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A veces llegan cartas / Calzones

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El descuido de doña Letizia
A veces llegan cartas
CALZONES

Hoy casi todas los usan. Más grandes, más chicos, diminutos, para realzar la cola o aplastar el estómago. Generan fantasías y sirven como elemento de seducción. Hay calzones de todos los tipos y colores. Pero no siempre fue así. No siempre fue tan variada la oferta de ese pequeño fragmento de seda o algodón que media entre nosotros y el placer. Con el paso de los años, cambiaron las modas y las costumbres; variaron los materiales, las formas y decoraciones; sin embargo, en la historia de esta prenda interior se mantuvo la máxima de Montaigne que a mediados del siglo XVI espetó solemne que hay cosas que sólo se ocultan para mostrarlas.
Hubo un tiempo en que el calzón era un lujo. En el antiguo Egipto, las esclavas, de origen árabe o nubio, iban desnudas. Sin nada de nada. Sólo aquellas que por su belleza se destacaban del resto podían usar pequeños slips. La ropa interior era un símbolo de distinción reservado exclusivamente a las grandes damas: debajo de sus túnicas, la inalcanzable Nefertiti usaba otras, transparentes, llamadas kalasyris. Y luego, el shenti, primer antecesor directo del calzón: una especie de enagua, bordada y ribeteada de hilos de oro.
Cientos de años más tarde, las griegas se ponían túnicas abiertas que recogían el cuerpo como un triángulo: el peplo dórico (grueso, sin pliegues) o el chitón jónico (de textura fina y abundantes pliegues). Debajo, nada. Como tampoco usaban nada las espartanas cuando competían en los juegos olímpicos. De allí que las denominaran phainoméridas (las que descubren los muslos). Un elemento más para agigantar la expectativa que producían estas competencias. En la Roma Imperial había grandes túnicas que cubrían el strophium, versión previa del corpiño, y la zona alrededor de las caderas. "Esta prenda va a originar un curioso vocablo: zonam solvere, que significaba casarse. Literalmente: traspasar la zona", cuenta la periodista de moda Lola Gavarrón en su libro Piel de ángel, historias de la ropa interior femenina. En esa época, pero en el norte de Europa, era diferente la situación de las mujeres de los bárbaros, que vivían en climas más fríos: lejos de la toga, usaban una especie de pantalones que las abrigaba y les permitía cabalgar sin lastimarse los muslos. Según el mito, en la Edad Media, al irse a la batalla, los cruzados aplicaban sobre sus mujeres calzones de metal, cerrados con llave. Famosos cinturones de castidad que si bien no evitarían la infidelidad (el sexo oral es tan antiguo como el viento), anularían la penetración a mansalva. Pero lo cierto es que la historia nunca se ocupó en detalle de la ropa interior femenina. Salvo contadas excepciones, lo más importante de un calzón siempre fue la manera en que se podía sacar. No existe una profusa bibliografía sobre el tema. Sí, muchas versiones. En el libro Candados y fajas de la castidad: un aviso histórico y descriptivo, la filóloga francesa Alcide Bonneau cuenta que estos cinturones se inventaron mucho después de la Edad Media; como mínimo, en el Renacimiento. No existen referencias históricas probadas antes del siglo XIX. Y varios museos han tenido que retirar los que exponían al descubrir que eran falsos. En sus orígenes, estos aparatos se habrían usado como defensa contra posibles violaciones: durante viajes y en estancias nocturnas en posadas. Sin embargo, por las infecciones y lastimaduras que producía el contacto de la piel con el metal, no habrían podido usarse más que por algunas horas, o pocos días. En el Medioevo, hombres y mujeres se vestían con tejidos gruesos muy similares. Sólo las calzas largas -de la cintura hasta la parte superior de los tobillos y perfectamente ajustadas- eran un objeto específicamente masculino. Apenas en el siglo XIV las mujeres empezarán, de a poco y silenciosamente, a usar estas calzas como prendas íntimas. Al igual que en otras épocas, la Iglesia, que no se ha caracterizado por ser una institución vanguardista, pondrá reparos: basta ver uno de los cargos de la sentencia que el Tribunal inquisitorial esgrimió para llevar a la hoguera a Juana de Arco a finales del siglo XV: el inaceptable uso de "masculino ropaje".
En la España de mediados de siglo, las mujeres, que todavía no conocían los calzones, solían depilarse el pubis. Cuenta la historia que en 1455 cuando Juana de Portugal llegó a Castilla para casarse con Enrique IV, viajó acompañada de un grupo de damas pudorosas, que se pintaban con pintura blanca desde las rodillas hasta la cintura. Así, al bajar de los caballos, un posible voyeur sólo vería una mancha blanca, carente de erotismo. Pegajosa sorpresa la del hombre que, luego de seducir a una de estas damiselas, intentara propasarse metiendo la mano debajo del vestido.
En 1559, Isabel de Valois llegó a España desde Francia para casarse con Felipe II: la reina y sus discípulas vestían otro antecedente del famoso calzón. Fue Catalina de Médicis quien lo adoptó y lo bautizó como brides á fesses (bridas para las nalgas): estos calzones moldeaban los muslos y se unían a las medias por debajo de las rodillas a través de ligas. Confeccionados en principio con telas propias de ropa interior como lino o algodón, luego fueron hechos de tejidos de seda y bordados de oro y plata.
Evidentemente, no los querían esconder demasiado.
A principios del siglo XIX apareció en Francia lo que después se conocerá como pantalón de lencería. "Esta prenda no se impondrá hasta 1850. Estaba mal vista ya que se asociaba a las prostitutas -dice la socióloga argentina especializada en moda Susana Saulquin-. Ellas fueron las primeras en usarlo: en los burdeles recibían a los clientes sin más que este ropaje". En 1840, la norteamericana Amelia Jenks Bloomer contrató a la diseñadora Elizabeth Miller para confeccionar unas faldas que usaría en Londres donde daría una conferencia sobre "el arte del vestir". En esa época los calzones, que empezaban a formar parte del guardarropa femenino, eran largos, amplios, puritanos, con puntillas. Calzones que hoy, lejos de erotizar, parecerían pijamas de invierno. Estaban hechos de muselina y eran difíciles de lavar, por lo que sus usuarias los cambiaban cada una o dos semanas.
A finales del XIX el calzón llegaba al piso. Hacía las delicias de los fetichistas que podían verlo cada vez que una mujer levantaba su vestido al cruzar la calle.  A principios del XX, faldas y calzones fueron acortándose hasta la rodilla. Pero las ciclistas y las golfistas necesitaron ropa especial que les permitiera mayor libertad de movimiento. Aparecieron calzones más pequeños, hechos en seda. También se innovó en los colores: había durazno, rosas y negros. Hasta allí, el blanco había sido la única opción. El calzón se encogía, empezaba a seducir. "En el transcurso de la historia hay una constante: cada vez que hay violencia, aparece la desnudez. En las guerras, los cuerpos están mutilados, enfermos, con sangre. Luego, hay una necesidad de volver a erotizar el cuerpo, con lencería muy femenina. Por ejemplo, durante la época hitleriana, las mujeres que exteriormente eran tan rígidas, usaban ropa interior con encajes y detalles elaborados que buscaban despertar la más liberada imaginación", explica Saulquin. Después de la segunda guerra, los miles y miles de kilómetros de nylon que se usaban para confeccionar paracaídas militares dejaron de ser necesarios. Sobraba material y las fábricas de ropa interior pudieron empezar a producir en serie. Así, el calzón se fue transformando en un objeto más de la vida cotidiana y de la moda. Pasó el tiempo y los diseñadores Paul Gautier, Calvin Klein, Armani, Donna Karan y Christian Lacroix lo subieron a las pasarelas. Con la generalización de su uso, también cambiaron los parámetros de transgresión. La norma se invirtió. Ahora, provoca la fémina que debajo de la falda sólo lleva la piel.  Hubo precursoras aisladas. Frente a los flashes de las cámaras, Marilyn Monroe caminaba despacio: vestido ajustado, zapatos y, se podía percibir por los pliegues de la ropa, los pequeños detalles, nada debajo. Otro caso: filmación de la película Lifeboat (1943). Uno de los camarógrafos llama al director Alfred Hitchcock. En voz baja, ante la mirada risueña de los otros técnicos, el hombre le explica al director que la actriz Tallulah Bankhead, sentada en el bote del tanque de agua del estudio, tiene las piernas abiertas y el vello púbico en notable exhibición.
La costumbre se transformó en tendencia a principios de los años noventa. Luego de esa recordada escena de la película Bajos instintos en la que Sharon Stone, siendo interrogada en una comisaría, descruza y vuelve a cruzar sus largas piernas revelando la ausencia del calzón. El filme provocó una -¿pasajera?- moda entre famosas que descartaron su ropa íntima. Las actrices Rachel Welch y Patricia Millardet, la representante de la nobleza italiana baronesa Von Thyssen y las modelos Cindy Crawford y Claudia Schiffer reconocieron preferir la vuelta a los orígenes.
En los últimos años, la moda de los pantalones de tiro bajo obligó a las marcas de lencería a modificar el diseño de los calzones: pequeños, transparentes, sin costuras, similares a un cordón; casi invisibles. El diseño evolucionó, los materiales cambiaron. El calzón dejó de ser ropa para convertirse en un detalle más del juego erótico. El extremo quizás sea el que se vende en sex shops, fabricado de chocolate. Dicen que sólo después de degustarlo, lentamente, empezará el verdadero banquete.
 
Revista Don Juan
Noviembre de 2009



Nazim Hikmet / Sobre ti todavía

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Fotografía de Mariano Vargas

Nazim Hikmet
SOBRE TI TODAVÍA

Eres mi servidumbre y eres mi libertad
eres mi carne que arde
cual la carne desnuda de las noches de estío
Tú eres mi país
Tú, con estrías verdes en tus ojos castaños
soberbia y victoriosa
tú eres mi nostalgia
de saberte inaccesible
en el momento
en que te alcanzo

Syd Barrett / Galería

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pink floyd

El raro caso de Syd Barrett

Por Humberto Acciarressi


Enero de 2014

Un nuevo aniversario del natalicio de Syd Barrett, es oportuno reflexionar sobre este miembro fundador de Pink Floyd, además de compositor y pintor inglés. Nacido en Cambridge el 6 de enero de 1946 y muerto el 7 de julio del 2006 en la misma ciudad inglesa, Roger Keith Barrett -tal su verdadero nombre- protagoniza una extraña y arbitraria parábola: hay quienes dicen que el grupo fue lo que fue gracias a él. Es raro. Brian Jones por lo menos grabó varios álbumes con los Stones, en cambio Barrett sólo intervino en el primero de los LPs de Pink Floyd: "The Piper at the Gates of Dawn". Aún admitiendo que casi todos los temas de ese disco son suyos -y por cierto muy buenos- , ya en el segundo disco, "A Saucerful of Secrets", apenas hay una canción de su autoría, "Jugband Blues", que había sido grabada con bastante anterioridad. Incluso en esta placa ya toca su reemplazante David Gilmour, convocado por Roger Waters.

Entre un disco y el otro, Barrett ya había entrado en un cono de sombras, marcado por su abrumador consumo de drogas y un desequilibrio mental (esquizofrenia, autismo, etc) que con el correr del tiempo se fue incrementando a límites de pesadilla. La cuestión terminó como no podía ser de otra manera: Syd abandonó la banda o bien fue echado cortésmente. El desequilibrado artista intentó lanzar una exitosa carrera como solista, pero tuvo muchos rechazos. Curiosamente, dos de sus ex compañeros, Gilmour y Waters, le produjeron su disco "The Madcap Laughs", grabado en Abbey Road. Y de alguna forma hicieron lo propio en el segundo, llamado "Barrett" a secas. 

Mientras, Pink Floyd editaba disco tras disco, varios de ellos obras maestras como "Atom Heart Mother", "The Dark Side of the Moon", "Animals", "Wish You Were Here", el monumental "The Wall" o "The Final Cut", entre otros. Quiero decir que, sin quitarle méritos a Barrett en el primero de los discos de la banda, Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright se la arreglaron bastante bien sin el delirante Syd. Este, mientras tanto, intentó vanamente hacer algo digno de su pasado aunque sin lograrlo, a pesar de contar con la ayuda,  entre otros, de David Bowie. Barrett se encerró en la casa de la madre, donde pasó el resto de sus días, que no fueron pocos. En un ocasión le hicieron un reportaje en su lugar de retiro y dijo no saber que era Pink Floyd, además de no recordar a sus ex compañeros. Mientras, se dedicaba a la jardinería y a mirar TV. Aunque muchos ya lo daban por muerto desde dos décadas atrás, en realidad murió en el 2006. Sin gloria y con mucha pena.

LA RAZÓN
Syd Barrett
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Pink Floyd / The Dark Side of the Moon

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Pink Floyd
THE DARK SIDE OF THE MOON
1. Speak to Me (1:30)
2. Breathe (2:49)
3. On the Run (3:30)
4. Time (6:53)
5. The Great Gig in the Sky (4:45)
6. Money (6:30)
7. Us and Them (7:34)
8. Any Colour You Like (3:24)
9. Brain Damage (3:50)
10. Eclipse (1:45)

Hoy se ha publicado la primera tanda de remasters de Pink Floyd dentro de la campaña Why Pink Floyd? y, aunque no hace mucho comenté un disco de la banda, no me he resistido a analizar el disco estrella de esta tanda: The Dark Side of the Moon, la gran obra maestra -que no la única- del cuarteto británico. Se trata de uno de los dos o tres álbumes más famosos e influyentes en la historia de la música popular, uno de los mayores iconos de esta, y a todo el mundo le suena en mayor o menor medida (esa portada, por ejemplo); por lo que no pretendo arrojar sobre él más luz que la que críticos y expertos de todo tipo han aportado desde su publicación en 1973. No obstante, tratándose de una obra fundamental y que se ajusta perfectamente a los contenidos del blog, viene muy bien darle un repaso general para quienes todavía no la conozcan. 

Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright.
The Dark Side of the Moon sigue siendo un relativo misterio a casi cuarenta años de su publicación. A menudo se ha dicho de él que supuso un antes y un después en la música, y estoy bastante de acuerdo.  A mediados de los setenta ya habían salido al mercado algunos álbumes de "art rock" de gran peso, a cargo de gente como Jethro Tull (Aqualung, 1971; Thick as a Brick, 1972) o Genesis (Trespass, 1970; Foxtrot, 1972), y también podemos citar a The Beatles, cuyo Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967) viene a ser considerado el primer gran álbum conceptual de la historia, si bien es un antepasado algo discutible de lo que se hizo en los setenta.

Fotografía interior de una de las ediciones en CD.

Algo tenía The Dark Side que lo hacía distinto, peculiar y muy innovador. Es verdad que con los años la música pop-rock se ha vuelto en general bastante prosaica, monótona, pero no podemos olvidar que en los setenta era el entretenimiento número uno a nivel económico, por encima incluso del cine o la televisión, y el éxito de discos como este tuvo un gran calado a nivel generacional. Hablamos del disco como obra total, como expresión artística máxima de la cultura de masas, y The Dark Side of the Moon fue una revolución técnica y creativa que aupó al rock progresivo a la cresta de la ola de los gustos populares.
Imagen de la contraportada original.

Si bien otros álbumes conceptuales poseían una cualidad algo opaca, como para gente muy preparada, este álbum de Pink Floyd debió resultar francamente accesible para el público medio, cosa sorprendente al venir precisamente de una banda un tanto hermética que había dado a luz obras bastante enrevesadas y psicodélicas. No hay en él suites de rock progresivo tan ampulosas como la de Atom Heart Mother, ni inventos tan arriesgados como el disco de estudio de Ummagumma, aunque la complejidad técnica de The Dark Side of the Moon fue enorme. El grupo y su ingeniero de sonido en los estudios Abbey Road, Alan Parsons (el del posterior Project), se centraron en dos líneas a este respecto: la perfección sonora en cuanto a nitidez del sonido por un lado, y la experimentación con nuevas tecnologías por el otro. The Dark Side es conocido entre otras cosas por lo compleja que fue su grabación, intercalada con giras promocionales, la famosa película-concierto del grupo en Pompeya e incluso una banda sonora editada en LP como Obscured by Clouds, todo ello mezclado con la obsesión habitual por la afinación de los instrumentos y algunas paradas -más de la cuenta- para ver la tele y, supongo, echar un cigarrito de los sabrosos. Tampoco faltarían las discusiones sobre el contenido conceptual del trabajo, que Wright, Mason, Gilmour y sobre todo Waters terminaban convirtiendo en diatribas filosóficas considerables.

Contraportada de una edición en CD.

Lo sorprendente de The Dark Side of the Moon es que, a pesar de todo el trasiego que supuso su gestación tortuosa, funciona como la seda a la hora de entrar por el oído a la primera de cambio. Mientras que esos álbumes conceptuales que comentábamos antes (e incluso obras anteriores de Pink Floyd) eran como hermosos coches clásicos tipo Rolls-Royce, llenos de emblemas cromados y de aspecto imponente, The Dark Side of the Moon resultó ser un deportivo negro y brillante, una bala aerodinámica cuyas únicas filigranas quedaban ocultas bajo el capó, en un motor inimaginablemente complejo. Perfecto.
Y aquí el de Time.

¿Y en qué consiste el álbum? Corto el rollo. The Dark Side of the Moon es un trabajo conceptual sobre la condición humana y sus aspectos más negativos, como son la apatía, la avaricia, la discriminación y la locura. Cada una de las dos caras del vinilo puede entenderse como una composición unificada, con todos los temas enlazados hábilmente unos con otros, y con interludios instrumentales que le dan empaque. ¿Es un álbum vocal con amplios pasajes instrumentales? ¿O se trata realmente de una obra de rock progresivo instrumental con pasajes cantados? Ambas posibilidades pueden ser defendidas con la misma vehemencia y con argumentos a los que asirnos, pero yo opto por la mezcla. Creo que The Dark Side of the Moon es una obra musical sin etiquetas que no contiene estrictamente canciones ni suites instrumentales, sino que utiliza el lenguaje del rock y todas sus posibilidades, desde guitarras y baterías a varios tipos de voces, pasando por sintetizadores de los de entonces y muchísimos sampleados de voces y sonidos (¿música concreta?), poniéndolo todo a un mismo nivel para completar una experiencia musical de unos 45 minutos que se disfruta al escucharla de cabo a rabo sin pausas.

po-pom

Abre el álbum Speak to Me, con un corazón latiendo de un modo parecido al sónar de Echoes. En un instante nos metemos explosivamente en Breathe (in the Air), una pieza de rock más o menos convencional cuyo ambiente melancólico va estableciendo el tono del álbum. On the Run es el primer experimento de gran calado, con el sonido de alguien corriendo y jadeando mezclándose con efectos sonoros sintéticos casi propios de los Tangerine Dream; su final nebuloso concluye con el tic-tac de varios relojes en los que suena el despertador de forma atronadora. Estamos en Time, una de las claves del disco, un tema vocal bastante potente con solos de guitarra antológicos por parte de Gilmour y una introducción instrumental-cósmica que podría ser precedente del siguiente álbum Wish You Were Here y su joya Shine On You Crazy Diamond. La orgásmica The Great Gig in the Sky cuenta con la sensual voz en grito de Clare Torry (que es blanca, pese a lo que pueda parecer) en lo que podría ser, según he leído, una evocación musical de la muerte.

po-pom, po-pom

La segunda cara se abre con el que fue primer single, Money, un tema muy popular que incluye efectos sonoros de cajas registradoras y monedas, y que versa sobre las posibilidades de consumo -que no de plenitud personal- que otorga una buena cartera. Como su nombre sugiere, Us and Them ("Nosotros y ellos"), cumbre del disco para mi gusto y obra de Rick Wright, trata sobre la mala costumbre que tenemos las personas de distinguir entre estos y aquellos, los que son como nosotros y los que no. Aplíquese si se quiere a las clases sociales, las razas, las ideologías, etc. Any Colour You Like, obra casi exclusiva del batería Nick Mason, emplea tanto solos de guitarra muy psicodélicos como efectos electrónicos logrados con el sintetizador EMS VCS 3. El álbum concluye con dos temas que bien podrían haber sido uno solo: Brain Damage y Eclipse. El primero es una descripción musical bastante curiosa de la locura, con carcajadas sonando aquí y allá por gracia del sonido estéreo y en homenaje a Syd Barrett; y el segundo, que lleva el título que se barajó en principio para el álbum, es una especie de himno grandioso y conclusivo que, siento decirlo, para mi gusto concluye el disco de una manera que sabe a poco. Está muy bien, pero podría haber estado un poquillo mejor.

   Portadas de dos ediciones en CD y HDCD.

The Dark Side of the Moon es uno de esos discos que hay que oír por lo menos una vez en la vida. ¿Por qué? Por la cantidad de detalles que oculta en forma de sampleados dispersos por todas partes, por las leyendas que atesora, como su extraña sincronización con algunas escenas de la película El mago de Oz, y sobre todo porque incluso hoy en día sigue siendo un ejemplo apabullante de producción musical y calidad de sonido. La nitidez de las guitarras y baterías es tal que parece que van a salir David Gilmour y Nick Mason de algún túnel secreto tras los muebles de la habitación donde tienes el equipo de música, y esto se implementa con las muchas remasterizaciones que se han llevado a cabo sobre él, algunas incluso en 5.1, que deben ser impresionantes. La edición aparecida hoy, en su formato Experience contiene un segundo CD con el álbum completo grabado en directo en Wembley. Muy buen concierto, aunque es tan fiel al disco que quizá habría sido mejor añadir al pack un compacto con demos o piezas eliminadas, para aportar algo más original. Veremos qué tal está la edición mega-carísima-completísima Immersion, que lleva merchandising de todo tipo para los absolutamente fanáticos. Menos mal que en un par de días se habrá filtrado de lo lindo a la Red.

El Conde
Otras músicas, Otros mundos

Pink Floyd / The endless river

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‘The endless river’ será el nuevo disco 

de Pink Floyd para octubre


The Endless River / Um novo álbum com trabalhos inéditos do Pink Floyd


El disco, basado en sesiones de grabación inéditas realizadas en 1994, saldrá en octubre



Actuación de Pink Floyd en el Live 8 London, en Hyde Park, en julio de 2005. / JO HALE (GETTY IMAGES)
Soltó la liebre Polly Sampson, novelista y esposa del guitarrista David Gilmour. Lo hizo el sábado, mediante un tuit donde anunciaba que habrá nuevo álbum de Pink Floyd, que se llamará The endless river y que saldrá en octubre. Lo define como “muy maravilloso” y también como “el canto del cisne de Rick Wright”, en referencia al teclista y miembro fundador del grupo, fallecido en 2008.
La siguiente en irse de la lengua fue Durga McBroom-Hudson, vocalista que ha girado con Gilmour y con Pink Floyd al completo. Confirmaba con una foto que ha intervenido en la elaboración de The endless river. Y que se trata de remanentes del trabajo de 1993, cuando el grupo pasó por media docena de estudios londinenses, elaborando con el productor Bob Ezrin lo que al año siguiente se publicaría como The division bell (precisamente ahora relanzado en una edición de lujo).
Aunque The división bell alcanzaría el número uno en muchas listas de ventas, incluidas las de Gran Bretaña y los Estados Unidos, no resultó un disco suficientemente valorado. Sobre él cayó todo el desprecio del antiguo capataz de Pink Floyd, Roger Waters, que fue invitado a tocar y rechazó la oferta en términos ofensivos. Inevitablemente, algunos de los textos de The division bell pueden ser interpretados como respuestas airadas al antiguo führer de la banda.

Sin embargo, The division bell también aportaba mensajes más positivos. Aunque marcado por el pesimismo que generaron las guerras de la antigua Yugoslavia, servía de catarsis para intentar resolver los traumas de Pink Floyd, que comenzaron con la sustición del visionario Syd Barrett. Su mera existencia evidenció que la banda podía funcionar creativamente, a pesar de la brecha abierta por la espantada de Waters y otros conflictos enquistados, como el despido de Rick Wright, que se reincorporó al grupo con categoria de simple contratado.
Inicialmente, Wright parecía dispuesto a sabotear el proyecto, amargado por su indigna situación laboral, pero finalmente se entusiasmó: cantó en cuatro cortes e incluso firmó a medias con Gilmour “Cluster one”, el tema que abre el disco (un modelo de colaboración que parecía ya no funcionaba desde 1972). Pero tenía lógica la reconciliación: Gilmour estaba fascinado por las fiestas rave y especialmente por el ambient techno, una música heredera de las exploraciones espaciales de la primera encarnación de Pink Floyd; para la aventura ambient, necesitaba imaginativos colchones de teclados que le permitieran desarrollar su guitarra más lírica.
Con el tiempo, Gilmour saciaría esa curiosidad al elaborar todo un disco, Metallic spheres (2010), con The Orb y el productor Youth. Pero se sabía que, durante las sesiones para The división bell, sobre todo en Astoria, el barco-estudio-vivienda de Gilmour, también se trabajó en esa línea “voladora”. De hecho, Nick Mason, el sociable baterista del grupo, hasta bautizó los resultados como The big spliff (literalmente, El gran porro). En su libro, Inside out: a personal history of Pink Floyd (2004), lo describió como “un satélite” que giraba alrededor de The division bell.
Incluso se llegó a plantear el publicarlo así, tal como estaba, como hicieron con las bandas sonoras de More y La vallée, las dos primeras películas del realizador Barbet Schroeder. Sin embargo, los modernos Pink Floyd se han apuntado a esa teoría de la mercadotecnia que insiste en que “menos es más”. Junto a las abundantes actuaciones para la BBC y los númerosos descartes, The big spliff pasó a engrosar el archivo de grabaciones, que se conserva en un almacén secreto con todas las precauciones posibles.
Es ese proyecto inédito lo que ahora ha sido transformado en The endless river. Gilmour y Mason han construido canciones a partir de los fragmentos instrumentales y la citada Polly Sampson ha aportado letras, al igual que hizo en The division bell. Por cierto: el nombre hace referencia a la campana o timbre que, en los parlamentos de tradición inglesa, convoca a una votación. En entrevistas, Gilmour lo explicaba como metáfora del momento en que alguien debe manifestarse sobre una cuestión importante.
La hora de la verdad, diríamos aquí. También para los tres supervivientes de Pink Floyd, cuyos representantes están siendo tanteados ansiosamente por promotores de todo el planeta. Con la resuelta negativa de Robert Plant a embarcarse en una resurrección de Led Zeppelin, no habría cartel más apetitoso que la reaparición de Pink Floyd, especialmente si Roger Waters y David Gilmour hicieran las paces bajo la vieja bandera.
Tras años de litigios e insultos, Waters parece calmado: en contra de lo que esperaba, el público se fue detrás de la marca registrada de Pink Floyd y no atendió demasiado al supuesto cerebro de la banda, hasta que se dedicó a tocar The Wall. Por el contrario, la última gira de Pink Floyd, en 1994, batió récords de taquilla. En recorridos anteriores, habían superado las cifras de U2 o Michael Jackson.
Derrotado en los tribunales, Waters ha ido suavizando sus posturas. En los últimos años, ha coincidido con Gilmour en tres escenarios diferentes, incluyendo la inesperada reaparición de Pink Floyd en el Hyde Park londinense, parte de Live 8, los conciertos organizados por Bob Geldolf como parte de la campaña “Haz que la pobreza pase a la historia”. Una excusa razonable, una causa digna ayudarían a hacer posible esa gira de Pink Floyd que convocaría a millones de fans. Económicamente, ni Gilmour ni Waters necesitan asumir semejante riesgo pero sí sería grato que una trayectoria tan desgarrada tuviera un happy end.


Francesco Brunotti / Gente sin cabeza

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Francesco Bunotti
GENTE SIN CABEZA









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http://www.francescobrunotti.com/



María Mercedes Carranza / El oficio de vestirse

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María Mercedes Carranza
BIOGRAFÍA

El oficio de vestirse

De repente,
cuando despierto en la mañana
me acuerdo de mí,
con sigilo abro los ojos
y procedo a vestirme.
Lo primero es colocarme mi gesto
de persona decente.
En seguida me pongo las buenas
costumbres, el amor
filial, el decoro, la moral,
la fidelidad conyugal:
para el final dejo los recuerdos.
Lavo con primor
mi cara de buena ciudadana
vista mi tan deteriorada esperanza,
me meto en la boca de las palabras,
cepillo la bondad
y me la pongo de sombrero
y en los ojos
esa mirada tan amable.

Entre el armario selecciono las ideas
que hoy me apetece lucir
y sin perder más tiempo
Me las meto en la cabeza.
Finalmente,
me calzo los zapatos
y echo a andar, entre paso y paso
tarareo esa canción que le canto a mi hija:
“Si a tu ventana
a llega el siglo veinte,
trátalo con cariño
que es mi persona”.

Lhasa de Sela / Con toda palabra

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Lhasa de Sela
CON TODA PALABRA



Lhasa de Sela
CON TODA PALABRA

Con toda palabra
Con toda sonrisa
Con toda mirada
Con toda caricia

Me acerco al agua
Bebiendo tu beso
La luz de tu cara
La luz de tu cuerpo

Es ruego el quererte
Es canto de mudo
Mirada de ciego
Secreto desnudo

Me entrego a tus brazos
Con miedo y con calma
Y un ruego en la boca
Y un ruego en el alma

Con toda palabra
Con toda sonrisa
Con toda mirada
Con toda caricia

Me acerco al fuego
Que todo lo quema
La luz de tu cara
La luz de tu cuerpo

Es ruego el quererte
Es canto de mudo
Mirada de ciego
Secreto desnudo

Me entrego a tus brazos
Con miedo y con calma
Y un ruego en la boca
Y un ruego en el alma





Oscar Wilde / Epigramas

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Oscar Wilde
Epigramas de Oscar Wilde
PERVERSIDAD INTELIGENTE
Por Juan Antonio González Fuentes

Quiero comenzar estas líneas señalando las dudas que me asaltaron con respecto a la oportunidad de publicar esta selección de epigramas de Oscar Wilde.  La principal razón de mis dudas se fundamentaba en el escaso interés que, en nuestros días, pudieran tener la reflexiones y sentencias oscarianas en torno a asuntos tales como el matrimonio, la familia, las relaciones amorosas, las mujeres, la elegancia o la llamada “vida en sociedad”. Por decirlo de otro modo, pensaba que tanto en lo temático como en lo referente a su propia encarnadura verbal, estos notables artificios de ironía, ingenio y conocimiento del ser humano, quizá le resultasen al lector actual significativamente planos, e incluso, hasta un poco gastados o “pasados de moda”.
Sin embargo, no tardé mucho en descubrir que el único problema existente se encontraba en mi temor a mostrarme sin ambages como un admirador del quehacer literario del escritor irlandés, algo a todas luces lamentable y por desgracia nada infrecuente, según nos dejó apuntado el gran Edmundo Wilson en su espléndido libro Crónica literaria.
Así que confeso y abochornado por mis dudas y temores, aquí dejo estas muestras de la inteligente perversidad de Oscar Wilde. Una perversidad de la que en buena medida manaba su talento de escritor, y que lo empujaba -como sugiere el ya mencionado Edmund Wilson- no sólo “a perturbar las expectaciones del mundo convencional por medio de chocantes paradojas y escandalosa conducta, sino que lo hacía traicionar su credo pagano con su complacencia en el arrepentimiento cristiano”. Perversidad-arrepentimiento, siempre la paradoja como fundamental clave de lectura para un más fructífero acercamiento a la vida y obra de Wilde.
Por último, una noticia y un agradecimiento necesario. Todos los epigramas que pueden leerse a continuación están extraídos de la obra teatral The Importance of Being Earnest, y forman parte del libro Epigrams, publicado en Nueva York (sin fecha precisa) por Peter Pauper Press, y que compré en el año 1991 durante mi estancia en la Leicester University, en Inglaterra. En este mismo volumen se encuentran epigramas seleccionados de las siguientes obras de Wilde: Lady Windemere’s Fan; An Ideal Husband; A Woman of no Importance; The picture of Dorian Gray; Some Oscariana; The decay of Lying; The critic as artist.
El agradecimiento va dirigido a Dámaso Lopez García, que ha echado un benévolo vistazo a esta traducción, y con quien por mil razones (y ninguna de ellas pequeña) estoy en permanente y gustosa deuda.



EPIGRAMAS


-Insistiendo en permanecer soltero, el hombre acaba convirtiéndose en una permanente tentación pública.


-Los divorcios están hechos en el cielo.

-Un noviazgo no puede ser serio si no se ha roto al menos en alguna ocasión.


-En modo alguno los deberes de un caballero deberían interferir con sus placeres.

-Muy raras veces la verdad es pura, y jamás se muestra sencilla. Si la verdad fuese lo uno o lo otro, la vida moderna sería aburridísima; y la literatura actual, una imposibilidad.


-Es escandalosa la cantidad de mujeres que coquetean con sus maridos. Lisa y llanamente, es como lavar en público los trapos sucios.


-El hombre que desea casarse o bien debería saberlo todo o bien no debería saber nada.

-Los dos puntos débiles de nuestra época son la carencia de principios y la de imagen.

-En gran medida, el estilo depende del modo en que se lleva la barbilla. Actualmente está de moda llevarla muy alta.


-La forma de tratar a una mujer es hacerle el amor si es hermosa; y si es fea, hacérselo a otra.

-Las mujeres sólo después de haberse llamado muchas otras cosas se llaman hermanas entre sí.

-La memoria es el diario de lo que nunca ocurrió, y de lo que ni siquiera tuvo posibilidad de ocurrir.

-Los buenos terminan bien; los malos, mal. En eso consisten las novelas.

-Hoy en día son pocos los padres que prestan atención a lo que les dicen sus hijos. El anticuado respeto por la juventud agoniza con suma rapidez.

-Los parientes simplemente son una aburrida carga que no tiene el más remoto conocimiento de cómo vivir, ni el menor instinto acerca de cuando morirse.

-Hay que evitar las discusiones, siempre son vulgares y a menudo convincentes.

-En la vida matrimonial tres son compañía y dos no son nada.

-Los largos noviazgos ofrecen a la gente la oportunidad de conocer el carácter del otro antes del matrimonio, lo que en modo alguno es aconsejable.

-Ninguna mujer debería ser muy exacta acerca de su edad. Parecería demasiado calculadora.

-No hables nunca despectivamente de la alta sociedad. Sólo lo hacen quienes no han podido acceder a ella.

-Todas las mujeres acaban siendo como sus madres -esa es su tragedia. Ningún hombre lo logra -esa es la suya.

-Tres direcciones siempre inspiran confianza -incluso a los comerciantes.

-Las chicas jamás se casan con los hombres con los que coquetean; piensan que no es correcto.

-Es importante no asistir a una cita de negocios si se desea conservar el sentido de la belleza de la vida.

-Es muy vulgar hablar de la profesión a la que uno se dedica. Sólo lo hacen los corredores de bolsa, y sólo en las fiestas nocturnas.

-Siempre que tiene que decirse algo desagradable, uno debería ser muy sincero.

-Sólo hay una forma de hacerse disculpar el vestir ocasionalmente de forma exagerada: ser siempre exageradamente cortés.



Manuel Rodríguez Rivero / Encantados de saludarla, señora Wilde

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CRÓNICA: SILLÓN DE OREJAS
ENCANTADOS DE SALUDARLA,
SEÑORA WILDE

Por Manuel Rodríguez Rivero
Madrid, El País, 20/08/2011

Constance Wilde

Oscar Wilde nunca fue "un marido ideal" como tampoco lo era sir Robert Chiltern, protagonista de su célebre comedia, pero hubo un tiempo en que lo intentó seriamente. Incluso sus amigos se dieron cuenta. Por ejemplo, el joven Yeats, que, tras una visita a la casa de los Wilde, se refirió a la "perfecta armonía" del matrimonio, bajo la cual percibía, sin embargo, cierta "deliberada composición estética". Oscar y su mujer, Constance Mary Lloyd, ambos irlandeses, se casaron en 1884, se mudaron al entonces bohemio barrio de Chelsea y vivieron juntos hasta que estalló (1895) el escándalo que llevó al dramaturgo a un juicio ignominioso. En el entretanto hicieron dos hijos (Cyril y Vyvyan) y se convirtieron en la pareja más deslumbrante del Aesthetic Movement, la vanguardia intelectual y artística que agitó a la muy pacata sociedad tardo-victoriana. Como pareja se comportaban como su propio anuncio, mostrándose a menudo orgullosos y desafiantes. Él epataba con su talento y su ingenio y ella se mostraba como una mujer independiente que se enfrentaba a los tabúes de su tiempo; abogada de los derechos de las mujeres y partidaria de la libertad de Irlanda, defendió la "vestimenta racional", criticando el opresivo corsé y las inflamables crinolinas entonces utilizadas por las damas, al tiempo que lucía revolucionarios vestidos en los que la elegancia no estaba reñida con la libertad de movimientos. Escribió artículos y cuentos para niños, intervino en tertulias y debates, y apoyó iniciativas empresariales de carácter feminista. Y contribuyó a convertir su casa de Tite Street en uno de los templos de la vanguardia artística londinense. La estupenda biografía Constance: The Tragic and Scandalous Life of Mrs Oscar Wilde, de Franny Moyle (John Murray, 20 libras; 10,99 en e-book) recorre la trayectoria vital de esta mujer, explorando tanto su actividad social como su papel como esposa y madre. Descrita a menudo como una especie de víctima pasiva de su marido, que se habría casado con ella para acallar a los moralistas y aprovecharse de su dinero, Constance emerge en esta biografía como una mujer valiente y decidida que trató de ayudar a Wilde hasta el final. Tras el escándalo -y la negativa de Oscar a abandonar a Alfred Bosie Douglas- cambió de nombre y se exilió con sus dos hijos. Murió (1898) a los 39 años en Génova, en cuyo cementerio está enterrada. Hasta los años sesenta del siglo pasado no se inscribió en su lápida que había sido la esposa de Oscar Wilde.



Oscar Wilde / El cumpleaños de la infanta

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Retrato de la Infanta Catalina de Aragón
Juan de Flandes
Oscar Wilde
EL CUMPLEAÑOS DE LA INFANTA

Era el día del cumpleaños de la Infanta, la princesita real de España. Ella cumplía doce años, y el sol iluminaba con esplendor los jardines del Palacio.
Por más que fuese una Princesa de sangre real, y además Infanta del inmenso imperio de España, también ella debía resignarse a no tener más que un cumpleaños cada año, lo mismo que los hijos de los plebeyos del reino. Era, por lo tanto, muy importante para todos que ese día fuera un día hermoso. ¡Y era un día lindísimo! Los arrogantes tulipanes se erguían en sus tallos, como largas filas de soldados y miraban desafiantes a las rosas, diciendo:
—¡Hoy somos tan hermosos como ustedes!
Las rojas mariposas revoloteaban alrededor, con alas empolvadas de oro, y visitaban una por una todas las flores; las lagartijas de verde tornasol habían salido de los muros para tomar el sol, y las granadas se abrían con el calor, dejando ver sus corazones rojos. Hasta los pálidos limones amarillentos, que crecían a lo largo de las arcadas sombrías, tomaban del sol un color más rico y resplandeciente, y las magnolias abrían sus grandes flores color marfil, embalsamando el aire con un perfume dulce y pungente al mismo tiempo.
La Princesita con sus compañeros se paseaban por la terraza del palacio que se abría sobre aquel jardín, y después jugó a las escondidas alrededor de los jarrones de piedra y las antiguas estatuas cubiertas de musgo. Por lo general sólo se le permitía jugar con niños de su misma alcurnia, así es que casi siempre tenía que jugar sola. Pero su cumpleaños era una ocasión excepcional, y el Rey había ordenado que la niña pudiese invitar a todos los amigos que quisiera.
Los movimientos de los esbeltos niños españoles tienen una gracia majestuosa; los muchachos con sus sombreros anchos, adornados de plumas, y sus capitas flotantes; las niñas, recogiendo la cola de sus largos vestidos de brocado y protegiendo sus ojos del sol con grandes abanicos negro y plata. Pero la Infanta era la más encantadora de todas, y la mejor vestida, según la aparatosa moda de aquellos tiempos. Llevaba un traje de raso gris con amplias mangas abullonadas, damasquinadas de plata, y un rígido corpiño cruzado por hilos de perlas finas. Al caminar, dos pequeños escarpines, con moñitos de cinta carmesí, se le asomaban debajo de la falda. Su inmenso abanico de gasa era rosa y nácar, y en la cabellera, que rodeaba su carita pálida como un halo de oro, llevaba prendida una rosa blanca.
Triste y melancólico, el Rey observaba a los niños desde una ventana del palacio. Detrás de él estaba, de pie, su hermano, don Pedro de Aragón, a quién odiaba, y su confesor, el Gran Inquisidor de Granada, estaba sentado a su lado.
El Rey estaba más triste que de costumbre, porque al ver a la Infanta saludando con gravedad infantil a los cortesanos, o riéndose detrás del abanico de la horrible Duquesa de Alburquerque, quien la acompañaba siempre, se acordaba de la Reina, la madre de la Infanta, que había venido del alegre país de Francia, para marchitarse en el sombrío esplendor de la Corte de España. Su amada reina había muerto seis meses después de nacer su hija, sin alcanzar a ver florecer dos veces los almendros del jardín. Tan grande había sido el amor del Rey por ella, que no permitió que la tumba se la robara por completo. Un médico moro al que perdonaron la vida —porque según se murmuraba en el Santo Oficio, era hereje y sospechoso de practicar la brujería—, la embalsamó, y el cuerpo de la Reina todavía descansaba en su ataúd, en la capilla de mármol negro del Palacio, tal como los monjes la habían dejado un tempestuoso día de marzo, doce años atrás. Cubierto por una capa oscura y con una bujía en la mano, el Rey iba a arrodillarse al lado del sepulcro cada primer viernes del mes.
—¡Reina mía, Reina mía! —gemía roncamente.
Y a veces, olvidando la rígida etiqueta que gobierna cada acto de la vida y limita hasta las expresiones del dolor en un Rey, tomaba entre las suyas aquellas manos pálidas y enjoyadas, y trataba de reanimar con besos insensatos aquel rostro maquillado y frío.
Sin embargo, esta mañana le parecía verla de nuevo tal como aquella vez en que la contempló por primera vez en el castillo de Fontainebleau, cuando él sólo tenía quince años, y ella era aún menor. Fue en aquella ocasión, cuando sellaron los esponsales ante el Nuncio de Su Santidad, el propio Rey de Francia y toda su Corte. Poco después él había regresado a El Escorial, llevando junto al corazón un rizo de cabellos rubios y el recuerdo de dos labios infantiles que se inclinaban a besarle la mano cuando subía a la carroza. Más tarde celebraron su matrimonio en Burgos, ciudad próxima a la frontera de ambos países, y en seguida entraron solemnemente en Madrid, asistieron a la tradicional misa mayor en la Iglesia de Atocha, y dictaron un auto de fe más solemne que de costumbre, por el cual más de trescientos herejes fueron entregados a la hoguera.
Sí, el Rey la había amado con locura, y para su propio infortunio. Apenas permitía que se apartara de su lado, y por ella olvidaba, o al menos parecía olvidar, los graves asuntos del Estado. La amaba tanto que jamás llegó a comprender que las complicadas ceremonias con que trataba de entretenerla, sólo conseguían agravar la extraña enfermedad que ella padecía. Cuando la reina falleció, el Rey anduvo algún tiempo como privado de razón. Y sin duda habría abdicado para recluirse en el Gran Monasterio Trapense de Granada, si no hubiese temido dejar a la Infanta, que todavía no tenía un año, en manos de su hermano, cuya crueldad y ambición eran famosas en toda España. Además muchos sospechaban que don Pedro de Aragón había provocado la muerte de la Reina, ofreciéndole unos guantes envenenados cuando ella lo visitó en su castillo de Aragón. Después de pasar los tres años de luto oficial que ordenó en todos sus dominios, el Rey no toleró que sus ministros le hablasen de un nuevo matrimonio. El mismo Emperador de Alemania le ofreció la mano de su sobrina, la encantadora Archiduquesa de Bohemia, pero el Rey dijo a los embajadores que él ya había contraído nupcias con el Dolor. Esta respuesta le costó a su trono perder las ricas provincias de los Países Bajos, que se rebelaron contra él, acaudilladas por los fanáticos hugonotes.
Mientras veía a la Infanta jugar en la terraza, recordaba toda su vida conyugal, con sus goces vehementes y su terrible agonía. La niña tenía, al igual que la Reina, esa petulancia deliciosa, ese gesto voluntarioso, la misma boca encantadora con arrogantes labios altivos, y misma sonrisa maravillosa de su madre cuando miraba hacia la ventana o tendía la manito para que la besaran los solemnes hidalgos españoles. Pero la risa penetrante de los niños le lastimaba los oídos, y el resplandor del sol se burlaba de su tristeza, y un perfume denso de especias orientales, como las que utilizan los embalsamadores, parecía viciarle el aire puro de la mañana. Escondió entre las manos sus facciones, y cuando la Infanta miró nuevamente hacia la ventana, las cortinas estaban corridas, y el Rey se había retirado.
La Infanta hizo un gesto de desagrado y se encogió de hombros. Su padre tendría que haberla acompañado el día de su cumpleaños... ¿Qué podían importarle los aburridos asuntos del Estado?, o, ¿acaso se había ido a la sombría capilla, donde ardían continuamente los cirios, y a donde a ella no la dejaban entrar? ¡Qué tontería, cuando el sol brillaba alegremente y todo el mundo estaba contento! Además, se iba a perder el simulacro de corrida de toros, que ya anunciaban los sones de trompeta, sin contar los títeres y las demás maravillas.
Su tío Pedro y el Gran Inquisidor eran más cuerdos. Habían bajado a la terraza para saludarla y decirle frases bellas y galantes. Levantó entonces su cabecita, y de la mano de don Pedro descendió lentamente las escalinatas, para dirigirse hacia un gran pabellón de seda púrpura que habían levantado a un extremo del jardín. Los demás niños la seguían por orden riguroso de precedencia, ya que iban primero aquellos que tenían una serie más larga de apellidos.
Un cortejo de niños nobles, vestidos de toreros, salió a su encuentro, y el joven Conde de Terra Nova, de catorce años y belleza asombrosa, se quitó el sombrero con toda la gracia de un hidalgo y la condujo con solemnidad a un pequeño trono de oro y marfil, colocado sobre un alto estrado que dominaba la plaza. Las muchachas se apiñaron a su alrededor, agitando sus inmensos abanicos y secreteándose entre ellas. Don Pedro y el Gran Inquisidor se quedaron riendo a la entrada. Hasta la Duquesa, dama de facciones enjutas y duras, no parecía de tan mal humor como de ordinario, y por su rostro se veía vagar algo parecido a una sonrisa fría y desvaída.
Fue por cierto una soberbia corrida de toros, mucho más bonita, pensaba la Infanta, que la corrida de verdad que había visto en Sevilla, cuando el Duque de Parma visitó a su padre. Algunos muchachos caracoleaban sobre caballos de madera y mimbre, esgrimiendo largas lanzas adornadas con gallardetes de colores brillantes; otros iban a pie agitando delante del toro sus capas escarlata y saltando ágilmente la barrera cuando arremetía contra ellos; y en cuanto al toro, era idéntico a uno de verdad, aunque sólo fuera de mimbre forrado de cuero, y mostrara una marcada tendencia a correr en dos patas por la plaza, cosa que nunca haría un toro verdadero. Sin embargo, se portó con tanta valentía, que las entusiasmadas doncellitas, terminaron subidas a los bancos, agitando sus pañuelos de encaje y voceando:
—¡Bravo toro! ¡Bravo, toro bravo! —igual que si fueran personas mayores.
Finalmente el Condesito de Terra Nova logró vencer al toro, y tras de recibir la venia de la Infanta, hundió con tanta fuerza su estoque de madera en el morrillo del animal, que la cabeza cayó a tierra, dejando ver el rostro sonriente del Vizconde de Lorena, hijo del Embajador de Francia en Madrid.
Después de eso, entre aplausos entusiastas, dos pajecitos moros despejaron el ruedo, arrastrando solemnemente los caballos muertos, y tras de un corto intermedio, en el que un equilibrista francés realizó unos ejercicios vertiginosos sobre la cuerda floja, aparecieron en el escenario de un teatro expresamente construido para ese día, unas marionetas italianas, representando la tragedia semiclásica de Sofonisba. La representaron tan bien y con gestos tan naturales, que al final de la obra los ojos de la infanta estaban bañados de lágrimas. Algunos niños lloriqueaban también, y hubo que consolarlos con golosinas. El mismo Gran Inquisidor se sintió tan conmovido que comentó a Don Pedro que le parecía intolerable que unos simples objetos de madera y cera, movidos por alambres, pudieran ser tan desdichados y sufrir tantas desdichas.
Apareció después un malabarista africano que traía una gran canasta cubierta con un velo rojo. La puso en el centro del ruedo, extrajo de su turbante una flauta de caña, y comenzó a tocar. De pronto el paño comenzó a agitarse y mientras la flauta emitía sonidos cada vez más penetrantes, dos serpientes de verde y oro asomaron sus extrañas cabezas triangulares, y se fueron levantando muy despacio, balanceándose al ritmo de la música, como una planta acuática se balancea en la corriente. Los niños se asustaron un poco, y se divirtieron mucho más cuando el malabarista hizo brotar de la tierra un naranjo diminuto, que súbitamente se cubrió de preciosas flores blancas, y por último exhibió racimos de verdaderas naranjas. Y también se sintieron fascinados cuando el africano le pidió su abanico a la hija del Marqués de Las Torres, y lo transformó en un pájaro azul, que revoloteó cantando entusiasmado alrededor del pabellón. Entonces el deleite y asombro de los niños no tuvo límite.
Luego vino el espectáculo encantador del solemne minué que bailaron los niños del coro de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar, de Zaragoza. La Infanta no había presenciado nunca esta maravillosa ceremonia que cada año se celebra durante el mes de mayo ante el altar mayor de la Virgen. Además ningún miembro de la familia real había vuelto a entrar en la catedral de Zaragoza desde que un sacerdote loco, y según, se dijo, sobornado por la solterona Isabel de Inglaterra, había intentado hacer comulgar al Príncipe de Asturias con una hostia envenenada. Por eso, la Infanta sólo conocía de oídas aquel minuet que todos llamaban la "Danza de Nuestra Señora".
Estos niños Zaragozanos venían vestidos con trajes antiguos, de terciopelo blanco, y sus tricornios estaban ribeteados de plata y adornados con grandes penachos de blanquísimas plumas de avestruz. Todo el mundo se sintió encantado por la lindura y dignidad con que bailaron las complicadas figuras de la danza y por la gracia de sus ademanes y reverencias. Cuando terminaron, se sacaron los sombreros para saludar a la Infanta, y ella contestó con mucha cortesía, prometiendo además mandar un gran cirio al santuario, para agradecer la alegría y el placer con que la habían agasajado.
En el momento en que salían de la iglesia, un grapo de gitanitos avanzó por la plaza. Se sentaron con las piernas cruzadas, formando circulo, y empezaron a tocar suavemente sus guitarras y citaras, al tiempo que canturreaban, casi imperceptiblemente, un aire soñador y melancólico. Cuando divisaron a don Pedro, algunos se aterraron, y otros pusieron el ceño adusto y embravecido, pues pocas semanas atrás don Pedro había mandado a ahorcar por brujería a dos hombres de la tribu; pero la Infanta, que los contemplaba por encima del abanico con sus grandes ojos azules, les encantó transformándoles el ánimo. Una criatura tan encantadora no podía ser cruel con nadie. Y continuaron tocando muy dulcemente, rozando las cuerdas con sus largas uñas, e inclinando sobre el pecho la cabeza, mientras cantaban como si estuvieran a punto de quedarse dormidos. Después se levantaron, desaparecieron por un instante, y regresaron con un lanudo oso pardo, sujeto por una cadena, que llevaba en los hombros varios monos de Berbería. El oso se puso de cabeza, con la mayor gravedad, y los monos hicieron todo tipo de piruetas con dos gitanillos de diez años. En verdad, los gitanos tuvieron un gran éxito con su presentación.
Pero lo más divertido de la fiesta, lo mejor de todo sin duda alguna, fue la danza del enanito. Cuando apareció en la plaza tambaleándose sobre sus piernas torcidas y balanceando su enorme cabezota deforme, los niños estallaron en ruidosas exclamaciones de alegría, y la infanta rió tanto que la camarera se vio obligada a recordarle que si bien muchas veces en España la hija de un Rey había llorado delante de sus pares, no había procedente de que una Princesa de Sangre Real se mostrara tan regocijada en presencia de personas inferiores a ella. Pero el enano era irresistible, y ni siquiera en la Corte de España, conocida por su afición a lo grotesco, se había visto jamás un monstruo tan extraordinario.
Fuera de eso, esta era la primera aparición en público del enano. El día anterior, mientras cazaban en uno de los Sitios más apartados del bosque de encinas que rodeaba la ciudad, lo habían descubierto dos nobles, corriendo locamente por entre los árboles. Los nobles pensaron que podía servir de diversión a la Princesa y lo llevaron al Palacio, ya que el padre del enano, un mísero carbonero, no puso dificultad alguna en que lo libraran de un hijo que era tan horrible como inútil. Tal vez lo más divertido era la absoluta inconsciencia que tenía el enano de su grotesco aspecto. Al contrario, parecía muy feliz y orgulloso. Tanto, que cuando los niños se reían, el también reía, tan franca y alegremente como ellos, y al terminar cada danza los saludaba con las más divertidas reverencias, como si fuera igual a ellos, y no un ser raquítico y deforme, que sólo servía para que los demás tuviesen algo de qué burlarse.
La Infanta lo había fascinado de un modo tal que al enano se le hacía imposible dejar de mirarla, y parecía bailar solamente para ella. Cuando terminó de bailar, la niña recordó haber visto a las grandes damas de la Corte arrojarle ramos de flores a Caffarelli, el famoso tiple italiano, y entonces, en parte por burla y en parte para enojar a su Camarera Mayor, sacó la rosa blanca de sus cabellos y la arrojó a la plaza con la más dulce de sus sonrisas.
El enano tomó la cosa muy en serio, besó la flor con sus gruesos labios y se llevó la mano al corazón antes de arrodillarse delante de la Infanta, gesticulando con sus ojos chispeantes de alegría.
Con esto se quebrantó la seriedad y compostura de la Infanta que no pudo contener la risa, ni siquiera cuando el enanito desapareció de la plaza, y manifestó a su tío el deseo de que se repitiera la danza de inmediato. Pero la Camarera Mayor decidió que el sol calentaba demasiado y que sería preferible que Su Alteza regresara sin tardanza al Palacio, donde le habían preparado una fiesta maravillosa.
Al fin, la Infanta se puso de pie con suma dignidad, y dio la orden de que el enanito danzase de nuevo para ella después de la siesta. Agradeció también al condesito de Terra Nova por su encantador recibimiento, y se retiró a sus habitaciones, seguida por los niños, en el mismo orden en que habían entrado.
Al saber que iba a bailar de nuevo ante la Infanta, obedeciendo sus expresas órdenes, el enanito se sintió tan orgulloso y feliz, que se lanzó a correr por el jardín besando la rosa blanca en un absurdo transporte de alegría, y gesticulando del modo más estrambótico y pagano.
Hasta las flores se indignaron de aquella insolente invasión a sus dominios, y cuando le vieron hacer piruetas por los paseos y agitar los brazos de modo tan ridículo, no pudieron contenerse.
—Es demasiado horrible para permitirle estar donde estamos nosotros —exclamaron los tulipanes.
—¡Ojalá bebiera jugo de amapolas, que lo hiciera dormir más de mil años! —dijeron las grandes azucenas, encendidas de ira.
—¡Qué cosa tan horrible! —aullaron las calceolarias—. Es contrahecho y rechoncho, y no puede haber mayor desproporción entre su cabeza y sus piernas. Si se nos llega a acercar va a conocer nuestros pelitos urticantes.
—¡Y lleva una de mis rosas más bella! —exclamó el rosal blanco—. Yo mismo se la di esta mañana a la Infanta, como regalo de cumpleaños. No cabe duda que la ha robado.
Y se puso a gritar con todas sus fuerzas:
—¡Atajen al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!
Incluso los rojos geranios, que no suelen creerse grandes señores, y se les suele conocer por sus numerosas relaciones de dudosa calidad, se encresparon de disgusto cuando lo vieron. Y hasta las violetas mismas observaron —aunque dulcemente— que si por cierto el enano era sumamente feo, la culpa no era de él. Algunas agregaron que siendo la fealdad del enanito casi ofensiva, demostraría más prudencia y buen gusto adoptando un aire melancólico o siquiera pensativo, en lugar de andar saltando como un enajenado y haciendo gestos tan grotescos y estúpidos.
En su despreocupación, el enano llegó a pasar rozando el viejo reloj de sol que antiguamente indicaba las horas nada menos que al Emperador Carlos V. El venerable reloj se desconcertó tanto, que casi se olvidó de señalar los minutos, y comentó con el pavo real plateado que tomaba el sol en la balaustrada, que todo el mundo podía advertir que los hijos de los Reyes eran Reyes, y carboneros los hijos de los carboneros. Afirmación que aprobó el pavo real:
—¡Indudablemente, indudablemente! —dijo con voz tan áspera y chillona que los peces dorados que vivían en la fuente, sacaron del agua la cabeza preguntando qué ocurría a los grandes tritones de piedra que arrojaban sus gruesos chorros para mantener fresca el agua.
Sin embargo, los pájaros amaban al enanito. Lo habían visto bailando en la selva, como un duendecillo detrás de los torbellinos de hojas, o acurrucado en el hueco de la vieja encina, compartiendo sus nueces con las ardillas, y no les importaba en absoluto que no tuviese esos rasgos que los humanos consideran belleza. Para ellos, el enano no era en absoluto feo. El mismo ruiseñor que canta tan dulcemente en los bosques de naranjos, no es muy hermoso que digamos. Además el enanito había sido muy bueno con ellos y durante aquel invierno crudísimo, cuando no ya en los árboles no quedaba fruta ni semilla alguna, y la tierra estaba dura como el hierro, y los lobos aullaban en las mismas puertas de la ciudad buscando alimento, el enanito no los había olvidado ni un sólo día; siempre les dio migajas de su mendrugo de pan negro y compartió con ellos su almuerzo, por más pobre que fuera.
Es por eso que volaron su alrededor, rozándole el rostro con una caricia de alas y hablando entre sí. El enanito estaba tan maravillado que les mostró la hermosa rosa blanca, y les dijo que se la había dado la propia Infanta, en prueba de amor.
Los pájaros no le entendieron ni una palabra, pero no importaba, porque ladeaban la cabeza y lo miraban con aire doctoral.
También las lagartijas sentían un aprecio muy grande por él, y cuando el enanito se cansó de dar volteretas por todos lados y se tendió sobre la hierba a descansar, jugaron y brincaron alrededor de él entreteniéndolo lo mejor posible.
—No todos pueden ser tan hermosos como una lagartija —exclamaban—. Sería mucho pedir. Y, aunque parezca absurdo, no es tan feo cuando uno cierra los ojos y deja de verlo.
Las lagartijas son de naturaleza extraordinariamente filosófica, y muy a menudo se pasan horas y horas meditando, cuando no tienen otra cosa que hacer o llueve o hace demasiado frío para salir a pasear.
Las flores, ante esto, se sintieron fastidiadas por la manera cómo actuaban los lagartos y los pájaros, que para ellas resultaba desleal.
—Esto demuestra con toda claridad —decían—, como reblandece el cerebro ese ir y venir, ese revolotear sin sentido. La gente bien educada no se mueve de su sitio, como hacemos nosotras. ¿Quién nos ha visto corretear por los paseos o rotar sobre la hierba detrás de las libélulas? Cuando necesitamos cambiar de aire mandamos venir al jardinero, y él nos traslada de sitio. Pero los pájaros y los lagartos no tienen sentido del reposo, y de los pájaros en particular hasta se puede decir que no tienen domicilio fijo. Son simples vagabundos, como los gitanos, y como tales deberían ser tratados.
Y alzando sus corolas, adoptaron un aire más altanero todavía; sólo volvieron a mostrarse alegres cuando vieron que, poco rato después, el enanito se levantó de la hierba y atravesó la terraza en dirección al Palacio.
—Como asunto de higiene pública deberían encerrarlo bajo llave para el resto de su vida —comentaron las flores—. ¿Han visto esa joroba y esas piernas retorcidas? —y empezaron a reír burlonamente.
Pero el enanito no había escuchado nada. Amaba profundamente a las aves y las lagartijas, y pensaba que las flores eran la cosa más maravillosa del mundo, exceptuando naturalmente a la Infanta; porque ella le había dado la rosa blanca, y le amaba, y eso establecía una gran diferencia.
¡Cómo anhelaba volver a encontrarse ante la Princesita! Ella lo sentaría a su diestra, y le sonreiría, y después no volvería a apartarse de su lado; iba a ser su compañero, y le enseñaría juegos deliciosos. Porque a pesar de no haber estado nunca antes en un Palacio, él sabía hacer muchas cosas admirables. Sabía hacer jaulitas de junco para encerrar los grillos, y que cantaran dentro; y con las cañas nudosas podía fabricar flautas y caramillos. Imitaba el grito de todas las aves, y podía hacer bajar a los estorninos de la copa de los árboles, y atraer a las garzas de la laguna.
Él sabía reconocer las huellas de todos los animales y podía seguir la pista de la liebre por su rastro casi invisible, y la de los jabalíes por unas pocas hojas pisoteadas. Conocía todas las danzas salvajes: la danza desenfrenada del otoño, en traje rojo; la danza estival sobre las mieses, en sandalias azules; la danza con blancas guirnaldas de nieve, en el invierno; y la danza embriagada de las flores a través de los jardines en la primavera. Sabía en qué lugares las palomas torcazas ocultan sus nidos, y una vez que un cazador había capturado a los padres, él crió a los polluelos construyéndoles un pequeño palomar en la oquedad de un olmo desmochado. Y los domesticó con tanta habilidad que todas las mañanas acudían a comer en su mano. La Infanta también los amaría, lo mismo que a los conejos, que se hacen invisibles entre los grandes helechos y las zarzas; y a los grajos, de plumas aceradas y picos negros; y a los puercoespines que pueden convertirse en una bola de púas y a las grandes galápagos, que se arrastran lentamente, menean la cabeza y comen hojas tiernas y raíces suculentas. Sí, la Infanta iría a la selva, y jugaría con él. Por las noches le cedería su propia cama para que ella durmiese, y él la cuidaría hasta el alba, para que los lobos hambrientos no se allegasen demasiado a la choza. Y al amanecer, la despertaría con unos golpecitos en la ventana. Y se irían al bosque, y allí, bailando juntos, dejarían transcurrir el día entero.
¿Pero dónde estaba la Infanta? Interrogó a la rosa blanca pero no obtuvo respuesta. Todo el Palacio parecía dormir, y hasta en las ventanas abiertas colgaban pesados cortinajes para amortiguar la resolana.
Después de dar mil vueltas buscando una entrada, halló finalmente una puertecilla, que había quedado entreabierta. Se deslizó dentro con cautela, y se encontró en un salón espléndido, mucho más espléndido, pensó atemorizado, que la misma selva. Todo era dorado, y hasta el piso estaba hecho de primorosos baldosines de colores, dispuestos en dibujos geométricos.
Pero la Infanta tampoco estaba allí; sólo había unas maravillosas estatuas blancas, que le miraban desde lo alto de sus zócalos de jaspe, con ojos de mirada ambigua y una extraña sonrisa en los labios.
Al fondo del salón había una cortina de terciopelo negro, lujosamente bordada de soles y estrellas; era la enseña favorita del Rey. ¿No estaría la Infanta ahí detrás?
Avanzó sigilosamente y descorrió la cortina. No había nadie. Era otra habitación, todavía más hermosa que la anterior. Las paredes estaban cubiertas con tapices de Arras, en tonos verdes y castaños, representando una escena de cacería. En otro tiempo esa había sido la habitación de Jean Le Fou, como llamaban a ese Rey Loco, tan apasionado por la cacería, que más de una vez, en su delirio, había querido montar en los grandes corceles encabritados de los tapices, y perseguir al ciervo acosado por los enormes sabuesos. Ahora la habían destinado a sala del consejo, y sobre la mesa del centro se veían las carteras rojas de los ministros y consejeros.
El enano miró a su alrededor lleno de asombro, y casi sin atreverse a seguir su camino, a los extraños jinetes silenciosos, que galopaban tan velozmente por el bosque, sin hacer el menor ruido en la tapicería. Le parecía que eran los Comprachos, esos terribles fantasmas de que había oído hablar a los carboneros, que sólo cazan de noche, y si encuentran a un hombre lo transforman en ciervo para cazarlo.
Pero el recuerdo de la encantadora Infantita le hizo recobrar el coraje. Necesitaba encontrarse a solas con ella y decirle que él también la amaba.
Atravesó corriendo las alfombras persas y abrió la puerta siguiente. ¡No! Tampoco estaba allí. La habitación estaba completamente vacía.
Era el imponente salón del Trono, destinado a la recepción de los embajadores extranjeros, cuando el Rey accedía a darles audiencia, cosa que sucedía rara vez. Las colgaduras eran de cuero dorado de Córdoba, y una pesada lámpara dorada colgaba del techo blanco y negro, con suficientes brazos como para sostener trescientas bujías. El trono se alzaba bajo un gran dosel de brocado de oro, donde estaban bordados los leones y las torres de Castilla. Sobre el segundo escalón del Trono estaba el reclinatorio de la Infanta, con su cojín de tisú de plata; y más abajo, fuera del dosel, el asiento del Nuncio Pontificio, único dignatario que tenía el derecho de estar sentado en presencia del Rey.
En la pared frente al trono pendía un retrato, en tamaño natural, de Carlos V en traje de caza, acompañado de su gran mastín. Otro cuadro representaba a Felipe II recibiendo el homenaje de sus vasallos de Flandes.
Mas poco le importaba toda esta magnificencia al enanito. No habría cambiado su rosa blanca por todas las perlas del dosel, ni habría dado un sólo pétalo por el mismísimo trono. Lo único que quería era ver a la Infanta antes que ella fuese al pabellón, y pedirle que se marchara con él cuando la danza concluyese.
Dentro del palacio, el aire era sofocante y pesado, mientras que en la selva el viento soplaba filtrándose alegremente entre hojas fragantes y la luz del sol apartaba las ramas con sus manos doradas. También había flores en la selva, no tan espléndidas como las flores del jardín, pero de perfume más dulce: como los jacintos tempranos, las prímulas amarillas, las brillantes celidonias, las verónicas azules y los lirios de color morado y oro. ¡Sí, la Princesa se iría con él una vez que lograse encontrarla! Le acompañaría a la selva, y él pasaría el día entero bailando para ella. Esta idea lo hizo sonreír y entró sin vacilar en la cámara siguiente.
De todas las habitaciones dónde ya había estado, ésta era la más espléndida y hermosa. Las paredes estaban tapizadas de damasco rojo, salpicado de pájaros y flores de plata; los muebles eran de plata maciza y ante las dos enormes chimeneas, se abrían dos grandes pantallas, con pavos reales y papagayos de hilo de oro bordado en relieve. El pavimento, de ónix color verde mar, parecía perderse en la lejanía. Pero aquí no estaba solo. Desde la sombra de la puerta, al otro extremo de la habitación, una pequeña figura lo contemplaba. Le tembló el corazón, dejó escapar un grito de alegría, y avanzó. Entonces, la figura avanzó también y el enanito consiguió distinguirla con claridad.
¿Era la Infanta? No, quien se le acercaba era un monstruo, el monstruo más grotesco que podía existir. No era proporcionado como todo el mundo, sino jorobado y patizambo, con una cabezota enorme que se bamboleaba de un lado a otro, y una hirsuta crin negra. El enanito frunció el ceño, y el monstruo también lo frunció. Se echó a reír, y el monstruo se puso a reír con él, dejando caer los brazos lo mismo que él. Le hizo una reverencia burlona, y el monstruo le respondió con una reverencia todavía más irónica. Avanzó hacia él, y el monstruo vino a su encuentro remedando todos sus gestos y deteniéndose cuando él se detenía. Gritó alegremente y corrió hacia él, alargándole la mano, y la mano del monstruo tocó la suya y era fría como el hielo. Se asustó y retiró la mano y la mano del monstruo le imitó vivamente, mientras ponía una grotesca expresión de miedo.
Hizo un intento de esquivarlo y seguir adelante pero lo detuvo aquel ente, poniéndosele siempre por delante con su contacto duro y resbaladizo. La cara del monstruo estaba muy cerca de la suya, como si tratase de besarlo, y se veía patéticamente aterrorizada. Retiró los mechones que le caían sobre los ojos, y el monstruo hizo lo mismo. Lo golpeó, y el monstruo le devolvió golpe por golpe, le hizo muecas y en el rostro del monstruo se dibujaron las mismas muecas. Retrocedió, y el monstruo retrocedió también, entreabriendo una jeta repulsiva.
¿Qué extraño fenómeno era ése? Reflexionó un momento mirando en torno suyo por todo el salón. Era extraño: todo parecía tener su igual detrás de ese muro invisible de agua transparente y sólida. Si, cuadro por cuadro, y asiento por asiento todo estaba allí como duplicado. El fauno dormido, junto a la puerta, tenía su hermano gemelo que dormía también; y la Venus de plata, en pie bajo los rayos del sol, extendía los brazos a otra Venus tan hermosa como ella.
¿Sería aquello el Eco?
Recordó aquella ocasión en que había llamado al eco en el valle y el Eco le había respondido palabra por palabra. ¿Podría burlar la vista, como burlaba la voz? ¿Podría crear un mundo a imitación, idéntico al mundo real? ¿Las sombras de las cosas, podrían tener color y vida y movimiento? ¿Sería posible que...?
Se estremeció, y sacando de su pecho la rosa blanca, la besó. ¡Pero he aquí que el monstruo también tenía una rosa, pétalo por pétalo idéntica a la suya! ¡Y la besaba con igual deleite, y la estrechaba contra su corazón haciendo gestos grotescos!
Cuando al final la verdad se abrió paso en su mente, el enano lanzó un aullido un grito de desesperación y cayó al pavimento sollozando. ¡Ese ser deforme y jorobado, de aspecto horrible y grotesco, era él! ¡Era él mismo, él era el monstruo, y era de él de quien se habían reído todos los muchachos... y la Princesita, en cuyo amor creyera... Ella también se había burlado de su fealdad, había hecho mofa de sus piernas torcidas! ¿Por qué no lo habían dejado en el bosque, donde no había espejo que le mostrara su horror? ¿Por qué no lo había matado su padre antes de permitir que se burlaran de él? Lloró lágrimas quemantes, y sus manos destrozaron la rosa blanca... y el monstruo hizo lo mismo y esparció por el aire los delicados pétalos.
El enanito se cubrió los ojos con las manos, y se alejó del espejo temiendo verlo una vez más.
Como un pobre ser herido se arrastró hacia la sombra, y allí se quedó gimiendo.
En ese preciso instante, por el ventanal abierto, entró la propia Infanta con su séquito, y cuando vieron al horroroso enanito de bruces en el pavimento, golpeándolo con los puños del modo más fantástico, estallaron en alegres carcajadas.
—Sus danzas son muy graciosas —dijo la infanta—, pero su manera de actuar es mucho más divertida todavía. Lo hace casi tan bien como las marionetas, aunque con menos naturalidad.
Agitó su abanico, y aplaudió.
Pero el enanito no levantó la cabeza. Sus sollozos eran cada vez más débiles; hasta que exhaló un extraño suspiro y se oprimió el costado. Luego, cayó boca arriba y quedó inmóvil.
—¡Lo has hecho estupendo! —aplaudió la Infanta después de una pausa— Pero ahora te toca bailar.
—Sí —gritaron los demás niños—, tienes que levantarte y bailar. Eres tan inteligente como los monos de Berbería, y mucho más gracioso.
Pero el enanito no contestó.
La Infanta, airada, dio un golpe en el suelo con su pie, y llamó a su tío, que estaba paseando con el Chambelán, mientras leían unas cartas recién llegadas de México, donde se acababa de establecer la Santa Inquisición.
—Mi enanito se está haciendo el desobediente —gritó la Infanta—. ¡Levántenlo y díganle que baile!
Los caballeros sonrieron entre sí y entraron sin prisa. Al llegar junto al enanito, don Pedro se inclinó y lo golpeó suavemente en la mejilla con su guante bordado.
—Baila ya, petit montre–dijo-. La Infanta de España y de todas las Indias quiere que la diviertas.
Pero el enanito permaneció inmóvil.
—Habrá que hacer venir al verdugo —dijo enojado don Pedro.
Pero el Chambelán, que miraba la escena con rostro grave, se arrodilló junto al enanito y le puso la mano sobre el corazón. Después de un momento se encogió de hombros y levantándose, hizo una profunda reverencia a la infanta diciendo:
—Mi bella Princesa, tu enanito no volverá a bailar. Y es lamentable, porque es tan feo, que con seguridad habría hecho sonreír al propio Rey.
—¿Y por qué no volverá a bailar? —preguntó la Infanta con aire decepcionado.
—Porque su corazón se ha roto —contestó el Chambelán.
Y la Infanta frunció el ceño, y sus finos labios se contrajeron en un delicioso gesto de fastidio.
—De ahora en adelante —exclamó echando a correr al jardín— los que vengan a jugar conmigo no deben tener corazón.





Brasil es el equipo pesadilla

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Brasil es el equipo pesadilla

La Canarinha se despide recibiendo otra goleada y Holanda acaba tercera e invicta


Thiago Silva y Robben, en la acción que supuso el penalti para Holanda / DOMINIC EBENBICHLER (REUTERS)
No hay consuelo ni perdón posible para Brasil. La herida provocada por el 1-7 no deja de sangrar por más que jugadores y seguidores canten misa, víctimas ambos de las tretas del populista Scolari. Hay derrotas que no se borran con el currículo ni con títulos sino que demandan medidas estructurales inaplazables, y más en caso del pentacampeón. Brasil es ahora un equipo pasado de moda con el que ya se atreven incluso los mismos árbitros que al inicio de la Copa le reverenciaban como se apreció en determinados pasajes del partido con Holanda, que acabó tercera e invicta, después de ganar la final de consolación, un partido impuesto por cuestiones económicas no futbolísticas: 22 millones de dólares cobra el ganador por 20 millones el cuarto clasificado.
Holanda ha sido al fin y al cabo un equipo de autor desde su llegada hasta su salida de Brasil. Tenía principio y final en Van Gaal, próximo técnico del Manchester United, así que afrontó la despedida con la misma liturgia que el debut: la defensa de cinco y los dos delanteros de costumbre, Robben y Van Persie. Únicamente variaban los jugadores de acompañamiento y esta vez faltó Sneijder, lesionado en el calentamiento del Mané Garrincha. La ausencia del volante del Galatasaray no afectó a la personalidad de la selección, ni a su mecánica, más efectiva a la contra, especialista en atacar el espacio más que en tomar la iniciativa, también contra un equipo disparatado como Brasil. La Holanda que ganó a la anfitriona es la misma que goleó a España.
Hasta centrales de la categoría de Thiago Silva y David Luiz empeoran cada día en el plantel de Scolari. Robben no tardó nada en tomar la espalda del capitán brasileño, vencido ante la carrera del 11 después de un saque de Cillessen. Aunque Robben fue derribado fuera del área, el árbitro pitó penalti y le perdonó la expulsión a Silva. Acertó Van Persie: 0-1. La pifia de David Luiz llegó un cuarto de hora después, cuando su coronilla dejó la pelota centrada por De Guzmán en el punto de penalti para Blind: control con la zurda y tiro con la derecha, igual que estuviera en el comedor de su casa de Ámsterdam: 0-2. El partido se puso a pedir de boca para las transiciones oranje y se convirtió en otra tortura para la verdeamarelha en Brasilia.

La anfitriona es la selección pesadilla para sus hinchas en cualquier campo de Brasil. Aunque Felipão cambió a medio equipo, el fútbol de Brasil provocó el mismo dolor de cabeza que en su partido con Alemania. No sabe cómo salir con la bola ni acabar las jugadas desde que se lesionó Neymar. Falto de medios de toque su único recurso es atacar los centros a balón parado, sobre todo a la salida de las faltas tácticas cometidas de manera reiterada por Holanda. Los oranje no dejaron que los brasileños alcanzaran su área y fueron efectivos ante el marco de Julio César. Igual da quién juegue en Brasil: Hulk o Ramires, Marcelo o Maxwell, Fred o Jo, Fernandinho o Paulinho, Bernard o Willian. Todos parecen uno solo en manos de Scolari.
Acaso Óscar tuvo más protagonismo y Fernandinho se superó como pateador de Robben y Van Persie. Quien no pega no juega con Felipão y el volante del Manchester City se ha convertido en un cazador en Brasil. La misma situación se dio con Hernanes. El descanso solo sirvió para activar la vena agresiva de los locales, especialmente manifiesta durante el torneo, sobre todo en el partido contra Colombia. No era fácil transitar por la cancha de Brasil. La subcampeona del mundo apenas pudo atacar y por contra evidenció sus dificultades habituales para defender, expresadas en dos posibles penaltis: uno por manos de Vlaar y otro por una entrada de Blind a Óscar que acabó con la lesión del zurdo holandés y la tarjeta amarilla para el delantero de Brasil.
El foco se puso sobre el colegiado Haimoudi, de Argelia, no solo por su decisiones controvertidas sino por su facilidad para entorpecer el juego, circunstancia que acabó por enojar a la afición, ya crítica con su equipo, solo reanimada cuando apareció Hulk, un búfalo que le pega al balón con violencia, acorde con la militarización impuesta por Scolari. No hubo manera de que Brasil metiera un gol, así que firmó su capitulación con una segunda derrota, como si diera igual el rival que tenga enfrente, desnortada y ridícula como está después de que se descubriera su engaño en la búsqueda del Hexa. Necesita repensarse en fútbol en Brasil después del ridículo de la familia Scolari.
La ‘oranje’ ha sido un equipo de autor, desde su llegada hasta su salida
El seleccionador que se va seguro es Van Gaal, que será sustituido por Hiddink, quien tiene también asignado su relevo en la figura de Blind. La programación holandesa contrasta con la improvisación brasileña. No es casual que Holanda fuera subcampeona en 2010 y haya sido tercera en 2014 con dos técnicos diferentes, el último Van Gaal. Los oranje inician una nueva etapa en el banquillo y en la cancha: se supone que sus jugadores de referencia, Van Persie, Robben o Sneijder, difícilmente volverán a jugar una fase final de un Mundial. El futuro está en los pies de jugadores como Wijnaldum, que firmó el 0-3 ante el desespero de la afición, quejosa con su Brasil.
El final fue tan esperpéntico que Van Gaal se permitió sacar a su tercer portero, Worm, ante la rechifla generalizada en el Garrincha. No hay quien consuele a Brasil, irreconocible en cualquier parte del mundo, hasta en su casa.

Ovación a Neymar, pitos para Scolari

R. BESA/ RÍO DE JANEIRO
Con un caminar lento, dolorido aún por el golpetazo que le propinó el colombiano Zúñiga en la espalda y le dañó la columna vertebral, Neymar no quiso dejar solos a sus compañeros. El delantero del Barça, máximo artillero de La Canarinha en el torneo con cuatro dianas pese a no haber podido disputar las semifinales ni el último duelo frente a Holanda, saltó al césped del estadio Mané Garrincha poco después de que lo hiciesen sus compañeros. Vestido de corto, envuelto en un peto negro, respondió a los aplausos de la grada manos en alto, con gestos de agradecimiento, y acto seguido se incrustó en el banquillo, entre su amigo Dani Alves y Hulk.
Desde allí presenció el encuentro con nerviosismo y algunos aspavientos. Cada vez que su imagen salió en los videomarcadores, los torcedores de Brasilia le brindaron cánticos de apoyo. Como el resto de suplentes, encajó de mal grado los tres goles de la oranje. No era para menos. Brasil ha encajado 10 dianas en sólo dos partidos seguidos. Fue una despedida triste para Neymar, al que la FIFA incluyó entre los candidatos al Balón de Oro que premia al mejor jugador del campeonato. Junto a Neymar, otro de los futbolistas locales agasajado fue el zaguero David Luiz. Todo lo contrario que Luiz Felipe Scolari. Cuando se emitió su nombre por megafonía, los hinchas de Brasilia le dedicaron sonoros abucheos.

Frida Kahlo / Hoy conocí a Chavela Vargas

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Frida Kahlo
Frida Khalo
HOY CONOCÍ A CHAVELA VARGAS



Carlos:

Hoy conocí a Chavela Vargas
Extraordinaria, lesbiana, es mas
se me antojo Eroticamente,
no se si ella sintio lo que 
yo, pero creo que es una
mujer lo Bastante liberal 
que si me lo pide no
dudaria un segundo en
desnudarme ante ella
cuantas veces no se te 
antojo un acoston y ya.
Ella repito es erotica.
acaso es un regalo que
el cielo me envia.
Frida K


(Transcripción literal)






Chavela Vargas

***

Frida Kahlo y Chavela Vargas

 Todavía persiste la polémica abierta en agosto de 2011 por la crítica Raquel Tibol al afirmar que el paquete de unas sesenta cartas de Frida Kahlo que en su día fue propiedad del anticuario Carlos Noyola no era otra cosa que una acumulación de cartas apócrifas. El coleccionista y receptor de esta carta, ha manifestado de forma reiterada su oposición frontal a dichos argumentos en diversos escritos enviados a los medios escritos mexicanos, entre ellos La Jornada, que aquí queremos señalar como guía fidedigna para obtener una información fiable sobre las circunstancias del legado de Frida y su importancia en el conjunto de la obra de esta mujer de culto. 


http://cartasenlanoche.blogspot.com/search/label/.Chabela%20Vargas





Lea, además


Robert Toren / Frida Kahlo

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Frida Kahlo with a gun is going viral

Frida Kahlo with a gun is going viral


Robert Toren
FRIDA KAHLO
BIOGRAFÍA
        
Frida Kahlo negative strips
Frida Kahlo negative strips

Frida Madonna
Frida Madonna
Mexican rock star

Frida Kahlo nude
Frida Kahlo Nude

Frida Kahlo



http://angrylambie.buzznet.com/photos/favoriteart/?id=68258673http://angrylambie.buzznet.com/user/
http://www.newstaco.com/2012/07/19/fake-nude-frida-a-photographers-playful-creation/




Lea, además





Frida Kahlo / Autorretratos

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Frida Kahlo
BIOGRAFÍA
AUTORRETRATOS



«Pinto autorretratos porque estoy mucho tiempo sola.»
Frida Kahlo



«Me pinto a mí misma, porque soy a quien mejor conozco.»
Frida Kahlo



“Nunca pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad.”
Frida Kahlo



“Mi pintura lleva con ella el mensaje del dolor.”
Frida Kahlo



«Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas para volar?» 
Cita extraída de su diario.



«Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior.»
Frida Kahlo



«¿Qué haría yo sin lo absurdo y lo fugaz?»
Frida Kahlo


«Árbol de la esperanza, mantente firme» 
Frase extraída del título de su cuadro pintado en mayo de 1927.


"Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno en el que un autobús me tumbo al suelo... 
El otro accidente es Diego."
Frida Kahlo


“Espero alegre la salida y espero no volver jamás.”
Frida Kahlo





La pasión y el sufrimiento de Frida Kahlo pasean por Europa

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Frida Kahlo

La pasión y el sufrimiento de Frida Kahlo 

pasean por Europa


Una muestra recupera a la artista mexicana en Bruselas, Berlín y Viena

Frida Kahlo, encarnación del sufrimiento humano, la mujer que vivió por delante de su tiempo, la artista ignorada en su día y ahora universalmente admirada, desembarca en Europa, con una primera escala en el Bozar de Bruselas, camino de Berlín y Viena. Diecinueve telas, muchas de ellas emblemáticas, un aguafuerte, seis dibujos, un recorrido fotográfico por su vida y el texto de su diario ilustran una intrigante historia de amores robados, repudios suprimidos y el triunfo de la serenidad. "Lo que hay que subrayar es su valor como artista hija de la revolución, y revolucionaria en su arte y su vida de mujer libre, liberal y libertina, muy libertina", apunta Carlos Phillips Olmedo, director del Museo Dolores Olmedo, del que proceden las obras viajeras.

Dolores Olmedo, su rival en amoríos, compró gran parte de la obra expuesta
La figura icónica de Frida Kahlo (1907-1954) es una de las más hipnotizantes de la historia de la pintura. Posee la fuerza absorbente de un agujero negro que hace olvidar que Kahlo fue una artista en sintonía con su tiempo, revolucionaria en lo social y representante de lo que México vivió en la primera mitad del siglo XX, el de la transición de una sociedad agraria a otra que se quiere industrial.
Kahlo fue mujer de sufrimiento largo, vida intensa y obra corta que tiene uno de sus principales focos en el Museo Dolores Olmedo, donde se dan la mano las pasiones (positivas y negativas) del universo de la creadora. El amor de Alejandro Gómez, que Frida arrebató a Dolores, creó entre ambas, amigas de colegio y de lucha en la universidad, una animadversión mutua que sólo la muerte prematura de la artista, a los 47 años, puedo aplacar. Dolores, que llevaba décadas sin ver a Diego Rivera -el marido de ida y vuelta de una Frida de amores de ida y vuelta, entre ellos el de Trotski y siempre el del poderoso Rivera-, lo encontró al poco tiempo y, convertida en mujer de fortuna, acogió en su casa al muralista de la revolución en los últimos días de vida y enfermedad.
Por Rivera hizo Dolores uno de los mayores sacrificios de su vida: comprar casi una treintena de obras de su aborrecida rival en amoríos cuando se puso a la venta la colección que había formado otro amigo de Kahlo. Rivera no quería que el conjunto, un completo resumen de la creación de Kahlo, se dispersara. La adquisición no supuso un martirio económico (Dolores podía pagar y hace cinco décadas Kahlo no era la estrella que es hoy), sino emocional. Pero el destino ha compensado con creces el sacrificio de Dolores por Diego y hoy Frida Kahlo no puede comprenderse sin conocer las obras del museo de Xochimilco. Desde el angustioso La columna rota, al aparentemente sereno Autorretrato con changuito, pasando por el reveladorMi nana y yo o la denuncia de la violencia machista de Unos cuantos piquetitos, el tesoro del Museo Dolores Olmedo estará durante tres meses en Bruselas antes de partir hacia Berlín y Viena.
La muestra Frida Kahlo y su mundo, que hasta el 18 de abril se puede ver en el Museo Bozar, es la vanguardia del festival de amplio espectro (música, teatro, cine, literatura, lucha libre, danza, arquitectura, artes populares) dedicado a México en la capital de la UE para conmemorar una cadena de aniversarios que abren los 200 años del pistoletazo de salida hacia la independencia.


Frida Kahlo abre sus armarios

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Frida Kahlo
San Francisco, California, 1940


Frida abre sus armarios


El ropero de la artista mexicana Frida Kahlo ve la luz tras medio siglo oculto

Las prendas han sido inspiración de diseñadores de todo el mundo



Frida Kahlo, 1926

Hay un misterio en casa de Frida Kahlo. No es difícil creer en fenómenos paranormales en la vivienda que la artista compartió con Diego Rivera en Ciudad de México, hoy museo inundado de pertenencias personales, dibujos y sillas de ruedas; Frida y Diego por los cuatro costados, como si el tiempo se hubiese parado en los años cincuenta. Quizá sea el surrealismo característico de México el que permita que algún trabajador de la Casa Azul de Coyoacán comente, en voz baja, que las prendas de Frida llegan ligeras a la sala de restauración y al final del día vuelven pesando más. Como si Frida (Ciudad de México, 1907-1954) se reencarnara en su ropa.

El autor del supuesto milagro de reencarnación es Renato Camarillo, de 24 años, que, con guantes y bata de cirujano, toma las prendas con cuidado y las regresa a la vida. A contrarreloj, para que el próximo 22 de noviembre se inaugure la muestra Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo, que por primera vez exhibe faldas, blusas, pantalones, joyas, zapatos y otros objetos personales encerrados durante medio siglo en la casa que compartió con Diego Rivera.

Frida Kahlo pintando el retrato de su padre, 1951
Casa ;Museo Frida Kahlo
Foto de Giséle Freund
La historia de las pertenencias perdidas de la artista, fallecida en 1954, tiene también su dosis de surrealismo mágico: permanecieron 50 años guardadas en un cuarto de baño y varios baúles y roperos. Allí las relegó el testamento de Diego, que exigió 15 años de veto en un intento de preservar la intimidad de la pareja. La albacea, Dolores Olmedo –de la que se dice que era rival amorosa de Frida, pero cuya profesión conocida fue la de coleccionista de arte y musa de artistas como Rivera–, se tomó el deber de preservar el legado con tanta seriedad que mantuvo cerrados los cuartos mucho más; hasta su muerte en 2002. “Mi mamá pensó: ‘Si Diego quiere que se cierren, vayan a saber qué haya ahí dentro”, explica su hijo, Carlos Phillips, director del Museo Diego Rivera-Anahuacalli y del Museo Dolores Olmedo. Dos años después, un equipo abría por fin las habitaciones, “llenas de polvo”, agitadas por terremotos y maltratadas por la lluvia y algún animal que se coló, rememora Hilda Trujillo, la directora de la Casa Azul. De los baños y los baúles salieron durante meses 6.000 fotografías, casi 200 prendas de vestir y montones de medicamentos, corsés, documentos, joyas… Trujillo recuerda aquel colosal descubrimiento como un evento emocionante. Los documentos políticos que Rivera temía desvelar, agrega, perdieron interés. Lo personal, en cambio, se ha revalorizado.La gente tiene hambre de Frida, la torturada, la excéntrica, la incombustible.

Frida Kahlo, 1932
Foto de Guillermo Kahlo
La ropa de Frida no era solo ropa. Kahlo aprovechaba el vestido para “exhibir convicciones de mexicanidad y políticas”, explica Circe Henestrosa, comisaria de la exposición. Por ello, esta muestra se centra en dos significados clave de su vestimenta: etnicidad y discapacidad, señala. Etnicidad, porque la reivindicación de lo indígena de Kahlo resultaba llamativa en los círculos de intelectuales mexicanos, que seguían la moda europea. Frida encarnó la mexicanidad basándose en lo indígena, un concepto menospreciado ayer y hoy en este país. Discapacidad, porque Frida dominaba su cuerpo dañado mediante su ropa.
Muchas prendas pertenecen a la tradición tehuana no por casualidad. Además de que hay fotos de la familia materna de Kahlo con estos trajes, ella distraía con sus blusas recargadas la mirada sobre sus imperfecciones: la pierna derecha le quedó deformada tras sufrir polio de niña. Después llegó el accidente de tranvía en el que quedó atravesada por un pasamanos. Y luego, durante casi toda su vida, sufrió los corsés (que customizaba) para enderezar la espalda y múltiples intervenciones para intentar aplacar un dolor incesante. “Además, las tehuanas administran la sociedad; el vestido es símbolo de poder femenino”. Eso sí, algunas teorías dicen que lo adoptó para complacer a Diego.

Frida Kahlo, 1950

Aquel cuarto de baño que guardó los secretos de Frida es hoy un almacén y la ropa se traslada a diario a la sala de restauración, donde Camarillo se aplica en dejar listas las prendas para asomarse de nuevo al mundo. Veintidós atuendos rotarán para no dañarse, porque “un objeto textil debería descansar tres años tras estar en exhibición cinco meses”. Los arreglos de faldas, pantalones, enaguas, blusas, corsés y trajes de baño se distinguen de los originales, a propósito, para no “falsear” el resultado. La revista Vogue, que, como otras, recurre a Kahlo periódicamente como icono de estilo – ya en 1937 publicó una foto tomada por Toni Frissell–, también participará en la exhibición, con motivo de la cual lanza un número monográfico dedicado a la artista, con su icónica y poderosa imagen en portada. La influencia de la mexicana en la cultura pop y en el diseño internacional es evidente en diseñadores como McQueen, Gaultier, Riccardo Tisci, Rei Kawakubo o Viktor & Rolf. Frida vive.



10.000 palestinos huyen ante la amenaza de Israel

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10.000 palestinos huyen 

ante la amenaza de Israel

Los habitantes del norte de Gaza evacuan sus casas tras el ultimátum del Ejército ante una intervención terrestre


Al menos 10.000 palestinos habían abandonado ayer sus casas en el norte de Gaza, horas después de que terminara el ultimátum dado por Israel a los habitantes de esa zona de la Franja. Según las advertencias que enviaron a los palestinos, las Fuerzas Armadas se estaban preparando para bombardear intensamente la zona a partir del domingo a mediodía. Los portavoces de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA) explicaban anoche que ya se habían llenado tres de los ocho colegios habilitados como refugios. Muchos móviles del norte de Gaza habían recibido por la mañana llamadas y mensajes de texto con advertencias, anunciando un ataque inminente e instando a los palestinos del norte a abandonar sus casas ante “una operación militar breve”.
En la localidad norteña de Beit Lahia se escuchaban desde mediodía impactos regulares de fuego naval, que suena particularmente duro. Al caer la tarde llegaron los F16 de la Fuerza Aérea israelí, que tiraron bombas de considerable potencia. Los ataques no aumentaron hasta el punto de sugerir el inmediato envío de infantería, pero muchos en la Franja se temen que la evacuación responda a una inminente invasión israelí por tierra. Sería la primera desde finales de 2008. Los constantes bombardeos de Israel ya habían costado anoche, tras seis días de ofensiva al menos 170 vidas palestinas, según las autoridades sanitarias de Gaza, y 34 de los muertos eran niños. También son niños entre el 25% y el 30% de los heridos que llegan a los hospitales.
Las calles del norte de la Franja no habían tenido tanto tráfico desde el lunes pasado, víspera de la masiva operación militar israelí. Las caravanas marchaban hacia la capital de Gaza. Saher al Jabar, un hombre de mediana edad que no quería irse, rió al explicar que los mensajes de los israelíes “terminan con una amenaza mafiosa: ‘Os hemos avisado”. El mecánico palestino sonreía: “Nos matarán en nuestras propias casas y dirán que éramos escudos humanos”.
No pasa un minuto en Gaza sin el traqueteo de los aviones no tripulados (drones) israelíes que, a las 10 de la mañana, revoloteaban con llamativa proximidad e insistencia sobre la playa de Sudaniya. De madrugada se habían enfrentado allí soldados israelíes con militantes del brazo armado del grupo islamista Hamás.
Quedan huellas de explosiones de distinta potencia, quemaduras en el suelo y casquillos de lo que fue la primera escaramuza terrestre de la que hay constancia desde que comenzó la masiva operación militar israelí contra Gaza, el lunes por la noche. Cuatro soldados israelíes resultaron heridos por milicianos palestinos que, según el testimonio de vecinos, localizaron a los soldados israelíes cuando se acercaban a la playa y repelieron su desembarco. Contaba Saad Dawla, empleado de un hotel de primera línea de playa llamado El Mathaf.
El sábado por la noche, 22 palestinos murieron en el bombardeo más agresivo desde que empezaron los ataques israelíes hace casi una semana. Fue en el barrio de Tuffah, donde por la mañana seguían buscando los restos de cinco desaparecidos. Dos explosiones de gran potencia reventaron un bloque de vecinos y dañaron varios edificios adyacentes, en su mayoría habitados por familiares de Taisir el Batsh, jefe de la policía de la Franja. Él resultó herido y permanece estable en el hospital de Al Shifa. Su sobrino Mohamed, estudiante de ingeniería civil de 20 años, contaba el domingo como las explosiones sacudieron las calles inmediatas “como un terremoto” cuando él salía de la mezquita. Hubo decenas de heridos. Una excavadora hurgaba el domingo en busca de los desaparecidos. Cuando, a decenas de metros de lo que quedaba de edificio, encontraron un brazo de mujer achicharrado, los presentes repitieron a media voz el rezo musulmán: “No hay más dios que Alá”.
Los drones someten a los habitantes de Gaza a la supervisión constante de soldados israelíes que, sentados en una base a varios kilómetros, manejan unos aparatos hechos para vigilar. El ataque de uno de ellos dejó cojo y malherido a Usamah el sábado. Está entubado en una cama del hospital de Al Shifa, donde el cirujano noruego Erik Fosse explicaba el domingo que casi lo mata un proyectil de dron, que son “precisos y teledirigidos”. Llevan su propia cámara y están hechos de materiales muy ligeros. Apenas dejan rastro sobre las aceras o los edificios que golpean. Su onda expansiva, en cambio, mata todo lo que haya en un radio de entre 10 y 15 metros. La explosión despide gotas de metal caliente que provocan quemaduras pequeñas como las que presenta el cuerpo casi desnudo de Usmah en su cama de la UCI de Al Shifa. Dice Fosse que “la efectividad de los drones es enorme”.
El catedrático de cirugía de la Universidad de Oslo explica con la frialdad del experto que “casi nadie sobrevive a estos ataques” teledirigidos. Desde que comenzaron los bombardeos israelíes hace menos de una semana, el noruego ha visto “dos niños muertos por sendos proyectiles de dron”. El martes pasado, uno de ellos mató a seis miembros de la familia Hamad. ¿El soldado israelí ve por la pantalla contra quién dirige la bomba? El profesor Fosse asiente: “Es un asesinato”.



El sueño en color de Robert Doisneau

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Robert Doisneau

El sueño en color de Robert Doisneau

Las imágenes del viaje a EE UU del fotógrafo descubren su lado más irónico

Las hijas del autor de la icónica ‘El beso’ difunden el legado oculto de su padre



Imagen de la serie 'Palm Springs'. / ROBERT DOISNEAU /ATELIER ROBERT DOISNEAUGuardar
El sueño americano de Robert Doisneau es en color, o mejor dicho, en esos tonos pastel del desierto californiano que muchas veces ni parecen verdaderos colores. El célebre fotógrafo de El beso, el hombre que fijó con su cámara el retrato romántico de un París en eterno blanco y negro, convirtió su serie Palm springs en un viaje insólito en el que su mirada (melancólica y amable en casa) se tornó irónica y afilada en el extranjero. La exposición Robert Doisneau. From craft to art. Palm springs, 1960—cuya última parada está siendo en el Centro de Arte de Campredon de Francia— recoge este trabajo menos popular del fotógrafo (nacido en 1912 en un suburbio de la capital francesa y fallecido en 1994) y lo incluye en un recorrido que también cuenta con un centenar de fotografías en blanco y negro (la mayoría poco difundidas) y documentación personal facilitada por sus dos hijas.
“Al final de su vida mi padre decía que si hubiera tenido la posibilidad de volver a hacerlo todo, lo hubiese hecho en color”, afirma Francine Déroudille, quien junto a su hermana Anette trabaja desde hace años en la divulgación e investigación del legado fotográfico de su padre. “Supongo que lo decía en broma, pero aun así, creo que su imagen del fotógrafo del blanco y negro está lejos de la realidad. Si trabajó en ese formato fue principalmente por razones prácticas. La fotografía en color era carísima y además, no se conocía bien su longevidad. Curiosamente, hoy tenemos que proceder a la restauración de las diapositivas cada vez que queremos utilizar una imagen suya en color, así que en el fondo sus preocupaciones estaban más que justificadas”.
Doisneau trabajó en color solo por encargo. El de Palm springs llegó desde la revista Fortune. “Ciertamente nos encontramos bastante lejos del tipo de fotografías que le dieron fama”, afirma su hija. Ella y su hermana reivindican no solo el color en el trabajo de su padre, sino también la parte de la producción en blanco y negro que fue eclipsada por el apabullante éxito de sus imágenes icónicas.
Del alegre París nocturno del Doisneau más popular al París embarrado y canalla del Doisneau más oculto, el que muestra la realidad de la ocupación y de la inmediata posguerra. Un caballo blanco abatido en una calle de París en 1942, vagabundos sin ninguna sonrisa amable en su rostro, prostitutas ajadas a principios de los hambrientos años cincuenta, parejas esperpénticas abrazadas por esas mismas fechas, mujeres vestidas de negro refugiadas en el metro en 1944… “La mayor parte de estas fotos no se han visto antes, son algo más oscuras de lo habitual en su trabajo”, admite Francine Déroudille. “Su expresión, su retórica fotográfica, siempre tuvo mucho de melancólico y aunque las escenas que fotografió no eran especialmente felices, también creo que supo sacar algo nuevo, mostrarnos algo diferente, de estas escenas tan negras”.


'La corte de los artesanos', de Doisneau. / © ROBERT DOISNEAU /ATELIER ROBERT DOISNEAU (EL PAÍS)
Pero según su hija, el verdadero campo de acción del fotógrafo fue su propia familia. “Robert Delpire [célebre editor de Cartier-Bresson, Brassaï, Lartigue y el propio Doisneau, y uno de los grandes impulsores de la fotografía en Francia] dice que mi padre era el etnólogo de su propio entorno, nuestra pequeña familia fue su auténtico tema de estudio. Al ver esas fotos familiares, yo me observo a mí misma con gran distancia, y me alegro, de otra manera estaría rota emocionalmente. Cuando las veo apenas tengo la sensación de que soy yo. Solo se trata de la niña que he sido en algún momento de mi vida. La cámara era la prolongación de la mano de mi padre. Se nos olvidaba totalmente porque siempre estaba allí con él. A veces era un poco molesto pero, en general, convivíamos de forma inteligente con una máquina que era un miembro más de la familia”.
Después de años de trabajo, la hija se atreve a elegir entre centenares una sola fotografía. Está en el centro de esta página y se titula La corte de los artesanos. Su puesta en escena y personajes resultan extraños, ninguno mira en la misma dirección, nada parece indicar qué hacen ahí en ese preciso instante. “Es muy misteriosa. ¿Qué espera toda esa gente? ¿Por qué miran todos en distintas direcciones? Es una imagen que podría ser el principio de una película o de una novela. Nadie puede contarla ni analizarla, escapa a las clasificaciones y categorías, y acabamos diciendo que son poéticas porque no sabemos muy bien qué decir de ellas. Es pura fotografía”.
GALERÍA
Palm Springs

 
 






Triunfo Arciniegas / Robert Doisneau en el Palacio de Bellas Artes

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Beso embriagador
París, 1950
Fotografía de Robert Doisneau
Robert Doisneau en el Palacio de Bellas Artes
Ciudad de México
11 de abril - 29 de junio de 2014

Robert Doisneau es uno de los fotógrafos callejeros más famosos del mundo. "El beso" (Le Baiser de I´Hotel de Ville, 1950) es una foto callejera: una pareja que se besa entre la multitud, frente al Hotel de Ville, en París. Esta foto, reproducida innumerables veces, y otras 78 conforman la exposición denominada "La belleza de la cotidiano": los primeros 44 años del trabajo de Robert Doisneau. 

La exposición (en las salas Justino Fernández y Paul Westheim del Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México) se inauguró el pasado 11 de abril y va hasta el próximo 29 de junio. De martes a domingo, entre las 10:00 y las 18:00 horas.

Las hijas del fotógrafo, Francine Deroudille y Annette Doisneau, hicieron la selección entre más de 450 mil negativos. Tímido y discreto, autodidacta, alguna vez fotógrafo de la Renault, que terminó expulsándolo debido a sus numerosas ausencias, Robert Doisneau conformó una sólida y prolífica obra: niños, enamorados, celebridades y modelos fueron inmortalizados por su lente. 

París fue su universo, un Paris desaparecido. La arquitectura en parte se mantiene pero la manera de vivir ya es otra. Robert Doisneau es una maravillosa memoria, una visión. Dijo alguna vez: “Yo no fotografío el mundo tal como es, sino tal como me gustaría que fuera. Toda mi vida me divertí, fabriqué mi propio pequeño teatro”.

El testimonio no fue su propósito. No había premeditación. "La luz de la mañana me ponía en marcha, nada que ver con la razón", explicó. Y ahí, quedan para siempre, gracias a su ojo prodigioso, "el París de las gorras y los sombreros hongo, el París rebelde, el París humillado, el París beato y burgués, el París de las putas, , pero también el París secreto y el París de las barricadas, el París ebrio de alegría..."

Triunfo Arciniegas 
Ciudad de México, 13 de junio de 2014


ROBERT DOISNEAU









Les Halles, Paris

Mademoiselle Anita, 1951

Round Saint Cere

The kiss in front of the Hotel de Ville 1950

The schoolchildren of rue Damesme

Accordionist playing in a bistro near Les Halles, ca. 1950

At the Café, Chez Fraysse, Rue de Seine, Paris, 1958

Jardin Des Plantes, 1951

July 14 Party in the Street, Paris, 1956

Le Java, 1951

Collars of daffodils


Diagonal steps, Paris

Eiffel Tower

Les beaux jeudis, 1957

Parc Monceau, Paris, 1953

The accordionist, rue Mouffetard, Paris, 1951

The cardboard house, 1957

The dogs of the Marquis de Cuevas, Bois de Boulogne, 1953

Pont d'Iéna, 1945

Rue Marcellin Berthelot, Choisy le Roi, ca. 1945

The indignant woman, 1948


The gardeners of the quays, 1946

The joiner, rue Saint Louis en l'Isle, Paris, 1947

The Last Waltz, 1949

The first teacher, 1935

Queue in occupied Paris

Camille Folliet, the Resistance priest supporting and advising the French Resistance fighters
in the outpost of the Parisian Barriers, in August 1944

Resistance fighter resting, 1944


Triunfo Arciniegas
Palacio de Bellas Artes
Ciudad de México
13 de julio de 2014

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