo en la vida y los otros casi se mueren de risa.

-Tú eres un burro, ¿no te has dado cuenta? -le dijeron.

El burro, como era tan burro, no supo responder.

Nunca le creyeron el cuento de las monedas de oro. Sólo le pidieron que dejara caer al menos una para comprar un hueso y una libra de maíz. El burro se esforzó y al final sólo hizo lo que hacen todos los burros.

Cuando le propusieron integrar una banda, reconoció que era un burro para la música. Entonces se armaron de palos y piedras para otra clase de banda, pero se acobardó a última hora. Sólo le quedaba un camino.

Se acercó a la escuela con pena porque estaba grande. Se entrevistó con el director, un anciano de anteojos verdes que le contó que el año anterior recibieron una vaca loca que repartía leche para aprobar las materias y enseñó a fumar a todo el mundo. El burro explicó que era un burro sano y de buena familia y el director le creyó. Le regaló un cuaderno y un lápiz y lo matriculó para el primer grado.

Era el más grande de la clase y el más burro. La maestra, que no le tuvo consideración, le tiraba las orejas cada vez que se equivocaba. Orejón, le gritaban en los recreos. Ya casi arrastraba las orejas. No sabía sumar ni restar, pues jamás aprendió a contar las monedas, tenía mala letra y peor ortografía. Ni siquiera pudo memorizar los primeros versos del poema de los marineros que besan una mujer en cada puerto y al final se acuestan con la muerte en el fondo del mar. En la cancha de fútbol daba más patadas que pelotazos y con el trompo era más peligroso que un cañón. Nadie lo quería. Arrinconado y solitario, cada día más burro y más orejón, se le escurrían las lágrimas. Aparte de los problemas escolares, se le encimaba el problema de cargar las orejas.

Una mañana padeció un repentino ataque de sabiduría: no volvió a la escuela y se dedicó al cuidado de las orejas. Las cepillaba tres veces al día con cierta vanidad. Las movía como un remolino, como las aspas de un ventilador, como un helicóptero, y así se entretenía. Una señora lo contrató para que la refrescara durante la siesta. El burro aprendió a graduar la intensidad del viento según el deseo del cliente. Las señoras decían: "échame un viento". El burro hizo algunos ahorros y cierta fama con el asunto de los vientos. También lo contrataron para secar ropas y elevar cometas.

Practicaba como un burro. Una mañana aceleró tanto el movimiento de las orejas que el burro se elevó. Se elevó y se elevó, primero con susto y luego con regocijo, y desde entonces la vida se volvió muy divertida. Trabajó un tiempo refrescando a unos trapecistas, pero no quiso abandonar el país cuando el circo terminó la temporada. Compuso semáforos y limpió ventanas de edificios. Dormía donde las águilas se atreven y comía con las familias más ricas. Todo el mundo lo invitaba a la casa para que contara sus hazañas: bajó un gato de un árbol, rescató una loca que se quería tirar de un décimo piso, localizó un avión extraviado en las montañas.

Era un burro muy querido.

Se hizo amigo de Superman. Era el Superburro. El héroe de los niños, de las viejas, de todas las mujeres. Después, de todo el mundo. Los periódicos contaban cada día una nueva hazaña. Cuando pasaba, la gente se quedaba con la boca abierta. ‘‘Es un pájaro’’, gritaban. ‘‘No, es Superman’’, gritaban enloquecidos. ‘‘No, es Superburro’’, gritaban y se abrazaban de tanta dicha. De su vida se hablaba en las revistas de vanidades. Le inventaban romances, le atribuían frases ingeniosas y hasta milagros que el burro no sabía explicar. Apenas enseñaba el ejército de muelas y pedía que lo dejaran en paz.

Por los numerosos servicios a la comunidad y en presencia de los quince ministros y las cámaras de la televisión, el presidente de la república lo condecoró con la Cruz de Boyacá en el grado de Comendador, su más alta expresión. El Superburro voló con la cruz colgada del pescuezo, y el resplandor le pareció al presidente una metáfora de la prosperidad del país. La televisión siguió de cerca y con gran despliegue las proezas del Gran Comendador. Alguna vez tuvo que demorar un rescate porque los camarógrafos no habían llegado. La cruz relucía tanto que a veces echaba a perder la grabación y el Superburro se debía someter a la penosa tarea de repetir los hechos: la vieja volvía a las llamas, el suicida otra vez a la ventana y el tren a los rieles. La cosa no siempre resultaba al segundo intento: una vieja menos, un hombre menos, un tren menos. El día menos pensado la cruz se engarzó en un árbol y el Superburro estuvo a punto de ahorcarse. El país se divirtió con la imagen del burro morado. Sería difunto ahora si el mismo gato que había tratado de salvar no revienta la cuerda de la cruz con sus garras. 

El Superburro voló al palacio y devolvió con cierto enojo la condecoración. El presidente le ofreció disculpas y reconoció que no era el único al que le había traído mala suerte. Un ministro recién condecorado había muerto con una espina atravesada en la garganta, una prestigiosa decoradora de interiores se quebró una pierna jugando tángara y un venerable pintor de gordas perdió cuarenta y tres pinturas en un incendio. El Superburro le recomendó al presidente que en el futuro fuese más cuidadoso. Se tomaron una copa, se dieron un abrazo y el burro salió por la ventana. Los periódicos madrugaron a publicar la foto de los ejemplares más famosos del país, abrazados, sonrientes de oreja a oreja. El burro era más popular que los futbolistas y los cantantes de moda.

Alguien lo convenció de que se lanzara como candidato a la presidencia. El burro, que seguía siendo burro, aceptó. Fue una victoria fácil, aplastante. La gente estaba enloquecida.

El 7 de agosto lo envolvieron en el pabellón nacional y lo declararon presidente de la república.

Ahí empieza otra historia que es preferible no contar.

Leonard Cohen / Elegante y libre

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Leonard Cohen según SCIAMMARELLA

Leonard


Cohen


Elegante 

y libre




ALBERTO MANZANO
12 NOV 2016 - 06:13 CST

Conocí a Leonard Cohen con su famosa gabardina azul y un sombrero gris de ala ancha —no fue en Casablanca, aunque si hubiera nacido 30 años antes, estoy convencido de que hubiera dicho: "Vuelve a tocarla, Sam"—. Ella habría sido Marianne, la mujer de su juventud y de su casa en Hydra, la musa rubia nórdica que le dio su profundo amor, sin pedir nada a cambio.
Cohen pasó ante mí con paso lento y se detuvo frente a una catedral gótica cuyas agujas se pierden en las alturas —aunque prefiere el románico: “Es más bajo, está más cerca del corazón” me dijo—. Fue en Barcelona, el 17 de noviembre de 1980. Entré en el Hotel Colón, donde el poeta se alojaba, y puse en sus manos un cargamento de libros que había escrito y traducido sobre su obra, algunos, autoeditados, en máquina ciclostil, o fotocopias, que vendía en la calle, en Las Ramblas, a la salida de conciertos y dejaba en depósito en algunas librerías.
Entonces, clavándome la mirada, me dijo: “Te invito a comer, ¿quieres acompañarme?”. Por supuesto, no probé bocado. Una gitana se acercó a nuestra mesa pidiendo limosna, y Leonard le dio unas monedas —un turista norteamericano, sentado a unas mesas de distancia, le increpó diciendo que no tendría que haberlo hecho, que era mala gente y solo se aprovechaban de la compasión que despertaban en los turistas, a lo que Leonard respondió que era su dinero y hacía con él lo que quería.
Después de un par de copas y chisposa charla, nos fuimos a la prueba de sonido que tenía que hacer en el Palacio de Deportes, donde esa noche daba un concierto de presentación de su disco Recent Songs. En los camerinos, acordamos vernos al día siguiente para desayunar. Cuando nos despedíamos, ante mi asombro, me invitó a subir al autobús de gira, camino de Toulouse, donde ofrecía su siguiente concierto.
Un mes después, ya estaba plantado frente a la puerta de su casa en la isla griega de Hydra, donde el bardo canadiense estaba pasando las navidades con sus hijos, Adam y Lorca, que tenían ocho y seis años respectivamente. Me recibió en bata, barba de varios días y el rostro demacrado por la fiebre y el ayuno —estaba pasando una fuerte gripe tras el esfuerzo de la recta final de la gira—.
Lorca fue a buscarme una botella de coñac a la nevera y Adam me dedicó un dibujo con naves espaciales. Yo le había llevado unas barras de turrón duro, de almendra, y un disco de Paco de Lucía, en el que nuestro genial guitarrista interpretaba temas de García Lorca. Leonard puso el vinilo en su tocadiscos monoaural, y después de escuchar varios cortes, me dijo: “Pero, Alberto, ¿dónde está el cantante?”. Ignoraba que Lorca también había hecho arreglos musicales para piano basados en el repertorio popular español, ante cuyo descubrimiento exclamó: “¡Bravo, Lorca!”.
En 1984 me envió su nuevo libro, Book of Mercy, para que lo tradujera, diciéndome que estaría de gira al año siguiente para presentar su álbum Various Positions. Me faltó tiempo para llegar a Milán con el fin de consultarle algunas dudas que me habían surgido en la traducción —siempre utilizábamos este método—.
Unos días después, estábamos sentados en las escaleras de una ciudad costera española bajo el denso silencio nocturno de una fresca brisa. Me dio el título para un poema que quería que yo escribiera: “Para los que no pueden hablar”, con estas palabras: “Alberto, tú y yo no necesitamos hablar. Nuestros corazones hablan por nosotros”.
Le vi dormirse en el suelo con sus botas camperas como almohada, con un machete encintado bajo su calcetín.
Leonard es humilde, elegante y libre. Camina rápido y habla despacio. Dice lo que piensa y mañana te dirá otra cosa. He visto sus serenos ojos verdes perseguir a las mujeres, sus rodillas rotas por la meditación. Está enamorado del espíritu de Juana de Arco, y encendió una vela a María Magdalena —“nadie se acuerda de ella”, me confesó—. Es un hombre del pasado, que vive el presente, contemplando el futuro. Leonard, el poeta sagrado de nuestra generación. El maestro del lenguaje interior. El profeta del corazón. O, como dijo Santiago Auserón, “el cantor del fuego sagrado”.

Leonard Cohen / Miles

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Leonrd Cohen / “Me gusta vivir en la carretera, es mucho más fácil que la vida civil”

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Leonard Cohen
Madrid, 2012
Leonard Cohen

 “Me gusta vivir en la carretera, es mucho más fácil que la vida civil”

El músico estrena su nuevo álbum el 23 de septiembre, dos días después de su 80 cumpleaños


PATRICIA TUBELLA
Londres 17 SEP 2014 - 08:59 CEST



El viejo trovador no ha perdido todavía las ganas de enhebrar sus versos en una colección de canciones que siguen susurrando decepciones amorosas o la fealdad del mundo pasado y presente, aunque tampoco falten sus aleluyas. “La fiesta ha terminado pero he aterrizado sobre los pies y me quedaré en este rincón donde solía haber una calle”, canta el resistente Leonard Cohen (Montreal, 1934) en uno de los nueve temas de su último álbum, Popular problems, que estrenará el 23 de septiembre, justo dos días después de su 80 cumpleaños.
Con un físico enjuto al que da cuerpo esa voz grave e inconfundible, traje oscuro y su inseparable sombrero Fedora, esta vez en mano para presentar en Londres su trabajo de estudio número 13, el cantautor canadiense ha querido compartir todos los honores con el compositor y productor Patrick Leonard, artífice de éxitos de Madonna, Elton John o Bryan Ferry. “Conseguimos llegar aquí con bastante rapidez”, subraya sobre esa colaboración en la casi totalidad del disco que sale a la luz menos de tres años después de su celebrado Old Ideas, y señala un momento prolífico para los parámetros habituales de Cohen (en las anteriores dos décadas sólo publicó cuatro álbumes de estudio).








Y eso que él sigue insistiendo en que “no es porque sea viejo, a mí siempre me ha gustado lento”, como recuerda en su tema Slow cuyos aromas de blues arropan algunas de las letras de Cohen, junto al recurso ecléctico a otros estilos y con especial querencia por el country. “Esa es nuestra música popular y yo no pretendo reinventar la rueda”, ha subrayado sobre la sólo aparente sencillez musical del impecable Popular problems en el que el artista vuelve a reservar espacio a su desencanto con el amor –sin renegar de sus gozos- y con el mundo en general, si bien en este disco sorprenden las reiteradas alusiones a las miserias de la guerra y las víctimas de la venalidad política.

¿Un disco político? “Por supuesto que mis canciones reflejan el mundo en que vivimos, pero a lo largo de los años he intentado fijar una posición política que nadie pueda descifrar”, ha respondido con su acerada ironía, la misma a la que ha recurrido para explicar cómo celebrará su condición de octogenario: “Fumando un cigarro”. En un tono más serio, ha eludido opinar sobre el inminente referéndum en Escocia o las demandas separatistas desde Cataluña, más allá de “asumir que desde ambos lados se trabaja con las mejores intenciones”, aunque acabara apostillando que “la gente intenta que sus vidas sean significativas, está comprometida en la lucha por el respeto propio”.
Cohen sólo quiere hablar de seres humanos a través de unas canciones que, con el apoyo vocal femenino inseparable de su sonido, se preguntan si “alguna vez te amé” (Did I ever love you) o destilan la letanía del horror pero también un humor mordaz (“Están la tortura, el asesinato y mis malas críticas”) y el optimismo del superviviente en la vigorosa You got me singning, donde recupera el aleluya. “Es una palabra maravillosa y rica en resonancias”, ha explicado en su comparecencia londinense, “que canto como ha hecho la gente durante miles de años porque procura energía frente a las catástrofes”. El tono casi litúrgico de un órgano le acompaña en el triste homenaje a la ciudad del sur americano arrasada por un huracán ante la pasividad de los políticos (Sansón en Nueva Orleans), y la voz de una mujer árabe cantando un saludo de paz se inmiscuye en el panorama posbélico retratado en Nevermind.







Leonard Cohen recuerda también sus raíces judías al encarar con aires de gospel la huida y exilio de uno de los esclavo del antiguo Egipto (Nacido encadenado). Esa referencia es importante para el artista: “Crecí en una familia que cumplía con la Torá, y esos valores son hoy esenciales para mi supervivencia”, ha subrayado.
Todavía no hay anunciada gira para presentar este nuevo trabajo, pero a pesar de su edad Cohen ha remachado que “me gusta vivir en la carretera, es mucho más fácil que la vida civil”. La ironía hasta el final de un hombre elegante que no ha querido desentrañar las razones del título de su álbum, en español “Problemas Populares”, pero sí ha sugerido bromeando que el próximo podría versar sobre “soluciones impopulares”.

Leonard Cohen / Cómo decir poesía

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Leonard Cohen
CÓMO DECIR POESÍA

Por ejemplo la palabra mariposa. Para usar esta palabra no hace falta aligerar la voz, ni dotarla de pequeñas alas empolvadas, ni inventar un día soleado o un campo de narcisos, ni estar enamorado, ni estar enamorado de las mariposas. La palabra mariposa no es una mariposa de verdad. Está la palabra y está la mariposa. La gente tendrá todo el derecho a reírse de ti si confundes estos dos conceptos. No le des tanta importancia a la palabra. ¿Qué quieres transmitir, que amas a las mariposas con más perfección que nadie o que entiendes realmente su naturaleza? La palabra mariposa no es más que un dato. No te da pie a revolotear, elevarte, proteger las flores, simbolizar la belleza y la fragilidad o interpretar de alguna forma a una mariposa. No representes las palabras. No representes nunca las palabras. No intentes nunca despegar del suelo cuando hables de volar, ni gires la cabeza y cierres los ojos cuando hables de la muerte. No me mires con ojos ardientes cuando hables del amor. Si quieres impresionarme al hablar del amor, métete la mano en el bolsillo o debajo del vestido y acaríciate. Si tu ambición y tu hambre de aplausos te ha llevado a hablar del amor, debes aprender a hacerlo sin desacreditarte a ti mismo ni lo que dices. ¿Que expresión podría definir nuestra época? Nuestra época no tolera expresión alguna. Todos hemos visto fotografías de madres asiáticas desoladas, así que no nos interesa la agonía de tus órganos achacosos. Nada de lo que puedas expresar con tu cara tiene parangón con el horror de nuestro tiempo. No lo intentes siquiera. Sólo merecerías el desprecio de los que han sido tocados en lo más hondo. Todos hemos visto telediarios con seres humanos embargados por el dolor y la desazón. Todos sabemos que comes como Dios manda y que hasta te pagan para que te subas a un escenario. Estas tocando para gente que ha vivido catástrofes, así que tranquilízate. Di las palabras, transmite los datos y hazte a un lado. Todos sabemos que sufres. No puedes contarle al público todo lo que sabes del amor en cada verso de amor que digas. Hazte a un lado: la gente sabrá lo que tú sabes porque ya lo sabía. No tienes nada que enseñarles. No eres más hermoso que ellos. Ni más sabio. No les grites. No fuerces una entrada en seco. Eso es sexo mal practicado. Si muestras el contorno de tus genitales, entrega lo que prometes. Y recuerda que, en el fondo, la gente no quiere acróbatas en la cama. ¿Que necesitamos? Estar cerca del hombre natural, estar cerca de la mujer natural. No quieras ser un cantante venerado por un público numeroso y leal que desde siempre ha seguido los altibajos de tu carrera. Las bombas, lanzallamas y demás mierdas han destruido algo más que árboles y poblados. También han destruido los escenarios.



¿Acaso creías que tu profesión iba a escapar de la destrucción general? Ya no hay escenarios. Ya no hay candilejas. Estás entre la gente, por tanto sé modesto. Di las palabras, transmite los datos y hazte a un lado. Quédate sólo. Quédate en tu habitación. No montes un número. Se trata de un paisaje interior. Está dentro y es privado. Respeta la intimidad de tus textos pues fueron escritos en silencio. La valentía de la interpretación es decirlos. La disciplina de la interpretación es no violarlos. Deja que el público sienta tu amor por la intimidad aunque ésta no exista. Sé una buena puta. El poema no es un eslogan. No puede promocionarte. No puede fomentar tu reputación de sensible. No eres un semental. No eres un ladrón de corazones. Tanto gángster del amor y tanta tontería. Eres un estudiante de disciplina. No representes las palabras. Las palabras mueren cuando las representas, se marchitan, y no nos queda más que tu ambición. Di las palabras con la precisión exacta con que comprobarías la ropa de tu colada. No te conmuevas con una blusa de encaje. Unas braguitas no tienen por qué ponértela dura. No tiembles al ver una toalla. Las sábanas no han de dibujar una expresión de ensueño alrededor de tus ojos. No hace falta que llores en el pañuelo. Los calcetines no están ahí para evocarte extraños y lejanos viajes. No es más que tu colada. No es más que tu ropa. No seas un mirón escudriñando a través de ella. Limítate a llevarla puesta. El poema es mera información. Es la Constitución de la patria interna. Si lo declamas y lo hinchas con nobles intenciones, no eres mejor que esos políticos que tanto desprecias. No haces más que agitar una bandera y llamar patéticamente a la patriotería emocional. Piensa en las palabras como ciencia, no como arte. Son un informe. Es como si dieras una conferencia en la Federación de Montañismo. Las personas que te escuchan conocen todos los riesgos de la escalada, y te honran dando por sentado que lo sabes. Si se los pasas por la cara, estás insultando la hospitalidad que te ofrecen. Infórmales de la altitud de la montaña, describe el equipo que utilizaste, especifica el tipo de superficie y fija el tiempo que duró la escalada. No busques dejar al público boquiabierto. Si el público se queda boquiabierto, no será debido a tu apreciación de los hechos, sino a la suya. Tu mérito estará en la estadística y no en las inflexiones de tu voz ni en los ademanes enérgicos de tus manos. Estará en los datos y en la tranquila organización de tu presencia. Evita las florituras. No temas ser débil. No te avergüences de estar cansado. Tienes buen aspecto cuando estás cansado. Parece como si pudieras seguir y seguir sin parar. Y ahora ven a mis brazos. Eres la imagen de mi belleza.

DE OTROS MUNDOS

DRAGON

Leonard Cohen y Silvia Pérez Cruz / El pequeño vals vienés

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El pequeño vals vienés


JUAN CRUZ
12 NOV 2016 - 14:46 CST


Era un milagro. Su risa era la música, esa melancolía.
Ni una palabra se escucha de Lorca, ni una. Rasgueos de piano, suspiros de guitarra. El alma del poeta en algunos celajes de sus amigos, la anécdota de su vida, el drama.
Pero ni una palabra se le escucha en ninguna parte a Lorca. Él es música. Sus palabras son canciones.

Sílvia Pérez Cruz y Raúl Fernández / Pequeño Vals Vienés
El drama, la superstición, la magia; no hay en él una sola palabra que no sea surreal, metida adentro de la alcancía de recuerdos que, palabra por palabra, fueron verdad pero él los convirtió en misterio. Para hacer música.
Silvia Pérez Cruz

Es imprescindible tener en cuenta esa premisa (Lorca es música) para aprender de la inteligencia de esa canción, Pequeño vals vienés, que Leonard Cohen, a su vez, convirtió en un revuelo de palomas suaves y del que Sílvia Pérez Cruz, en español, es decir, en la música de Lorca propiamente dicha, hizo un poema salvaje, casi una herida.
Los dos, o los tres, se pusieron a dialogar con esa canción de Lorca, que es vals de principio a fin, y el resultado lo describió ayer en EL PAÍS la poeta española, de raíz de todas partes y finalmente catalana, en uno de los textos autobiográficos que más rinden cuentas, desde la poesía, desde la música y desde la vida, a Federico García Lorca, el poeta doliente que ríe.
Ese drama surrealista que hay en el pequeño vals vienés no es tan solo la crónica de un baile, que también lo es, sino que es en su puridad lingüística más esencial el abecedario del surrealismo que Lorca quiso: no hay una imagen, ni una sola, que no sea precisa, que no ensalce la narración de un sueño, el surrealismo vive ahí como un sueño de arquitecturas maravillosas, volando.
Lorca era esa canción, porque Lorca era música. Y hacían falta músicos (Lorca, Cohen, Sílvia) para aprehender esa sustancia. Ahora publica (EL PAÍS también, casualmente) un disco en el que Lorca es músico de nuevo, porque esa es su sustancia, no es otra. Su misma expresión es musical, cuando canta y cuando ríe.
Decía Brecht que había que cantar en los tiempos sombríos. Cuesta pensar, y decirlo, que en su momento más delicado y más extremo, y más inolvidable para los que después quedaron aquí, vivos, tras aquella guerra que nos sacó los ojos a los españoles viejos y a los españoles que no habíamos nacido, que Lorca tuviera un resquicio de risa en ninguna parte.
Le segaron la voz arteramente, y dejó tal reguero de música como reguero de sangre hubo tras él en el extranjero en el que se convirtió su vida, exiliado en la muerte, roto para el universo de vivir, vivo para el universo de ser misterio y hombre en otra parte, poeta.
Esa esencia musical, aérea, del Lorca más surrealista y más vital, más lorquiano,está en ese pequeño vals que Cohen acarició como si temiera romperlo. Y esa versión con la que se atrevió Sílvia Pérez Cruz, cuando apenas tenía la edad de Lorca, suspira por hacer redondas las esquinas de la vida que abandonó al poeta. Esos versos cantados son la expresión premonitoria que una joven así es capaz de hacer de la música rota de un hombre que en ese momento era surrealista para huir de la realidad, para hacerla aire, suspiro musical, silencio o baile.
Para que las palabras le dieran alcance, lo hicieran un ser vivo imaginándose un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha. Música de palomas y de soledad, de muerte y de coñac, habitantes de este vals de quebrada cintura.
Sólo ese poema, sólo esa música, bastaría para que hoy celebráramos en España, en la lengua española, lo que Cohen quiso decir en honor de Lorca; lo rescató de la tumba de los tristes, lo puso a bailar en el mundo. Y Silvia lo hizo otra vez de aquí, lo hizo gritar ante el mar rojo de la España rota, lo hizo revivir en el silencio oscuro de tu frente.
Ella es una chiquilla aún, los otros dos han muerto. Uno se fue sin querer, empujado a la nada hiriente por este país terrible; Cohen se fue en volandas de un disfraz que tiene cabeza de río. Y Silvia Pérez Cruz, esa estrella de agua, le dijo a los dos, gritando en una plaza donde ellos ya son música y tan solo, te quiero amor mío, amor mío, dejar violín y sepulcro, las cintas del vals.
Los dos, Leonard y Silvia, son Lorca bailando.


Silvia Pérez Cruz / ¿Bailas, príncipe?

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Leonard Cohen leyendo Peter Pan
con Adam y Lorca

¿Bailas, príncipe?

Desayuno un té y decido ponerme ese vals que tanto me ha cambiado. Siento que resuena en el mundo entero


SÍLVIA PÉREZ CRUZ
12 NOV 2016 - 06:42 CST

Querido Leonard, pensaba que era usted inmortal.
Recuerdo pocas muertes de artistas que me hayan dolido tanto y creado tanto vacío: Lola Flores, Chavela Vargas, Enrique Morente y ahora usted.
Llega al poder gente vacía y se nos van personas llenas, vivas y poderosas de verdades que nos hacen falta. Suerte que las canciones son inmortales y suerte que conozco niños capaces de pensar, sentir y ser en libertad.
Silvia Pérez Cruz



Hoy, 11 de noviembre, es una fecha importante para mí, simboliza el renacer, el volver a empezar a pesar de todo... Y me despierto con la noticia de su partida, me cuesta aceptarlo, se para el tiempo y llevo tarde a mi hija a la escuela. Después desayuno un té y decido ponerme ese vals que tanto me ha cambiado. Siento que resuena en el mundo entero. Pongo la versión de su gran amigo (otro maestro) don Enrique Morente y empiezo a recordar.
A su música la conocí relativamente hace poco, hace unos ocho años, pero lo suficiente como para cambiar mi oído. Estaba en Madrid y Raúl Fernández puso un disco suyo, como es normal en mí yo no lo conocía pero me di cuenta de que formaba parte de mi inconsciente musical y entendí a cuantos había influenciado e inspirado y desde ese momento, entre tantos también a mí. Pero fue unos cinco años más tarde (después de haberme acompañado durante varios viajes de carretera) que empecé a bailar contigo. Debía ser en el 2012 cuando mi amigo Álex Sánchez me regaló (entre otros) el disco de Omega y en uno de estos viajes largos a Portugal lo escuché y me volví loca, me volví viva de la mano de los tres reyes magos (Lorca, Morente y Cohen), escuché por primera vez tu vals pequeño y me entraron unas ganas enormes de cantarla hasta el infinito. Unos meses más tarde nos reuníamos con Raúl para decidir el repertorio del disco Granada y yo le dije que había unas canciones que tenía clarísimo que quería cantar: Hymne a l'amourAbril del 74Mercè y Pequeño vals vienés. Recuerdo que él (aunque amaba su canción) no quería hacerla porque ya existían muchas versiones y muy buenas, pero yo le dije que a mí me daba igual, que yo no quería hacerlo mejor que nadie simplemente necesitaba profundamente cantar esa canción, era una necesidad. Finalmente nos pusimos a trabajar con ella y nos encontramos con una canción realmente difícil, no por sus notas ni por sus armonías (que son muy orgánicas) sino porque era una lección vital, había que gestionar con la medida justa las emociones para no llegar a la meta en medio del camino, había que ser paciente y aguantar las ganas de gritar, no podíamos llorar antes de tiempo, no podíamos apresurar el viaje de las profundidades de los mares abisales a los cielos de los dioses. Este proceso de alquimia había que vivirlo paso a paso, usted dejaba un mapa con las instrucciones justas pero había que manejar la impaciencia de la eterna adolescencia. Había que contar cada una de las palabras de Lorca, no sobraba ni una, tenían entonces que poder ser cantadas (yo ya me sentía madura para entender a ese Lorca, antes no) y además sabíamos que el camino existía porque usted (con su paso firme e inamovible) y Morente (con los pies arraigados en el magma de la Tierra y los dedos tocando la vía láctea) lo habían caminado. Sin duda ese peso y ese poder no lo tenía, pero conseguí encontrar mi propio caminar en este viaje que nos habían regalado, y lo bailamos, y lo sigo bailando y lo pienso seguir bailando porque me hace viva, me empuja a ser valiente y me recuerda que no hay que tener prisa. Y que cada nota, cada palabra y cada silencio tiene su espacio.

Silvia Pérez Cruz
Este vals es un tesoro. Para mí ha sido un patrón para llegar a ser, por lo que dice, por el camino de transformación y limpieza que regala la melodía y porque si te dejas llevar y confías, te olvidas de tu cuerpo, se para el tiempo y eres nada, eres todo, eres feliz.
Eres inmortal.
Gracias Leonard Cohen,
Muchas gracias.
A thousand kisses deep...

Federico García Lorca / Leonard Cohen / Pequeño vals vienés

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Leonard Cohen - Take This Waltz


Federico García Lorca
PEQUEÑO VALS VIENÉS


En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.



Federico García Lorca / De otro modo

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Federico García Lorca
Ilustraciónn de Francisco Javier de La Torre
Federico García Lorca
DE OTRO MODO


La hoguera pone al campo de la tarde,
unas astas de ciervo enfurecido.
Todo el valle se tiende. Por sus lomos,
caracolea el vientecillo.

El aire cristaliza bajo el humo.
¿Ojo de gato triste y amarillo?.
Yo en mis ojos, paseo por las ramas.
Las ramas se pasean por el río.

Llegan mis cosas esenciales.
Son estribillos de estribillos.
Entre los juncos y la baja tarde,
¡qué raro que me llame Federico!



Federico García Lorca / Soneto de la dulce queja

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Federico García Lorca

Soneto de la dulce queja

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.





Federico García Lorca / Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

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Federico García Lorca
LLANTO POR IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS

LA COGIDA Y LA MUERTE

A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.

Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.

Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.

Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.

Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.

Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.

En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.

¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.

Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,

cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,

la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.

Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.

El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.

El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.

A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.

Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.

Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,

y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.


¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

*

LA SANGRE DERRAMADA

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par,
caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.

No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué gran serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.

¡Que no quiero verla!

Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.

¡Yo no quiero verla!

*


CUERPO PRESENTE

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos;
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

*


ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y monjes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.





Robert de Niro sobre Trump / “Me gustaría pegarle un puñetazo”

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Robert De NIRO
Robert de Niro sobre Trump: “Me gustaría pegarle un puñetazo”



El actor publica un durísimo ataque en vídeo contra el candidato republicano donde le llama "matón", "cerdo" y "estúpido"

EL PAÍS
8 OCT 2016 - 15:41 COT

La complicada situación en la que se encuentra la campaña del republicano Donald Trump este sábado, una de las mayores estrellas del cine ha salido a darle un puñetazo virtual en la cara. En las últimas 24 horas, una cascada de cargos republicanos ha pedido públicamente a Trump que renuncie a la candidatura tras la publicación de un vídeo donde el candidato habla de su manera de asaltar a las mujeres con una zafiedad nunca oída en televisión. En medio de esta debacle, Robert de Niro ha llamado a Trump “estúpido”, “gamberro”, “perro”, “timo”, “un idiota que no sabe de lo que está hablando ni le importa”.
De Niro, un icono del cine y uno de los rostros más populares del mundo, estaba grabando un vídeo para la campaña #voteyourfuture, donde una serie de personajes conocidos de Estados Unidos ofrecen a la gente razones para votar. Sus inclinaciones son obvias, pero en general los vídeos son apartidistas. De Niro decidió saltar a la yugular del candidato republicano y su vídeo está encendiendo redes y televisiones este sábado.
“Es tan obviamente estúpido, es un gamberro, un perro, es un cerdo, es una estafa, un idiota que no sabe de lo que habla, no hace sus deberes, no le importa; cree que está jugando con la sociedad; es un idiota, Colin Powell dijo que como mucho es un desastre nacional, es una vergüenza para este país, me cabrea tanto que este país ha llegado a este punto en el que este idiota, este esperpento haya acabado donde está”.
Durante un mitin en Las Vegas en la campaña de primarias, Trump dijo de un manifestante: “Me gustaría pegarle un puñetazo en la cara”. De Niro, el rostro cinematográfico del boxeador Jake la Motta en el clásico de Martin Scorsese, dice en su vídeo: “Me gustaría pegarle un puñetazo en la cara”.

Robert De Niro / “Ahora que Trump es presidente ya no puedo pegarle”

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Robert De Niro en Taxi-Driver

Robert De Niro: “Ahora que Trump es presidente ya no puedo pegarle”

El actor bromea en televisión con la posibilidad de utilizar su nacionalidad italiana y mudarse de país ahora que el republicano será el presidente de EE UU

EL PAÍS
Madrid 10 NOV 2016 - 10:55 COT


Robert de Niro acaparó los titulares a principios del mes de octubre por las duras palabras que dirigía en un vídeo contra el entonces candidato republicano a la presidencia Donald Trump. Además de llamarle "estúpido", "gamberro", "un timo", "cerdo", "idiota" y "un desastre nacional", el actor sentenciaba: “Me gustaría pegarle un puñetazo en la cara a él”. Ahora que el candidato republicano se ha convertido en el presidente electo de Estados Unidos, el intérprete ha vuelto a dirigirle unas palabras.



El día después de las elecciones, De Niro acudió al programa de televisión de Jimmy Kimmel, que le preguntó: "¿Todavía quieres pegarle un puñetazo en la cara a Donald Trump? Porque creo que si lo haces te arrestarán", le advirtió el presentador de la cadena norteamericana ABC. “Ahora que es presidente no puedo hacerlo. Y tengo que respetar su posición", respondió él. Y añadió: "Tengo que ver lo que va a hacer y cómo va a seguir adelante con ciertas cosas. Como acabamos de ver en muchas ciudades, hay mucha gente enfadada manifestándose”, dijo en referencia a las protestas que se han producido en varias ciudades de Estados Unidos contra la victoria del magnate en los comicios.




Durante el programa, De Niro, de 73 años, no quiso responder a si ahora Donald Trump va a estar vetado en los restaurantes que posee, como el japonés Nobu en Londres o el restaurante Locanda Verde en Nueva York. Además, bromeó con que ahora quizá tenga que aprovecharse de su nacionalidad italiana: “Probablemente me tenga que mudar ahí”.
De Niro no es el único que no está contento con el nombre de quien se convertirá en el presidente número 54 de Estados Unidos. Lo dejaba también claro tres días antes de las elecciones, cuando tras recibir el premio como mejor actor de comedia por The Comedian en los Hollywood Film Awards, dijo en su discurso de agradecimiento: "Permitidme que os diga una cosa: tenemos la oportunidad de evitar que la comedia se convierta en tragedia. Votad por Hillary el martes".


against Trump. Let Donald Trump know we are completely behind him, and may God give him the strength to continue his calling.

Las reacciones de los famosos en las redes sociales ante el resultado electoral no se hicieron esperar. Actores como Chris Evans, Sophie Turner, Amy Schumer, directores como Judd Apatow, Michael Moore o Adam McKay y las cantantes Lady Gaga, Ariana Grande, Madonna y una llorosa Miley Cyrus mostraron su enfado y decepción en las redes. Pero entre los famosos también hay otra cara,como el actor y director Clint Eastwood, que publicó su enhorabuena al presidente en su cuenta de Twitter. Quien también está contento es el intérprete Jon Voight. El padre de Angelina Jolie no solo se posicionó a favor de Trump durante la campaña y ahora le ha felicitado a través de su cuenta de Twitter, donde tiene 40.000 seguidores, sino que se enfrentó a través de la red social a su colega de profesión Robert de Niro por sus palabras contra Trump.

Robert De Niro / Empresario antes que actor

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De Niro, empresario antes que actor

Su proyecto hotelero en las islas Antigua y Barbuda levanta la polémica

TONI GARCÍA
Barcelona 10 MAR 2015 - 11:25 COT





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El actor Robert De Niro. CORDON PRESS

Hace tan solo unos días la web estadounidense The smoking gun publicó que el actor Robert De Niro debía al fisco más de 6 millones de euros, producto de impuestos no abonados por algunas de sus propiedades. Al día siguiente la revista Forbes afirmaba que la deuda ya había sido pagada, con un cheque por el total de la deuda. La publicación también metía baza en algo que es bien sabido en el mundo de los negocios: el actor es un empresario de primera división, y en la última década hay pocos casos en el universo del espectáculo con tal diversificación de intereses y tal índice de éxito.
Desde que abriera el Greenwich hotel, en el neoyorquino barrio de Tribeca, De Niro ha invertido en más de 30 restaurantes, una docena de edificios y un sinfín de empresas entre las que se incluyen las de su mujer, Grace Hightower, que con Coffees of Rwandaha logrado aunar beneficio y beneficencia y que ya goza de su propio imperio. Se calcula que el actor acumula unos activos de más de 200 millones de euros y no son pocos los que afirman que el único objetivo del intérprete al seguir haciendo películas es disponer de los fondos suficientes para seguir invirtiendo en su ciudad natal.
De Niro posee –entre otras muchas cosas- una parte del negocio de los Nobu, considerada la franquicia de restaurantes japoneses más importante del mundo (con establecimientos por todo el planeta); el Locanda verde, uno de los mejores restaurantes de Manhattan, y el Tribeca grill, un local donde se le puede ver a menudo y cuyas paredes aparecen cubiertas por recuerdos del actor. Además, ha inaugurado recientemente el penthouse del Greenwich, que alquila por la módica cantidad de 17.000 euros al día, y un hotel en Rihad, que forma parte de la expansión del mencionado Nobu (que abrió en Las vegas como parte del Caesar’s palace hace sólo unos meses).






Vista del salón del 'penthouse' de Robert De Niro, que alquila por 17.000 euros al día.


Pero De Niro no se frena ahí, aunque de momento descarta abrir nada en Europa (“Me queda demasiado lejos, pero nunca se sabe”, declaró recientemente a EL PAÍS). El protagonista de Casino o Toro salvaje ha decidido ahora dar un salto cualitativo al firmar un acuerdo por 230 millones de euros junto al inversor australiano James Packer para promocionar un complejo hotelero, el Paradise found, en las islas caribeñas de Antigua y Barbuda. El objetivo de dicho acuerdo no es sólo potenciar el enclave como destino turístico sino atraer dinero fresco, y si es hollywoodiense mejor que mejor. Se da la circunstancia de que las tierras donde está previsto instalar el complejo fueron en otros tiempos la casa del K-Club, un lugar de vacaciones conocido por las visitas de Lady Di.



Se calcula que acumula unos activos de más de 200 millones de euros

Sin embargo, y al contrario de lo que ha sucedido en el pasado, donde las iniciativas empresariales del intérprete han sido recibidas con entusiasmo (especialmente, en Tribeca, el barrio de Manhattan donde es considerado el responsable de la explosión popular de la zona) esta vez se ha encontrado con una negativa férrea: la oposición política del primer ministro (uno de los firmantes del acuerdo) afirma que ceder las tierras durante más de 200 años a inversores extranjeros (como especifica el contrato) es ilegal sin que el asunto se haya sometido a votación. También destacan que solo 200 de los 1.400 habitantes de las islas gemelas votaron a favor del proyecto y que no es base suficiente para un acuerdo que hipotecaría buena parte del territorio durante dos siglos.
El actor aún no se ha pronunciado, pero sea como fuere parece difícil que el acuerdo empresarial más importante de la carrera del intérprete se vaya a pique, aunque, como es bien conocido, la realidad a veces supera la ficción. 
EL PAÍS

Robert de Niro / Las seis cosas que deberías saber

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Robert De Niro
Taxi-Driver

Robert de Niro cumple 73: Las seis cosas que deberías saber

Repasamos las claves de la vida y la carrera del actor en el día de su cumpleaños


EL PAÍS
Madrid 17 AGO 2016 - 08:39 COT


Robert De Niro  en Taxi-Driver
Robert Anthony de Niro nació tal día como hoy hace 73 años en Nueva York, ciudad en la que prácticamente ha vivido toda su vida. Hijo de pintores y de descendencia italiana, hoy tiene más de un centenar de películas en su currículo, y se ha ganado el respeto de la crítica y de sus compañeros de profesión, como testifican sus dos Oscar, sus dos Globos de Oro y otras tantas nominaciones a los premios más prestigiosos de la industria del cine. Aprovechando la efeméride, estas son las seis curiosidades a saber de una de las estrellas de Hollywood más admiradas.

Martin Scorsese, director y amigo. A lo largo de los años, Robert De Niro y Martin Scorsese han trabajado una relación profesional y personal que les ha reportado grandes éxitos  con sus siete películas juntos. De hecho, su segundo Oscar le llegó en 1980 con su papel de Jake LaMotta en el drama de Scorsese Toro Salvaje, que también le valió un Globo de Oro. La primera estatuilla la ganó en 1974 con su interpretación del joven Vito Corleone en la segunda entrega de El Padrino.

Su primer papel. A los 10 años, Rober De Niro consiguió su primer personaje: era en una producción de su colegio de El Mago de Oz. Actuar fue su remedio para superar la timidez, y a los 16 años abandonó los estudios para dedicarse a la interpretación. A los 20 años, Brian De Palma le daría su primera oportunidad en el cine con la película The Wedding Party, que se estrenaría unos pocos años después, en 1969. Fue este director quien se encargó de presentar las bondades de De Niro a sus colegas de profesión.
De Niro empresario. Su faceta como hombre de negocios la ha desarrollado principalmente en Nueva York. Lleva invirtiendo en la zona de Tribeca desde 1989, y él fue el fundador del festival de cine de Tribeca en 2001. En este barrio neoyorquino también es dueño del restaurante Tribeca Grill y del hotel Greenwich. Además, también es propietario del Locanda Verde y es socio de la franquicia de restaurantes japoneses Nobu.
Vida familiar. De Niro, que de pequeño en las calles del Little Italy neoyorquino recibió el apodo de Booby Milk por su tez pálida, ha estado casado en dos ocasiones y tiene seis hijos, cinco biológicos y una hija adoptada de su primera mujer. En 2003, el actor anunció que padecía cáncer de próstata (enfermedad de la que murió su padre) y se sometió a una cirugía. La enfermedad también ha marcado la vida de su hijo Eliot, de 18 años. El pasado marzo, el intérprete reveló que padece autismo para ayudarle tanto a él como a otras personas que viven la enfermedad.

Robert de Niro y su actual mujer, Grace Hightower, en el Festival de Cannes el pasado mes de mayo. CORDON PRESS
Ha expresado su rechazo a Donald Trump. Es difícil encontrar una estrella de Hollywood que no se haya pronunciado sobre los candidatos a próximo presidente de Estados Unidos. Uno de los últimos que ha expresado su rechazo al magnate estadounidense ha sido el actor, abiertamente demócrata desde hace años. “Está allí donde no debería estar. Que Dios nos ayude”, dijo hace unos días durante su estancia en el Festival de Cine de Sarajevo. “Lo que ha estado diciendo es una locura, cosas ridículas”, dijo de él tras compararle con su personaje en Taxi Driver (también, de Martin Scorsese), un exsoldado de la guerra del Vietnam reconvertido en un taxista mentalmente inestable que le valió la fama mundial gracias al ya célebre monólogo que incluye la frase “¿Me estás hablando a mí?”.
Comparte cumpleaños con Sean Penn. El oscarizado actor, exmarido de Robin Wright y Madonna, también nació un 17 de agosto. Hoy el cumple 56 años. Los dos actores, que también han ejercido como directores y productores, han compartido película: Nunca fuimos ángeles (1989) y, Algo pasa en Hollywood (2008).

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