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Amparo Muñoz / Billy Wilder

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Billy Wilder con Marily Monroe




Pocos genios, como él, han sabido contarnos una historia con esa perfección. Pocos genios como él nos han hecho reír a carcajadas con sus películas. Pocos genios, lo son tanto como él. Samuel Wilder, conocido por todos como Billy Wilder trabajó en pequeños periódicos para subsistir, pero todos los momentos son importantes en la vida de Wilder, quizás fueron esas experiencias las que engendraron películas como “Primera plana”. Tras la subida de Hitler al poder se vio obligado a abandonar Berlín, y tras pasar por París se afincó en EEUU. Quizás de experiencias, como está, sacó “Un, dos, tres”. Una vez aquí trabajó como guionista para la Paramount, un trabajo que se nota en los posteriores propios por la enorme fuerza de sus guiones, interpretados por fantásticos actores. Destacaremos a dos de sus habituales: Jack Lemmon y Walter Mathieu.
             Para Wilder realidad y ficción son el mismo término, conjuntaba de forma perfecta sus magníficos guiones con unos escenarios especiales. Wilder hacía comedias perfectas y dramas consistentes. Películas para el gran público y para el público más selecto. Todos hemos podido disfrutar de películas como: “El apartamento”, “En bandeja de plata”, “La tentación vive arriba” “Irme la Dulce”, “El crepúsculo de los dioses”. Entran ganas de enumerar las veintiuna, porque ninguna es desdeñable. Sus planos han sido copiados por grandes cineastas y es que, el gran Billy, ha creado un concepto “Wilderiano” dentro del cine. Hacía grande un personaje aparentemente pequeño, corriente, como usted y como yo. De esto se encargaba, en muchas ocasiones, Jack Lemmon. Veánse “En bandeja plata”, “El apartamento” o “Aquí un amigo”.
             Para los amantes del cine Wilder siempre será muy querido y, para la posteridad, quedarán sus obras que no morirán en el tiempo, mientras no se muera el humor.




 








Billy Wilder /

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Billy Wilder

Un yacimiento de espejos

 
Billy Wilder
UN YACIMIENTO DE ESPEJOS
Por Daniel Domínguez


Cuando tenía cinco o seis años, me regalaron un sello, o sea, un anillo de oro que en su parte ancha llevaba inscritas mis iniciales. Creo que lo llevé muy pocos días en el dedo. Una tarde me fui a un campo de maíz, me adentré entre las plantas ya crecidas, anduve a gatas como Philip, el niño de Un mundo perfecto (Clint Eastwood, 1993), y cuando consideré había llegado al corazón del maizal, hice un agujero con las manos y lo enterré. Aquel mismo día mi madre se dio cuenta de que había "perdido" el anillo y la familia -mi madre, mi tía, mi abuelo, mi abuela...- inició una búsqueda más obstinada que útil del anillo. Un vecino metomentodo les advirtió que me había visto entrar en el campo de maíz. Y allí se adentraron, acosándome a preguntas sobre el recorrido que había seguido. Estoy convencido que mi madre llegó a sospechar lo que había perpetrado con el anillo, bueno, en realidad estoy seguro de ella sabía que lo había enterrado. Llegaron a rastrillar el maizal hasta que cayó la noche, pero el anillo no apareció. Y todos volvimos a casa. Ellos derrotados, yo victorioso. Al fin y al cabo, en el dedo, un anillo no es más que un anillo, pero bajo el campo de maíz era una semilla de fantasía. La familia -más bien pobre- había perdido un anillo, yo había ganado un tesoro. Un tesoro enterrado. Vete a saber si en algún momento de todos estos casi cincuenta años transcurridos otro niño encontró ese anillo erosionado por la tierra y el tiempo, y en su mano germinó otra vez la alegría de imaginar, como esos rescoldos que basta una ligera brisa para avivarlos y arder. Los campesinos saben muy bien que por más tierra que se le eche a una lumbre que nos ha calentado amorosamente nunca se termina de matar un fuego. Así acontece con la imaginación que prende en los tesoros enterrados.


Durante años he usado dos películas a modo de verdaderos manuales de guión: El apartamento (1960) de Billy Wilder y El verdugo (1963) de Luis G. Berlanga. Ambas películas están maravillosamente escritas (dirigidas, interpretada, fotografiadas...), ambas representan lo mejor de los modelos de cine en que se produjeron, ambas comparten un mismo tipo de protagonista -un hombre que no sabe decir 'no'-, una trama que gira en torno a un piso -o un apartamento- y una poderosa carga crítica de estirpe realista. Las he visto un montón de veces y he hablado de ellas durante horas otras tantas. Pero hoy quisiera apenas evocar los tesoros enterrados del filme de Billy Wilder. El apartamento es un filón de tesoros, objetos enterrados que cuando los recuperamos encierran el poder de una revelación. En un guión no hay nada más gozoso que una trama bien montada con unos personajes que nos arrastren y unos cuantos tesoros enterrados. Para esquivar tropezones conceptuales apuntaré un ejemplo que muestre a las claras a qué me refiero con un tesoro enterrado -y su utilidad- desde la perspectiva de la escritura del guión.

Fotograma de Cadena perpetua

Pongamos por caso Cadena perpetua (1994), la película escrita y dirigida por Frank Darabont, y protagonizada por Tim Robbins que interpreta a Andy Dufresne condenado injustamente a cadena perpetua por el asesinato de su mujer y el amante de ésta; en prisión traba amistad con Ellis Red Redding (Morgan Freeman), un tipo respetado por el resto de los presos. Pues bien, cuando se acerca el cumpleaños de Andy, su amigo Redquiere saber qué regalo le gustaría, y Andy, a la vez en serio y en broma, no tiene dudas: lo que más le gustaría es una mujer. Y Red, un preso con recursos, le consigue una mujer y no una mujer cualquiera: a la mismísima Rita Hayworth. Eso sí no de carne y hueso, sólo en un póster. Andy coloca ese cartel en la pared de la celda y allí se quedará el resto de la película, hasta convertirse en un elemento de atrezo más, hasta convertirse en parte de la rutina -visual- de la cotidianidad del protagonista. En definitiva, hasta que lo olvidamos... de tanto verlo.

(Corrección de 13 de diciembre que le debo al comentario de A través del espejo con una oportuna precisión respecto al cartel de Rita Hayworth sobre el que la memoria me traicionó: en realidad, se trata del primero de los carteles, años después Rita Hayworth le dejará el sitio a Marilyn Monroe y más adelante ésta será sustituida por Raquel Welch; los carteles sucesivos representan un calendario de la condena de Andy y, desde luego, la propia rutina del cambio oculta su verdadera función.)

Un día -y si no visteis la película y os interesa es mejor que paréis de leer ahora mismo- Andy desaparece, su celda esta cerrada e intacta, pero de él ni rastro. Entonces descubrimos que tras el póster de Rita Hayworth -corrijo, Raquel Welch- se ocultaba un boquete por el que huyó. ¿Os suena? Exacto, como en La carta robada de Poe, la vía de escape del plan de fuga lo teníamos delante de los ojos, pero tan a la vista que no lo vimos. El cartel no es más que un objeto pero tras haber permanecido enterrado -en la rutina y en el olvido- durante buena parte de la película se convierte, al recuperarlo en el momento oportuno, en un tesoro que contiene una revelación sorprendente. O sea, basta instalarlo y explotarlo, aúna economía y potencia dramática, sutileza y rendimiento narrativo. Empieza como objeto pero una vez enterrado -en el curso del tiempo mismo de la película- deviene un tesoro de disfrute emocional para el espectador. Y claro, hay muchas películas que contienen algún que otro tesoro enterrado, pero en pocas podemos encontrar tantos como en El apartamento.

Fotograma de El sexto sentido

Pero antes de entrar en el filme de Billy Wilder no me resisto a señalar otro de esos tesoros enterrados, la figurilla de El sexto sentido (1999), escrita y dirigida por M. Nigth Shyamalan. La película desarrolla la trama de un psicólogo infantil -Crowe (Bruce Willis)- que trata a Cole (Haley Joel Osment), un niño que padece un desorden emocional: ve muertos. Seguro que recordáis la escena de la iglesia en la que se refugia Cole y donde el psicólogo aprovecha para mantener la primera entrevista con el paciente. Llega un momento en que el niño pone fin a la conversación y, mientras se aleja por el pasillo central del templo, roba una pequeña imagen del Sagrado Corazón. Un robo que nosotros, espectadores, incluimos -como el psicólogo- en el contexto del desorden emocional de Cole, y la figurilla no es más que la prueba de un síntoma, un objeto por otro lado irrelevante y que, por esa misma razón, olvidamos. Media hora después, en una de las primeras escenas del segundo acto, es de noche y Cole recibe la visita de un espectro -una mujer víctima de malos tratos-, el niño se refugia en una tiende de campaña que tiene montada en casa. Entonces descubrimos que allí dentro Cole ha montado un altar con muchas figurillas religiosas -entre ellas el Sagrado Corazón que le vimos robar-, es decir, ha convertido la tienda en un refugio sagrado para protegerse de la ira de los espectros. En ese momento la figurilla robada ha dejado de ser un objeto que denotaba un desorden emocional para convertirse en el espejo del terror que experimenta el niño y, más aún, da idea del tiempo que lo lleva padeciendo, es decir, da cuenta con una imagen reveladora y en un instante de la magnitud del conflicto que vive Cole y de lo arduo que le va a resultar a Crowe resolverlo. ¿Se le puede pedir más a una simple figurilla? He ahí el rendimiento narrativo y dramático de los tesoros enterrados. Y además son tan baratos y dóciles esos objetos, son tan poquita cosa, que hacen (significan) únicamente aquello que prepara el guionista -con la fruición de un terrorista-, con vistas a causar el mayor impacto en los espectadores -necesariamente- desavisados. Y ahora creo que ha llegado el momento de explorar los tesoros enterrados que podemos encontrar en El apartamento.

Billy Wilder

Billy Wilder, un judío de Galitzia, es uno de los (pocos) guionistas-directores (o directores-guionistas) del cine clásico americano. Aprendió el oficio de guionista en el cine alemán de los treinta hasta 1933, y luego en la Paramount, en la mejor escuela posible, la de Ernst Lubitsch, con (y para) quien escribió La octava mujer de Barbazul (1938) con Charles Brackett -una de sus 'parejas' más duraderas en la escritura de guiones desde que empezó a dirigir-, y Ninotchka (1939) con Brackett y Walter Reisch. Lubitsch era un maestro a la hora de enterrar tesoros. Acabo de mencionar Ninotchka y cómo resistirme a evocar aquel sombrerito que la comisaria bolchevique encarnada por Greta Garbo ve nada más llegar a París considera un símbolo de la decadencia capitalista: "¿Cómo puede sobrevivir una civilización si sus mujeres se ponen eso? No por mucho tiempo". Y ahí se queda el sombrerito en la vitrina del vestíbulo del hotel donde se hospeda Ninotchka y lo arrinconamos en la memoria mientras seguimos con la peripecia de la heroína que se enamora de París y de León (Melvyn Douglas). Entonces asistimos a la escena en que Ninotchka cierra la puerta de su habitación y, a solas, saca del último cajón de la cómoda el sombrerito y lo contempla embelesada. Y sí, sobran las palabras. En ese sombrerito se cifra de forma elocuente la trasformación que ha experimentado la comisaria bolchevique y lo descubrimos a través de una sorpresa que nos hace reír, con ternura. La primera vez, el sombrerito es sólo un objeto extravagante, pero cuando reaparece es un espejo del alma de la protagonista. Una vez más, un tesoro enterrado. Una vez más, un espejo. No es de extrañar que a lo largo de su trayectoria Billy Wilder, a la hora de resolver problemas de guión, invocara a su maestro y se preguntara cómo lo haría Lubitsch.

CursivaErnest Lubitsch, Melvyn Douglas y Greta Garbo
en el rodaje de Ninotchka

El cine de Wilder, como director, cuaja en la escritura del guión. Y para escribirlo necesitó siempre una pareja. Se casó, por así decir, dos veces: primero con Charles Brackett con quien escribió por ejemplo Días sin huella (1945), Berlín Occidente ((1948) o Sunset Boulevard (1950). Pero no la que quizá sea la película -más- memorable de Wilder en los cuarenta, Perdición (1944), un filme basado en una novela de James M. Cain -a Brackett le resultaba repugnante- que adaptó con Raymond Chandler -detestaba las novelas de Cain-, y representó la primera experiencia del autor de El largo adiós como guionista. Tras la ruptura con Brackett, Wilder intentó encontrar un guionista con el que congeniara y lo encontró en I. A. L. Diamond con quien escribió, entre otras, Con faldas y a lo loco (1958),Bésame tonto (1964), La vida privada de Sherlock Holmes (1970), Avanti (1972), Primera plana (1974) o Fedora (1979). Y claro, El apartamento.

Billy Wilder y Charles Brackett...
escribiendo

A Chandler le resultaba insoportable el método de escritura de Wilder. Le supuso un arduo esfuerzo acostumbrarse a trabajar en una oficina de nueve a cinco, mano a mano con un tipo que no dejaba de pasear de arriba abajo llevando en la mano un bastón de Malaca que blandía continuamente, a veces muy cerca del escritor. Así trabajaba Wilder, paseando, tumbado en un sofá o sentado en una ventana; era su pareja quien tomaba notas o se sentaba a la máquina de escribir; día a día durante tres meses hasta que el guión estaba terminado. O hasta que estaba suficientemente avanzado y con una dirección clara, entonces empezaba a rodar la película al tiempo que acababan el guión. Es el caso de El apartamento.

Billy Wilder ha contado muchas veces que el germen de El apartamento lo encontró en otra película. En 1946 vio Breve encuentro, el filme de David Lean basado en una obra de un acto de Noël Coward, en la que un hombre casado (Trevor Howard) tiene un amorío con una mujer casada (Celia Johnson) y utiliza el piso de un amigo para sus encuentros sexuales. A partir de entonces no podía quitarme a ese amigo de la cabeza. En la película tiene una o dos escenas mínimas, pero yo me lo imaginaba volviendo a casa y metiéndose en la cama todavía caliente que la pareja de amantes acababa de dejar. Por supuesto que en 1946 no se podía pensar en una historia así pero, cuando Diamond y yo después de "Con faldas y a lo loco", pensamos en un papel para Jack Lemmon, recordé aquella historia sobre la que había escrito algunas notas en mi cuaderno.

Billy Wilder con I. A. L. Diamond...
escribiendo

Billy Wilder y su guionista I. A. L. Diamond empezaron a trabajar a partir de un personaje en una situación, pero ese germen contenía ya un desplazamiento del foco respecto al melodrama clásico, es decir, convirtieron en protagonista al personaje que normalmente es el personaje tontaina, el alivio cómico. Y empezaron a trabajar en el argumento que iba a vivir ese pobre hombre. En algún momento recordaron un episodio acontecido en Hollywood en 1951: el productor Walter Wanger había disparado sobre el agente de actores Jennings Lang que tenía una aventura con su mujer, la actriz Joan Bennett, y por lo visto se veían en el apartamento de un subordinado del amante. Wilder y Diamond tiraron de ese hilo para componer la trama de El apartamento, la historia de C.C. Buddy Baxter (Jack Lemmon), un empleado de una compañía de seguros que presta el apartamento a los jefes para que mantengan allí sus encuentros sexuales clandestinos, un desgraciado al que sus vecinos toman por un seductor incorregible, un personaje trágico en una situación cómica. Alguien llegó a calificar la trama de la película como "un sucio cuento de hadas", un mundo en el que se inspiraron los creadores de la estupenda serie Mad Men. Cuenta Billy Wilder que el mayor elogio que cabía esperar de Diamond ante una buena idea era ¿por qué no? Y cuajaron muy buenas ideas durante la escritura de El apartamento; buenas ideas que, si hemos de creer al director, surgieron con gran facilidad, por eso eran buenas. En realidad, lo creemos porque una cosa es que tarden en llegar pero, si las buenas ideas surgen, lo hacen siempre como por arte de magia. Como la idea del espejito, de la raqueta de tenis, de la pistola y de la botella de champán: los tesoros enterrados de El apartamento.

I. A. L. Diamond y Billy Wilder

Seguro que recordáis el argumento: Baxter está enamorado de la ascensorista Fran Kubelik (Shirley MacLane) que trabaja en la misma compañía de seguros, pero no sabe -como nosotros sabemos- que ella es la amante de su jefe Fred Sheldrake (Fred MacMurray) y que, por lo tanto, ella es una de las "usuarias" del apartamento. O sea, la trama amorosa del protagonista empezamos a vivirla a través de una línea de suspense en la que se combinan a partes iguales deseo y temor: aguardamos con fruición el momento en que el pobre Baxter se entere pero también nos apena porque le van a romper el corazón. Desde el punto de vista del guión, el problema a resolver consiste en idear cómo va a saber el protagonista lo que nosotros ya sabemos, porque los guionistas y el director nos permitieron ver algo que Baxter ignora. Entonces Wilder y Diamond tuvieron la brillante idea del espejito. Desde el comienzo de la película se nos muestra la circulación de la llave del apartamento de Baxter entre los jefes de la compañía de seguros y sabemos que el protagonista encuentra cosas que las chicas dejan olvidadas: una zapatilla, un prendedor del pelo... Hasta que le concede el usufructo del piso en exclusividad a Sheldrake. Un día, Baxter encuentra un espejito roto y se lo lleva a su jefe para que él se lo devuelva a la chica -¿recordáis? Baxter no sabe que esa chica es Fran- y pronto nos olvidamos del espejito, porque es uno más de los objetos olvidados en el apartamento. Y la trama se encarga de que lo olvidemos lo suficiente pero no demasiado para que podamos recordarlo en el momento preciso. En realidad, la trama lo que hace es enterrar el espejito en el tiempo que separa el momento en que aparece y el momento en que lo 'explotamos' -o sea, le sacamos el rendimiento dramático para el que fue 'instalado'-. Pasan los días y llega la fiesta de Nochebuena, los empleados celebran una fiesta y todos bebieron más de la cuenta. Incluso Baxter, que gracias al préstamo del apartamento a Sheldrake ha conseguido un ascenso. Y ahora conviene hacer un aparte. El ascenso no viene motivado porque nuestro protagonista sea un trepa, en absoluto, si por él fuera no prestaría el apartamento, pero es un pusilánime, un tipo incapaz de decir no y del que los jefes se aprovechan, en fin, que la trama va del apartamento no de un ascenso. Volvemos a la escena de la fiesta de Nochebuena en la que Baxter animado por el alcohol se atreve a ir en busca de Fran, la saca del ascensor y la lleva a su nuevo despacho. Quiere consultarle algo, ha comprado un sombrero y no sabe qué tal le sienta. Se lo pone, y aunque Fran le asegura que le queda bien, Baxter no está muy convencido. Entonces ella abre el bolso, saca el espejito, lo abre y se lo pone delante para que compruebe cómo le sienta el sombrero. En ese momento, nuestro protagonista descubre que Fran es la dueña del espejito roto, o sea, la amante de su jefe. Un espejito roto que deviene también un retrato de la propia Fran y de Baxter.


Tras el intento de suicidio de Fran en el apartamento de Baxter, éste trata de consolarla y le cuenta una historia: a él mismo lo dejó una chica una vez, compró una pistola, cogió el coche y se fue a un parque a pegarse un tiro, pero no es tan fácil, uno no tiene práctica en suicidarse, así que dónde te disparas, en la boca, en el corazón...; en fin, en ésas estaba cuando llegó un policía, entonces quiso esconder la pistola pero con tan mala suerte que se le disparó... en la pierna. En el momento en que lo cuenta no le concedemos ninguna credibilidad a la historia si no es como una forma de consolar a la chica. Pero hacia el final de la película Baxter, que ha renunciado a su empleo en la compañía de seguros, recoge el apartamento porque se va de la ciudad, entonces descubrimos que guardaba una pistola y empezamos a sospechar que quizá aquella historia era verdad después de todo. Llega el médico -que está convencido de que es un mujeriego empedernido- para invitarlo a una fiesta con unas enfermeras del hospital donde trabaja, Baxter rehúsa pero el médico le deja una botella de champán. Esa noche de fin de año Fran se entera de que Baxter se negó a prestarle la llave del apartamento a Sheldrake, por una vez en su vida ella experimenta eso de que alguien haga algo por ti sin pedir nada a cambio, es decir, recibe una prueba de amor, como precisa Spinoza en esa geometría de las pasiones, de los afectos, que es su Ética, a la hora de definir el amor: mi mayor bien es el mayor bien de la persona amada. Ahí es nada. Entonces Fran corre hacia el apartamento de Baxter, sube las escaleras y... suena un disparo. Entonces recordamos la pistola. Fran llama a la puerta con insistencia. Y Baxter abre la puerta... con una botella de champán -que habíamos olvidado- recién abierta. Una maravilla, ¿no?

Shirley MacLane y Billy Wilder
en el rodaje de 
El apartamento

Pero siento una debilidad especial por ese tesoro enterrado que es la raqueta de tenis. Una noche, mientras Fran se recupera del intento de suicidio bajo los cuidados de Baxter, éste prepara una cena para dos: unos espaguetis. Cuando llega el momento de colarlos, a falta de un colador, usa una raqueta de tenis. Y, como siempre, esa raqueta quedará olvidada por el empuje de la trama. Cuando Baxter recoge el apartamento vuelve a encontrar la raqueta en la que aún vemos enredado un espagueti, y entonces la raqueta deviene -¿hace falta decirlo?- el espejo de una pérdida, memoria del único momento feliz que le fue concedido a nuestro pobre hombre, aquella noche en que cocinó para Fran.



Cómo resistirse entonces a percibir al guionista como quien entierra tesoros en la trama y al director como quien entierra en la película el mapa de un yacimiento de espejos.


I. A. L. Diamond y Billy Wilder








Boris Vian / Dientes

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Boris Vian
Hermanos Jan y Martin Ruzicka
Tallistas checos
Boris Vian

La vida es como una muela
En principio no pensamos en ella
Nos conformamos con masticar
Y después se estropea de repente
Hace daño, y lo soportamos
Y la cuidamos y nos desvela,
Y para estar de verdad curados
Hay que arrancársela, la vida.


Boris Vian / El naufragio de la memoria

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El naufragio de la memoria

La figura de Boris Vian comienza a ser conocida del público lector en nuestro país gracias a las traducciones de varias de sus obras que, aunque pausadamente, se vienen realizando. Ahora, con Lhierba roja,una de las novelas más significativas de su autor y acaso la de mayor aliciente por el marcado carácter autobiográfico de la misma, se da un importante paso en el conocimiento de un escritor que ha desarrollado una de las más sugestivas aventuras novelísticas de nuestro siglo.Aparecida en 1950, y aunque construida según la forma clásica de novelar, La hierba roja participa ya de muchos de los atractivos que distinguirán a la «nueva novela» surgida en Francia por aquellas mismas fechas, lo que la coloca en una posición de vanguardia. Escrita en presente, nos muestra un mundo cerrado donde reinan la soledad y el hastío, donde la comunicación es poco menos que imposible y donde todo parece girar en torno de una extraña «máquina del tiempo», que servirá al ingeniero Wolf -el protagonista (?) de la novela, retrato del propio Vian- para retornar a sus orígenes.

La hierba roja

Boris VianColección Narradores de Hoy. Bruguera-Alfaguara. Barcelona 1979.
Importante músico de jazz en su tiempo, cantante, actor, periodista, pintor, etcétera, el polifacético Boris Vian buscó distintas maneras de alcanzar el cauce adecuado a su personalidad inquieta y compleja. Como escritor, chocó con la sociedad en la que le tocó vivir y conoció censuras y procesos que, pese a rodearlo de una rara aureola de triunfo, lo relegaron a un reconocimiento tardío de su obra.
En la novela que nos ocupa, Vian trató de buscar en Wolf respuesta a sus obsesiones, a las interrogantes que lo atormentaban, y, para ello, se sumergirá en la propia memoria para intentar un rescate que parece abocado al fracaso desde el principio. La obra aparece enmarcada en un paisaje sombrío, desolado, que, sin embargo, no podemos tachar de falso. La hierba roja no es una novela desprovista de autenticidad pese al carácter irreal -subyace un cierto surrealismo de fondo- que impregna muchos pasajes, sino todo lo contrario. Como Wolf, Vian se ha construido un mundo a su medida: el mundo en que aquél se debate. Así, el personaje toma entidad propia y se independiza del autor, que asiste como mero espectador al aniquilamiento de aquello que ha creado y, en proceso irreversible, contempla su propia destrucción. Lo mismo que el mecánico Lazuli se siente observado, también Wolf tiene un observador, y éste no es otro que el propio autor -el único actor-, quien, irremediablemente, lo empuja a un final en el que perecerá, ahogado en las aguas de la memoria. Ni aun así, desdoblándose en otro, podría salir a flote el que está detrás, y Vian lo sabía. Por eso hace el cerco cada vez mayor, en un deseo apremiante de huir o hundirse para siempre en la ciénaga oscura de sus recuerdos.

Destino individual

El amor es aquí la sombra de un raro sentimiento, mezcla de inseguridad y de impotencia ante un destino que se sabe individual. Al contrario que en otras obras, en ésta Vian apenas recurre a lo erótico, o cuando lo hace aparece descargado de la extrema sensualidad de otras veces; es un erotismo del hastío que a nada conduce, desprovisto de realidad física. Wolf y Lazuli parecen abrazar fantasmas cuando visitan a las «amorosas», y con sus parejas respectivas o ya no existen las relaciones en el caso de Wolf, o se levanta un infranqueable murallón -el incansable observador- en el de Lazuli. El deseo existe como una sed a fuerza de no satisfacerse, casi se ha llegado a olvidar. Lazuli, en el loco intento de evadirse de sus fantasmas personales, acabará matándose. Wolf, en cambio, sometido en su máquina del tiempo a todos los interrogatorios de un pasado que quiere desentrañar, encuentra la muerte, víctima, como hemos dicho, de su tenaz voluntad inquisitiva. No de otra forma conseguiría olvidar después el fraude que había sido para él la vida, máxime cuando se ha comprendido que «el tiempo es un engaño (que) se lleva dentro».Novela saturada de símbolos desde su mismo título, alcanza cotas de irónico carácter esperpéntico, como en el acto de inauguración de la «máquina» o en casa de la adivina a quien va a visitar la mujer de Wolf, y, sobre todo, en ese curioso personaje a quien llaman «el conde». Las dos mujeres -la esposa de Wolf y la amante de Lazuli- pasan por la novela sin pena ni gloria, y por eso sobreviven al final, cuando incluso «el conde» ha sucumbido tras obtener lo que siempre había deseado. Sólo Wolf -Vian- ha cometido «el mismo error de todos los profetas: tener razón».

Boris Vian / Bastante

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Boris Vian según Anabel Perujo
Boris Vian


Ellos rompen el mundo
En pequeños pedazos
Ellos rompen el mundo
A golpes de martillo
Pero me da igual
Me trae sin cuidado
Queda bastante para mí
Queda bastante

Es suficiente que me guste
Una pluma azul
Un camino de arena
Un pájaro miedoso
Es suficiente que me guste
Una delgada brizna de hierba
Una gota de rocío
Un grillo de monte
Pueden romper el mundo
En pequeños pedazos
Queda bastante para mí
Queda bastante

Tendré siempre un poco de aire
Un hilillo de vida
Un poco de luz en la mirada
Y el viento en las ortigas
E incluso, e incluso
Si me encarcelan
Queda bastante para mí
Queda bastante

Es suficiente que me guste
Esa piedra erosionada
Esos ganchos de hierro
En los que se detiene un poco de sangre
Me gusta, me gusta
La tabla gastada de mi cama
El jergón y los travesaños
El polvo suspendido en un rayo de sol
Me gusta la mirilla que se abre
Los hombres que han entrado
Que avanzan, que se llevan
A volver a encontrar la vida del mundo
Y a encontrar el color

Me gustan esos dos largos montantes
Ese cuchillo triangular
Esos señores vestidos de negro
Es mi fiesta y estoy orgulloso
Me gusta, me gusta
Ese cesto lleno de sonido
Donde voy a apoyar mi cabeza
¡Oh! Me gusta de verdad
Es suficiente que me guste
Una pequeña brizna de hierba azul
Una gota de rocío
Un amor de pájaro miedoso
Ellos rompen el mundo
Con sus martillos pesados
Queda bastante para mí
Queda bastante, corazón mío.

 




 

A veces llegan cartas / Teoría del infierno

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Anónimo
TEORÍA DEL INFIERNO

La siguiente pregunta fue hecha en un examen trimestral de química en la Universidad de Toledo. La respuesta de uno de los estudiantes fue tan “profunda” que el profesor quiso compartirla con sus colegas, vía Internet, razón por la cual  podemos todos disfrutar de ella.
Pregunta: ¿Es el Infierno exotérmico (desprende calor) o endotérmico (lo absorbe)? 
La mayoría de estudiantes escribieron sus comentarios sobre la Ley de Boyle (el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime).
Un estudiante, sin embargo, escribió lo siguiente:
"En primer lugar, necesitamos saber en qué medida la masa del Infierno varía con el tiempo. Para ello hemos de saber a qué ritmo entran las almas en el Infierno y a qué ritmo salen.. Tengo sin embargo entendido que, una vez dentro del Infierno, las almas ya no salen de él. Por lo tanto, no se producen salidas. En cuanto a cuántas almas entran, veamos lo que dicen las diferentes religiones: La mayoría de ellas declaran que si no perteneces a ellas, irás al Infierno. Dado que hay más de una religión que así se expresa y dado que la gente no pertenece a más de una, podemos concluir que todas las almas van al Infierno. Con las tasas de nacimientos y muertes existentes, podemos deducir que el número de almas en el Infierno crece de forma exponencial. Veamos ahora cómo varía el volumen del Infierno. Según la Ley de Boyle, para que la temperatura y la presión del Infierno se mantengan estables, el volumen debe expandirse en proporción a la entrada de almas.
Hay, por lo tanto, dos posibilidades:
1ª. Si el Infierno se expande a una velocidad menor que la de entrada de almas, la temperatura y la presión en el Infierno se incrementarán hasta que éste se desintegre.
2ª. Si el Infierno se expande a una velocidad mayor que la de la entrada de almas, la temperatura y la presión disminuirán hasta que el Infierno se congele. 
¿Qué posibilidad es la verdadera?
Si aceptamos lo que me dijo Teresa en mi primer año de carrera (Hará frío en el Infierno antes de que me acueste contigo), y teniendo en cuenta que me acosté con ella ayer noche, la posibilidad número 2 es la verdadera.  Doy por tanto como cierto que el Infierno es exotérmico y que ya está congelado. El corolario de esta teoría es que, dado que el Infierno ya está congelado, ya no acepta más almas y está, por tanto, extinguido... dejando al Cielo como única prueba de la existencia de un ser divino y amoroso, lo que explica por qué, anoche, Teresa no paraba de gritar:   ¡Oh Dios mío! "

Dicho estudiante fue el único que sacó
'sobresaliente'...



Vargas Llosa / El ejemplo uruguayo

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Mario Vargas Llosa

El ejemplo uruguayo

La libertad tiene sus riesgos y quien cree en ella debe estar dispuesto a correrlos. Así lo ha entendido el Gobierno de José Mujica al legalizar la marihuana y el matrimonio gay. Y hay que aplaudirlo



FERNANDO VICENTE
Ha hecho bien The Economist en declarar a Uruguay el país del año y en calificar de admirables las dos reformas liberales más radicales tomadas en 2013 por el Gobierno del presidente José Mujica: el matrimonio gay y la legalización y regulación de la producción, la venta y el consumo de la marihuana.
Es extraordinario que ambas medidas, inspiradas en la cultura de la libertad, hayan sido adoptadas por el Gobierno de un movimiento que en su origen no creía en la democracia sino en la revolución marxista leninista y el modelo cubano de autoritarismo vertical y de partido único. Desde que subió al poder, el presidente José Mujica, que en su juventud fue guerrillero tupamaro, asaltó bancos y pasó muchos años en la cárcel, donde fue torturado durante la dictadura militar, ha respetado escrupulosamente las instituciones democráticas —la libertad de prensa, la independencia de poderes, la coexistencia de partidos políticos y las elecciones libres— así como la economía de mercado, la propiedad privada y alentado la inversión extranjera. Esta política del anciano y simpático estadista que habla con una sinceridad insólita en un gobernante, aunque ello le signifique meter la pata de cuando en cuando, vive muy modestamente en su pequeña chacra de las afueras de Montevideo y viaja siempre en segunda clase en sus viajes oficiales, ha dado a Uruguay una imagen de país estable, moderno, libre y seguro, lo que le ha permitido crecer económicamente y avanzar en la justicia social al mismo tiempo que extendía los beneficios de la libertad en todos los campos, venciendo las presiones de una minoría recalcitrante de la alianza.
Hay que recordar que Uruguay, a diferencia de la mayor parte de los países latinoamericanos, tiene una antigua y sólida tradición democrática, al extremo de que, cuando yo era niño, se llamaba al país oriental “la Suiza de América” por la fuerza de su sociedad civil, el arraigo de la legalidad y unas Fuerzas Armadas respetuosas de los gobiernos constitucionales. Además, sobre todo después de las reformas del batllismo, que reforzaron el laicismo y desarrollaron una poderosa clase media, la sociedad uruguaya tenía una educación de primer nivel, una muy rica vida cultural y un civismo equilibrado y armonioso que era la envidia de todo el continente.


Yo recuerdo la impresión que significó para mí conocer Uruguay hacia mediados de los años sesenta. No parecía uno de los nuestros ese país donde las diferencias económicas y sociales eran mucho menos descarnadas y extremas que en el resto de América Latina y en el que la calidad de la prensa escrita y radial, sus teatros, sus librerías, el alto nivel del debate político, su vida universitaria, sus artistas y escritores —sobre todo, el puñado de críticos y la influencia que ejercían en los gustos del gran público— y la irrestricta libertad que se respiraba por doquier lo acercaban mucho más a los más avanzados países europeos que a sus vecinos. Allí descubrí el semanario Marcha, una de las mejores revistas que he conocido, y que se convirtió para mí desde entonces en una lectura obligatoria para estar al tanto de lo que ocurría en toda América Latina.

Esta política del anciano estadista ha dado a Uruguay una imagen de país estable, moderno, libre y seguro
Sin embargo, ya en aquel tiempo había comenzado a deteriorarse esa sociedad que daba al forastero la impresión de estar alejándose cada vez más del tercer mundo y acercándose cada vez más al primero. Porque, pese a todo lo bueno que allí ocurría, muchos jóvenes, y algunos no tan jóvenes, sucumbían a la fascinación de la utopía revolucionaria e iniciaban, según el modelo cubano, las acciones violentas que destruirían aquella “democracia burguesa” para reemplazarla no por el paraíso socialista sino por una dictadura militar de derecha que llenó las cárceles de presos políticos, practicó la tortura y obligó a exiliarse a muchos miles de uruguayos. El drenaje de talento y de sus mejores profesionales, artistas e intelectuales que padeció el Uruguay en aquellos años fue proporcionalmente uno de los más críticos que haya vivido en la historia un país latinoamericano. Sin embargo, la tradición democrática y la cultura de la legalidad y la libertad no se eclipsaron del todo en aquellos años de terror y, al caer la dictadura y restablecerse la vida democrática, florecerían de nuevo con más vigor y, se diría, con una experiencia acumulada que sin duda ha educado tanto a la derecha como a la izquierda, vacunándolas contra las ilusiones violentistas del pasado.
De otro modo no hubiera sido posible que la izquierda radical, que con el Frente Amplio y los tupamaros llegara al poder, diera muestras, desde el primer momento, de un pragmatismo y espíritu realista que ha permitido la convivencia en la diversidad y profundizado la democracia uruguaya en lugar de pervertirla. Ese perfil democrático y liberal explica la valentía con que el Gobierno del presidente José Mujica ha autorizado el matrimonio entre parejas del mismo sexo y convertido a Uruguay en el primer país del mundo en cambiar radicalmente su política frente al problema de la droga, crucial en todas partes, pero de una agudeza especial en América Latina. Ambas son reformas muy profundas y de largo alcance que, en palabras de The Economist, “pueden beneficiar al mundo entero”.
El matrimonio entre personas del mismo sexo, ya autorizado en varios países del mundo, tiende a combatir un prejuicio estúpido y a reparar una injusticia por la que millones de personas han padecido (y siguen padeciendo en la actualidad) arbitrariedades y discriminación sistemática, desde la hoguera inquisitorial hasta la cárcel, el acoso, marginación social y atropellos de todo orden. Inspirada en la absurda creencia de que hay solo una identidad sexual “normal” —la heterosexual— y que quien se aparta de ella es un enfermo o un delincuente, homosexuales y lesbianas se enfrentan todavía a prohibiciones, abusos e intolerancias que les impiden tener una vida libre y abierta, aunque, felizmente, en este campo, por lo menos en Occidente, se han ido desmoronando los prejuicios y tabúes homofóbicos y reemplazándolos la convicción racional de que la opción sexual debe ser tan libre y diversa como la religiosa o la política, y que las parejas homosexuales son tan “normales” como las heterosexuales. (En un acto de pura barbarie, el Parlamento de Uganda acaba de aprobar una ley estableciendo la cadena perpetua para todos los homosexuales).

La represión no ha funcionado, y el narcotráfico es hoy el factor principal de la corrupción en América Latina
Respecto a las drogas prevalece todavía en el mundo la idea de que la represión es la mejor manera de enfrentar el problema, pese a que la experiencia ha demostrado hasta el cansancio que no obstante la enormidad de recursos y esfuerzos que se han invertido en reprimirlas, su fabricación y consumo siguen aumentando por doquier, engordando a las mafias y la criminalidad asociada al narcotráfico. Este es en nuestros días el principal factor de la corrupción que amenaza a las nuevas y a las antiguas democracias y va cubriendo las ciudades de América Latina de pistoleros y cadáveres.


¿Será exitoso el audaz experimento uruguayo de legalizar la producción y el consumo de la marihuana? Lo sería mucho más, sin ninguna duda, si la medida no quedara confinada en un solo país (y no fuera tan estatista) sino comprendiera un acuerdo internacional del que participaran tanto los países productores como consumidores. Pero, aun así, la medida va a golpear a los traficantes y por lo tanto a la delincuencia derivada del consumo ilegal y demostrará a la larga que la legalización no aumenta notoriamente el consumo sino en un primer momento, aunque luego, desaparecido el tabú que suele prestigiar a la droga ante los jóvenes, tienda a reducirlo. Lo importante es que la legalización vaya acompañada de campañas educativas —como las que combaten el tabaco o explican los efectos dañinos del alcohol— y de rehabilitación, de modo que quienes fuman marihuana lo hagan con perfecta conciencia de lo que hacen, al igual que ocurre hoy día con quienes fuman tabaco o beben alcohol.
La libertad tiene sus riesgos y quienes creen en ella deben estar dispuestos a correrlos en todos los dominios, no sólo en el cultural, el religioso y el político. Así lo ha entendido el Gobierno uruguayo y hay que aplaudirlo por ello. Ojalá otros aprendan la lección y sigan su ejemplo.



José Mujica / Nada convencional

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José Mujica
Foto de L. Maximiliano
José Mujica
NADA CONVENCIONAL

Austero y humanista del saber cotidiano, el presidente uruguayo sorprendió al mundo legalizando la marihuana.

Por M. Á. Bastenier.
El País, 29 de diciembre de 2013

Podría creerse que tanta originalidad no es natural. El presidente uruguayo, José Mujica, de 78 años, es una antología de la anti-convencionalidad. Vive en un ranchito que la discreción llamaría austero, y el ojo clínico, ruinoso; conduce su propio coche, un Volks­wagen que debió de ser de los primeros de fábrica; tiene una perra coja que en el cómputo perruno es aún más vieja que su amo; y practica la cocina de autor porque se prepara él mismo su plato preferido: bife con cebolla. En privado, pero a micrófono abierto, decía, tras una dura sesión con la presidenta argentina: “Esta vieja es peor que el tuerto”, o sea, Néstor Kirchner, anterior presidente, del que había enviudado Cristina Fernández. Y en público: “No compramos con plata, sino con el tiempo que tardamos en ganarlo… Hay que dar tiempo a la vida”. Sabio, chófer y cocinero, pero, sobre todo, humanista del saber cotidiano.




Sergio Fajardo / La lección del profesor de matemáticas

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Sergio Fajardo
Foto: Cordon Press

SERGIO FAJARDO 
La lección del profesor de matemáticas

El País, 26 de diciembre de 2013

Entró en política con el cambio de siglo para liderar la transformación de Antioquia y su capital, Medellín, primero como alcalde y ahora como gobernador.

Por Héctor Abad Faciolince

No es poca cosa decir que un político no ha robado nunca. Por Sergio Fajardo, yo pondría la mano en el fuego, porque además conozco la anécdota de la única vez que robó en su vida. Ocurrió en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, donde hacía su PhD en lógica matemática. Un día pidió un libro en la biblioteca y en la tarjeta de préstamos vio que la última persona que había sacado ese libro era nada menos que uno de sus ídolos: el lógico Kurt Gödel, que hacía poco se había dejado morir de hambre en ese mismo campus. La tarjeta tenía la firma de Gödel, y Fajardo no la devolvió; la conserva enmarcada en su biblioteca. Este brillante profesor de matemáticas decidió entrar en política con el cambio de siglo y desde entonces ha liderado la transformación de Antioquia y su capital, Medellín, primero como alcalde y ahora como gobernador. Debe tenerse en cuenta que Antioquia tiene tantos habitantes como Nicaragua y un PIB siete veces más grande que el país centroamericano. Este hombre claro, sencillo y sin dobleces es práctico y eficiente. Si hay alguna esperanza y sensatez en la sucia y dura política, algún día será presidente de Colombia.


Héctor Abad Faciolince es escritor colombiano.



Camila Vallejo / De la calle al Parlamento

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Camila Vallejo
Foto de H. Bredehorst

CAMILA VALLEJO
De la calle al Parlamento

El País, 26 de diciembre de 2013


Líder estudiantil que salió a las calles de Chile en defensa de la educación, las elecciones han llevado su lucha al Parlamento.

Por Juan Pablo Meneses

Lideró el movimiento social más importante de los últimos años en Latinoamérica. Los estudiantes chilenos marcharon hace dos años exigiendo algo que parecía impensado para la región: no se trataba de tumbar a un dictador ni protestar por una crisis. Se pedía educación universitaria gratis y de calidad. Todo cambió rápido. Para Chile, líder de los rankings económicos, donde la agenda política viró hacia la educación y la gratuidad y la desigualdad como ejes del debate. Y cambió para Camila, centro de atención mundial. Se comparó su carisma con el del Subcomandante Marcos, pero con una hermosa cara descubierta adornada por un piercing. Y vino 2013. En abril cumplió 25 años, en julio se tituló de geógrafa, en octubre fue madre de Adela, en noviembre salió elegida diputada nacional y en diciembre acompañó a Bachelet en su vuelta a la presidencia. Ha prometido seguir luchando por los cambios a la educación y al modelo. Pero ahora desde dentro, en el Parlamento, en comisiones. Siempre con su piercing. Eso no ha cambiado.


Juan Pablo Meneses es escritor chileno



Antonio Muñoz Molina / Tan solo novelista

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Antonio Muñoz Molina
Foto de Sofía Moro

ANTONIO MUÑOZ MOLINA 
Tan solo novelista

El País, 29 de diciembre de 2013

Escritor tenaz, curioso impenitente e intelectual comprometido con su tiempo, este año su trabajo ha sido reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Por Elvira Lindo

Antonio es un hombre brillante y laborioso. También discreto, dedica muchas horas a la escritura y al estudio, pero jamás alardea del esfuerzo que en ello emplea. Siente curiosidad por mil cosas, lo que inevitablemente le ha convertido en un erudito, aunque jamás emplearía esa palabra para definirse a sí mismo, porque él solo se ve como novelista. Cuando algo le apasiona, se entrega a fondo: sea un cuadro del Bosco, un mes específico de 2007 o las rutas urbanas en bicicleta. Jamás se aburre. No tiene prejuicios, aprecia de igual manera una novela gráfica que un cuadro de Kiefer, una ópera que una canción popular. Habla con fluidez cuatro idiomas. Si le preguntas cómo los aprendió, te contesta que el inglés, en un curso por correspondencia que le regaló su padre; el francés, en el instituto, y el italiano, en los libros de historia del arte. Ahora lleva en la mochila un diccionario de portugués. Ni su cultura ni su inteligencia se traducen en un temperamento arrogante: es accesible y generoso con los alumnos que le piden consejo. Con los años, su carácter se ha dulcificado; ahora le gustan más los niños, los perros y los árboles, aunque conserva el sentido del humor áspero y sentencioso que dice haber heredado de su abuela Leonor. Jamás ha movido un dedo para asegurarse un reconocimiento, no es un escritor gregario ni dado a la chismografía literaria. Por tanto, si alguna vez le han atacado, ha tenido que defenderse solo. Los que lo conocen de cerca lo consideran un hombre bueno, en absoluto retorcido, cordial, considerado. Algunos que no lo conocen, elucubran sobre todo lo que habrá tenido que medrar para ser premiado tan generosamente. No es de extrañar que exista este tipo de razonamiento mezquino en un país tan habituado al amiguismo y al compadreo. Este 2013, Antonio recibió el Príncipe de Asturias, y a veces se le veía tentado de pedir disculpas. Cuando todo hubo pasado, volvió a su cuarto y a su rutina tan querida, a una intimidad de la que disfrutamos los que compartimos la vida con él y de la que acaban beneficiándose también sus lectores, porque en cuanto se le deja un poco en paz escribe un libro.


Elvira Lindo es escritora.

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DE OTROS MUNDOS



Elena Poniatowska / Literatura y compromiso

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Elena Poniatowska
Foto de Javier Lira

ELENA PONIATOWSKA
Literatura y compromiso


El País, 29 de diciembre de 2013

Del periodismo a la literatura sin olvidar su conciencia social. Es la cuarta mujer en obtener el Premio Cervantes.

Por Jordi Soler

En la microbiografía de su cuenta de Twitter se define a sí misma como “más mexicana que el mole”. Elena nació en París en 1932, es hija de la aristocracia polaca y francesa, y eligió México como país y como el territorio de sus batallas literarias, que tienen como fundamento su vasta labor periodística: ese afán de preguntar, indagar y transmitir la realidad por escrito que fue convirtiéndola en novelista. Con una obra que ha ido cosechando miles de lectores y un montón de premios, Elena nos ha ido explicando, durante décadas, la realidad mexicana, que es también la realidad hispana. Desde Hasta no verte, Jesús mío, pasando por La noche de Tlatelolco, hasta la más reciente Leonora, ha sublimado en la literatura su inquebrantable conciencia social y su compromiso con los más desfavorecidos. En sus libros se adivina siempre su agudo ojo periodístico; que le hayan concedido el Premio Cervantes es una gran noticia, porque su obra es la evidencia de que las novelas son útiles. Son otra forma de contar la realidad.


Jordi Soler es escritor



Leila Guerriero / Cronista mayúscula

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Leila Guerriero
Foto de Mariana Eliano

LEILA GUERRIERO
Cronista mayúscula

El País, 29 de diciembre de 2013

Ganadora del último y prestigioso Premio Ruano, la escritora y periodista ha conseguido vestir de poesía sus perfiles y crónicas.

Por Jorge Carrión

Es una editora precisa y veloz. Le envías un artículo a las seis y media y te lo devuelve, con sugerencias solares, a las siete y cuarto. No puedo imaginarla sin Internet; pero no está en las redes sociales. No puedo imaginarla en un mundo sin hiperconexión (le interesa el periodismo, el cine, la novela, la poesía, el ensayo, el cómic: nada contemporáneo le es ajeno); pero sabe aislarse para pensar y para escribir. Heredera de Gay Talese y de Martín Caparrós, sus dos crónicas extensas –Los suicidas del fin del mundo y Una historia sencilla– están marcadas por la observación microscópica y por el uso magistral de la elipsis. Tal vez porque en la era de Wikipedia el periodismo narrativo no debe abundar en todos aquellos datos que ya están en la Red, sino reconcentrarse. No tender hacia la paráfrasis y la digresión, sino hacia el verso. Por eso sus perfiles de escritores y artistas han inyectado savia nueva a nuestros suplementos culturales. Plano americano recopila ese necesario proceso de fotosíntesis. Esos perfiles, cargados de poesía, están firmados por una de las grandes editoras y cronistas de nuestra lengua. Por una luminosa lectora de realidades.


Jorge Carrión es escritor y crítico literario



Luis Goytisolo / Un escritor de culto

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Luis Goytisolo
Foto de Samuel Sánchez

LUIS GOYTISOLO
Un escritor de culto

El País, 29 de diciembre de 2013

El espíritu explorador de su literatura, alejada de modas, se ha visto reconocido con el Premio Nacional de las Letras.

Por Carme Riera

Está claro que a la obra de Luis Goytisolo le sientan estupendamente los años acabados con el número tres, como 2013. En otro año terminado en tres, 1973, apareció Recuento, la primera parte de Antagonía, una ambiciosa tetralogía integrada además por las novelas Los verdes de mayo hasta el mar, La cólera de Aquiles y Teoría del conocimiento, que finalmente la editorial Anagrama ha publicado juntas. Luis Goytisolo, propuesto al Premio Nobel de Literatura, es sin duda uno de los mayores novelistas europeos de la segunda mitad del siglo XX. En 2013 ha obtenido el Premio Anagrama de Ensayo por Naturaleza de la novela, una lúcida reflexión sobre la materia novelable y el arte de narrar, y el Premio de Las Letras Españolas, otorgado al conjunto de su obra por un jurado que tuvo muy en cuenta hasta qué punto la obra de Luis Goytisolo aúna a la perspicacia narrativa la experimentación literaria. Escritor de culto al que le trae sin cuidado ser un best-seller o aparecer en las listas de libros más vendidos, ha contado siempre con el favor de la crítica y de un público que le ha seguido fielmente desde sus inicios.


Carme Riera es escritora y académica de la RAE.



Paco Delgado / El figurinista escritor

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Paco Delgado
Foto de Fede Serra

PACO DELGADO
El figurinista escritor

El País, 29 de diciembre de 2013

Sus vestidos hablan y han hecho creíbles muchas películas. Su trabajo en ‘Los miserables’ ha sido reconocido en Hollywood.

Por Pablo Berger

La raída camiseta panadera de Sancho Gracia en 800 balas, el buzo elástico de Elena Anaya en La piel que habito, el ceñido traje chaqueta de Carmen Maura en La comunidad, el andrajoso vestido de corte imperio de Anne Hathaway en Los miserables, la mantilla negra de encaje de Maribel Verdú en Blancanieves... son algunas de sus inolvidables historias. Paco Delgado es un figurinista escritor. Sus vestidos hablan. Terciopelos, alpacas, bordados, damascos, sedas, tweeds y tocados, es su vocabulario. Sus diseños describen a los personajes, los visten por fuera y por dentro. Los actores dejan de interpretar, para ser, en el momento que se ponen sus diseños. Jamás olvidaré aquella mañana de domingo cuando le conté mi sueño de hacer Blancanieves. Durante horas hablamos sobre Sevilla, los años veinte, Romero de Torres, Solana, la Argentina, Belmonte, Madeleine Vionnet, los Ballets Rusos… Fue un flechazo. Había encontrado al mejor compañero de juegos que podía imaginar. Gracias, Paco, ¿cuándo volvemos a jugar?


Pablo Berger es director de cine.




Carlos Vives / El Patrón colombiano

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Carlos Vives
Foto de Ángel Díaz
CARLOS VIVES
'El Patrón' colombiano

El País, 29 de diciembre de 2013

Con su vuelta a la música, el cantante arrasó en los Grammy latinos: ganó tres, incluyendo canción del año.

Por Juanes

En la década de los noventa, Carlos Vives abrió las puertas de la música colombiana al mundo. Su apuesta por la mezcla de elementos del folclor con el rock y el pop fue punta de lanza convirtiéndose en su bandera. Carlos me inspiró para experimentar con sonidos locales y volverlos universales. Y además es un compañero, un ídolo, un campeón. Con cariño le decimos algunos amigos El Patrón.

Juanes es cantante.


Salma Hayek / El compromiso de una diva

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SALMA HAYEK
El compromiso de una diva

El País, 29 de diciembre de 2013

La actriz, de origen mexicano, le ha puesto rostro a una campaña en defensa de los derechos de las mujeres.

Por Frida Giannini

Salma Hayek Pinault es una mujer generosa e inteligente. Actriz, directora y productora de cine con mucho talento. Una madre cariñosa y una esposa enamorada. Una mujer entregada a su familia. Es, en todos los aspectos de su vida, una persona cumplidora. Y siempre se ha involucrado en causas humanitarias. A menudo ha prestado su imagen para atraer la atención de la gente hacia campañas de concienciación. Es miembro de la junta directiva de la Fundación Kering, que lucha contra la violencia ejercida sobre las mujeres. Y este año ella ha sido fundamental en el lanzamiento de Chime for change, un nuevo proyecto global que persigue recaudar fondos y hacerse eco de las voces de mujeres y niñas del mundo entero. Salma forma parte del comité fundador junto con Beyoncé Knowles-Carter y yo misma. Dirige además la unidad de cine que pretende recopilar y compartir historias conmovedoras y divertidas de mujeres y niñas. Es una mujer extraordinaria que utiliza su punto de vista, su sensatez y su fama para asesorar y apoyar muchas de estas causas, sobre todo aquellas que intentan fortalecer a los grupos sociales más desfavorecidos como son las mujeres y las niñas del planeta.

Frida Giannini es directora creativa de Gucci y cofundadora de ‘Chime for change’.






Maribel Verdú / Una mujer decente

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Maribel Verdú
Foto: Nico
MARIBEL VERDÚ
Una mujer decente

El País, 29 de diciembre de 2013

La actriz recogió este año su segundo Premio Goya. Y lanzó un vibrante discurso en contra de los desahucios.

Por Fernando Trueba

En 1986 buscaba a una protagonista de 15 años para El año de las luces. Cada día llegaba a las oficinas de la productora y me encontraba con cinco pisos de escaleras colapsados por la cola de aspirantes. Y llegó Maribel. Había nacido una estrella. Seis años más tarde, con Rafael Azcona (que adoraba a “la Verdú”) le escribimos el personaje de Belle époque. Maribel lo tiene todo. Es una gran actriz, es una profesional en el sentido hawksiano de la palabra (si alguien desconoce el adjetivo, que vea Río Bravo, nunca viene mal) y es una bella persona. Era ya una gran actriz cuando solo tenía 15 años. Ha crecido fantásticamente en todos los sentidos, y envejecerá bien, como el mejor vino. Es de corazón, por eso cuando habló con él en los Goya, todas las ratas salieron de las alcantarillas. No hablaba “una roja”, hablaba una buena chica, una mujer decente. Por eso no pudieron soportarlo. No tiene maldad y su sonrisa no cabe en España. Supongo que esto es una ofensa a la nación, o sea, que habrá que empezar a ahorrar para la multa.

Fernando Trueba es director de cine.



Fernando Quiroz / Maqroll y compañía

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Alvaro Mutis
Ilustración de Triunfo Arciniegas sobre foto ajena
Maqroll & Cía.

Por Fernando Quiroz
El Tiempo, 30 de diciembre de 2013



En la lista de esos momentos de alto voltaje que nos entregó la cultura este año, ninguno tan conmovedor como la despedida del hombre que le dio vida a Maqroll el Gaviero.

En medio de los preparativos de fiesta, de los aromas tentadores que llegan desde la cocina, del regocijo por el reencuentro con tantos amigos y familiares, es casi inevitable emprender balances a estas alturas. Pensar en lo que más nos emocionó en el año que agoniza. Volver a repasar párrafos e imágenes que nos tocaron el corazón.
Y ahí, en la lista caprichosa de esos momentos de alto voltaje que nos entregó la cultura, ninguno tan conmovedor como la despedida de este mundo del hombre que le dio vida a Maqroll el Gaviero.
No sé en qué momento comienza la inmortalidad, ese hermoso privilegio de los grandes creadores. La de Álvaro Mutis había comenzado tal vez cuando recibió el premio Cervantes, el más grande de los galardones de la lengua española. O antes quizás: cuando descubrió que una buena tacada de billar se parece mucho a la construcción de un buen verso.
En todo caso, su muerte, ocurrida este año, sirvió de disculpa para que muchos, en buena hora, se acercaran a quien le rindió tan hermoso tributo a la tierra caliente con su profunda y entretenida obra.
Conmovedora. Tal vez sea esa la palabra para calificar la retrospectiva de Carlos Jacanamijoy: una de las muestras más bellas que ha colgado el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Bautizada con gran acierto Magia, memoria y color, la exposición confirmó el talento de un artista que conmueve con la fuerza de su obra y posicionó al creador del Putumayo como uno de los más grandes pintores que ha dado este país.
Más allá de los cantantes taquillerísimos que se atrevieron por fin a hacer presencia en Colombia, disfruté como pocas veces con el concierto que ofreció la andaluza Martirio en honor a Chavela Vargas. Su sentida voz se sumó a la magia de la guitarra de su hijo, Raúl Rodríguez, en la tarima del Jorge Eliécer Gaitán.
“Lo bueno de caminar es lo que se consigue en el camino”. Esta máxima de la comunidad nukak-makú es el epígrafe de un hermoso libro que me sorprendió gratamente a finales de este año –una afortunada combinación de realidad y ficción– en torno a esos indígenas que alguna vez fueron amos y señores del departamento del Guaviare y que hoy están a punto de extinguirse. Se llama ‘Gente que camina’ y su autora es Mariela Zuluaga.
A punto de pasar la página del 2013, les deseo un nuevo año lleno de buenos momentos por cuenta de la cultura.



Denise Levertov / Hablándole a la pena

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Denise Levertov
Hablándole a la pena

Ah, Pena, no debería tratarte
como a un perro sin dueño
que viene hasta mi puerta
por un mendrugo, o un hueso pelado.
Debería confiar en tí.

Debería convencerte
de que entres en mi casa y darte
tu propio rincón,
una alfombra raída donde echarte,
tu propio plato de agua.

Crees que no sé que has estado viviendo
bajo mi portal.
Anhelas que tu lugar definitivo esté listo
antes que llegue el invierno. Necesitas
tu nombre,
tu collar y medalla. Necesitas tener
el derecho de espantar a los intrusos,
para considerar tuya
a mi casa
y a mí tu persona
y a tí misma
mi perro.


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