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Jaime Sabines / Los amorosos

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Jaime Sabines

LOS AMOROSOS 

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre ¡qué bueno! han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida. 





Jaime Sabines
"Los amorosos"
Palacio de Bellas Artes
30 de marzo de 1996

Jaime Sabines / Supongo



Charles Aznavour / La bohemia

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Charles Aznavour
 Charles Aznavour
LA BOHEMIA



LA BOHEMIA

Bohemia de Paris
Alegre, loca y gris
De un tiempo ya pasado
En donde un desván
Con traje de Can-Can
Posaba para tí y
Tu con devoción

Pintabas con pasión
Mi cuerpo fatigado
Hasta el amanecer
A veces sin comer
Y siempre sin dormir
De bajo de un quinqué

La mesa del café
Feliz nos reunía
Hablando sin cesar
Soñando con llegar
La gloria conseguir
Y cuando algún pintor
Hallaba un comprador
Y un lienzo le vendía

Solíamos gritar
Comer y pasear
Alegres por Paris
La bohemia, la bohemia
Era mirar ..amanecer
La bohemia, la bohemia
Era soñar con un querer

Hoy regrese a Paris
Cruce su niebla gris
Y lo encontré cambiado
Las lilas ya no están
Ni suben al desván
Moradas de pasión
Soñando como ayer
Rondé por mi taller
Pero lo han derrumbado
Y han puesto en su lugar
Abajo un café-bar
Y arriba una pensión
La bohème
La bohème
On était jeunes, on était fous
La bohème
La bohème 






La bohème


Je vous parle d’un temps (Yo les hablo de un tiempo)
Que les moins de vingt ans (Que los menores de veinte años)
Ne peuvent pas conaître (No pueden conocer)
Montmartre en ce temps-là (Montmartre en ese tiempo)

Accrochait ses lilas (Descolgaba sus lilas)
Jusque sous nos fenêtres (Justo bajo nuestras ventanas)
Et si l’humble garni (Y si el humilde cuartito)
Qui nous servait de nid (Que nos servía de nido)

Ne payait pas de mine (No tenía buen aspecto)
C’est là qu’ont s’est connu (Es ahí que nos conocimos)
Moi qui criait famine (Yo que pasaba hambre)
Et toi qui posais nue (Y tú que posabas desnuda)

La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
Ça voulait dire on est heureux (Eso quería decir “uno es feliz”)
La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
Nous ne mangions qu’un jour sur deux (No comíamos sino un día de cada dos)

Dans les cafés voisins (En los cafés vecinos)
Nous étions quelques-uns (Nosotros éramos unos)
Qui attendions la gloire (Que esperábamos la gloria)
Et bien que miséreux (Y a pesar de ser miserables)

Avec le ventre creux (Con el estómago vacío)
Nous ne cessions d’y croire (No dejábamos de creer que nos llegaría la gloria)
Et quand quelque bistro (Y cuando algún bistró)
Contre un bon repas chaud (A cambio de un buen plato caliente)

Nous prenait une toile (Nos tomaba una pintura)
Nous récitions de vers (Recitábmos versos)
Groupés autour du poêle (Agrupados alrededor de la estufa)
En oublient l’hiver (Olvidando el invierno)

La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
Ça voulait dire tu es jolie (Eso quería decir “tú eres bonita”)
La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
Et nous avions tous du génie (Y todos teníamos talento)

Souvent il m’arrivait (Seguido me tocaba)
Devant mon chevalet (Frente a mi caballete)
De passer des nuits blanches (Pasar noches en blanco)
Retouchant le dessin (Retocando el dibujo)

De la ligne d’un sein (De la línea de un seno)
Du galbe, d’une hanche (de un perfil, de una cadera)
Et ce n’est qu’au matin (Y no es hasta la mañana)
Qu’on s’asseyait enfin (Que nos sentábamos al fin)

Devant un café-crème (Frente a un café-crème)
Epuisés mais ravis (Agotados pero radiantes de felicidad)
Fallait-il que l’on s’aime (Hacía falta amarse)
Et qu’on aime la vie (Y amar la vida)

La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
Ça voulait dire on a vingt ans (Eso quería decir “uno tiene veinte años”)
La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
Et nous vivions de l’air du temps (Y nosotros vivíamos del aire del tiempo)

Quand au hassard des jours (Cuando al azar de los días)
Je m’en vais faire un tour (Voy a dar una vuelta)
À mon ancienne adresse (A mi antigua dirección)
Je ne reconnais plus (Ya no reconozco)

Ni les murs, ni les rues (Ni los muros ni las calles)
Qui ont vu ma jeunesse (Que vieron mi juventud)
En haut d’un escalier (Desde lo alto de un graderío)
Je cherche l’atelier (Yo busco el atelier)

Dont plus rien ne subsiste (Del que ya no queda nada)
Dans son nouveau décor (Con su nuevo aspecto)
Montmartre semble triste (Montmartre se mira triste)
Et les lilas sont morts (Y las lilas están muertas)

La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
On était jeunes, on était fous (Éramos jóvenes, éramos locos)
La bohème, la bohème (La bohemia, la bohemia)
Ça ne veut plus rien dire de tout (Eso ya no significa nada en absoluto)



Charles Aznavour / Soy política y poéticamente incorrecto

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Charles Aznavour 

“Soy política y poéticamente incorrecto”

A sus 90 años, el cantante universal —francés de origen armenio— sigue en plena actividad. Un nuevo disco de estudio (‘Encores’) y una nueva gira (que incluirá en mayo Madrid y San Sebastián) así lo atestiguan



    El cantante y compositor Charles Aznavour, ayer, en Madrid. / SAMUEL SANCHEZ
    A bordo de una camisa de floripondios multicolores y de unas zapatillas desgastadas, el cantante de los 100 millones de discos vendidos exhibe un rictus y una verborrea improbables para alguien de 90 años. La bohèmeIl faut savoirQue c’est triste Venise… puro motor de besos y lágrimas, de alegrías y penas, Charles Aznavour(París, 1924) sigue contradiciendo el orden natural de las cosas. Y en la brecha.
    Pregunta. Señor Aznavour… ¿se le puede tocar?
    Respuesta. ¿Cómo dice usted? ¿Por qué?
    P. Tocarle, con los dedos, para ver si es real.
    R. Soy real, soy real [mira el dedo del periodista tocando su rodilla].
    P. ¿Cómo se ve el mundo desde ahí, desde el escenario, casi 80 años después?
    R. Ochenta y tres. No se ve nada. No se ve al público. O sea, el público es una persona. Yo no canto para 100 o 1.000 personas, canto para una. Así, cada espectador piensa que canto sólo para él. Esa es la verdad absoluta. Esa, y que sigo buscando temas.
    P. Sin embargo, en Je m’voyais déjà (Ya me veía) usted canta: “No fue culpa mía, fue la culpa del público, que no entendió nada”.
    R. Sí. Esa fue la primera canción con la que tuve un gran éxito. Hace ya… más de 60 años, y está todavía muy viva.
    P. La historia de un cantante que cree que ya ha llegado a lo más alto y…

    Vida y discos

    Charles Aznavour, de nombre real Shahnour Varinag Aznavourian, nació en París el 22 de mayo de 1924, de padres armenios.
    Se calcula que ha vendido más de 100 millones de discos en 70 años de carrera.
    Su nuevo trabajo de estudio, en francés, se titula Encores.
    R. …No, que cree que va a llegar a lo más alto. Aunque puede que ese cantante sea malo. Pero está convencido de que triunfará. Esa es la sensación que deben de tener la mayoría de los artistas que debutan.
    P. ¿Por qué la compuso?
    R. Porque me gusta escribir lo que los demás no escriben. Esa es mi enfermedad.
    P. Así que a sus 90 años sigue buscando.
    R. Sí, pero yo siempre encuentro. En 1970 compuse Comme ils disent, una canción sobre la homosexualidad. La siguiente que se compuso sobre los homosexuales tardó 30 años. Me gustan los retos. Pero a veces me cuesta horrores, como cuando escribí J’ai connu, una canción sobre el genocidio judío.
    P. En un mundo tan estupendo, tan empaquetadito y tan políticamente correcto…
    R. ¡Yo no lo soy! Soy política y poéticamente incorrecto.
    P. ¿Le han dado muchos palos por eso?
    R. No, no, fui muy criticado en mis comienzos, dijeron de todo sobre mí, cosas horribles. Nunca respondí. Seguí. Sólo podía seguir. Yo no soy Julio Iglesias, ¿me entiende, verdad? Físicamente no soy como él. Así que tuve que buscar otra cosa, otro lugar para mí.
    P. ¿Y cuál fue ese lugar?
    R. Las cosas que la gente piensa y no sabe expresar. Ese es mi sitio. El público no es tonto. Y el que lo crea comete un error monumental. Lo que hay que darle es verdad. Hay que ser uno mismo. Yo lo soy. O me aceptas o no. No puedo cambiar para gustar al público o a las modas.
    P. Oiga, con 51 años uno puede sentir pereza ya por tantas cosas…
    R. Es usted un chiquillo.
    P. Es decir, ¿cómo se las arregla usted con 90 para no sentirla y seguir en la brecha?
    R. No soy perezoso, nunca lo fui. Podría haberlo sido si, cuando empecé en esto, hubieran dicho que era buenísimo. Como dijeron que todo era malo en mí —el físico, la voz, la escritura…— tuve que probar a aquellos imbéciles que yo valía.
    P. Claro, y acabaría cantando con Edith Piaf, con Sinatra, con Liza Minnelli…
    R. Canté con los más grandes. Sinatra, Dean Martin, Peggy Lee, Plácido Domingo, Julio Iglesias…
    P. ¿Aprendió de todos ellos o a veces hubo jaleos?
    R. De todos. Yo aprendí, sobre todo, de Charles Trenet, Maurice Chevalier, Edith Piaf y Carlos Gardel. Se aprende de todo el mundo. De un escritor, de un cantante, de un periodista...
    P. Mmm, no creo.
    R. Pues sí. Veo todas las noches las noticias en televisión y estoy muy informado. Los temas nuevos los encuentro en las noticias. Y leo mucho, siempre lo hice. Dejé el colegio cuando tenía diez años y medio. Así que me fabriqué una cultura personal. Nadie me la enseñó, no tuve maestros.
    P. Digamos que hizo la escuela de la vida.
    R. Mi única escuela ha sido la vida. Soy un niño de la calle, sí.
    P.Cuando uno viene de la escuela de la calle, ¿desconfía de muchas cosas y de mucha gente?
    R. Yo no desconfío de nada. Soy muy tonto para eso. Confío en la humanidad. Y he sido estafado, robado, vendido… pero no importa. Nunca hice daño a nadie.
    P. Ya es casi inaudito oír hablar así.
    R. Soy optimista, mi padre lo era y aprendí de él. Cuando no teníamos nada, decía: “Dios nos lo dará”.
    P. ¿Dios es importante para usted?
    R. Muy importante, aunque no sé si soy creyente. Dudo. Pero ¿qué pierdo yo no siendo ateo? Nada. En ese aspecto soy un egoísta, claro. Si no existe, pues nada pasará. Y si existe, me recibirá bien porque le he honrado en mis canciones.
    P. Algunas interpretaciones que de Dios se han hecho han infligido un daño enorme a la humanidad, ¿no cree?
    R. Sí, pero él no tiene la culpa. La culpa es de los hombres.
    P. Usted ama profundamente su profesión, ¿verdad?
    R. Mi mujer me dice que la escena es mi amante. Y yo le contesto: “Sí, pero la escena no me cuesta dinero” [risas]. Y no es que no me cueste: es que me da dinero.
    P. ¿Dónde encuentra el talento, la inspiración?
    R. No tengo inspiración.
    P. No le creo.
    R. Que sí, sólo tengo ideas. El trabajo se convierte en talento, no al revés. Tampoco tengo imaginación. Nunca escribiría una canción sobre ovnis, por ejemplo.
    P. ¿De quién será el mañana?
    R. De los artistas. De los pintores, escultores, arquitectos. Desde luego, no de los músicos ni de los que hacemos canciones.


    Personajes siniestros / Andreas Lubitz

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    Andreas Lubitz

    PERSONAJES SINIESTROS

    “El copiloto no tenía depresión ni era un enfermo mental, era un narcisista maligno”

    Francisco Toledo

    P. SÁNCHEZ
    La Crónica del Pajarito
    Lunes, 30 de Marzo de 2015

    El psiquiatra Francisco Toledo recibió hace unos días el premio Doctor Francisco Guirado en Molina de Segura. Este profesor asociado de Psiquiatría de la facultad de Medicina de la Universidad de Murcia y psiquiatra titular del Hospital Virgen de la Arrixaca responde a las preguntas de La Crónica del Pajarito sobre temas tan actuales y candentes como los motivos que pudieron llevar al copiloto alemán Andreas Lubitz a estrellar el avión contra los Alpes franceses, según le acusa la Fiscalía. Además, Toledo avanza el programa del VI Curso de Psiquiatría en la Vida Cotidiana, organizado por la Fundación de Estudios Médicos (FEM) de Molina y la Universidad Internacional del Mar.
    ¿Qué supone para usted haber recibido el premio Doctor Francisco Guirado? 
    Siento un profundo agradecimiento a Molina, a su Ayuntamiento y a su alcalde por haber propuesto mi candidatura al premio. Yo conocí a Francisco Guirado y a cualquiera le provoca orgullo este galardón, y más a un molinense, como me considero yo tras vivir ya más de diez años en Molina. Es también un reconocimiento a los cursos de psiquiatría en la vida cotidiana, que este año llegan a su sexta edición y que los dirijo con mucho cariño.
    Estos cursos son ya una auténtica referencia a nivel regional y nacional.
    Creo que sí. Lo que hacemos con ellos es luchar contra el estigma y contra los miedos que hay sobre los enfermos mentales, e intentar conseguir una mayor integración social. Todos los años traemos a psiquiatras clínicos de gran trayectoria profesional y hasta ahora presentamos un balance de más de 50 conferencias y más de 700 alumnos, algo que es un éxito para los organizadores, la Fundación de Estudios Médicos (FEM) de Molina y la Universidad Internacional del Mar.
    ¿Está cerrado ya el programa del VI curso de psiquiatría en la vida cotidiana? 
    Se va a celebrar del 7 al 10 de julio, una vez más en Molina de Segura, y este año repite Juan de Dios Molina, que hablará sobre las habilidades en la entrevista psiquiátrica. El doctor Antonio Galbis, miembro de la directiva de la Asociación Española de Psiquiatría, dará una conferencia sobre manías, supersticiones y obsesiones, y contaremos con un ‘crack’ como el doctor Celso Arango, uno de los principales investigadores europeos en salud mental y director científico del Centro de Investigaciones Biomédicas en Red en Salud Mental (CIBERSAM), que ahora está trabajando en California y que impartirá la charla ‘El futuro de la salud mental: prevención, prevención y prevención’. La conferencia estelar será la de Eduard Vieta, que está considerado el número uno en la investigación del trastorno bipolar y que nos hablará sobre lo que sabemos y lo que nos falta por saber de este trastorno. A nivel local, tendremos a Luis Valenciano, que abordará la psicoterapia del paciente impulsivo; Emilio López, que hablará sobre esquizofrenia y psicosis tóxicas; al doctor Salmerón (´Cuando el cerebro confunde la realidad’) y a Mateo Campillo (‘Enfermedad física y vulnerabilidad psíquica’). También vendrán el doctor Mesones (‘El suicidio: todo lo que quiso saber y no se atrevió a preguntar’) y el doctor Pedro Pozo, presidente de la Sociedad Murciana de Psiquiatría, que hablará sobre el estigma de la enfermedad social. Pepa González Molina dará la conferencia ‘Abordaje del adolescente con trastornos de conducta’ y yo mismo hablaré sobre mitos y tópicos de la psiquiatría.
    En términos psiquiátricos, ¿qué es la normalidad? 
    Es una pregunta complicada de responder. Vamos a ver si me explico: para la psiquiatría la normalidad no es un punto, es un segmento, un patrón de conducta que se repite y que es aceptado como razonable. Es un comportamiento o estado de salud razonable que permite un funcionamiento óptimo.
    ¿Cuándo un problema de salud mental se convierte en una enfermedad? 
    No todos los trastornos de conducta inexplicables tienen que ser un trastorno mental. Hay personas buenas, pero también hay personas malas que no tienen ningún trastorno mental. Para que una persona estrelle un avión no tiene que ser un enfermo mental, tiene que ser una mala persona.
    Me está hablando del copiloto Andreas Lubitz, acusado de estrellar el avión en los Alpes con 150 personas dentro. En muchos medios de comunicación se dice que tenía depresión y estaba en tratamiento. ¿Qué ha podido llevar a esa persona a realizar un acto tan espeluznante? 
    No creo que tuviera depresión, pues esta enfermedad conlleva una idea de culpabilidad e incluso de autoagresión, pero nunca hacia fuera, nunca hacia los demás. Una persona que se suicida se quita de en medio para no sufrir y para que los demás no sufran. Lo del copiloto no tiene nada que ver con la depresión ni con enfermedades mentales. Todo indica que fue premeditado y responde a una personalidad narcisista de tipo maligno que ha actuado así ante una frustración no superada. Al parecer, él mismo dijo que iba a hacer algo por lo que su nombre sería conocido en todo el mundo y eso es propio de un narcisista maligno, de un trastorno de personalidad. Estos individuos son conscientes de lo que hacen en todo momento. Son malas personas.
    Entonces, ¿me está dando a entender que no se habría podido evitar la tragedia tratándose de una persona de este tipo? 
    La psiquiatría no tiene respuesta para la maldad y este copiloto era un enfermo de tipo social. Los enfermos mentales son víctimas y no culpables, y este no es el caso del copiloto del avión estrellado. Todas las cosas no se pueden prevenir. Por ejemplo, por muchas campañas que se hagan nunca se acabará totalmente con los accidentes de tráfico o con la violencia de género. Se puede reducir, pero en el caso de la maldad no hay respuesta inherente a esta condición humana.
    Pero lo que está publicando es que tenía problemas mentales de los que estaba siendo tratado y que incluso intentó ocultar. Y no se para de hablar de que tenía depresión. 
    Faltan elementos para sacar conclusiones definitivas, pero todo apunta a que había premeditación y cálculo para estrellar el avión. Una depresión no puede ser que lleve a alguien a hacer algo así. Si alguien se suicida por una depresión da mensajes de dolor y deja una carta de despedida o de arrepentimiento. Este copiloto tampoco es un psicótico, pues ni deliraba ni tenía alucinaciones. Yo creo que sabía aparentar que no era malo. Este tipo de personas se repiten sistemáticamente en la historia de la humanidad en todos los ámbitos, no les detiene el dolor ajeno y hacen sufrir a los demás de manera indiferente. Para comprender necesitamos poner etiquetas, como la depresión, pero este hombre no tiene esa etiqueta.
    ¿Eso explicaría esa frialdad del copiloto? Lo digo porque en la grabación de la caja negra se refleja que su respiración no se alteró en los ocho minutos se descenso antes del choque en los Alpes. 
    Mantener la respiración normal en una situación así es propio de una persona muy fría, y tampoco tiene nada que ver con creencias políticas o con razones religiosas. Este tipo de personas muestran una gran frialdad y les importa poco el mundo de los demás.
    Se ha publicado que sufrió hace años ataques de pánico y ansiedad… 
    Quizá tuviera algún diagnóstico de ansiedad, pero eso no explicaría nada, no existe ningún nexo con lo ocurrido. Insisto en que esta persona debía tener un trastorno de personalidad, no era un enfermo mental, sabía perfectamente lo que hacía y tenía una intolerancia brutal a la frustración, quizá por los problemas de visión que le impedían ascender profesionalmente, y seguramente no toleraba que no era el mejor.
    Para las familias de las víctimas el hecho de que el copiloto estrellara deliberadamente el avión debe ser algo tremendo de aceptar. 
    Hay personas a las que les da igual en qué circunstancias se ha producido la muerte de un familiar, pues el caso es que ha muerto y eso les produce dolor. A otras no les ocurre lo mismo. Cada uno se defiende del dolor como mejor puede y algunos necesitan dirigir su pena hacia un objetivo, pero eso no produce alivio. Sería doloroso e injusto que tras lo que ha ocurrido con el avión algunos dirigiesen ese odio a pacientes con problemas psiquiátricos. Eso haría mucho daño, pues el enfermo mental no es peligroso, es una víctima. El 20 por ciento de la población sufre depresión al menos una vez en la vida y eso no debe ser un estigma. Estamos trabajando mucho para evitar ese estigma. Sin embargo, se puede ser inteligente y ser muy mala persona. Hay personas malas en política, en el mundo empresarial, en nuestros compañeros de trabajo…
    En la prensa europea no tanto, pero en algunos países los medios de comunicación han cargado tintas contra el copiloto y le llaman de todo: kamikaze, asesino, ‘killer’
    … Que le llamen como quieran, pero que no le llamen enfermo mental, porque las personas con enfermedades mentales no se merecen esto.
    Cambiando de asunto, siempre me he preguntado por qué no existe en la sanidad la figura unificada del terapeuta mental, en vez de esa separación entre psiquiatras y psicólogos. ¿Se ha experimentado en algún país? 
    No se debe ni se puede. El psiquiatra y el psicólogo son absolutamente complementarios. Algunas personas no necesitan psicoterapia y otras no necesitan un enfoque biológico de pastillas.
    ¿Para salir de una depresión es absolutamente necesario tomar pastillas?Para la depresión, como enfermedad que es, se necesita un tratamiento farmacológico, igual que para la hipertensión. No es suficiente con la psicoterapia y no hay ningún psicólogo que se atreva a decir que es mejor tratar la depresión sin pastillas. Otra cosa son las conductas de tristeza adaptativas, que se abordan bien con un enfoque psicoterapéutico. La dificultad está en saber discernir qué tiene una persona. Está claro que siempre vienen bien cosas como las terapias de grupo.
    Hay medicación, como los ansiolíticos, especialmente las benzodiacepinas, que al parecer son bastante adictivos. Y normalmente existe un rechazo en el paciente a estar, como se suele decir, empastillado. 
    El tabaco también es adictivo. Si lo que quieres preguntar es si se abusa en la prescripción de ansiolíticos y antidepresivos, la respuesta es que quizá sea cierto, y creo que hay situaciones que se podrían solucionar sin pastillas. Sí, pienso que hay un cierto exceso de uso y abuso de medicación. Poner un tratamiento farmacológico es fácil, pero en ese momento hay que pensar también en cómo lo vamos a quitar luego. En el caso concreto de las benzodiacepinas sí hay un abuso.
    ¿Quizá el problema arranca de los propios médicos de familia? 
    En España, los médicos de familia tienen un gran control para empezar a tratar trastornos psiquiátricos, pues tienen una gran preparación.
    ¿Qué opina usted de las terapias alternativas para tratar problemas de salud mental? 
    Pues que siempre que hay que valorarlas partiendo de los principios científicos de verificación de resultados. Si a lo que te refieres es al chamanismo, la gente que acude a él suele tener un nivel cultural más bien bajo, con todos mis respetos. Pero bueno, hay gente a la que le ayuda, por ejemplo, rezar, y no tengo nada contra eso.
    Y qué me dice de las técnicas de neurocirugía para tratar trastornos psíquicos como los obsesivo-compulsivos. Parece que funciona eso de colocar electrodos en algunas zonas del cerebro… 
    Hasta ahora la única indicación de la psicocirugía es para trastornos obsesivo-cumpulsivos (TOC) severos, y para un bajo porcentaje de pacientes. En estos casos la psicocirugía tiene una respuesta terapéutica de en torno al 50 por ciento y a veces es la única opción que queda. En algunos tipos de depresiones muy graves también se colocan electrodos en el cerebro para producir una estimulación cerebral eléctrica profunda. Se está avanzando mucho en este campo y tiene futuro por delante, pero no confundamos esta neurocirugía con otras cosas como las lobotomías que se practicaron hace años.
    Los psiquiatras afirman que a día de hoy enfermedades como la esquizofrenia no tienen cura. ¿Qué esperanza les queda a estos enfermos? ¿Se conseguirá una cura en el futuro?
    Ahora mismo la esquizofrenia no tiene cura como tal, pero sí puede sobrellevarse de una manera adecuada sin que ocasione molestias, siempre y cuando el paciente siga a rajatabla la medicación de por vida. La esquizofrenia ha existido siempre y afecta a un uno por ciento de la población en todo el mundo. En los últimos veinte años se ha avanzado mucho en los tratamientos. Debemos de tener en cuenta que el primer tratamiento para esta enfermedad se descubrió en 1952. En la actualidad existen varios adelantos que permiten a los pacientes llevar su medicación de una manera más controlada y mejor; estoy hablando de unas inyecciones que han sustituido a las clásicas pastillas diarias, y que se administran cada 15 ó 30 días. Y en el futuro habrá más avances.



    Jaime Sabines / El poeta y la boxeadora

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    Jaime Sabines y Laura Serrano
    Jaime Sabines
    EL POETA Y LA BOXEADORA

    Una conversación entre Jaime Sabines y Laura Serrano, publicada en EL UNIVERSAL en 1998, fue seleccionada por Alfaguara España para formar parte de Antología de crónica latinoamericana actual

    Por ALEJANDRO TOLEDO

    | DOMINGO, 8 DE JULIO DE 2012 | 00:10
    Cuenta la boxeadora:
    —Yo, don Jaime, descubrí sus poemas hace apenas tres años. Mi papá era encargado en una pulquería y llegaba gente que le decía, por ejemplo: "Deme tantos litros y le dejo este cinturón". Y así le iban dejando cosas. En uno de esos intercambios se quedó con un tomo en pasta dura roja que contenía poemas, aún lo conservo, y en él venía el poema Los amorosos. Era una antología de poesía mexicana preparada por Carlos Monsiváis. Tanto me conmovieron esos versos que cuando encontraba el poema en algún libro doblaba la esquina de las hojas. Luego busqué la obra reunida, el Nuevo recuento de poemas (1977), que me gusta muchísimo.
    Escucha el poeta y confiesa a su vez:
    —Pues más o menos fue cuando te conocí, Laura. Entonces ya te hacían entrevistas en la televisión y en los periódicos. Fue cuando ibas a pelear por el campeonato. Lo recuerdo muy bien.
    Así, poeta y boxeadora, Jaime Sabines y Laura Serrano, celebraron un único encuentro. Fuera del cuadrilátero y los libros, round por round, verso a verso (como diría Antonio Machado), la charla ocurre.
    ***
    Recuerda la boxeadora que el jueves 24 de septiembre de 1997 llegó a la sala Nezahualcóyotl, de la Universidad Nacional, pues quería escuchar al poeta Jaime Sabines. Encontró las puertas de cristal cerradas, y cientos de muchachos afuera sin esperanzas de poder entrar. Se quedó entonces pegada al cristal, resignada a seguir los versos del autor deHoralTarumba y Diario semanario desde las bocinas que habían instalado en las afueras de la sala. Mas la puerta se abrió de pronto y alguien dijo:
    —Siete personas más.
    Y logró pasar.
    El poeta también tiene imágenes de esa jornada.
    —Me conmovió ver un video de lo que ocurrió afuera de la sala Nezahualcóyotl porque era una multitud de estudiantes, como si asistieran a un partido de futbol —recuerda Sabines.
    Antes de la lectura, se acercó al poeta el coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Nacional y le pidió:
    —Don Jaime, por favor, diga usted algunas palabras a los muchachos que están afuera, tenemos miedo de que vayan a romper las puertas.
    Sabines dijo:
    —Les agradezco mucho a todos su presencia, y especialmente a los que están afuera, a los que no alcanzaron a entrar.
    Completa Laura Serrano:
    —Sí, dijo que no importaba que no lo vieran, que sólo lo escucharan, pues en realidad no valía la pena verlo —recuerda la boxeadora.
    —Y eso tranquilizó a todos.
    —Y después pidió usted que prendieran las luces —dice Laura.
    —Una vez en Guadalajara me ocurrió que las luces estaban apagadas —relata Sabines —. Leía un poema y la sala se quedaba en silencio; leía otro y lo mismo... Así leí como cinco poemas, hasta que no aguanté. "Voy a hacer un breve paréntesis", les dije. "En primer lugar pido que me enciendan la luz, pues quiero hablar con gente no con sombras. En segundo lugar creo que no están escuchando una ópera sino poemas, y quiero que la comunicación se establezca entre ustedes y yo. Si no les gusta el poema tírenme un tomatazo, pero si les gusta, aplaúdanme". Se rompió el hielo, pero antes estuve como media hora molesto porque no me gustaba ese silencio. El poema debe provocar una reacción, lo debemos sentir inmediatamente.

    ***
    De la lectura de poemas se pasa a la historia en los cuadriláteros. Sabines, el poeta, se interesa, comenta, exclama, interroga...
    Laura Serrano relata:
    —Mi presentación a los medios de comunicación fue cuando iba a pelear contra Christy Martin en Las Vegas. En esa función participaron Julio César ChávezRicardo Finito López. La gente decía que iba a ser una pelea muy dura para mí, prácticamente iba como carne de cañón: no tenía peleas profesionales y ella llevaba treinta con tres nocauts y tres campeonatos mundiales.
    —¡Hijo!
    —Era el diablo arriba del ring. Yo tenía confianza en mi preparación, en mi trabajo...
    —¿En tu pegue?
    —Fíjese que no tengo mucho pegue, tengo más técnica... Y esa niña pega como hombre, durísimo —dice.
    —¿Y sí te alcanzó a dar?
    —Me conectó un golpe en la mandíbula... —responde.
    —Te pescó.
    —...que hasta las piernas se me doblaron. Fue rápido: la abracé, llegó el réferi y nos separó, y para ese instante ya me había recuperado. Pega durísimo.
    —¿Y le ganaste la pelea?
    —Se la gané, maestro, pero dieron empate. ¡Cómo la estrella iba a perder con la debutante y, para colmo, mexicana! En los periódicos me presentaban como "La mexicanita"...
    —Un racismo cabrón...
    —Aun así le gané, aunque dieron empate. Fue bueno porque a partir de eso me clasificaron para pelear por un título mundial. No tuve que pelear con todas las demás porque me enfrenté a la mejor.
    —Después de eso fuiste por el campeonato, ¿verdad?
    —Sí, en 1995, también en Las Vegas —contesta.
    —Y allí sí ganaste.
    —Ajá. Fue contra una irlandesa muy alta, delgada, fuerte y de mucha experiencia: ella tenía catorce combates, y el mío era el segundo. Estuvo muy difícil esa pelea.

    ***
    El poeta entrevista a la peleadora.
    —Cuéntame, ¿qué te dio por el boxeo? —pregunta.
    —Fíjese que no me gustaba...
    —Tú ibas a la escuela primaria...
    —Sí.
    —Y allí no tenías ni idea de lo que era el boxeo...
    —Desde los siete años iba a nadar, me encantaba. Lo seguí haciendo durante la secundaria, la preparatoria y los primeros semestres de la carrera de Derecho. Pero me ocurrió en la natación que competía y no ganaba, y mi deseo era ganar. Dejé la natación por el futbol soccer, y lo practiqué tres años. Era muy duro, más que el boxeo: me fracturaron la nariz dos veces, siempre llegaba cojeando...

    —Caídas, golpes, patadas...
    —De todo.

    Continúa la boxeadora el cuento de su descubrimiento de los guantes.
    —Pasó esa época del futbol y un día me dijeron unos amigos: "Vamos a conocer el gimnasio del estadio Olímpico". Acepté. Íbamos al gimnasio de pesas, que está entrando a la derecha, pero me distraje con el de boxeo que está a la izquierda. Me sorprendí al descubrir a una muchacha güerita, delgada, bonita, que estaba entrenando. Seguí su entrenamiento. Hablé con ella y me explicó por qué le interesaba. "¿Y yo puedo hacerlo?""Claro, habla con Toño". "Pero sólo quiero entrenar, nada de peleas". Y así comencé: no subía al ring, pero me entrenaba como si lo fuera a hacer. Y ya ve lo que dicen: que no se ama lo que no se conoce. Y empecé a conocer el boxeo, los nombres de los golpes, cómo pararse, y me gustó.
    —Te vas a subir al ring —ordenó un día el entrenador a Laura.
    —No, no me subo. Tengo la nariz fracturada —le dijo ella.
    —Te vas a subir y no te van a pegar —le indicó otra vez el entrenador.

    Y la subieron con un muchacho para que intercambiara golpes. "Nos protegimos en el primer round. No recuerdo en el segundo qué golpe le di y él me lo respondió. Me enojé entonces, pero no hice nada".
    —Laura, aunque sea tira un golpe —gritó el entrenador.
    Pensó la boxeadora: "¡Cómo que aunque sea un golpe! ¿Cree que no puedo?". Tiró el golpe y el muchacho se lo regresó. En el tercer round le dio fuerte y ya no paró. El entrenador se reía. Los que estaban en el gimnasio se acercaron al cuadrilátero y vieron cómo casi tiraba al compañero.
    Laura se dijo: "Esto me gusta".
    El cuento de la boxeadora es escuchado con atención por Jaime Sabines, el poeta.
    ***
    —¿Y a usted le gusta el boxeo, maestro? —pregunta  Serrano.
    —Sí, mucho. Desde chamaco me gustaba ir a ver las peleas.
    —¿Lo practicó?
    —Nunca. Jugué basquetbol, y me gustaba la natación. Nadador sí fui de chamaco, y muy bueno, pues vivía yo cerca de un río. Me iban a reprobar en la escuela primaria porque en lugar de irme a las clases me iba derechito al río Sabinal, que así se llama el río de Tuxtla. La natación era un vicio para mí —dice Sabines.
    —Tengo una amiga que es admirable como deportista —comenta Laura Serrano—. Ella ha cruzado cinco veces el Canal de la Mancha, y una lo hizo de ida y vuelta.
    —¡Híjole!
    —Y el año pasado rompió el récord de las veinticuatro horas. Mi amiga se llama Nora Toledano.
    —Sí, recuerdo haberla visto en televisión, ¡chingona vieja!
    —Admirable, maestro. Por cierto me dijo que lo saludara de su parte. Ella también lo ha leído, lo admira.
    —Sí, la conozco, la estimo, la vi por televisión esa vez que nadó veinticuatro horas... A mí me encantaba la natación. Y crucé no el Canal de la Mancha pero sí el río Grijalba, que ya son palabras mayores. En la alberca del parque Madero nadaba tres, cuatro, cinco mil metros, sin cansancio. Lo que es la vida, ahora nado cuarenta metros y ya estoy sacando el bofe.
    —¿Qué boxeadores le gustan, maestro? —pregunta Laura.
    —Todos los grandes que ha tenido México. En esa época eran Casanova, Kid Azteca... Y, claro, oíamos por la radio las peleas de Henry Armstrong, las defensas de Joe Louis... Esto fue cuando yo era chiquito. Siempre me gustó mucho el boxeo... verlo, claro —dice Sabines.
    —¿Y le gusta verlo en vivo?
    —Sí, de chamaco iba a la arena.

    ***
    Sigue la boxeadora, a la que han llamado La poeta del ring.
    —No me gusta decir que escribo poesía, más bien pongo en el papel lo que siento... Y le escribí algo, maestro —sorprende la pugilista.
    Mientras Laura Serrano descubre sus cuartillas, Jaime Sabines pasea un cigarro de plástico y explica:
    —Cumplí mis bodas de oro con el cigarro: empecé a fumar en 1945 y lo dejé en 1995.
    —Yo no aguanto el cigarro —dice Laura Serrano—. Me da náuseas oler el cigarro.
    —Y yo no podía vivir sin él. Fue muy difícil dejarlo, fue un tormento. Ahora conservo éste de plástico, por el vicio de la mano.

    Y la boxeadora lee:
    Sabines, sangre, ausencia,

    palabra muda, rosa muerta,
    destino lento, amargo.
    Tu poema está a mi lado
    y yo te lo agradezco...

    La lectura ocupa ocho, diez minutos. El poeta Sabines toma luego las cuartillas y sigue el texto línea por línea.
    —¿Y le gustó? —pregunta, nerviosa la boxeadora.
    Jaime Sabines responde con un interrogatorio.
    —¿Normalmente cómo escribes? ¿Con asonancias, consonancias y todo eso?
    —En realidad no sé.
    —Entonces escribes de manera natural. Para ser poeta necesitas estudiar. En lapoesía hay dos cosas: el don natural, con el que se nace; y el oficio, que se aprende. Es como aprender a hacer zapatos.

    El poeta aconseja a la boxeadora cómo dar golpes contundentes con los versos.
    —Se ve que tienes oído, pero no has leído nada, no tienes cultura poética. ¿A qué poetas has leído?
    —A Pablo Neruda, Mario Benedetti, Amado Nervo, Rubén Darío, Elías Nandino... —dice Laura.
    —Pero es muy escaso. Está bien Darío, pero hay cuarenta poetas posmodernistas más que no conoces: Luis G. Urbina, Manuel José Othón, Manuel Acuña... ¿Has leído a Huidobro? Tu cultura es escasa. Te dedicaste a estudiar leyes pero... Para llegar a ser buen poeta se necesita trabajo, oficio, disciplina. Así como aprendiste a boxear, así hay que aprender a escribir.

    Y el resto en la conversación es sólo literatura.

    ALEJANDRO TOLEDO es, físicamente, peso pesado, aunque su herramienta principal sea la pluma. Con Mary Carmen Sánchez Ambriz publicó este año ‘Historias del ring‘, en Cal y Arena



    Jaime Sabines / Espero curarme de ti

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    La luz de la tarde
    Fotografía de Triunfo Arciniegas

    Jaime Sabines
    ESPERO CURARME DE TI

    Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de
    fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
    Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me
    receto tiempo, abstinencia, soledad.

    ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
    No es mucho, ni es poco, es bastante. En una
    semana se pueden reunir todas las palabras de amor
    que se han pronunciado sobre la tierra y se les
    puede prender fuego. Te voy a calentar con esa
    hoguera del amor quemado. Y también el silencio.
    Porque las mejores palabras del amor están están entre dos
    gentes que no se dicen nada.

    Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y
    subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que
    te quiero cuando digo: "qué calor hace", "dame
    agua", "¿sabes manejar?,"se hizo de noche"... Entre
    las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he
    dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te
    quiero".)

    Una semana más para reunir todo el amor del
    tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú
    quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No
    sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para
    entender las cosas. Porque esto es muy parecido a
    estar saliendo de un manicomio para entrar a un
    panteón.



    Jaime Sabines
    "Espero curarme de ti"
    Palacio de Bellas Artes
    30 de marzo de 1996

    Antonio Muñoz Molina / Detrás del rostro

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    Antonio Muñoz Molina

    Detrás del rostro

    Nunca sabremos lo que sucedió en la mente de Andreas Lubitz en los minutos que permaneció solo y encerrado en la cabina del avión que posteriomente estrelló


    Foto personal de Andreas Lubitz en San Francisco. / AP
    Es difícil aceptar que algo no pueda llegar a saberse: que a un paso de lo conocido y lo visible hay una oscuridad en la que por mucho que lo intentemos no podemos vislumbrar nada, a no ser la proyección de nuestras obsesiones y nuestros fantasmas.
    La psiquiatra Lola Morón escribía la semana pasada, aludiendo al misterio ya para siempre insoluble de la conciencia del copiloto Andreas Lubitz: “Consideremos estos sucesos como inconcebibles, no intentemos explicar lo que a veces, simplemente, no tiene explicación”. Que una psiquiatra haga esa declaración de cautela es un gesto admirable. Queremos que los expertos nos tranquilicen dándonos respuestas claras y seguras a lo que nos inquieta o nos produce sufrimiento, y ellos mismos, con demasiada frecuencia, han disimulado su incertidumbre bajo una apariencia de seguridad más sacerdotal que científica.
    Necesitamos con tanta urgencia las explicaciones que no podemos aceptar que no existan. Solo los tontos, los ideólogos y los beatos están seguros. Cuando uno habla con un científico, lo que le llama la atención no es la rotundidad de sus afirmaciones, sino los escrúpulos con los que las envuelve, la advertencia sobre la dificultad de obtener datos seguros, de elaborar modelos fiables que resistan la comprobación experimental. El que sabe de verdad de algo es el que ha llegado a intuir la amplitud de todo lo que se desconoce, la parte mínima que ocupa el conocimiento con respecto a una totalidad que no puede sondearse. Recorremos un museo de la prehistoria y tenemos la tentación automática de considerar que lo que hay expuesto en las estanterías es una representación suficiente de un mundo. Pero solo son restos mínimos, salvados por casualidad del cataclismo lento del tiempo, quizá mucho menos reveladores de lo que imaginamos, lo que queremos creer.
    Nunca sabremos lo que sucedió en la mente de Andreas Lubitz en los minutos que permaneció solo y encerrado en la cabina del avión que de un momento a otro se había convertido en un gran ataúd colectivo. En la caja negra se oyen los golpes del piloto en la puerta cerrada por dentro, y dicen que también el silencio de Lubitz, su respiración tranquila en ese silencio. La policía registra su casa y encuentra documentos y recetas médicas; las personas que lo conocieron vencen con dificultad su estupor para contar cosas reveladoras o banales sobre él, siempre con esa extrañeza de no haber anticipado nada, con esa incredulidad de los vecinos de tantos grandes criminales con los que se cruzaban a diario e intercambiaban saludos y observaciones sobre el tiempo. Quién lo habría pensado.

    Queremos que los expertos nos tranquilicen dándonos respuestas claras y seguras a lo que nos inquieta o nos produce sufrimiento
    La información, la historia, el diagnóstico riguroso tocan en seguida con sus límites. Hay cosas que se saben al momento, y otras que se tardan en descubrir años o décadas, y hasta siglos, y otras que sencillamente no se descubren nunca. Ahora un historiador británico asegura haber encontrado por fin al verdadero culpable del asesinato de Julio César. Hace algo más de diez años, la novelista policial Patricia Cornwell casi arruinó su reputación al dedicar un libro de más de 400 páginas a la teoría, para ella irrebatible, de que Jack el Destripador era en realidad el notable pintor Walter Sickert. En Nueva York se ha abierto de nuevo el juicio por la desaparición del niño Etan Patz, que echó a andar una mañana hacia la parada del autobús escolar, en una calle del Soho, en 1989, cuando el barrio era una desolación de basuras y edificios industriales abandonados. Era el primer día que sus padres dejaban a Etan ir solo al autobús. Ya no lo vieron nunca más. Ahora se juzga a un sospechoso que tiene las facultades mentales alteradas, y vuelven a declarar forenses, policías, testigos; pero ha pasado ya tanto tiempo y los testimonios son tan inseguros, tan contradictorios, que es muy probable que la sentencia no sirva para hacer justicia ni para dilucidar la verdad.
    No aceptamos que no haya una explicación suficiente para cada misterio, que haya historias que se interrumpen de golpe y se quedan sin final. Y nos da más miedo todavía que lo inexplicable suceda sin ningún aviso, que ningún síntoma lo anuncie, hasta el punto de que con mucha frecuencia inventamos vaticinios retrospectivos, argucias narrativas para sostener un relato que en realidad carece de consistencia. En las ficciones populares, a los malvados se les conoce a primera vista, y los buenos llevan su inocencia escrita en la cara. La perilla negra, el bigote afilado y negro, el acento raro, los modales refinados de los canallas en las películas de intriga y espías en blanco son un recurso tan burdo como el contraste entre la carnalidad tentadora de Ava Gardner y la casta belleza rubia de Grace Kelly en Mogambo. Pero cada uno de esos estereotipos es un consuelo y un antídoto pueril contra la incertidumbre sobre la identidad secreta de los otros. Ese desconocido de aspecto normal que se sienta a tu lado en el metro puede muy bien ser un asesino, un pederasta, un ladrón, un genio, un borracho, un aficionado a la taxidermia o a la astronomía, un santo, un piloto aquejado de delirios psicóticos. Las ficciones populares nos confortan con la seguridad de que al menos en ellas las apariencias no engañan.

    En las ficciones populares, a los malvados se les conoce a primera vista, y los buenos llevan su inocencia escrita en la cara
    Y la literatura unas veces es un aviso sobre la dificultad de conocer y otras una ruptura virtual de los límites de la conciencia ajena, un asomarse al interior de los otros. Dice Charles Simic en una de las anotaciones deEl monstruo ama su laberinto: “Es en las obras de arte y literatura donde uno tiene la experiencia más rica del Otro. Cuando la experiencia es verdaderamente poderosa, podemos ser cualquiera, un príncipe ruso del siglo XIX, una ramera italiana del siglo XV”.
    No estoy seguro de que ese conocimiento de lo inaccesible sea del todo fehaciente, algo más que una ilusión o que un espejismo. Leyendo Lolita tenemos la sensación turbadora y siniestra de encontrarnos en la conciencia de un hombre que viola y esclaviza a una niña. El Macario de Juan Rulfo y el Benji de William Faulkner nos hacen ver el mundo desdibujado por una niebla de trastorno mental. George Simenon nos permite asomarnos con la misma eficacia a la mirada del comisario Maigret y a la de todos esos prófugos y solitarios que deambulan por sus otras novelas. Los monólogos de los malvados de Shakespeare son galerías oscuras por las que se interna uno como por el subsuelo de la conciencia humana. Norman Mailer, que inventó tantos personajes en tantas novelas, nunca llegó a crear uno tan lleno de tristeza y misterio como el asesino real Gary Gilmore en La canción del verdugo. Sabemos algo del interior de la mente de esos impostores que se construyen vidas enteras falsas y engañan durante años hasta a las personas más cercanas si hemos leído El adversario, de Emmanuel Carrère.
    Pero siempre habrá un fondo al que no se llegue, una última puerta que permanecerá cerrada. La literatura conduce hasta ese umbral y también enseña a respetarlo; a manejar el miedo, pero no a perderlo. No todo se puede explicar. Hasta en el espejo te mira a veces un desconocido.


    Alejandra Arciniegas / Trespies / Marroquinería pintada

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    Alejandra Arciniegas
    TRESPIES
    Bolsos















    Jaime Sabines / Supongo

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    Jaime Sabines
    BIOGRAFÍA
    SUPONGO

    Yo no lo sé de cierto, pero supongo
    que una mujer y un hombre algún día se quieren,
    se van quedando solos poco a poco,
    algo en su corazón les dice que están solos,
    solos sobre la tierra se penetran,
    se van matando el uno al otro.


    Todo se hace en silencio. Como
    se hace la luz dentro del ojo.
    El amor une cuerpos.
    En silencio se van llenando el uno al otro.

    Cualquier día despiertan, sobre brazos;
    piensan entonces que lo saben todo.
    Se ven desnudos y lo saben todo.

    (Yo no lo sé de cierto. Lo supongo).



    Jaime Sabines
    "Supongo"
    Palacio Nacional de Bellas Artes
    30 de marzo de 1996

    Jaime Sabines / Los amorosos



    Jaime Sabines / Qué costumbre tan salvaje

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    Catrina con sombrero
    Cuernavaca, México
    1 de noviembre de 2013
    Foto de Triunfo Arciniegas

    Jaime Sabines
    BIOGRAFÍA

    Qué costumbre tan salvaje...



    ¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir. 

    Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras? 

    Por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la caja, la introducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas, de aquí ya no sales. 

    Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados. Es una burla: ¿para qué lo enterraron?, ¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte? ¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales, o tirarlo a un río? 

    Habría que tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.


    Jaime Sabines
    Otro recuento de poemas





    Jaime Sabines
    Qué costumbre tan salvaje
    Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México
    30 de marzo de 1996



    Jaime Sabines / Lento, amargo animal

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    Jaime Sabines
    BIOGRAFÍA
    Lento, amargo animal...

    Lento, amargo animal
    que soy, que he sido,
    amargo desde el nudo de polvo y agua y viento
    que en la primera generación del hombre pedía a Dios.

    Amargo como esos minerales amargos
    que en las noches de exacta soledad
    --maldita y arruinada soledad
    sin uno mismo--
    trepan a la garganta
    y, costras de silencio,
    asfixian, matan, resucitan.

    Amargo como esa voz amarga
    prenatal, presubstancial, que dijo
    nuestra palabra, que anduvo nuestro camino,
    que murió nuestra muerte,
    y que en todo momento descubrimos.

    Amargo desde dentro,
    desde lo que no soy,
    --mi piel como mi lengua--
    desde el primer viviente,
    anuncio y profecía.

    Lento desde hace siglos,
    remoto --nada hay detrás--,
    lejano, lejos, desconocido.

    Lento, amargo animal
    que soy, que he sido.



    Jaime Sabines / La luna

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    Jaime Sabines
    BIOGRAFÍA

    La luna 

    La luna se puede tomar a cucharadas
    o como una cápsula cada dos horas.
    Es buena como hipnótico y sedante
    y también alivia
    a los que se han intoxicado de filosofía
    Un pedazo de luna en el bolsillo
    es mejor amuleto que la pata de conejo:
    sirve para encontrar a quien se ama,
    y para alejar a los médicos y las clínicas.
    Se puede dar de postre a los niños
    cuando no se han dormido,
    y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
    ayudan a bien morir

    Pon una hoja tierna de la luna
    debajo de tu almohada
    y mirarás lo que quieras ver.
    Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
    para cuando te ahogues,
    y dale la llave de la luna
    a los presos y a los desencantados.
    Para los condenados a muerte
    y para los condenados a vida
    no hay mejor estimulante que la luna
    en dosis precisas y controladas.




    Jaime Sabines / El peatón

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    Jaime Sabines
    Jaime Sabines
    BIOGRAFÍA
    EL PEATÓN

    Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta.

    Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta!

    Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?

    ¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón.

    ¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón.

    Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila.





    Jaime Sabines
    "El peatón"
    Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México
    30 de marzo de 1996




    Jaime Sabines / Me encanta Dios

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    Fotografía de Elena Schumilova
    Jaime Sabines
    BIOGRAFÍA
    ME ENCANTA DIOS

    Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.
    Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida – no tú ni yo – la vida, sea para siempre.
    Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang… Pero ¿que importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
    A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas, y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho frente al ataque de los antibióticos con ¡bacterias mutantes!
    Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
    Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
    Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia- y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
    Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer mas amada, el perrito y la pulga, la piedra mas antigua, el pétalo mas tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
    A mi me gusta, a mi me encanta Dios. ¡Que Dios bendiga a Dios!



    Jaime Sabines
    "Me encanta Dios"







    Jaime Sabines / Tia Chofi

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    Jaime Sabines
    BIOGRAFÍA
    TIA CHOFI

    Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi,
    pero esa tarde me fui al cine e hice el amor.
    Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta
    con tus setenta años de virgen definitiva,
    tendida sobre un catre, estúpidamente muerta.
    Hiciste bien en morirte, tía Chofi,
    porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso,
    porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste,
    ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba
    que querías morirte y te aguantabas.
    ¡Hiciste bien!
    Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos,
    porque te quise a tu hora, en el lugar preciso,
    y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple,
    pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste.
    ¡Te siento tan desamparada,
    tan sola, sin nadie que te ayude a pasar la esquina,
    sin quien te dé un pan!
    Me aflige pensar que estás bajo la tierra
    tan fría de Berriozábal,
    sola, sola, terriblemente sola,
    como para morirse llorando.
    Ya sé que es tonto eso, que estás muerta,
    que más vale callar,
    ¿pero qué quieres que haga
    si me conmueves más que el presentimiento de tu muerte?

    Ah, jorobada, tía Chofi,
    me gustaría que cantaras
    o que contaras el cuento de tus enamorados.
    Los campesinos que te enterraron sólo tenían
    tragos y cigarros,
    y yo no tengo más.
    Ha de haberse hecho el cielo ahora con tu muerte,
    y un Dios justo y benigno ha de haberte escogido.
    Nunca ha sido tan real eso en lo que tu creíste.
    Tan miserable fuiste que te pasaste dando tu vida
    a todos. Pedías para dar, desvalida.
    Y no tenías el gesto agrio de las solteronas
    porque tu virginidad fue como una preñez de muchos hijos.
    En el medio justo de dos o tres ideas que llenaron tu vida
    te repetías incansablemente
    y eras la misma cosa siempre.
    Fácil, como las flores del campo
    con que las vecinas regaron tu ataúd,
    nunca has estado tan bien como en ese abandono de la muerte.

    Sofía, virgen, antigua, consagrada,
    debieron enterrarte de blanco
    en tus nupcias definitivas.
    Tú que no conociste caricia de hombre
    y que desjaste que llegaran a tu rostro arrugas antes que besos,
    tú, casta, limpia, sellada,
    debiste llevar azahares tu último día.
    Exijo que los ángeles te tomen
    y te conduzcan a la morada de los limpios.
    Sofía virgen, vaso transparente, cáliz,
    que la muerte recoja tu cabeza blandamente
    y que cierre tus ojos con cuidados de madre
    mientras entona cantos interminables.
    Vas a ser olvidada de todos
    como los lirios del campo,
    como las estrellas solitarias;
    pero en las mañanas, en la respiración del buey,
    en el temblor de las plantas,
    en la mansedumbre de los arroyos,
    en la nostalgia de las ciudades,
    serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta.

    Sofía virgen, desposada en un cementerio de provincia,
    con una cruz pequeña sobre tu tierra,
    estás bien allí, bajo los pájaros del monte,
    y bajo la yerba, que te hace una cortina para mirar al mundo.





    Jaime Sabines
    "Tía Chofi"
    Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México
    30 de marzo de 1996



    Mad men / Christina Hendricks

    Michel Comte / Carla Bruni

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    Carla Bruni, 1993

    Michel Comte
    CARLA BRUNI

    Carla Bruni, 1993

    Carla  Bruni

    Carla Bruni

    Carla Bruni
    Vogue Italia, 1996

    Carla Bruni
    Vogue Italia, 1996



    Las mujeres más bellas del mundo / Jacqueline Bisset

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    LAS MUJEREMÁS BELLADEL MUNDO
    JACQUELINE BISSET


































    Christy Turlington / Divino rostro, divino cuerpo

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    Christy Turlington by Patrick Demarchelier for Harper’s Bazaar (July 1999)

    Christy Turlington
    DIVINO ROSTRO, DIVINO CUERPO

    Christy Turlington by Inez van Lamsweerde and Vinoodh Matadin 2008
    Christy Turlington by Steven Meisel photoshoot 1986
    Christy Turlington by Herb Ritts, Hollywood, 1988
    Christy Turlington by James Houston, 2005
    Christy Turlington by Peter Lindbergh
    Christy Turlington by Steven Meisel VOGUE ITALIA SEPTEMBER 1991
    Christy Turlington by Steven Meisel Vogue Italia October 1989
    Christy Turlington by Arthur Elgort 1992
    Christy Turlington by Arthur Elgort 1990
    Christy Turlington by Arthur Elgort 1992
    Christy Turlington by ALBERT WATSON, New York City, 1990
    Christy Turlington by Herb Ritts 1988
    Christy Turlington by Steven Meisel, Vogue US, 1989
    Christy Turlington by James Houston
    Christy Turlington by Peter Lindbergh, American Vogue, Los Angeles, 1988
    Christy Turlington by Herb Ritts Los Angeles, 1988
    Christy Turlington by Arthur Elgort 1987
    Christy Turlington by Steven Meisel, 1986

    Mark Strand / Otro lugar

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    Mark Strand
    Otro lugar

    Traducción de Sandra Toro

    Camino

    hacia la luz

    que hay



    no es suficiente para encandilar

    ni para ver claro

    lo que está por venir



    aun así veo

    el agua

    el único bote

    el hombre parado



    no es alguien que yo conozca



    este es otro lugar

    la luz que hay

    se esparce como una red

    sobre nada



    lo que está por venir

    ha sido esto

    antes



    este es el espejo

    donde el dolor duerme

    este es el país

    que nadie visita.




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